El caso de las perlas cultivadas

Ciencia infusa

También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.” Mateo 13: 45-46.

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Las perlas son objetos duros, y hermosos, que se producen en los tejidos blandos de algunos moluscos bivalvos. Como es conocido, estos animales se protegen del exterior con una estructura del tegumento que les recubre, que llamamos concha y que se forma por la deposición de carbonato cálcico en una matriz orgánica con proteínas, lípidos y polisacáridos. A veces, cuando alguna sustancia extraña se cuela en el interior de la concha, en las cercanías del tegumento, el animal se defiende de ella rodeándola con capas concéntricas de carbonato cálcico, en forma de aragonito o calcita, más la matriz orgánica, según el mismo proceso que sigue para construir la concha. La capa más interna de la concha, el nácar, formado por una ordenación especial de las capas de carbonato cálcico, es lo que dará color y belleza a la perla.

Será el resultado final de la respuesta adaptativa de defensa ante un cuerpo extraño del sistema inmune del bivalvo. Por cierto, y para que se hagan una idea, la perla más grande conocida se encontró en Filipinas, en 1934, y en el interior de un individuo de la almeja gigante Tridacna. Pesó 6.4 kilogramos, con 24 centímetros de diámetro y se la conoce como Perla de Lao Tzu y, antes, como Perla de Alad y experiencia, daban forma aa de esta especie o la almeja gigante, la tridacna maximaproduccidiendola Dongonab Bay, perlas. á.

Hay una extendida creencia popular de que la formación de la perla se inicia con la entrada entre las valvas de la concha del animal de un irritante y diminuto grano de arena. Así ocurre a veces aunque es un caso raro. Sobre todo se provoca esta respuesta de defensa a materiales orgánicos como tejidos o fragmentos del mismo animal o de otro, parásitos o las heridas provocadas por golpes o por depredadores. Por ejemplo, para conseguir perlas cultivadas los expertos introducen un fragmento del tegumento de otro animal, a veces acompañado de una pelotita del tamaño de una cuenta de un rosario. Recientemente se ha comenzado a usar material orgánico formado por un polímero artificial que absorbe agua, aumenta su tamaño y consigue que la perla que se obtiene sea más grande.

Según los expertos y, creo, nuestros gustos, una perla es perfecta cuando es esférica, aunque las hay de muchas formas. Las perlas perfectas o casi perfectas, son escasas y son, para muchos, una metáfora de lo raro, hermoso, admirable y, en último término, valioso. Todos los moluscos con concha pueden fabricar perlas o, como se diría técnicamente, concreciones esféricas calcáreas. Pero, también es cierto, solo algunas especies las fabrican grandes y hermosas.

El valor en dinero de cada perla natural, siempre un raro ejemplar, cuesta lo que dice el mercado según su tamaño, forma y brillo. Como ejemplo, y además de la época que vamos a tratar, finales del siglo XIX y principios del XX, el joyero francés Pierre Cartier compró en 1917 un edificio en la Quinta Avenida de Nueva York y lo pagó con un collar doble de perlas, que le había costado varios años reunir y que se valoró, en aquellos tiempos, en un millón de dólares. Este valor es lo que hizo rentable el desarrollo de la industria de las perlas cultivadas que permitieron, décadas más tarde, en la década de los cincuenta, que todas las mujeres de la clase media pudieran tener, si les apetecía, un collar de perlas. Además, por la sobreexplotación, las perlas naturales eran todavía más raras a mediados del siglo XX. Las especies que las producen están desapareciendo o están en peligro de extinción en muchos lugares, tanto por la búsqueda de perlas como, sobre todo, por la contaminación. Por ejemplo, en Europa continental, en sus aguas dulces, está la Margaritana margaritifera, conocida como mejillón de río o madreperla. También se encuentra en el noroeste de la Península Ibérica, en poblaciones pequeñas y aisladas. Como ejemplo nos sirven las estadísticas de la búsqueda de perlas en Baviera entre 1814 y 1857. Se recogieron 158800 perlas y, si tenemos en cuenta que aparece una perla por cada 3000 ejemplares abiertos, se concluye que, en esos 43 años, se sacrificaron más de 476 millones de individuos. Y solo en Baviera y en una décadas de la primera mitad del siglo XIX.

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Aunque la historia está llena de relatos, tradiciones y, quizá, algunos hechos, sobre los intentos de cultivar perlas desde la más remota antigüedad, la industria que ahora conocemos empezó a desarrollarse, por lo que cuentan los expertos, a finales del siglo XIX, en el Japón, y con la ostra llamada Akoya (Pinctada martensii), con abundante nácar en la cara interna de la concha. En unos años, a principios del siglo XX, ya hay testimonios de la producción de perlas esféricas y bellas. Se pagaban bien, sobre todo en el mercado más importante de Europa, en Londres. Todo ello animó a Kokichi Mikimoto a comenzar pruebas y ensayos con la ostra Akoya para conseguir buenas perlas.

Mikimoto nació en 1858 y murió en 1954. Fueron casi 100 años de soñar con cultivar perlas desde que, de niño e hijo de un tendero, vio a los pescadores de perlas descargar sus tesoros en el puerto del lugar donde nació, en Toba. A su muerte, sus patentes sobre el cultivo de perlas se contaban por decenas y su empresa, K. Mikimoto & Co., Ltd., era, y es, uno de los líderes financieros en el Japón del siglo XX. El mismo Mikimoto fue incluido en 1985 en la lista de los 10 inventores japoneses más importantes del siglo XX.

Mikimoto contactó con Kakichi Mitsukuri, de la Universidad Imperial de Tokyo y reconocido biólogo marino, y le convenció de que era posible cultivar perlas. Siguiendo los protocolos de Mitsukuri, Mikimoto consiguió cultivar perlas semiesférica en 1893. Estas perlas se formaban alrededor de sustancias extrañas introducidas en los bivalvos y que quedaban entre la concha y el tegumento. Terminaban adheridas a la concha por el interior y recubiertas de nácar. Con tiempo suficiente, se conseguía una perla semiesférica que había que separar del interior de la concha. Unos años después, en 1899, Mikimoto ya comercializaba estas perlas y los joyeros comenzaron a aceptarlas y venderlas.

A la vez, Mikimoto siguió con sus ensayos para conseguir perlas esféricas, las que más demandaba el mercado. Trabajó con otro biólogo marino, Tokichi Nishikawa, alumno de Mitsukuri y que terminó casándose con la segunda hija de Mikimoto. Nishikawa, en 1907, estableció el protocolo para estimular la formación de perlas esféricas por la inserción de un diminuto fragmento del manto de otro individuo, fragmento que se llamó saibo, en el cuerpo de la ostra, sobre todo en el manto o en la gónada, y provocando la respuesta inmune y la construcción de la perla. No vio Nishikawa el éxito de su método pues murió en 1909 a los 35 años.

Kokichi Mikimoto
Kokichi Mikimoto

Con este protocolo, Mikimoto comenzó a producir perlas a gran escala a partir de 1918 y a venderlas en Europa. Ya para entonces tenía 65 patentes relacionadas con muchos de los aspectos de los protocolos necesarios para la inserción del saibo y el crecimiento de las perlas. Hundió los precios del mercado y cosechó denuncias y juicios de los joyeros europeos que intentaron demostrar que sus perlas eran un fraude, que eran falsas. Pero los jueces, con informes de expertos histólogos y biólogos marinos ingleses y franceses, sentenciaron que una perla natural y una cultivada eran perfectamente iguales e indistinguibles en su morfología.

Pero el asunto de las perlas cultivadas, al ser un buen negocio, enseguida se complicó con más acusaciones de robos, plagios y espionaje industrial. En las mismas fechas en que Mikimoto y sus colegas biólogos marinos ponían en marcha el cultivo de perlas en el Japón, había intentos parecidos en todo el mundo y casi siempre en secreto pues lo que se intentaba conseguir se suponía que iba a ser muy valioso. Eran, como con Mikimoto, estudios no solo científicos sino, también, empresas en marcha, eran los emprendedores de la época. Hubo intentos, con más o menos éxito, en Sri Lanka, Estados Unidos, Francia, Alemania, Australia, Nueva Guinea, México, Filipinas y otros lugares.

Tienda Mikimoto, en Ginza (Tokyo, Japón)
Tienda Mikimoto, en Ginza (Tokyo, Japón)

Por ejemplo, uno de los primeros en conseguir una patente sobre el cultivo de perlas fue nada menos que Carlos Linneo a mediados del siglo XVIII. Consiguió incluso perlas esféricas crecidas en el bivalvo de agua dulce de Suecia Unio pictorum. Algunas de sus perlas se conservan en la Sociedad Linneana de Londres. En 1762, vendió la patente a un comerciante sueco que obtuvo, de inmediato, la exclusiva de su utilización por concesión del Rey de Suecia, pero nunca la utilizó y se perdió.

Entre los intentos más conseguidos de cultivar perlas, y además muy relacionado con los negocios de Mikimoto, está el de William Saville-Kent en Australia, que murió en 1905 cuando ponía en marcha la producción a gran escala. Hay quien afirma que Mikimoto le robó sus descubrimientos. O, con más exactitud, su yerno Nishikawa que, recién graduado, fue enviado por el gobierno japonés a la isla Thursday, en el norte de Australia, donde Saville-Kent ensayaba el cultivo de perlas.

También lo intentó la Compañía Criadora de Concha y Perla de la Baja California, S.A., de la Bahía de la Paz, en México, establecida en 1893 y con permiso desde 1903. Llegó a tener de 8 a 10 millones de ostras y más de 1000 empleados. Pero las instalaciones fueron saqueadas y destruidas en 1916 durante la Revolución Mexicana por uno de los bandos en lucha. Otro nombre a recordar fue el de Cyril Crossland, director entre 1905 y 1922 de la Sudan Pearl Fishery, en Dongonab Bay, en la costa sudanesa del Mar Rojo. Llegó a tener 4 millones de ostras perlíferas antes de que el gobierno sudanés le requisara la factoría y terminase con el negocio.

Así, entre unos y otros crearon el actual negocio de las ostras cultivadas con miles de granjas en todo el mundo. Solo en China hay unas 1500 granjas que producen 40 toneladas al año de perlas de lujo con un diámetro superior a 1 centímetro. Como último dato, en la actualidad son 10 las especies de bivalvos más utilizadas para el cultivo de perlas, destacando la almeja gigante, la Tridacna maxima, que llega a producir perlas de 2 centímetros de diámetro en 4 años. En un individuo de esta especie se encontró la famosa Perla de Lao Tzu, aquella de 6.4 kilos de peso y 24 centímetros de diámetro. Todo un recuerdo.

Perla de Lao Tzu
Perla de Lao Tzu

No puedo terminar con esta historia sin mencionar las perlas más famosas de nuestro país, por lo menos para la gente de cierta edad, aunque todavía existen y se venden: son las Perlas Majorica, que no eran perlas naturales ni cultivadas, sino perlas artificiales. Se fabricaban en Manacor, en la isla de Mallorca. Fueron el sueño, seguro que parecido al de Mikimoto para las perlas cultivadas, de Eduard Hensch que, en 1895, tenía la primera patente del mundo para producir perlas artificiales.

Perlas Majorica fue el resultado de la unión de esa patente y de los sopladores de vidrio de Manacor que, con su habilidad y experiencia, daban forma a la esfera que sería la perla. Después la rellenaban de diversas sustancias hasta conseguir que tuviera un aspecto y, sobre todo, un peso parecido al de las perlas naturales.

Fue en 1952 cuando el químico húngaro Geza Zsolt, que trabajaba para la empresa, diera con la fórmula, todavía hoy secreta, que daba a la perla fabricada un aspecto exterior idéntico a la perla natural. Con esta técnica y en su momento de más éxito, en la década de los sesenta, Majorica llegó a fabricar 218000 perlas diarias y a venderlas por todo el mundo.

Referencias:

Cartier, L.E. & M.S. Krzemnicki. 2013. New developments in cultured pearl production: use of organic and baroque shell nuclei. Australian Gemnologist 25: 6-13.

Georges, C.D. 2008. Debunking a widely held Japanese myth. International Pearling Journal p. 10-16.

McDougall, C., F. Aguilera, P. Moase, J.S. Lucas & B.M. degnan. 2013. Pearls. Current Biology 23: R671-R673.

Monteforte, M. & M. Cariño. 2013. Condiciones para el desarrollo de granjas perleras y producción de perlas: estado del arte, potencial y perspectivas. Revista de Biología Marina y Oceanografía 48: 1-16.

Nagai, K. 2013. A history of the cultured pearl industry. Zoological Science 30: 783-793.

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

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