La biomimesis o biomimética es la disciplina que estudia la posibilidad de imitar modelos, sistemas y elementos de la naturaleza para tratar de resolver problemas de interés para los seres humanos. Aunque el término biomimesis (traducción del inglés biomimicry) se utilizó por primera vez en 1982, no se empezó popularizar hasta 1997, a raíz de la publicación del libro “Biomimicry: Innovation Inspired by Nature” (Biomimesis: innovación inspirada en la naturaleza), de Janine Benyus. La idea no es en absoluto descabellada pues dispositivos surgidos en el curso de miles de años de evolución de las especies han servido para dar solución a innumerables problemas; y las soluciones resultantes de la acción de la selección natural o variantes de esas soluciones, bien pueden servir para satisfacer intereses humanos. En alguna ocasión, incluso, el mundo animal ha generado dispositivos que han sido reinventados por los ingenieros, sin percatarse éstos de que sus diseños tenían miles de años tras de sí.
Veamos a continuación algunos ejemplos de biomimética. Se diseñan trajes de baño para nadadores de élite imitando la textura de la piel de los tiburones. Un bastón para ciegos recurre al sistema de ecolocalización de los murciélagos. Intentan reproducir las características arquitectónicas de los termiteros africanos por su extraordinaria estabilidad térmica bajo condiciones ambientales muy variables y extremas. Y también aspiran a producir un material como el que utilizan las arañas para construir sus telarañas, por su extraordinaria resistencia y flexibilidad.
La tendencia a imitar a la naturaleza no se limita hoy a emular dispositivos naturales. La imitación más reciente y sofisticada de que hemos tenido noticia es la del comportamiento de unos insectos sociales. Investigadores de la Universidad de Cambridge han desarrollado un método mediante el que unos robots levantan una estructura a base de pequeñas piezas imitando la forma en que trabajan las termitas. En las obras de arquitectura humana la tarea se desarrolla siguiendo un plan previamente establecido. Los equipos o estudios de arquitectura diseñan un edificio hasta el más mínimo detalle y los constructores encargados de levantarlo siguen a pies juntillas las instrucciones contenidas en el plan original.
Pero las termitas trabajan de otra forma. No tienen un “arquitecto” ni un “jefe de obra” o similar. No hay planos, ni instrucciones guiadas por los planos. Las termitas trabajan de forma independiente, de acuerdo con un conjunto de reglas sencillas. Las interacciones entre unas y otras, y entre éstas y su entorno, bastan para garantizar un proceso organizado sin necesidad de una planificación centralizada. Pues bien, en la simulación desarrollada para emular el comportamiento de las termitas, los robots se desplazan adelante o atrás, suben o bajan peldaños, y colocan piezas en la estructura que están construyendo, todo ello de acuerdo con unas reglas que genera el sistema una vez el usuario ha especificado la estructura que desea. Esas reglas, como en el caso de las termitas, determinan las decisiones que toman los minirrobots en cada una de las situaciones posibles en que se encuentran. A esta forma de utilizar la información local se la denomina “estimergia”.
Aunque, en realidad, un sistema de esa naturaleza no sólo imita el comportamiento de las termitas cuando construyen termiteros. En cierto modo, también imitan algunos aspectos del funcionamiento de las sociedades humanas. No somos conscientes de ello, pero la mayor parte de las cosas que funcionan bien en nuestras sociedades no requieren de planes perfectamente establecidos a priori. Las personas no solemos actuar según esos planes, sino que lo hacemos, en interacción con los demás, de acuerdo con reglas en general muy básicas. Quizás habría que tener esto presente con más frecuencia.
Estimergia
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Txema Lopez
Interesante artículo, da que pensar, buen trabajo.
Estimergia |
[…] artículo Estimergia de Juan Ignacio Pérez (Departamento de Genética, Antropología Física y Fisiología Animal, […]