A menudo siento envidia de los ingleses. No por su clima, ni por su comida, y tampoco por su competitiva liga de fútbol (que ahí si que podría), sino por la naturalidad con que aceptan que la ciencia les ha hecho grandes. Eso se nota en todo, desde el orgullo indisimulado con el que los escolares hablan de físicos contemporáneos como Stephen Hawking, Peter Higgs o Roger Penrose (mejor no retrocedamos a pensar en Joule, Halley, Boyle, Newton…), hasta en los nombres de sus calles.
El poderío de su imperio se basó, entre otras cosas, en su avanzada tecnología bélica. Cuando no eran los mejores en algo, copiaban si era preciso el ingenio de sus potencias vecinas. ¡Qué se lo pregunten a mi paisano Fernando Villaamil, inventor a la sazón del Destructor! Obviamente estas tácticas (entre las que se incluía la piratería cuando tocaba) pueden ser jústamente criticables, pero me estoy yendo por los cerros de Úbeda, yo quiero hablar de ciencia y de sus hombres.
Prosigamos. El aprecio popular que los británicos sienten por los científicos, tanto los propios como los ajenos, queda patente incluso en el lenguaje. Cuando estás en Inglaterra y mencionas la «Royal Society«, tu interlocutor da por hecho que hablas de la Real Academia de Ciencias. Prueba a hablar en nuestro país de la «Real Academia» y verás como todo el mundo piensa automáticamente en la RAE. Sin duda el dato es todo un indicio.
Este aprecio por la ciencia se observa también, como no, en su televisión pública: la BBC.
Para muchos (entre los que me sumo) es el modelo despolitizado, independiente y enfocado a la calidad en el que TVE debería mirarse. Aunque para alcanzar las cuotas alcanzadas en series documentales como The Universe o en programas divulgativos como Horizon, deberíamos aceptar el pago de tasas por aparato de TV, y eso a día de hoy no lo veo muy factible en tierras ibéricas.
Bien, esta misma mañana leía un delicioso artículo de Christopher Riley en The Telegraph acerca de uno de los personajes científicos más fascinantes que el mundo haya conocido en el siglo XX: el físico estadounidense Richard Feynman. ¿La razón? El reciente estreno, en la BBC 2 de la película «El fantástico señor Feynman», dirigida por el mismísmo Christopher Riley.
Del increíble Mr Feynman hemos hablado repetidamente en Naukas, y su popularidad es tal que existen biografías del personaje incluso en cómic, pero el artículo de Riley es tan atractivo que creo que merece la pena hacer llegar a lector en castellano (que probablemente no pueda ver la película) algunas de sus líneas y anécdotas, siquiera brevemente.
Todos los que compartieron momentos con Richard Feynman hablan del privilegio que supuso formar parte de su vida. Sus alumnos le adoraban, porque a pesar de su flamante premio Nobel, sabía explicar conceptos complicados emplando un lenguaje que todo el mundo entendía. Esta capacidad hizo que a comienzos de la década de los 60 la Universidad de Cornell le invitase a dar una serie de charlas públicas sobre física. Existen algunas grabaciones del evento, y quienes las ven aseguran que el encanto y carisma del profesor Feyman se mantiene más de medio siglo después.
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=5ujOPFwX64I]
Aquellos afortunados que pudieron acudier a las charlas recuerdan que Feynman no se limitaba a leer unos papeles, sino que realmente actuaba para su audiencia. Podía detenerse, romper el aparato que llevaba en las manos y explicar para que servía cada una de sus partes constituyentes. Por cosas como esta, los estudiantes le amaban de forma incondicional.
De hecho, el prestigioso instituto tecnológico californiano Calltech, recordando las charlas de Cornell y la tremenda facilidad que Feynman tenía para conectar con sus alumnos, le pidió que reescribiera por completo los libros de texto de los primeros cuatro años de la especialidad de física. El resultado, las famosas «Feynman Lectures on Physics«, a las cuales Feynman dedicó tres años, y que siguen a día de hoy representando el punto cualitativo más alto alcanzado en la historia didáctica de la física.
Podemos imaginar la reacción de sus alumnos cuando veían experimentos sobre la conservación de la energía, que incluían pendulos que atravesaban el aula, y retornaban hasta casi rozar la cara del fantástico señor Feynman. El experimento es hoy en día muy común, y probablemente se lo hayáis visto hacer a uno de los hombres que mejor ha sabido conservar el espíritu «feymaniano» de asombro en la enseñanza, el holandés Walter Lewin.
Viniendo de un hombre que perdió a su esposa por tuberculosis, y que perdió la fe en su gobierno tras Nagashaki e Hiroshima, cuando quedó patente que la bomba atómica cuyo nacimiento él presenció en Los Álamos, sirvió para algo más que para intimidar a los nazis, de los que se sospechaba que también estaban detrás de la fabricación de bombas atómicas, Feynman fue siempre un hombre positivo. Nunca se cerraba a ninguna experiencia, y prueba de esto es su afición, de sobra conocida, por los clubs de striptease, donde según él lograba despejar su mente.
Ese optimismo, así como su capacidad para comunicar en toda clase de circunstancias, queda patente en la anécdota que le sucedió a finales de los setenta, cuando los doctores le encontraron un tumor en el abdomen. Su hijo Carl cuenta que al llegar a casa el profesor comentó directamente: «Es del tamaño de una pelota de fútbol«. Tras lo cual añadió, como para quitarle importancia: «He ido a la biblioteca médica y mis cálculos dicen que hay un 30% de posibilidades de que me mate«. Incluso en unas condiciones tan duras, Feynman trataba de hacer que sus datos sonaran fascinantes. Supongo que a su hijo la noticia no le hizo gracia de ninguna manera, por mucho magnetismo que su padre tuviera.
Aquel cáncer remitió y le dio la oportunidad de seguir trabajando en cosas como solucionar el enigma del accidente de la lanzadera Challenger, aunque finalmente otro habría de matarle en 1988, tras múltiples entradas y salidas del quirófano. Su amigo Danny Hills recuerda haber dado un paseo con él poco antes de su muerte, momento que aprovechó para reconocer la tristeza que su inminente muerte le producía.
Definitivamente me quedo con lo que Feynman le respondió entonces:
«A veces a mí también me fastidia, pero no tanto como podrías pensar. Porque te das cuenta de que has contado un montón de historias, y de que esas se van a quedar por aquí incluso después de que te vayas«.
A la vista de la fascinación que el personaje sigue provocando, está claro que las palabras fueron proféticas. Qué lástima que en mi televisión no se pueda ver la BBC 2.
—————————–
Nota final: la película puede verse hoy mismo en la BBC 2 a las 21:30, hora británica
—————————–
Este post ha sido realizado por Miguel Artime (@Maikelnaiblog) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
eulez
La minipeli ya la estrenaron en la BBC hace unas semanas. De hecho, es una colaboración con la Open University, véase esto:
http://www.bbc.co.uk/programmes/p00zstkn
La peli está bastante bien, aunque el personaje de Feynman no tiene la fuerza y personalidad que tal vez debería tener. También es cierto que está narrando sus últimos días antes de ponerse definitivamente enfermo. En cualquier caso, es una excelente película, muy recomendable, que además muestra algunas de las miserias de la antigua NASA (especialmente sorprendente es la escena de la vibración del cohete)
Por lo demás, totalmente de acuerdo con todo lo dicho aquí sobre la BBC. Es con mucho lo mejor que he visto jamás en la TV y más de una vez me he quedado embobado horas y horas viendo reportajes y documentales de todo tipo y condición (ciencia, historia, política, música, sociedad). Los programas de variedades y humor son gloriosos. Hasta los programas para personas mayores, que en España son insoportables y carcas, son divertidos y están hechos con un gusto impecable. TVE está a años luz de esto. O es que tal vez la sociedad española está a años luz de la británica en lo que respecta a desarrollo cultural y personal.
César
El problema de los textos hagiográficos es que distorsionan la realidad. Feynman no «presenció» el desarrollo de la bomba atómica, participó activamente como jefe de equipo dentro de la división de física teórica que dirigía Hans Bethe, calculó el rendimiento de una bomba y presenció en directo la prueba de Trinity (16 de julio de 1945).
Él mismo reconoce («The pleasure of finding things out») que su principal motivación para unirse al proyecto fue el temor a que los nazis la desarrollaran primero, pero también reconoce como un error por su parte haber seguido vinculado una vez que se demostró que los nazis no la tenían.
Esto fue patente desde la captura de la cabeza del equipo alemán, Werner Heisenberg, el 3 de mayo de 1945, en el curso de la operación Alsos. La operación Alsos fue dirigida y coordinada por el director del proyecto Manhattan, Leslie Groves. Por tanto, los científicos sospechaban desde el inicio de la invasión de Alemania (22 de marzo, cruce del Rin) y desde la caída de Berlín (8 de mayo) estaban seguros que los alemanes NO tenían la bomba. Hiroshima y Nagasaki fueron bombardeadas tres meses después, en agosto. Feynman tuvo una depresión a consecuencia de estos bombardeos al sentirse parcialmente responsable de los mismos.
Javier Peláez (@Irreductible)
Texto hagiográficos? César, has hecho santo a Feynman sin que el Vaticano se entere? XDD
En realidad es que las tareas de Feynman en los Alamos tampoco es que fueran vitales para la bomba atómica, es más creo que durante esa época se dedicó más a desvalijar las cajas fuertes y archivadores de sus jesfes y a frecuentar bares de streaptease que a tener un papel destacable en la fabricación de la bomba.
César
1 Tu sigue usando el DRAE que verás como terminas….
2 Esa es la anécdota. Contribuyó a la ecuación Bethe-Feynman, al cálculo de la viabilidad de la bomba de hidruro, al estudio de la seguridad de los sistemas de almacenamiento de material fisible y fue el responsable de toda la sección de cómputo. Participó, por tanto, no más que otros, pero tampoco menos.
3 Feynman, el proyecto Manhattan y la bomba de Hiroshima, por él mismo: http://www.youtube.com/watch?v=_ah7f-1M2Sg
Feynman en la BBC, y siempre en el recuerdo | l…
[…] A menudo siento envidia de los ingleses. No por su clima, ni por su comida, y tampoco por su competitiva liga de fútbol (que ahí si que podría), sino por la naturalidad con que aceptan que la cienc… […]