La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (12): Dawkins y Pinker responden a Edward Wilson

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Richard Dawkins no es una persona moderada en sus expresiones, precisamente. Y eso es algo que demostró claramente en la crítica que hizo del ensayo de E O Wilson The Social Conquest of Earth y que publicó Prospect Magazine (The descent of Edward Wilson).

En ese artículo empieza afirmando que “uno tiene que vadear muchas páginas de erróneas y rotundamente perversas confusiones y malentendidos de la teoría evolutiva”. Llega incluso a invocar el principio de autoridad, recordando que 140 especialistas en evolución habían firmado una carta de respuesta a un artículo publicado en Nature y que había sido el antecedente del libro (M Nowak, C Tarnita y E O Wilson 2010). Consciente de lo peligroso que resulta en ciencia invocar ese principio, justificó el recurso al de autoridad acusando a E O Wilson de que Nature había publicado su artículo precisamente por tratarse de quien se trataba, o sea, por un criterio editorial de autoridad y no por los méritos del propio artículo.

En lo que a los argumentos se refiere, no aporta ninguno que no figurase ya en su conocido ensayo sobre el “gen egoísta” o en alguno de sus trabajos posteriores y que han sido expuestos aquí antes. Si acaso, considera que la selección de grupo implicaría que un grupo hace algo equivalente a sobrevivir o morir, a reproducirse a sí mismo, y que debería tener algo a lo que pudiera llamarse fenotipo, de manera que los genes pudieran influir en su comportamiento y, por lo tanto, en su propia supervivencia. “¿Tienen los grupos fenotipos que pudieran cualificarlos como vehículos de genes?” llega a preguntar enfática y retóricamente. Obsérvese que en esas consideraciones Dawkins asume que para que la teoría de la selección en el nivel de grupo sea válida, debería partir de los supuestos de los que él parte para fundamentar la suya.

Y para terminar, dice lo siguiente: “En lo relativo al libro bajo revisión, los errores teóricos que he explicado son importantes, generalizados e indispensables para su tesis de una manera tal que lo hacen imposible de recomendar. Parafraseando a Dorothy Parker, este no es un libro para dejar a un lado sin más: debería ser arrojado con gran energía. Y sincero lamento.”

La respuesta de Edward O Wilson (publicada al final del texto del anterior) fue, por comparación, mucho más comedida. Afirma que la revisión de Dawkins casi no aborda la parte del libro que critica. El tema central del libro es la sustitución de la teoría de aptitud inclusiva (teoría de selección por parentesco) por la de selección multinivel, con un nuevo y mayor protagonismo para la selección de grupo como origen del comportamiento social avanzado. Sostiene que mientras que la teoría de aptitud inclusiva a veces funciona, sus bases matemáticas son injustificadas y que la aptitud inclusiva es en sí misma una medida fantasma inalcanzable. La selección multinivel, por el contrario, está matemáticamente bien fundada, es analíticamente clara, y funciona bien en todos los casos reales, incluyendo el comportamiento social humano.

Afirma que la ciencia de su argumento no ha sido ni refutada ni desafiada seriamente en 18 meses, y menos aún por la versión arcaica de la teoría de la aptitud inclusiva de los setenta que recita el profesor Dawkins en su artículo. Y en alusión a los 140 críticos con el suyo en Nature, responde que hacer listas es banal, y que debería tenerse en cuenta que si la ciencia depende de retórica y de listas, todavía estaríamos quemando objetos con flogisto y navegando con mapas geocéntricos.

Otra estrella de ese firmamento común que comparten academia y medios de comunicación que se ha sumado entusiasta al debate y a la crítica del libro de E. O. Wilson es el psicólogo Steven Pinker, quien en un miniensayo en Edge, publicado en junio de 2012, hace una extensa y bien razonada crítica de la noción de la selección de grupo y de su posible papel como agentes de la aparición del altruismo.

En su crítica, Pinker declara su acuerdo con la noción de que la unidad de selección por excelencia es el gen, dado que es la que, a su juicio, cumple los requisitos para ello. Reprocha a los defensores de la selección en el nivel de grupo que los grupos no producen copias de sí mismos, no se dividen de forma que los resultantes de la división contienen los rasgos del grupo original, ni compiten unos con otros en una especie de meta-población de grupos, condiciones que cree deberían cumplirse si los grupos fuesen unidades de selección. Por otra parte, muestra su desacuerdo con el hecho de que el criterio de éxito de un grupo no sea el número de copias del mismo que es capaz de producir, sino el tamaño, la influencia, la riqueza, el poder, el territorio que ocupa un grupo u otros similares. Y tampoco acepta el hecho de que las mutaciones no se produzcan al azar, dado que la intervención de elementos de carácter cultural hace que los cambios que se producen en los grupos puedan dar lugar a un cambio dirigido, y no ciego, como ocurre con las mutaciones genéticas.

Por otra parte, Pinker sostiene que si un rasgo impulsa a un individuo a favorecer a otros y si, como consecuencia de ello, se favorece a sí mismo, no es necesario invocar la selección de grupo para explicar la presencia de ese rasgo en la población. También considera la selección por parentesco y la reciprocidad como los mecanismos que permiten explicar, sin necesidad de invocar selección multinivel, la aparición de comportamientos que benefician a los demás. Quizás por su condición de psicólogo, Steven Pinker hace mucho hincapié en la importancia de los mecanismos psicológicos que permiten a unos individuos –que son los que resultan beneficiados de esa forma- manipular e influir en otros individuos de manera que estos últimos se sacrifiquen por los demás, llegando incluso a sufrir grandes pérdidas –incluida la propia vida- por ello. Y sostiene que una parte importante de muchos comportamientos considerados altruistas son, en realidad, el resultado de una alteración de la misma noción de familiaridad (o hermandad) operada mediante simulacros, metáforas, o invención de mitos. En definitiva, que convirtiendo en parientes a quienes no lo son, se hacen esos falsos parientes receptores del comportamiento altruista de los demás.

Pinker es un grandísimo escritor; resulta claro y convincente, pero tras leer su miniensayo subsiste la duda de por qué no considera estos últimos mecanismos metafóricos, simulacros o generadores de mitos, como adaptaciones que actúan a favor de los grupos que, mediante ellos, consiguen competir con éxito con otros grupos menos cuyos mecanismos son menos eficaces.

Referencias

Richard Dawkins (2012): The descent of Edward Wilson, Prospect Magazine (May 2012).

Steven Pinker (2012): The false allure of group selectión, Edge (June 2012).


Esta serie está formada por los siguientes capítulos:

  1. En el comienzo fue Darwin
  2. La selección grupal de Wynne-Edwards
  3. La “doctrina” de Williams y el gen egoísta de Dawkins
  4. Los replicadores e interactores de Hull y los tres principios de Lewontin
  5. Mayr y Gould, dos evolucionistas frente al gen egoísta
  6. La crítica de Godfrey-Smith a la selección centrada en el gen
  7. La selección multinivel
  8. Selección de parentesco y altruismo recíproco
  9. Algunas propuestas unificadoras
  10. La selección de grupo
  11. La conquista social de la Tierra
  12. Dawkins y Pinker responden a Edward Wilson
  13. El turno de David Wilson
  14. El papel de la coevolución genético-cultural

Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

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