Las mariposas de Fukushima

Fronteras

Maha

Por extraño –o no– que parezca, no abundan los estudios accesibles al público sobre el efecto de niveles débiles de contaminación radiactiva en los seres vivos bajo condiciones realistas de gran accidente nuclear. Un equipo científico de la Universidad de las Ryukyus (Prefectura de Okinawa, Japón) ha querido explorar el asunto alimentando a mariposas comunes en el país con plantas recogidas a entre 59 y 1.760 km de la Central Nuclear de Fukushima-I un año después del desastre. Acaban de publicar los resultados y aquí te los traigo.i

Lo primero, centremos el problema y el debate. Los efectos de las dosis altas de radiación están bastante bien estudiados por motivos evidentes. Sabemos lo que es capaz de freírnos, cómo lo hace y hasta cómo tratarlo hasta donde sea posible. Accidentes, ataques y pruebas nucleares nos aportaron enormes cantidades de información sobre los efectos de las dosis elevadas en los seres vivos, incluyendo –especialmente– a los seres humanos. Algunos países con larga experiencia en materia atómica y sus despistes tienen hasta hospitales especializados en tratar a este tipo de pacientes.

Pero es raro recibir dosis tan fuertes de radiación. En la inmensa mayoría de los casos, quien requiere los servicios de estos hospitales es porque ha estado dentro de un accidente importante: trabajadores de la industria nuclear, bomberos, soldados y demás. Por ejemplo, la clínica nº 6 de Moscú se hizo famosa tratando a los míticos liquidadores de Chernóbil que llegaban en peores condiciones. Sin embargo, la población general no suele absorber dosis semejantes salvo ataque nuclear, de los que sólo hubo en Hiroshima y Nagasaki. Normalmente, la población general se halla a cierta distancia de lo peor del siniestro y la evacúan a la carrera. Ni siquiera los habitantes de Prípiat, a tres kilómetros escasos del reactor que reventó en Chernóbil, sufrieron casos graves de síndrome radiactivo agudo (entre los que no acudieron al accidente o estuvieron en contacto directo con personas fuertemente contaminadas, se sobreentiende.)

Si no hay ataque nuclear, el peligro potencial para las masas no está en esas dosis monstruosas de radiactividad que te mandan de cabeza a la planta de aislamiento y el trasplante de médula ósea, o directamente a la tumba de plomo y hormigón, sino en la contaminación de bajo o muy bajo nivel, que puede recorrer grandes distancias. Las absorciones por debajo del tercio de gray –y un tercio de gray es una dosis bravita– rara vez causan efectos inmediatos significativos, o incluso evidentes en los análisis clínicos.ii A menos que lleves un dosímetro o algo que desempeñe su función, puedes recibir treinta roentgens a lo largo de una hora y no darte ni cuenta, ni tu médico tampoco. Con treinta roentgens, como enciendas un contador Geiger, te mueres, pero del susto.

De manera característica, la ingestión de comida o agua contaminadas no suelen producir síntomas obvios a menos que hablemos de niveles colosales de radiación o sustancias muy tóxicas que te envenenen (y entonces presentas síntomas del envenenamiento químico, no del radiactivo. Por ejemplo, el famoso polonio-210 con el que asesinaron a Alexandr Litvinenko no lo mató por radiación, sino porque es 10.000 veces más venenosoiii que el cianuro de hidrógeno.) En este caso, tus posibles problemas futuros de salud pueden quedar camuflados, achacarse a otras causas… o ser, efectivamente, la consecuencia de esas otras causas. Por ejemplo, se discute si la mala salud de un buen número de víctimas de Chernóbil se debe a la radiactividad o al empeoramiento radical de su calidad de vida ocasionado primero por la evacuación y después por el colapso de la Unión Soviética, pocos años más tarde: la miseria, la ansiedad, el desmantelamiento del sistema de salud pública, los problemas sociales y psicológicos del desarraigo y la exclusión, el alcoholismo y demás lacras padecidas por estas personas y sus descendientes pudieron contribuir notablemente a sus problemas de salud. Al final de la carrera, la pregunta es: ¿cuánta radiación es segura?

En este debate hay varias posiciones, que suelen corresponderse con lo favorable o desfavorable que seas a la energía nuclear, un poquito en plan Madrid-Barça, la verdad. Cada una de estas posiciones defiende un modelo: el modelo lineal sin umbral, el modelo lineal con umbral, el modelo cuadrático y el modelo de la hormesis.iv v En el modelo lineal sin umbral, todo incremento de la radiación ionizante empeorará la salud global de la población afectada de manera esencialmente proporcional. O sea, que no hay ningún aumento seguro de la radiactividad. El modelo lineal con umbral está de acuerdo, pero afirma que esto sólo sucede a partir de cierta dosis (el “umbral”); con absorciones muy bajas, la salud de la población no estaría en peligro. El llamado modelo cuadrático defiende que todo incremento de la absorción dañará la salud global de la población afectada, pero a dosis bajas este daño sería proporcionalmente mucho menor que en el modelo lineal sin umbral. Por su parte, el modelo de la hormesis propone que, en realidad, las pequeñas dosis de radiactividad son beneficiosas para la salud y los daños sólo comienzan a partir de determinado nivel de absorción.

A nadie extrañará que los más antinucleares defiendan el modelo lineal sin umbral, mientras que los más pronucleares (y los dueños de los balnearios radiactivos) prefieren el modelo de la hormesis. En general, la mayoría de instituciones internacionales utilizan el modelo lineal sin umbral para ir a lo seguro. Que si no, luego, las demandas pueden ser de cuidado. El hecho es que no existe un acuerdo sobre ninguna de estas opciones. Y esto de utilizar el modelo más restrictivo para ir a lo seguro suena bien, pero presenta sus propios contratiempos: dado que no está claro si hay algún umbral saludable, rara vez un político se atreve a firmar que una zona afectada por un accidente nuclear vuelve a ser habitable, así que la población evacuada no puede volver y queda permanentemente desarraigada de sus hogares, amigos, entorno, trabajo y demás, con todos los problemas gravísimos que ello conlleva. ¿Vendrán las mariposas de Fukushima en nuestro auxilio?

Mariposas radiactivas.

El experimento realizado por los investigadores de Okinawa es sencillo: tomaron larvas de Zizzeria maha, un tipo de mariposa común en la zona, y las alimentaron a lo largo de dos generaciones con hojas de plantas obtenidas a distintas distancias de Fukushima-I, más los correspondientes grupos de control a los que suministraron comida sin contaminar. Es importante reseñar que las hojas se recogieron un año después de la catástrofe y los niveles de radiación ya habían decaído notablemente.

Los puntos de recogida estuvieron en la propia Okinawa (a 1.760 km del lugar del accidente, radiactividad medida en el suelo: 0,05 microsieverts/hora); Atami (al Sudoeste de Tokio, 311 km, 0,07 μSv/h); Musashino (área de Tokio, 232 km, 0,12 μSv/h); Kashiwa (Prefectura de Chiba, 196 km, 0,47 μSv/h) más dos zonas de la Prefectura de Fukushima: Koriyama (61 km, 1,13 μSv/h) y Motomiya (59 km, 1,42 μSv/h.) Para comparar, en el momento en que escribo esto, la radiación natural en España se encuentra entre 0,07 y 0,19 μSv/h. Las hojas presentaban una actividad por cesio-134/cesio-137 que oscilaba entre los 0,18 becquerelios/kg naturales de Okinawa hasta 161 Bq/kg en una de las muestras de Motomiya: casi novecientas veces más. Observa que en ningún caso se acercaron a menos de 59 km de la central accidentada, manteniéndose por tanto fuera de las áreas de evacuación y de seguridad. Todas estas cifras se consideran “muy bajas” y de hecho están dentro de los límites permitidos para la importación de alimentos en la Unión Europea. vi vii

En la primera generación, las larvas sufrieron claramente una tasa de mortalidad y de deformaciones más elevada al vivir de hojas contaminadas. Con el alimento de Okinawa, que puede considerarse limpio (0,18 Bq/kg de Cs-134/137, 0,06 mBq ingeridos), la tasa de mortalidad era del 8,05% y la de deformaciones, del 8,25%, bastante típica en este tipo de animales. Ya con el de Atami (2,53 Bq/kg, 0,88 mBq ingeridos) se observa un pequeño incremento al 9,1%, tanto en mortalidad como en deformaciones. La cifra sigue ascendiendo con Musashino (área de Tokio, 6,38 Bq/kg, 2,23 mBq ingeridos), yéndose al 13% en ambos casos. El de Kashiwa (Chiba, 47,57 Bq/kg, 16,6 mBq ingeridos) dio lugar a un 16,4% tanto de mortalidad como de deformaciones. Koriyama (Fukushima, 117,2 Bq/kg, 40,9 mBq ingeridos) se dispara al 53% de mortalidad y el 54,2% de deformaciones: más de la mitad.

Curiosamente, este es el peor dato. Las larvas alimentadas con las hojas más contaminadas y próximas al accidente (Motomiya, Fukushima, 160,6 Bq/kg de cesio-134/137, 56,1 mBq ingeridos) presentaron un 31,2% de mortalidad y un 32% de deformaciones. Aún siendo una cifra altísima, es claramente inferior a la de Koriyama, con un nivel de contaminación mayor. El caso es que incluso teniendo en cuenta esta anomalía, tales datos parecen apoyar un modelo sin umbral, en el que la población de larvas afectadas sufre un aumento de la mortalidad y las deformaciones desde el primer incremento de contaminación radiactiva consumida. No se observa la existencia de un umbral y mucho menos todavía de ninguna clase de hormesis.

Este equipo de investigadores había realizado un estudio previo similar durante el verano de 2011,viii poco después del accidente. Elaboraron una gráfica resumiendo los resultados de ambos:

2014_09_24_supervivencia_mariposas

Puede observarse que, si bien hay una clara tendencia de “a más radiación, más mortalidad”, la “linealidad” no está clara. Por ejemplo, la fuerte contaminación de las montañas de Iitate durante el verano inmediatamente posterior al accidente (43.500 Bq/kg) parece provocar una mortalidad inferior a la causada por las hojas de Koriyama del año siguiente, con apenas 117 Bq/kg. Los autores del estudio sugieren que esto podría deberse a la presencia de distintas variedades genéticas de la mariposa en cuestión, unas más y otras menos resistentes a la radiactividad.

Los investigadores decidieron estudiar también lo que ocurría en la siguiente generación. Para ello, tomaron larvas descendientes de las mariposas que habían salido con bien de la primera fase. En esta ocasión, sólo hicieron tres grupos: uno que alimentarían con hojas limpias de Okinawa, y dos a los que dieron de comer las hojas más sucias procedentes de la Prefectura de Fukushima (Koriyama y Motomiya.) Las que recibieron alimento limpio en ambas generaciones tuvieron una mortalidad del 16,5%, con un 18,8% de deformaciones. Las hijas de las que habían comido hojas de Koriyama presentaron tasas incluso inferiores: 10,2% de mortalidad y 15,6% de deformación. Mientras, la hijas de Motomiya lo llevaron algo peor, con un 22,8% de mortalidad y un 29,9% de deformación.

Por el contrario, las larvas que recibieron comida contaminada en ambas generaciones lo pasaron fatal: del 78,8% al 99,2% de mortalidad y entre el 87,9% y el 99,2% de malformaciones, muy superior a ninguno de los casos anteriores. Esto evidencia un grado de transmisión hereditaria de los daños causados por la radiactividad a la siguiente generación. Las conclusiones de los autores afirman que “se detectan efectos biológicos en una dieta contaminada con dosis bajas de radiación ingerida. Los efectos pasan de generación en generación, pero pueden superarse consumiendo una dieta no contaminada, lo que sugiere que al menos parte de los efectos observados pueden atribuirse a cambios fisiológicos no genéticos.”

Por supuesto, las mariposas no son personas. Tampoco es común que una persona pase toda su vida, desde la infancia, tomando alimentos contaminados con sustancias radiactivas sin parar. Las anomalías no-lineares observadas apuntan a que los daños sufridos obedecen a una diversidad de factores complejos e invitan a seguir estudiando el tema. Pero no son datos que podamos ignorar.

Referencias:

i Nohara, c; Taira, W; Hiyama, A.; Tanahara, A.; Takatsuji, T.; Otaki, J. M.: «Ingestion of radioactively contaminated diets for two generations in the pale grass blue butterfly.«BMC Evolutionary Biology, 14:193, 23 de septiembre de 2014. DOI: 10.1186/s12862-014-0193-0.

ii Centers for Disease Control and Prevention: «Acute Radiation Syndrome: A Fact Sheet for Clinicians.«CDC, Atlanta, EEUU. Última actualización: 21 de agosto de 2014.

iii Ansoborlo, E.: «Poisonous polonium.«Nature – Chemistry 6, 454 (22 de abril de 2014.) DOI: 10.1038/nchem.1928.

iv Pinto, M.: «Radiation risk assessment.« Hospital Cantonal de Aarau (Suiza), Radiation Protection Course for Radiation Oncology Residents (2013).

v Tubiana, M. et al: «The Linear No-Threshold relationship is inconsistent with radiation biologic and experimental data.«Radiology, abril 2009; 251(1): 13–22. DOI: 10.1148/radiol.2511080671.

vi Comisión Europea: «Questions and Answers: Safety of food products imported from Japan.« MEMO 11/215, 1 de abril de 2011.

viii Hiyama, A.; Nohara, C.; Kinjo, S.; Taira, W.; Gima, S; Tanahara, A.; Otaki, J. M.: The biological impacts of the Fukushima nuclear accident on the pale grass blue butterfly.Scientific Reports 2:570 (9 de agosto de 2012.) DOI: 10.1038/srep00570.

Sobre el autor: Antonio Cantó (@lapizarradeyuri) es polímata y autor de La pizarra de Yuri

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