Luis Alfonso Gámez
Hace 11.000 años, una gran isla en mitad del Atlántico acogía una avanzadísima civilización. Se hacían llamar los atlantes y gozaban del favor de Zeus. Sus barcos navegaban por los siete mares en busca de los más exóticos productos. Las fachadas de sus templos estaban recubiertas de oro y otros metales preciosos. Eran mujeres y hombres de gran belleza e integridad. Pero un buen día decidieron conquistar el mundo. Su ejército entró en el Mediterráneo y fue sometiendo, uno a uno, a los pueblos ribereños hasta que llegaron al Peloponeso. Allí, los atenienses, solos, les plantaron cara y les derrotaron. Y Zeus castigó la soberbia de los atlantes hundiendo su isla en el mar en un día y una noche. Los supervivientes encontraron refugio en otras tierras a cuyos habitantes transmitieron su sabiduría, que ha quedado plasmada en monumentos como las pirámides que se levantan a ambos lados del Atlántico.
La historia de la Atlántida ha sobrevivido más de dos milenios desde que Platón la contó, por primera vez, en el Timeo y el Critias. Con el paso el tiempo, se ha enriquecido gracias a aportes ajenos, algunos de los cuales forman ya parte indisoluble del mito, como que los atlantes son poco menos que los tutores de los egipcios y las grandes culturas precolombinas. Esta idea tiene su origen en Atlantis: the antediluvian world, obra de 1882 en la cual el abogado y político estadounidense Ignatius Donnelly propone que la isla continente fue donde el hombre se civilizó; que las divinidades de fenicios, escandinavos y otros pueblos “eran, simplemente, reyes, reinas y héroes de la Atlántida”; y que esa tierra desaparecida fue el hogar natal de indoeuropeos y semitas. La visión de Donnelly es consustancial hoy a un mito que goza de excelente salud y cuenta con personajes de cómic como Namor, el príncipe atlante de Marvel, y series televisivas de ciencia ficción como Stargate Atlantis, además de una montaña de libros que no deja de crecer.
El divulgador científico Martin Gardner creía que “una de las mejores maneras de aprender algo sobre cualquier rama de la ciencia es descubrir en qué se equivocan sus chiflados”. En esa línea, responder a la curiosidad de la gente por los llamados misterios paranormales es una forma de acercarla al conocimiento y el pensamiento crítico. Por eso, desde hace más de diez años, dedico mis dos jornadas de un seminario de comunicación científica en el Máster de Periodismo Multimedia de El Correo y la Universidad del País Vasco a hablar de aquellas ideas populares que los alumnos quieran. Desde la conspiración del 11-S hasta la no llegada del hombre a la Luna, pasando por la visita de extraterrestres en la Antigüedad, la homeopatía, la astrología, los poderes sobrenaturales o lo que esté de moda en ese momento. Veamos cómo, por ejemplo, podemos aprovechar una historia tan seductora como la de la Atlántida para hablar de otras cosas.
La búsqueda de la Atlántida empieza y acaba en el siglo IV antes de Cristo (aC) en Grecia, entonces un conglomerado de ciudades estado entre las que sobresalían Atenas y Esparta. Discípulo de Sócrates, Platón era un filósofo ateniense que usaba el formato literario de los diálogos para reflexionar sobre el gobierno ideal. El relato de la Atlántida es el de un próspero reino que se corrompe y pretende imponerse al resto del mundo, pero es vencido por -¡qué casualidad!- los compatriotas de Platón. La historia nos puede parecer ajena, pero, como apunta Kenneth Feder, profesor de arqueología en la Universidad Estatal de Connecticut Central, es la de uno de los grandes iconos de la cultura popular del siglo XX y XXI. Los hechos suceden en un pasado remoto, en un sitio muy lejano y están protagonizados por un poder corrupto que se lanza a una guerra de conquista y es derrotado por un pequeño grupo de héroes que se enfrentan al Mal, así con mayúsculas. Cambie la gran isla por la galaxia, la Atlántida por el Imperio y a los atenienses por la Alianza Rebelde, y tendrá el mito actualizado: Star Wars. Pero, en este caso, ¿no puede ser que haya algo de verdad en lo que cuenta Platón? Lo hay, aunque no en el sentido que pretenden los atlantólogos.
Los restos del continente perdido
El mundo de hace once milenios no tenía nada que ver con la Grecia clásica. No había ciudades, ni imperios, ni nada que se les pareciera. En ninguna parte. Nuestros antepasados vivían en plena Edad de Piedra, de lo que conseguían arrancar a la naturaleza. Obviamente, un partidario de la historicidad del relato platónico argumentará que el filósofo se confundió y se llevó los hechos demasiado atrás en el tiempo. Aceptemos esa objeción, ¿dónde están los restos de la Atlántida? Según Platón, que escribe desde el Mediterráneo oriental, más allá de las Columnas de Hércules (el Estrecho de Gibraltar), es decir, en el Atlántico. Y no son los de una islita, sino los de una extensión de tierra más grande que el norte de África y Asia Menor juntas. Cualquier niño sabe que, en un rompecabezas de veinte piezas, es imposible encajar la veintiuna. Nosotros sabemos que la corteza terrestre es un puzle formado por piezas, las placas tectónicas, que se mueven muy lentamente y no han dejado hueco para esa gran isla continente en medio del Atlántico. Uno, claro, puede llevarse la Atlántida a otra parte -es lo que han hecho sus partidarios en innumerables ocasiones-, pero tampoco encontrará sitio en el fondo de ningún mar para el continente perdido. Entonces, ¿qué nos queda del mito? ¿No puede estar basado en hechos reales, como la Troya homérica?
Algunos han identificado el hundimiento de la Atlántida con el final de la cultura minoica y la catástrofe, fruto de la ira divina, con la violenta erupción del volcán de la isla de Tera entre 1600 y 1400 aC. Es posible que en tiempos de Platón siguiera vivo el recuerdo de esa tragedia, pero esa explosión volcánica no acabó con la civilización cretense, que tampoco tenía su hogar más allá de las Columnas de Hércules ni éste se hundió en el mar. Sí se hundió en una laguna la ciudad de Helike, capital de la Liga Aquea, tras un terremoto en 373 aC y un siglo antes, en 490 aC, los atenienses vencieron al poderoso imperio persa en la batalla de Maratón. Además, la estructura anillada de la capital atlante -con canales y anillos de tierra alternos, hasta llegar a la gran isla central- es similar a la de los núcleos urbanos de la cultura tartéssica, que se desarrolló entre los siglos VIII y VI aC al suroeste de la Península Ibérica. Platón bien pudo coger todos estos elementos y combinarlos a su gusto para elaborar un relato moralizante, como el de la Atlántida, que, además, convierte a sus conciudadanos en los salvadores de la Humanidad.
El análisis de la leyenda de la Atlántida da para hablar de historia y geología extensamente, así como del difusionismo, la idea de que cada descubrimiento de la Antigüedad se hizo una vez y luego se propagó desde el foco originario al resto de la Humanidad, algo que no ocurrió en casos como los de la agricultura, la ganadería y, por poner un ejemplo atlante, la construcción de pirámides. Otros misterios nos pueden enseñar astronomía -el ejemplo más claro son las visitas extraterrestres-, psicología -las visiones de fantasmas-, la biología -¿sacamos a pasear al Yeti o a Nessie?-, cómo se manipula la historia por intereses políticos y religiosos -el Antiguo Testamento aúna ambos objetivos- y el auténtico ingenio de nuestros antepasados, en muchos casos víctimas del racismo de los partidarios de la teoría de los alienígenas ancestrales, para quienes las antiguas culturas no europeas precisaron de la ayuda de extraterrestres a la hora de levantar obras que todavía hoy nos asombran. No, nuestros antepasados eran antiguos; no tontos. Y los atlantes no forman parte de ellos, aunque su ficticia historia nos enseñe muchas cosas.
Referencias:
Donnelly, Ignatius [1882]: Atlantis: the antediluvian world. Harper & Brothers Publishers. Nueva York 1910. x + 490 páginas.
Feder, Kenneth L. [1990]: Fraudes, mitos y misterios [Frauds, myths and mysteries. Science and pseudoscience in archaeology]. Traducción de… Editorial Atlántida. Buenos Aires 1991. 309 páginas.
Gardner, Martin [1992]: Extravagancias y tonterías [On the wild side]. Prologado por Vladimir de Semir. Traducción de Jordi Fibla. Ediciones Alcor (Col. «Campo de Agramante»). Barcelona 1993. 284 páginas.
Sobre el autor:
Luis Alfonso Gámez (@lagamez) es periodista y autor del blog Magonia.
Alnair
O quizás la leyenda surgió de los ataques de los pueblos del mar …
En fin, la falta de certeza es un campo fértil para la especulación.
Onix
Puede que ésto solo sea una leyenda o historia pero como dicen en cada historia hay algo de verdad ese es mi punto
Tío Wolf: La Mirada & la Cicuta -01 – Barcelona / j re crivello
[…] 2) Hace 11.000 años, una gran isla en mitad del Atlántico acogía una avanzadísima civilización. Se hacían llamar los atlantes y gozaban del favor de Zeus. Sus barcos navegaban por los siete mares en busca de los más exóticos productos. Las fachadas de sus templos estaban recubiertas de oro y otros metales preciosos. Eran mujeres y hombres de gran belleza e integridad. Pero un buen día decidieron conquistar el mundo. Su ejército entró en el Mediterráneo y fue sometiendo, uno a uno, a los pueblos ribereños hasta que llegaron al Peloponeso. Allí, los atenienses, solos, les plantaron cara y les derrotaron. Y Zeus castigó la soberbia de los atlantes hundiendo su isla en el mar en un día y una noche. Los supervivientes encontraron refugio en otras tierras a cuyos habitantes transmitieron su sabiduría, que ha quedado plasmada en monumentos como las pirámides que se levantan a ambos lados del Atlántico. Fuente: Luis Alfonso Gámez Link […]