Hace unos días me encontré con algunos compañeros de trabajo que se planteaban cómo traducir el término ‘obsolescencia programada’ para utilizarlo en un informativo de radio generalista y que los oyentes lo entendiesen.
Yo me empeñaba en que no se podía decir de otra forma y les insistía en que lo podían usar tranquilamente porque todo el mundo iba a saber a qué se referían. Claro, dada la discusión y aprovechando las posibilidades que ofrecen las redes sociales, me lancé plantear una encuesta en Twitter y otra entre mis amigos de Facebook de las que obtuve resultados más que interesantes.
En el primer caso se dio un feedback bastante pobre (solo 27 votos de entre más de 3000 followers) aunque el 89% de ellos aseguraban saber qué es la obsolescencia programada.
Facebook fue más revelador. Recibí más de 130 comentarios de los que sólo 8 respondieron que no sabían a qué me refería, apenas un 6%. Ahora bien, el conocer la identidad de los encuestados me permitió llegar a la conclusión de que mis compañeros en la radio tenían razón: no se puede dar por sabido el término ni se puede emplear en un medio de comunicación generalista sin aclarar a qué hace referencia.
Una amiga apuntaba a que mis contactos de Face no ofrecerían datos extrapolables dado que muchos pertenecen al ámbito científico. Yo creí que eso no importaría porque realmente tengo perfiles de lo más variado pero una vez que finalizaron las repuestas pude comprobar cómo la gran parte de quienes respondieron de modo afirmativo eran efectivamente personas relacionadas de un modo u otro al de las nuevas tecnologías.
Por otro lado, quienes se atrevieron a contestar que no (no hay que olvidar que la encuesta en Facebook no era anónima y esto también pudo influir en que los síes fuesen mayores que los noes) eran, precisamente, el perfil que se ajusta al oyente medio de la radio generalista: personas de entre 25 y 55 años, de clase media, con estudios secundarios y que viven en urbes de 10.000 a 500.000 habitantes.
Así pues, cabe señalar que cuando hablamos de obsolescencia programada nos referimos al hecho de que las empresas/fabricantes calculen, durante la fase de diseño de un producto, cuál va a ser el periodo de vida útil del mismo, es decir, que lo programan para que pasado cierto tiempo o número de usos deje de funcionar.
Muchos de los contactos que contestaron en mi muro, reconocieron conocer el término a raíz de haber visto un documental emitido por RTVE y que se puede ver en la web.
En la presentación del mismo se señala lo siguiente: “En 1911 se anunciaban bombillas con una duración certificada de 2500 horas pero en 1924 los principales fabricantes pactaron limitar su vida útil a 1000. El cártel que firmó este pacto, llamado Phoebus, oficialmente nunca existió pero en ‘Comprar, tirar, comprar’ se nos muestran pruebas documentales del mismo como origen de la obsolescencia programada”.
Ahora bien, tal y como se puede leer en el post ‘Obsolescencia programada: lecciones de una bombilla’ “el documental parte de una anécdota y su conclusión es errónea” y se apunta a que se trata más bien de una teoría conspiradora contra las grandes industrias de las muchas que rondan por el mundo.
Al mismo tiempo en torno al asunto de la obsolescencia programada existen varias líneas de debate en la web de Naukas (1,2) que arrojan luz a este respecto y se desmontan muchos de los puntos que aparecen en el documental por lo que lo mejor, con toda la información sobre la mesa, es que juzguen ustedes mismos.
Otro concepto interesante y del que no existen dudas en torno a su existencia es el de ‘obsolescencia percibida’ el cual, personalmente, he descubierto a colación de este artículo porque alguien lo comentó en Facebook. Se trata de ese momento en que los consumidores tienen la sensación de que sus bienes han pasado de moda y por tanto desean adquirir otros nuevos aunque los primeros sigan funcionando.
Obviamente las empresas son las grandes beneficiadas ya que esto promueve el consumo por el simple hecho de desear estar a la última; lo que lleva a que sencillas variaciones del diseño de un producto sean suficiente excusa para que alguien lo adquiera.
En cuanto a quién es el gran perjudicado al respecto, fuera de los consumidores que se ven incitados a comprar productos de manera repetida, todas las voces apuntan al medio ambiente ya que se generan grandes cantidades de residuos de los que muchos no son biodegradables.
Especialmente en el caso de los elementos electrónicos (smartphones, tablets, etc.), contienen materiales tan contaminantes como baterías de litio o plomo o plástico, que tarda miles de años en desaparecer.
Claro está que el asunto no pinta muy bien ya que los millones de euros que se mueven en torno a estos conceptos son incalculables.
Sobre la autora: Maria José Moreno (@mariajo_moreno) es periodista
Nota del editor:
El texto ha sido modificado el 20/11/2015 por la autora con el fin de reflejar nueva información recibida, especialmente en lo que se refiere a la valoración del documental de TVE y a las dicusiones de Naukas.
Pedro J.
«Tal y como se muestra: “En 1911 se anunciaban bombillas con una duración certificada de 2500 horas pero en 1924 los principales fabricantes pactaron limitar su vida útil a 1000. El cártel que firmó este pacto, llamado Phoebus, oficialmente nunca existió pero en ‘Comprar, tirar, comprar’ se nos muestran pruebas documentales del mismo como origen de la obsolescencia programada”»
Comprar, tirar, comprar es un documental que sólo demuestra que alguien es capaz de contar algo sin siquiera hacer un par de búsquedas en google, aparte de caer en la teoría de la conspiración más burda. El cártel de Phoebus lo único que hizo fue pactar unos estándares de fabricación relacionadas con la eficiencia de las bombillas. Cualquier ingeniero te puede contar (y los de documental como mínimo deberían haber preguntado a uno) que 1000 horas era un buen compromiso entre precio y duración para una bombilla incandescentes. ¿No lleva este portal el nombre de cultura científica? ¿No te identificas como periodista? Pues simplemente haciendo una búsqueda de unos minutos en google se puede acceder a la información que te comento. Tienes detalles y enlaces en mi entrada de Naukas Tras leerla te agradecería una rectificación para no seguir propagando este eterno bulo y contribuir a la buena divulgación de la ciencia.
Elmo_
¿Has leído bien el texto?
Pedro J.
¿Has leído bien los comentarios? 😉
Pedro J.
Muchas gracias Maria José por las aclaraciones añadidas a la entrada. Creo que los posibles lectores estarán ahora mejor informados al respecto.
Mariajo Moreno
Gracias a ti por los apuntes. La verdad es que a veces cuesta trabajo estar en todo.
xpas
Buen artículo. Una pregunta: ¿el plomo se sigue usando en electrónica?
Daniel Sanjurjo
«Así pues, cabe señalar que cuando hablamos de obsolescencia programada nos referimos al hecho de que las empresas/fabricantes calculen, durante la fase de diseño de un producto, cuál va a ser el periodo de vida útil del mismo, es decir, que lo programan para que pasado cierto tiempo o número de usos deje de funcionar.»
NO. Son cosas distintas. No es lo mismo diseñar un dispositivo para que tenga una determinada vida útil, que programarlo para que pasado cierto tiempo o uso deje de funcionar (independientemente de su estado). Yo puedo diseñar un puente para que dure 200 años, acotando el gasto en materiales y calidad que me va a suponer construirlo, que prepararlo para que a los 200 años se caiga esté como esté. En el primer caso nos atenemos a una relación coste beneficio pura. Hacerlo para que dure más es más caro, y no siempre es una proporción lineal. El segundo caso es más cuestionable, aunque puede haber casos en los que esté justificado. Por ejemplo un dispositivo del que preferimos que deje de funcionar de manera ordenada a que tenga un fallo imprevisto.
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