¿Cómo llegó el darwinismo a España? 05. Los introductores – González de Linares

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¿Cómo llegó el darwinismo a España? Los introductores - González de Linares
¿Cómo llegó el darwinismo a España? Los introductores – González de Linares

El 25 de febrero de 1875, apenas dos meses después de que Alfonso XII accediera al trono de España, su Ministro de Fomento el Marqués de Orovio publicaba el tristemente célebre Real Decreto que ponía fin al principio de libertad de enseñanza que los krausistas habían defendido años atrás. El texto del Decreto obligaba a los profesores a presentar ante la autoridad competente todos sus planes de estudio y los libros de texto que utilizarían para sus clases.

La ley iba más allá puesto que el Ministro Orovio envió a todos los rectores de Universidades una circular que decía literalmente:

“Que vigile V.S. con el mayor cuidado para que en los establecimientos que dependen de su autoridad no se enseñe nada contrario al dogma católico ni a la sana moral, procurando que los profesores se atengan estrictamente a la explicación de las asignaturas que les están confiadas, sin extraviar el espíritu dócil de la juventud por sendas que conduzcan a funestos errores sociales […]

Por ningún concepto se debe tolerar que en los establecimientos dependientes de ese Rectorado se explique nada que ataque, directa o indirectamente, a la monarquía constitucional ni al régimen político, casi unánimemente aprobado por el país […]

Si, desdichadamente, V.S. tuviera noticia de que algún profesor o alumno no reconoce al régimen establecido o explicara contra él, proceda sin ningún género de consideración a la formación del expediente oportuno.”

La primera Universidad en reaccionar fue la de Santiago de Compostela que, el 05 de marzo, publicaba un escrito encabezado por el catedrático de Historia Natural D. Augusto González de Linares en el que se oponía firmemente al Decreto de Orovio y defendía la libertad de enseñanza.

La respuesta del Gobierno fue fulminante y destituyó de sus cargos a los catedráticos rebeldes… Los primeros en ser despedidos fueron González de Linares y su compañero en la Universidad de Santiago, D. Laureano Calderón, catedrático de Farmacia.

Como si se tratase de un partido de tenis, la destitución de aquellos primeros contestatarios dio lugar a una cascada de acontecimientos que desembocó en la renuncia de cientos profesores como Gumersindo de Azcárate, Montero Ríos o Castelar.

Por su parte el Gobierno despidió a otros catedráticos e incluso encarceló a un buen puñado de ellos, como en el caso de Giner de los Ríos que terminó recluido en la prisión del castillo de Sta. Catalina en Cádiz.

Así se las gastaban en aquellos tiempos…

D. Augusto González de Linares
D. Augusto González de Linares

Al contrario que nuestros anteriores protagonistas que fueron primero médicos, D. Augusto González de Linares lo tuvo claro desde muy joven: él quería ser naturalista. No obstante no lo iba a tener fácil; Augusto nació en el seno de una familia modesta que ya contaba con siete hijos antes de que él naciera en el pequeño pueblo cántabro de Valle de Cabuérniga. Además, para complicar aún más las cosas, su padre fallecería antes de que el pequeño cumpliese su primer año.

Sin embargo el niño creció espabilado y mostraba excelentes dotes escolares por lo que uno de sus tíos se encargó de proporcionarle la ayuda económica que necesitase para su educación. Primero en el colegio de los escolapios y más tarde en sus estudios universitarios en Valladolid donde, cómo no, Augusto se licenció en Ciencias Naturales.

Sus próximos años los pasaría en Madrid donde llegó en la revuelta década de 1860 para encontrase por primera vez, y ya como profesor, con los postulados krausistas de libertad de enseñanza. El mecha iniciada en Sevilla que terminaría convirtiéndose en la Revolución del 68, fue continuada en Madrid por personajes como González de Linares que firmó personalmente una carta dirigida a todos sus compañeros en la que les animaba a participar en los cambios políticos y sociales que se estaban produciendo.

Aquellos años de apertura, y a pesar de la oposición frontal de los sectores más conservadores que comenzaron a fijar en él sus miras, permitieron a Augusto enseñar las tesis darwinistas con libertad, primero desde puestos eventuales de profesor interino y más tarde ya como catedrático de Ciencias Naturales.

En julio de 1872 consigue mediante oposición una Cátedra en la Universidad de Santiago de Compostela y desde allí, amparado por la libertad de enseñanza propugnada por el krausismo, Augusto y algunos de sus compañeros docentes, se convertirá en un potente foco de introducción de las nuevas ideas de Darwin en nuestro país.

Como muestra un botón: La primera intervención pública de González de Linares en su estreno como profesor iba a levantar una enorme polémica al defender la evolución ante el nutrido, y acalorado, público de la Academia de Medicina de Santiago.

Es una delicia saber que un joven estudiante gallego, que afortunadamente asistía en persona a aquella conferencia del profesor González de Linares, tomó notas de lo que allí sucedió y esos apuntes aún se conservan:

El conferenciante disertó ampliamente sobre los fundamentos de la teoría de la Evolución, extendiéndola a todo linaje de procesos naturales, desde los que se inician en la masa caótica de las nebulosas hasta los que se utilizan en las formas superiores de la organización sin excluir, y esto era lo más grave, el génesis del organismo humano por transformación de los monos antropoides, sus predecesores.

Murmullos de protesta y aplausos de contraprotesta interrumpieron con frecuencia al disertante, quien, por su temperamento tribunicio, exponía con mayor empuje su revolucionaria doctrina a medida que los ánimos se iban caldeando, hasta el extremo de terminar su conferencia diciendo que el transformismo de las especies y la evolución cósmica en general, no era una teoría científica, sino la Ciencia misma, la única racionalmente admisible en el sistema novísimo de los conocimientos humanos.”

Aquel joven y desconocido estudiante gallego que tomó estas notas se llamaba José Rodríguez Carracido, el mismo a quien hoy consideramos el padre de la Bioquímica en España…

José Rodríguez Carracido junto a Albert Einstein
José Rodríguez Carracido junto a Albert Einstein

No obstante, aquella libertad (con agrias polémicas y duros debates, sí, pero libertad al fin y al cabo) duraría solo unos años puesto que como ya vimos al inicio de este texto, a principios de 1875 el Decreto de Orovio volvía a traer a España la censura y el control de los planes de estudio por parte del Gobierno conservador de la época.

Destituido de su cátedra y en un ambiente francamente contrario a sus ideas tanto científicas como políticas, podríamos pensar que Augusto pasaría inadvertido durante los próximos años… por supuesto, no fue así. La expulsión de aquel gran número de profesores y catedráticos terminaría teniendo un “efecto Streissand” para Orovio que asistió a un hecho paradójico: Aquellos elementos perturbadores krausistas no solo no se dispersaban sino que, de hecho, empezaban a organizarse…

Institución Libre de Enseñanza (1876-1936)
Institución Libre de Enseñanza (1876-1936)

Aquel grupo de profesores despechados y expulsados de sus centros de docencia por el Gobierno, pusieron en marcha por su cuenta y riesgo la mítica Institución de Libre Enseñanza, uno de los proyectos educativos más sorprendentes y carismáticos de la Historia reciente de España.

A la cabeza se situaron los catedráticos Ginés de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y por supuesto con Augusto González de Linares, y tras ellos se apelotonaron un ingente número de personalidades que la apoyaron desde su fundación en 1876. Nombres como Leopoldo “Alas” Clarín, José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Menéndez Pidal, Santiago Ramón y Cajal, Antonio Machado, Joaquín Sorolla o Juan Ramón Jiménez son tan solo algunos de los pensadores y autores que empujaron para conseguir una educación libre de censura religiosa o política. Y lo consiguieron durante, nada más y nada menos, que sesenta años hasta que en 1936 llegó…

Don Augusto fue el primer Secretario que tuvo la Institución y entre sus aulas ejerció como profesor de Cristalografía y Morfología Natural, al tiempo que se empapaba de las nuevas tendencias científicas en sus numerosos viajes por Francia y Alemania, especialmente en materia de biología marina donde terminó despuntando.

El año 1881 iba a marcar la vuelta del liberalismo a España y, en un ambiente menos estricto, González de Linares iba a poder recuperar nuevamente su cátedra. Pero surgió un problema: su plaza en Santiago ya estaba ocupada así que su destino fue finalmente la Universidad de Valladolid, su alma mater donde se licenció de joven en Ciencias Naturales.

El nuevo gobierno liberal presidido por Sagasta no solo le otorga la posibilidad de volver a su Cátedra sino que cuenta con él para la realización de estudios marinos en las costas de Inglaterra, Francia, Alemania e Italia, para que visite los centros de investigación marinos de esos países y, posteriormente para dirigir una comisión dedicada al estudio de la fauna marina cantábrica.

En 1886, se publica el Real Decreto de 14 de Mayo por el que se crea un “Laboratorio de Biología Marina” que terminaría llamándose Estación de Biología Marina y que sería la primera institución de investigación marina creada en España. Un hito notable si tenemos en cuenta que en el mundo tan solo existían tres organismos similares.

Poco a poco, González de Linares se iba a sentir más atraído por el estudio de los mares que por sus tareas docentes en la Universidad de Valladolid, y finalmente abandonó su puesto de catedrático para convertirse en el Director de esa pionera institución marina, un cargo que mantendría hasta el día de su muerte en mayo de 1904.

Si queréis profundizar más en la vida y obra de Augusto González de Linares os recomiendo el magnífico y extenso Estudio crítico de su biografía escrito por Carlos Nieto Blanco y publicado por Biblioteca Virtual Ignacio Larramendi.

Este post ha sido realizado por Javier Peláez (@irreductible) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

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