El espacio es enfermedad y peligro envuelto en oscuridad y silencio. Tan atinada como pesimista definición tiene su origen en un personaje de Star Trek, el doctor Leonard “Bones” Mc Coy (DeForest Kelley).
Dejando de lado la parte de la descripción que tiene que ver con la medicina espacial, en las últimas semanas se han publicado en Science los resultados de algunas misiones e investigaciones que tienen como protagonistas a algunos de los objetos celestes más pequeños, oscuros y silenciosos del espacio en los que aterrizar es una atrevida combinación de velocidad, gravedad, tiempo y matemáticas.
Aunque suelen ser eclipsados en las portadas, los informativos y las investigaciones por el atractivo de otros cuerpos mayores, a cuyas espectaculares imágenes nos hemos acostumbrado en los últimos años, Rosetta y Philae han demostrado con las impresionantes fotografías de valles, fracturas, cráteres de impacto, material frágil con fosas, áreas de dunas donde se ha acumulado el polvo, montañas, acantilados, superficies lisas, salientes y picos, que 67P/Churyumov-Gerasimenko es un paraíso para los geólogos planetarios.
Entre los muchos datos que hemos ido conociendo de 67/P destaca que el cometa es muy oscuro. Tiene un albedo muy bajo, sólo refleja un 6% de la luz que recibe, e incluso con la llegada de Rosetta, pasa mucho tiempo bajo “silencio de radio”, porque cualquier orden que recibe la sonda tarda 28 minutos en llegar hasta allí.
Aunque parece mucho tiempo, no es tanto si se consideran las 36 horas, 15 minutos y 26 segundos, que en el momento de escribir estas líneas, necesita una señal a la velocidad de la luz para llegar y volver a la Tierra desde las profundidades por las que navega la Voyager I.
Los múltiples peligros que afronta una misión de 10 años por el espacio, tuvieron su guinda el pasado 12 de noviembre, cuando Philae se enfrentó a su destino final. Tomar tierra en el 67/P. La evidencia de la dificultad del proceso quedó clara cuando a pesar de que sólo alcanzó una velocidad de 3,6 kilómetros/hora durante su descenso, algo menos que una persona caminando, rebotó en la superficie y no volvió a tocarla hasta casi dos horas después.
Con todo, su inestable situación en el suelo del cometa ha merecido la pena: Hoy sabemos que su porosidad alcanza el 80% y que si echáramos el cometa al mar flotaría como un corcho; que su temperatura superficial alcanza los 43 grados bajo cero al sol, pero que en su interior, y en zonas no iluminadas puede descender hasta los -243; o que tiene mucho más polvo que gas.
Además, rastreando la historia de los iones de agua en la atmósfera que rodea al cometa, se ha tratado de estimar cómo se puede haber formado una magnetosfera a su alrededor a medida que los hielos se han ido sublimando en gas e ionizándose.
Pero en ocasiones no hace falta salir de la Tierra para estudiar objetos que se encuentran lejos en el espacio.
Otra reciente investigación, publicada esta vez en Nature, ha logrado reconstruir la historia del campo magnético de un asteroide tras estudiar la información magnética almacenada hace 4.500 millones de años en nanopartículas presentes en meteoritos. Para hacerlo, los científicos han analizado muestras de un mineral muy estable llamado tetrataenita, que retiene la señal magnética del asteroide al que perteneció el meteorito.
El campo magnético de la Tierra proviene de la diferencia de temperatura entre el núcleo interno y el manto, y entre otras cosas es el responsable de la orientación de las brújulas y de protegernos de las tormentas solares.
Un mecanismo similar funciona también en los asteroides en los primeros momentos de su formación al estar constituidos por un manto sólido rocoso y un núcleo metálico líquido, pero a medida que se enfrían y solidifican su núcleo, los asteroides dejan de generar campos magnéticos, aunque la señal de la pasada época queda registrada en los materiales magnéticos del asteroide si en aquel tiempo tuvieron la temperatura adecuada.
Para poder obtener información de esas nanopartículas ha sido necesario un potentísimo microscopio electrónico de rayos X. Los resultados demuestran que, durante un largo periodo de la historia del asteroide, el mecanismo para generar campos magnéticos no era el movimiento del metal líquido del núcleo, sino la migración de algunos elementos ligeros desde el interior del cuerpo hacia el exterior durante el proceso de solidificación del núcleo. Este mecanismo habría permitido la creación de campos magnéticos intensos durante un largo periodo de tiempo en un joven sistema solar.
Precisamente, el pasado 12 de julio, una circular del Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional reconocía la labor de los investigadores del IAA-CSIC, René Duffard y Pablo Santos-Sanz, al nombrar dos asteroides en su honor. Se trata de dos asteroides del cinturón principal, situado entre Marte y Júpiter, que ya se denominan (8797) Duffard y (9288) Santos-Sanz. Ambos investigadores han trabajado durante los últimos años observando objetos transneptunianos y centauros durante casi cuatrocientas horas.
Como en algunos finales de la propia Star Trek, podemos decir que estos son los resultados de los viajes de Rosetta, de las misiones Galileo o Cassini-Huygens y antes de las Voyager y Pioneer; y de los hombres y mujeres, que controlando la derrota de las naves desde las pantallas de sus ordenadores o el objetivo del ocular de sus telescopios, buscan, encuentran y llegan a lugares donde nadie ha llegado… jamás.
Referencias:
Thomas, N. et al. «The morphological diversity of comet 67P/Churyumov-Gerasimenko». DOI: 10.1126/science.aaa0440
Sierks, H. et al. «On the nucleus structure and activity of comet 67P/Churyumov-Gerasimenko». DOI: 10.1126/science.aaa1044
Hässig, M. et al. «Time variability and heterogeneity in the coma of 67P/Churyumov-Gerasimenko». DOI: 10.1126/science.aaa0276
Nilsson, H.et al. «Birth of a comet magnetosphere: A spring of water ions» de H. DOI: 10.1126/science.aaa0571
Capaccioni, F. et al. «The organic-rich surface of comet 67P/Churyumov-Gerasimenko as seen by VIRTIS/Rosetta». DOI: 10.1126/science.aaa0628
Gulkis, S. et al. «Subsurface properties and early activity of comet 67P/Churyumov-Gerasimenko». DOI: 10.1126/science.aaa0709
Rotundi, A. et al. «Dust measurements in the coma of comet 67P/Churyumov-Gerasimenko inbound to the Sun» de Science, 23 de Enero de 2015. DOI: 10.1126/science.aaa3905
Bryson, James F.J. et al. “Long-lived magnetism from solidification-driven convection on the pallasite parent body”. Nature. DOI: 10.1038/nature14114
Redacción realizada por el periodista Javier San Martín, (@SanMartinFJ) (@ACTIVATUNEURONA) quien colabora desde Activa Tu Neurona con el Cuaderno de Cultura Científica.
Paraísos para geólogos planetario…
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Manuel López Rosas
Lindo el artículo, logra sensibilizar ante las vastedades (ahora creo que el término es adecuado) desconocidas del universo donde nos encontramos porque me parece que a pesar de ir y regresar con información hasta el comenta a la velocidad de la luz, estamos todavía en lo que conocemos como «nuestro» sistema solar ¿o no? 🙂
Hitos en la red #56 – Naukas
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