«Norman Borlaug, padre de la Revolución Verde» por Elías Fereres

CIC Network

Norman_Borlaug

Este texto de Elías fereres apareció originalmente en el número 7 de la revista CIC Network (2010) y lo reproducimos en su integridad por su interés.

En la presentación del Premio Nobel de la Paz en 1949, concedido a Lord Boyd Orr, el primero que se concedía a una persona por sus méritos en el ámbito de la alimentación, G. Jahn decía: «¿cuál es la situación actual? La mayoría de la población vive en países subdesarrollados y crece a una velocidad desconocida hasta ahora, debido a los recientes avances de la medicina. Sin embargo, las economías de esos países son incapaces de sostener a una población creciente que, en muchos lugares, se encuentra ya al borde del hambre». Mientras se pronunciaban estas palabras, el investigador de la Fundación Rockefeller, Norman Borlaug, ya llevaba cinco años trabajando en México, motivado por resolver el problema de la escasez de alimentos en los países pobres.

La situación era, efectivamente, preocupante. Los alimentos que se producían entonces para los 3.000 millones de personas que habitaban el planeta, aportaban algo menos de 2.000 calorías diarias per capita, escasamente suficientes como promedio para una población que, en buena parte, tenía grandes dificultades para acceder a suficientes alimentos.

El reto al que se enfrentaban la mayoría de los países era cómo incrementar drásticamente la producción de alimentos ante el aumento de la población que se avecinaba. Sesenta años más tarde, con una tasa de crecimiento sin precedentes en la historia de la humanidad, la población mundial se ha más que duplicado y sin embargo, la disponibilidad de alimentos per capita ha aumentado a más de 2.800 calorías por día. Si hubiese que elegir entre los millones de personas que han dedicado su vida a aumentar la producción de alimentos, desde los agricultores a los investigadores, a una sola que representase los esfuerzos realizados para responder al desafío planteado, ésa sería Norman Borlaug.

El Dr. Borlaug nació en 1914 en una granja del estado de Iowa, EE UU., en el seno de una familia de origen noruego. Sus primeros años se desarrollaron en un ambiente rural que pronto se vio afectado por la gran depresión de 1929 y que hizo que el Dr. Borlaug decidiese cursar estudios universitarios, el primero en su familia. En la Universidad de Minnesota, además de estudiar ciencias forestales y trabajar simultáneamente para pagarse sus estudios, destacó en el deporte de lucha, una actividad en la que la tenacidad es un gran valor, llegando a alcanzar un puesto en el prestigioso ncaa Wrestling Hall of Fame. Cuando parecía que, gracias a su preparación en forestales, seguiría su carrera profesional en el Servicio de Bosques de los EE. UU. donde había solicitado trabajo antes de terminar sus estudios, una clase del Prof. Stakman sobre las royas –hongos parasíticos de los cultivos– le cautivó e hizo que solicitase su admisión al programa de doctorado de patología vegetal.

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, la Fundación Rockefeller, con diversas ayudas, creó en México el Centro Internacional para la Mejora del Maíz y Trigo, CIMMYT, y al que enseguida se unió el Dr. Borlaug, flamante doctor en patología vegetal. Uno de las principales problemas de la producción de trigo en México eran los ataques de roya, y a la producción de variedades resistentes a estos patógenos dedicó sus esfuerzos el equipo investigador del Dr. Borlaug esos primeros años. A pesar de obtener variedades resistentes, era evidente que la progresión en el rendimiento de dichas variedades era demasiado lenta, pues sufrían otras limitaciones que afectaban a su productividad. Ello hizo pensar al Dr. Borlaug que si se quería dar un salto cualitativo que incrementase los rendimientos del trigo, había que trabajar simultáneamente en todos los frentes, desde la mejora genética a la agronomía.

Para evitar el encamado de las variedades existentes – la caída del tallo del trigo debido al peso de la espiga- el programa que dirigía el Dr. Borlaug recurrió a cruzar esas variedades con trigos enanos procedentes de Japón, lo que redujo la estatura de las plantas. La producción de nuevas variedades semi-enanas de trigo que admitían notables dosis de abonado nitrogenado y de riego sin encamarse, supuso el salto cualitativo que se necesitaba entonces para incrementar la productividad potencial del trigo. Lo notable del trabajo realizado por el equipo del Dr. Borlaug fue, no solo la idea de reducir la estatura del trigo, sino la rapidez en generar nuevas variedades enanas, altamente productivas y resistentes a enfermedades, que llegasen rápidamente a los agricultores. Para ello pusieron en marcha un programa de mejora genética pionero donde producían dos generaciones al año (en lugar de una que era lo normal) a base de sembrar en dos localidades geográficas en el Norte y Centro de México donde los dos ciclos productivos se podían completar en un año. Ello permitió acortar notablemente todo el proceso de producción de variedades comerciales y su adopción por los agricultores.

El éxito inicial de las nuevas variedades enanas de CIMMYT fue espectacular y para 1956, México ya alcanzaba la autosuficiencia en la producción de trigo. La idea de reducir la estatura del trigo pronto se transmitió a otros cultivos, como el arroz, donde otro instituto internacional de la misma red a la que pertenecía el CIMMYT pero ubicado en Filipinas, el IRRI, generó nuevas variedades de arroz más productivas de baja estatura. Dichas variedades tuvieron un éxito notable y en los primeros años de la década de 1960 comenzaron a ser adoptadas ampliamente en toda Asia. Desde México, el Dr. Borlaug acometió el desafío de incrementar la producción de trigo en otras regiones donde el espectro del hambre era muy amenazante, tales como Oriente Medio y sobre todo, Asia. Quién no recuerda de aquella época el problema del hambre en la India, un verdadero tópico dentro de los países pobres. Gracias al entusiasmo de muchos investigadores locales –muchos de ellos entrenados en CIMMYT – y a la tenacidad de Borlaug, las variedades enanas de trigo se adaptaron con celeridad a la extraordinaria diversidad de ambientes y de sistemas de producción de los distintos países de Oriente Medio y Asia. Para principios de los sesenta, la «Revolución Verde» ya estaba en marcha. Los avances paralelos en agronomía y mecanización mantuvieron o incluso incrementaron el progreso en la productividad de los cultivos y para el final de la década, la Revolución Verde ya era un éxito sin precedentes en la historia de la alimentación humana.

En 1970 se concedió el Premio Nobel de la Paz al Dr. Norman E. Borlaug. Era el segundo y hasta ahora, el último que se ha concedido a alguien directamente relacionado con la producción de alimentos. La idea del Comité fue que, a través de ayudar más que nadie a producir pan para un mundo hambriento, los esfuerzos del Dr. Borlaug habían contribuido a la paz mundial.

No estaban desencaminados los miembros del Comité Nobel; la segunda mitad del siglo XX ha sido una época notable de paz, bienestar y desarrollo económico para la mayoría de la población mundial, si se la compara con épocas precedentes. Los grandes avances en ciencia y tecnología en los distintos ámbitos en los que se ha basado el desarrollo económico siendo importantes, no se hubieran materializado sin el progreso paralelo en la investigación agraria que alivió notablemente el problema del hambre. Una característica notable de la investigación agraria es su bajo coste relativo a los beneficios que genera. Numerosos estudios económicos, comenzando por la valoración de las inversiones que produjeron el maíz híbrido, permiten concluir que las inversiones en investigación agraria han sido hasta la fecha el negocio más rentable del sector público. Los centros internacionales como el CIMMYT en el que trabajó toda su vida Borlaug, han contribuido decisivamente a este éxito, basando su actividad en unos niveles de inversión mínimos en relación a lo que se invierte en otras áreas de la investigación.

Normalmente, la concesión del Premio Nobel significa la culminación de una trayectoria profesional y cambia la vida del laureado. No fue este el caso de Norman Borlaug; durante los siguientes años, hasta su fallecimiento, continuó trabajando incansablemente en la mejora de la productividad del trigo y, en general, promoviendo la intensificación de la producción de cultivos en los países en desarrollo. Incluso en el caso de China, los trigos enanos de CIMMYT se introdujeron desde Pakistán a finales de 1960 y mediante cruzamientos con variedades locales, dieron lugar a nuevas variedades más productivas. Borlaug contribuyó en la marcha de China hacia la intensificación de la producción de cereales, siendo uno de los primeros científicos occidentales que influyeron desde mediados de los 70 en la política agraria china. El despegue definitivo de la producción en ese país se debió a la puesta en marcha de plantas de producción de fertilizantes nitrogenados, ya que el nitrógeno es un elemento tan clave o más que las variedades enanas en el aumento de la productividad. Puede decirse que tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados, el enfoque propuesto y las variedades originales del programa de Borlaug han jugado un importante papel en el aumento de la productividad del trigo. A partir de 1990, coincidiendo con la disminución de la inversión en investigación agraria por parte de los gobiernos de los principales países, a quienes preocupaban más los excedentes de alimentos que el acceso de los menos favorecidos a ellos, Borlaug realizó enormes esfuerzos para convencer a diversos donantes de la importancia de invertir en investigación agraria como medio de sostener los avances realizados hasta entonces y para promover el desarrollo de los países más pobres. Su papel en la promoción del Grupo Consultivo de Investigación Agraria Internacional (CGIAR), una organización de unos 60 países que viene sosteniendo la labor de los centros internacionales como el CIMMYT o el IRRI, ha sido crucial en estos últimos tiempos de miopía generalizada. Otra importante aportación de Borlaug ha sido la creación del prestigioso World Food Prize, que anualmente se concede a investigadores que han contribuido al desarrollo de la agricultura a nivel global, un premio equivalente a un Premio Nobel en agricultura que aún no existe.

Como dice el rap citado más arriba, Norman Borlaug encontró, con la Revolución Verde, la solución a un problema, pero con el paso del tiempo, la intensificación de forma insostenible de la producción agraria generó otros problemas. El uso excesivo y descontrolado de agroquímicos, la erosión de los suelos y la expansión desmesurada de algunos regadíos son problemas que han llevado a criticar a la Revolución Verde. El hecho de que la agricultura de grandes áreas de África no haya seguido la trayectoria de la de los demás continentes y se haya estancado en las últimas décadas, también se atribuye a un fracaso de la Revolución Verde aplicada a África. Borlaug diagnosticó de forma certera los problemas de la agricultura africana y desde 1986, trabajó activamente a través de distintas instituciones tales como la Fundación Sasakawa, en promover una intensificación sostenible de la agricultura de los pequeños productores del África Subsahariana, un desafío mucho más complejo y solo parcialmente relacionado con los aspectos científicos y técnicos de la agricultura moderna.

El impacto del trabajo de Norman Borlaug ha sido tan notable que en 2002, el 68% de la superficie mundial de trigo (95 millones de ha) se sembró con variedades que contenían germoplasma del CIMMYT. Conviene destacar que, dentro de los paises desarrollados, su influencia en la agricultura española ha sido de las más notables.. Puede decirse que las variedades de trigo procedentes del CIMMYT son la columna vertebral de los trigos que se cultivan actualmente en España. Un sucesor de Borlaug en la gestión del programa de trigo, R. A. Fischer, estimó en 1993 la contribución de los trigos CIMMYT al aumento de la productividad del trigo en España. La cifra anual estimada ridiculizaba la aportación que España había realizado hasta entonces al CGIAR. Con el paso de los años, puede decirse que España tiene una deuda pendiente con el CIMMYT y con la investigación agraria internacional en general, que además debería ser una vía preferente de ayuda al desarrollo. La comunidad científica española reconoció la labor del Dr. Borlaug con frecuencia; la concesión de doctorados honoris causa por parte de las universidades de Granada, Córdoba y Politécnica de Madrid son algunos ejemplos. Igualmente hay que destacar que la Real Academia de Ingeniería nombró a Borlaug Académico Correspondiente en la primera votación que tuvo lugar en 1996 en la recién creada Academia destinada a nombrar miembros correspondientes.

La noticia del fallecimiento del Dr. Borlaug sorprendió incluso en círculos cercanos, tal era la actividad que desplegaba; su ingente labor, su carisma y su enorme tenacidad le mantuvieron activo e influyente hasta el final. No exagero al decir que, al comer un trozo de pan, todos deberíamos estar agradecidos a Norman E. Borlaug.

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Elías Fereres Castiel es ingeniero agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid, doctor en ecología por la Universidad de California, Davis y catedrático de Producción Vegetal en la ETSIA de la Universidad de Córdoba. A principios de los años 90, fue presidente del CSIC y estuvo al frente de la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación.

Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por CIC Network

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