¿Eso qué es? Y otras formas de ser curioso

Fronteras

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Hace unos días, mi ahijada estuvo visitando la Biblioteca Regional de Murcia con su padre. Mara cumple tres años a finales de diciembre, tardó un poco en empezar a hablar pero llegado ese momento no ha parado su boca. En pocos meses ha desarrollado un vocabulario más propio de una abuela que de una niña. Su maestra dice que es muy madura para su edad, yo le digo que es una vieja.

No para de preguntar por todo lo que no conoce, su pregunta favorita es “¿eso qué es?”. Y eso fue precisamente lo que le dijo a su padre cuando al entrar a la biblioteca se encontraron con una exposición fotográfica sobre Chernóbil. La respuesta rápida fue esa: “una exposición de fotos sobre Chernóbil” y a continuación la conversación siguió así:

  • ¿Pero eso qué es?
  • Pues eso, una exposición de fotos sobre Chernóbil
  • Pero papá, ¿eso qué es?
  • Mara, otra vez, una exposición de fotos sobre Chernóbil
  • Papá, ¿pero eso, Chernóbil?

Y ahí el quiz de la cuestión, ella lo que estaba interesada en saber era qué significaba esa palabra que nunca había oído.

Y a eso se agarró mi primo (el papá de Mara) para contarle no solo la historia de lo que pasó en Chernóbil sino otros datos como: qué es una central nuclear, los distintos tipos de energía, que son los elementos radioactivos, etc. De hecho, siguió preguntando un buen rato y cuando llegaron a casa estuvieron buscando información juntos en Internet.

Ahora le puedes preguntar a Mara qué sabe sobre Chernóbil y ella te da una lección magistral. Porque no pregunta por preguntar sino que realmente le interesa y se aprende las historias. Asimismo te habla de la fundación de Roma, de las obras de Leonardo Da Vinci o de María Antonieta y la toma de la Bastilla.

Claro está que mi ahijada es una niña excepcional (si no lo digo yo no sé quién lo va a decir) pero la clave de todo esto estriba en una capacidad que muchos perdemos con los años: la curiosidad.

A día de hoy la ciencia no ha podido explicar qué es, más allá de saber que se trata de un impulso innato que no solo experimentamos los humanos sino también algunos animales y que nos permite aprender.

Porque es esa curiosidad la que nos lleva a querer saber más, la que ha hecho que se invente la rueda, que se avance en medicina, que se sepa que la Tierra es redonda o que nos encontramos en un universo que se expande, por mencionar algunos ejemplos.

Actualmente existen diferentes equipos de científicos investigando en torno a esta capacidad y, obviamente, los trabajos se centran en el cerebro. Si bien no se trata tanto de descubrir qué es sino de conocer los mecanismos por lo que se produce y para ello se han basado en imágenes tomadas mediante resonancia magnética.

Los resultados muestran que cuando tratas de dar con la respuesta de algo que desconoces, en tu cerebro se activan al menos dos áreas: una ubicada en el estriado ventral, la cual está relacionada con la motivación y la recompensa y otra situada en el hipocampo e implicada en la memoria.

Los científicos creen que la curiosidad es la forma que tiene el cerebro de destacar la información que merece la pena recordar, es decir, que cuando aprendemos algo como fruto de nuestro interés personal, lo recordamos más fácilmente. Es más, se sabe que aprender motivados por el deseo de adquirir nuevos conocimientos provoca que la memoria funcione con mayor precisión, incluso a corto plazo.

Lo que no se sabe todavía es por qué durante la infancia somos más curiosos que de mayores o por qué, a medida que vamos creciendo, unos adultos pierden esa capacidad más que otros, ni si hay algo que se pueda hacer para que no sea así o si esto podría tener alguna repercusión en el cerebro y por tanto en la lucha contra algunas enfermedades neurodegenerativas, entre otras cosas.

De lo que no cabe duda es de que el saber no ocupa lugar y además es importante estar informados para ser capaces de tomar nuestras propias decisiones por lo que hay que ponerse manos a la obra.

Centrándonos en el ámbito científico, que es el que nos ocupa, hay que señalar que la semana pasada numerosos lugares celebraron la Noche Europea de los Investigadores, el próximo mes de noviembre tendrá lugar la Semana de la Ciencia, también en muchas ciudades españolas; los museos, las bibliotecas y otros muchos centros públicos cuentan con una variada oferta de actividades para todas las edades y durante todo el año.

Desde aquí os animo a que acudáis con vuestros hijos, sobrinos, alumnos, o simplemente solos, como adultos pero con curiosidad de niño, a ver qué sucede. Y sobre todo, la próxima vez que alguien os pregunte ‘¿eso qué es?’ no os quedéis en lo evidente, tratad de profundizar y dejaos sorprender por las respuestas.

Ojalá que Mara os sirva a muchos de inspiración, como me ha ocurrido a mi con este post.

Sobre la autora: Maria José Moreno (@mariajo_moreno) es periodista

2 comentarios

  • Avatar de Manuel López Rosas

    Efectivamente, concuerdo con que «sentimos» y quizás cultivamos varios tipos de curiosidad, en algunos casos nos llevan a abrir un diálogo (con los otros, con el objeto de nuestra curiosidad, o con nuestra información o ideas previas), y bien tratado, por ejemplo, en un artículo, un poema o imágenes diversas, pueden abrir nuevos horizontes conceptuales, actitudinales, o incluso de acciones más complejas continuadas.
    Este artículo nos despierta en el ánimo la fantasía de ser como la ahijada, o como la hija del amigo, y de esperar que efectivamente estamos viendo un tipo o clase de curiosidad muy recomendable.

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