Cómo entrenar a tu gato: cuatro experimentos para saber cuánto te quiere o si pasa de ti

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Creo firmemente que en algunas cuestiones la equidistancia está infravalorada. Obviamente no es el caso cuando hablamos de derechos humanos y la violación de los mismos, por ejemplo, pero sí en otras cuestiones, como si es mejor la tortilla de patata con cebolla o sin cebolla (por qué elegir entre dos cosas que están buenísimas si puedes disfrutar de ambas) o en si son mejores mascotas los perros o los gatos. Como alguien que ha tenido ambos, perros y gatos son alternativas diferentes pero igualmente amorosas. Desde aquí me declaro partidaria de ambos, sin elegir.

¿A qué este rollo, se preguntarán? Bien, pues a que, aunque perros y gatos son para mí mascotas perfectas, una pega habitual que se pone a los felinos es su absoluto pasotismo: su relación con su dueño suele ser, por norma general, más distante que las de los perros.

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Amor perruno, amor gatuno

Sí, sé que hay gatos cariñosos y entrañables, pero rara vez pueden alcanzar las muestras de cariño de las que un can sabe hacer gala: impetuosos recibimientos al llegar a casa cada tarde, como si hiciese una eternidad que no te ve; acudir inmediatamente a tu llamada con la cola en modo limpiaparabrisas de la alegría de ser llamado; aprender a seguir órdenes más o menos complejas solo por la recompensa de tu amor (y de alguna chuchería, claro…).

La mayoría de los dueños de un gato nunca recibirán esas respuestas. En su mayor parte, tampoco las esperan ni las quieren, ya que van acompañadas de una dependencia mucho mayor que su gato no impone: son capaces de pasar más horas solos, no se mueren de pena ante una ausencia más prolongada de lo normal y lo de los dos o tres paseos diarios no es una obligación impepinable. Claramente, la cosa tiene sus ventajas.

Pero eso no quiere decir que no pueda haber entre gato y dueño una relación especial, un entendimiento mutuo que forje entre ellos un vínculo similar al que ostentan los perros con sus amos. Los gatos son animales muy inteligentes y con una personalidad muy rica, capaces de percibir muchos detalles de su entorno y de las personas con las que viven y de reaccionar a esos detalles. Cuando quieren, claro.

Kristy Vitale es investigadora postdoctoral en la Universidad Estatal de Oregón y su trabajo se centra en estudiar la mente felina. En un artículo publicado recientemente en la web de Science cuenta que justo en mitad de su investigación adoptó a un gatito llamado Carl que se encontró en el arcén de la carretera un día cualquiera. El suyo fue un encuentro muy beneficioso para ambos en más de un sentido. No solo habían encontrado a un compañero de vida: Carl se iba a convertir en el objeto de una serie de experimentos para medir la inteligencia social de los gatos, ese campo de las habilidades cognitivas en el que solemos dar la ventaja sin dudar a los perros.

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Cuatro experimentos para hacer con tu gato

¿En qué consisten esos experimentos y qué es lo que sus resultados le dicen a los dueños de los gatetes puestos a prueba? Estos son algunos de ellos.

1. ¿Sabe tu gato cuál es su nombre? Para poner a prueba este punto, elige cuatro palabras que tengan la misma longitud y acentuación que su nombre, y pronúncialas seguidas dejando un intervalo de unos 15 segundos entre ellas. Pronuncia su nombre en quinto lugar, manteniendo el mismo tono y volumen. Si tu gato hace gradualmente menos caso a cada palabra pero reacciona cuando dices su nombre, ya sea girando la cabeza, enfocando las orejas o moviendo la cola, es probable que sea porque lo ha reconocido.

2. ¿Reconoce y reacciona a tus emociones? Coge a tu gato y entra con él en una habitación donde haya un objeto que no haya visto nunca pero pueda causarle nervios o miedo, como una aspiradora, por ejemplo. Suéltale (mejor con la puerta cerrada para que no se escape) y acércate a la aspiradora, tócala y habla en un tono calmado y amigable. Si al principio se aleja pero después de tu reconocimiento del objeto termina acercándose y olisqueándolo o tocándolo, es probable que se deba a que ha reconocido tus emociones y haya reaccionado ante ellas. Esto puede ser muy útil en situaciones de estrés para tu gatete, como por ejemplo cuando pases la dichosa aspiradora o en una visita al veterinario.

3. ¿Cómo de independiente es tu gato? Todos los dueños de gatos saben que no todos son igual de pasotas. Para medir la atención del tuyo, prueba a sentarte tranquilamente en la misma habitación que esté él pero sin hacerle caso, dedicando un par de minutos a leer o a mirar tu móvil. Después deja el libro y llámale. Si acude, acaríciale y háblale con cariño. Lo gatos más socializados se acercarán a su dueño en cuanto este les llame, mientras que los más independientes probablemente le recompensarán con una mirada o un giro de orejas, y gracias.

4. ¿Tu gato te quiere más a ti o a su comida? Coge unos cuantas chucherías, alguno de sus juguetes y colócalos por la habitación. Siéntate tú también en la misma habitación. Observa hacia donde se dirige tu felino. Repítelo en distintos momentos y situaciones para asegurarte que no le hayas pillado justo con hambre.

Son cuatro pruebas sencillas y básicas que pueden darte una idea del nivel de inteligencia social de tu gato. Pero incluso aunque obtengas resultados desmoralizantes en lo que al pasotismo de tu felino se refiere, eso no quiere decir que no sean capaces de cumplirlos. Los gatos domésticos, como especie, han evolucionado a lo largo de los siglos para comunicarse y entenderse con los humanos.

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Los gatos que miraban a las personas

En 2015, una investigación realizada por científicos italianos fue la primera que demostró que los gatos, igual que los perros, pueden modificar su comportamiento en base a las emociones de sus dueños humanos, algo que los dueños de gatos siempre han sospechado pero que estaba aun por probar. Lo hicieron con un experimento en el que se coloca un ventilador con cintas blancas y negras enganchadas a las aspas y se hace funcionar, el gato se queda cerca de su dueño, a veces detrás de él, y le mira entre asustado e intrigado, esperando una señal sobre si fiarse o no del ruidoso cacharro. Cuando su dueño se acerca calmadamente al ventilador y habla al gato amistosamente mientras lo toca, el gato es capaz de acercarse e incluso tumbarse junto a él.

Otro experimento< posterior fue un poco más allá y en ellos el dueño no se acerca o señala al objeto, simplemente lo mira. Según sus resultados, los gatos siguieron la mirada de sus dueños en un 70% de los casos, un porcentaje similar al de los perros.

La mayoría de los animales no suelen mirarse directamente a los ojos, y cuando lo hacen a menudo es una señal de hostilidad. Así que ver a los gatos utilizando una mirada directa de forma similar a como lo hacen los humanos, para compartir información e indicar órdenes, es muy sorprendente, y otra prueba de que los gatos han evolucionado de forma que son capaces de comunicarse de forma compleja con las personas.

De forma que si tu gato no responde a su nombre o no acude cuando le llamas, lo más probable es que no sea una cuestión de capacidad. Poder, puede hacerlo. Pero no quiere. Y ese también es uno de los atractivos de los gatos. Después de todo, ¿quién no tiene alguna habilidad especial pero pasa de enseñarla solo porque los demás se la piden?

Referencias:

Cats rival dogs on many tests of social smarts. But is anyone brave enough to study them? – Science

Social referencing and cat–human communication – Animal Cognition

Cats (Felis silvestris catus) read human gaze for referential information – Intelligence

Sobre la autora: Rocío Pérez Benavente (@galatea128) es periodista

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