El doctor Eldon Tyrell intentaba consolar al replicante Roy Batty en Blade Runner, dado que estaba a punto de cumplirse su fecha de caducidad como organismo vivo, con una frase ya célebre: “La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Y tú has brillado con mucha intensidad Roy.”
Me llegó el recuerdo de esa sentencia mientras me encontraba escribiendo un artículo, para una revista de historia, sobre el gran histólogo vallisoletano Pío del Río Hortega y sus aventuras con las células gliales. Uno de los profesores que más huella dejó en Pío fue Nicolás Achúcarro y Lund, un genio de Bilbao que tenía todas las cartas para convertirse en uno de los neurocientíficos más célebres del siglo XX. Lamentablemente, el brillante trabajo de Achúcarro apenas pudo alcanzar algunas colinas de lo que, con el tiempo adecuado, bien pudieron haber sido nuevas cordilleras en el conocimiento del sistema nervioso. Nicolás falleció el 23 de abril de 1918, con apenas 37 años de edad, a causa de la enfermedad de Hodgkin, que él mismo, como excepcional patólogo, se había diagnosticado.
Y, así, reflexionando sobre genios que han brillado con gran intensidad pero cuyo resplandor se ha perdido en el tiempo, siendo su memoria hoy apenas una sombra de lo que debía haber sido, recalé en la vida de Fidel Pagés. Cierto es que, en el ámbito médico, su recuerdo se mantiene, pero no es precisamente un científico al que se mencione con letras de oro en el imaginario público. Recientemente he publicado un libro sobre ciencia e invención en España (Made in Spain, cuando inventábamos nosotros) y, curiosamente, cuando me han preguntado sobre quién es mi favorito de entre todos los casos que menciono en esas páginas me he sorprendido a mí mismo al responder sin dudarlo que Fidel Pagés Miravé. En esa reunión de genios convertida en libro hay ingenieros, médicos, astrónomos y algún que otro loco, pero puede que sea por tratarse de un caso de brillo excepcional apagado antes de tiempo, el caso de Pagés se ha convertido en mi favorito de entre todos ellos.
Es más, no sólo es que el brillo de Pagés se apagara justo en lo más culminante de su trayectoria como médico, sino que una serie de olvidos imperdonables hizo que casi se perdiera su rastro para siempre.
Su técnica pionera de anestesia epidural fue descrita en publicaciones españolas, pero nunca fue traducida y, precisamente por ello, si no llega a ser por un providencial rescate por parte de un médico argentino, hubiera desaparecido su recuerdo como pionero pues un médico italiano desarrolló de forma independiente una técnica similar tiempo después.
Fidel Pagés Miravé viajaba en automóvil con su familia, de regreso a Madrid tras pasar unos días de vacaciones en Guipúzcoa, cuando su llama dejó de brillar repentinamente. Fue la mañana del viernes 21 de septiembre de 1923, cuando su coche tuvo un grave accidente cerca del pueblo burgalés de Quintanapalla, en el Alto de la Brújula. La mujer y los hijos del médico sufren heridas de gravedad. Fidel fallece en el acto, contando apenas con 36 años de edad. Su funeral tuvo lugar en Madrid dos días después, en medio de una gran multitud y gran eco en la prensa.
Luego, el silencio invadió su recuerdo.
El que fuera descubridor de la técnica de anestesia epidural nació el 26 de enero de 1886 en Huesca. Hasta su época de Bachiller permaneció en el lugar que le viera nacer. Recién comenzado el siglo XX, en 1901, empezó sus estudios de medicina en la Universidad de Zaragoza. Siete años más tarde, y con un expediente especialmente brillante, completa su formación médica, iniciando una carrera profesional que parte en el momento en que ingresa, por oposición, en el Cuerpo de Sanidad Militar. Podemos encontrar a partir de entonces a Fidel en diversos destinos, de entre los que destaca su estancia en Melilla, donde fue recordado por su tenacidad ante las adversidades. Dotado de una excepcional habilidad como cirujano, su prestigio fue creciendo con rapidez allá donde se le destinaba.
Bien, ahora es cuando Fidel se aparta un poco de lo que era la vida de sus colegas. Siendo médico militar, a pesar de que la práctica diaria le absorbía a veces más allá de lo que la salud le permitía, el intrépido cirujano sentía la necesidad de ir más allá por otros dos caminos: la investigación y la divulgación. Así, en 1919 participó en la fundación de la Revista Española de Cirugía, precisamente el lugar, entre otras revistas, en el que dos años después, en 1921, publicó las primeras descripciones conocidas de un nuevo procedimiento que hoy conocemos como anestesia epidural. No se trataba de algo hipotético, sino de una descripción detallada basada en práctica médica real, tras haber comprobado la eficacia del sistema en diversas intervenciones quirúrgicas. Las descripciones de su técnica en la mencionada revista eran tan minuciosas y precisas, que sirvieron de guía a muchos otros médicos que deseaban iniciarse en aquella práctica. No tardó mucho tiempo en ser reconocido en España como uno de los cirujanos más innovadores y exitosos, lástima que aquellos artículos no encontraran traducción en publicaciones de impacto internacional.
La práctica médica de aquella nueva técnica que había sido ideada por Pagés, y más tarde perfeccionada con rapidez y con gran refinamiento, tuvo que esperar tiempos mejores para ser difundida de manera adecuada cuando, en torno a aquel mismo año de 1921, en los albores del desastre de Annual, fue enviado al norte de África junto con un nutrido grupo de cirujanos militares.
El panorama que encontró entre los heridos en campaña era desolador. Había regresado a una Melilla en estado de guerra en la que le asaltaban los recuerdos de cuando, pocos años antes, había sido voluntario médico en un campo de prisioneros de Viena durante la Primera Guerra Mundial. Pagés se vio desbordado ante la gran cantidad de heridos que llegaban al hospital de campaña y se encontró en la necesidad de idear nuevas técnicas con rapidez con la intención de salvar el mayor número de vidas posible. Los combates tenían lugar lejos del hospital y por ello, con gran tenacidad, decidió diseñar una unidad móvil de campaña capaz de actuar prácticamente en la línea de batalla. Su equipo de cirugía móvil, que al principio parecía una idea alocada, se desplazó hasta el frente, logrando salvar a gran número de heridos que, de otro modo, hubieran fallecido sin remedio al cabo de unas horas antes la imposibilidad de ser trasladados a tiempo al hospital. Ahí es donde se forjó la leyenda de Pagés, cuando cientos de soldados contaban a su regreso a casa cómo un providencial grupo de cirujanos aparecía en medio del infierno para ser salvados.
Poco antes de tan terrible experiencia, con el desastre militar a las puertas y ya entonces con una experiencia sin igual a sus espaldas, Fidel Pagés decidió dar a conocer a sus compañeros el procedimiento de “anestesia metamérica”, tal y como fue llamado. Fue el 15 de junio de 1921 en las páginas de la Revista de sanidad militar, antes de entregar también posteriormente artículos sobre el tema a su querida Revista Española de Cirugía. Aquella descripción, clara y directa, se convirtió en una olvidada página de la literatura médica que guardaba en su interior la primera descripción de la historia sobre la anestesia epidural. Merece la pena recordar aquellas letras, tal y como ya hice en el capítulo referido a Pagés en mi libro, porque es digno de convertirse en recuerdo imborrable:
En el mes de noviembre del pasado año, al practicar una raquianestesia, tuve la idea de detener la cánula en pleno conducto raquídeo, antes de atravesar la duramadre, y me propuse bloquear las raíces fuera del espacio meníngeo, y antes de atravesar los agujeros de conjunción, puesto que la punta de la aguja había atravesado el ligamento amarillo correspondiente. Abandoné la estovaína que tenía preparada, y en una cápsula hervida hice la disolución de tres tabletas de novocaína suprarrenina de la serie A (375 mg. de novocaína) en 25 c.c. de suero fisiológico, procediendo a inyectarlo inmediatamente a través de la cánula, que estaba enclavada entre las vértebras lumbares 2ª y 3ª.
Explorando la sensibilidad, pudimos convencernos de que a los cinco minutos comenzaba una hipoestesia en la porción infraumbilical del abdomen, que se extendía a la cara anteroexterna de los miembros inferiores, dejando indemne el periné, escroto, cara posterior de los miembros inferiores y planta del pie en ambos lados; la hipoestesia se fue acentuando progresivamente, y a los veinte minutos de practicada la inyección, juzgamos prudente empezar a operar, practicando una cura radical de hernia inguinal derecha, sin la menor molestia para el paciente. El resultado de este intento nos animó a seguir estudiando este método, al que en la clínica denominamos de anestesia metamérica, por la posibilidad que nos proporciona de privar de sensibilidad a un segmento del cuerpo…
La descripción de Pagés continúa en este y otros artículos con una minuciosa pintura del canal raquídeo, detalles del procedimiento para realizar una anestesia epidural lumbar y comentarios que, a pesar ser puestos en práctica con tanto éxito, no encontraron eco ni difusión en el mundo hasta los años treinta del pasado siglo XX. Fidel Pagés menciona en sus artículos haber realizado cerca de medio centenar de operaciones quirúrgicas utilizando ese nuevo método de anestesia con total éxito.
Volvemos a aquella triste mañana de septiembre de 1923. Pagés encuentra la muerte en la carretera y, por desgracia, no hubo de pasar mucho tiempo hasta que su técnica se fue marchitando, apenas practicada por algunos cirujanos de su equipo y otros en ámbitos locales. Su obra no fue traducida ni conocida en el exterior, por ello no debe extrañar que, en un congreso internacional de cirugía celebrado en Madrid en 1932, se aplaudiera como primicia la técnica de anestesia epidural descubierta por un italiano, Achilles Dogliotti.
Y, así, en el más terrible de los olvidos, hubiera quedado la gesta de Fidel Pagés si no llega a ser porque, desde finales de los años veinte un médico argentino, Alberto Gutiérrez, llevaba aplicando el método Pagés en su práctica quirúrgica habitual con gran éxito. Enterado el bueno de Alberto acerca de los aplausos que llegaban, hay que decir que con total merecimiento, para Dogliotti, decide salir en defensa y recuerdo de Fidel Pagés. Fue entonces cuando, tras una polémica que duró algún tiempo, el propio Dogliotti reconoció el genio de Fidel Pagés como pionero de la técnica.
Este post ha sido realizado por Alejandro Polanco Masa (@Alpoma) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
Un recuerdo sobre Fidel Pagés, descubridor de la anestesia epidural
[…] Un recuerdo sobre Fidel Pagés, descubridor de la anestesia epidural […]
Carmina Pagés Herrera
Hola, me gustaría poder tener este artículo tan interesante escrito por Alej. Polanco, sobre mi abuelo el Dr. Fidel Pagés.
Agradecida por su interés
Fidel Pagés: el padre de la anestesia epidural fue un médico militar español curtido en las guerras de principios del s. XX
[…] Polanco Masa, Alejandro, (2015, 24 de abril). Un recuerdo sobre Fidel Pagés, descubridor de la anes… […]