Anticiencia (I): la unidad perdida

Experientia docet

La anticiencia es un fenómeno fantasma. No hay, o no son conocidas, personas que se autodefinan como anticientíficas, ni existen grados de anticiencia. Incluso los movimientos más furibundos que se oponen a la visión del mundo que sugiere la ciencia se oponen a la ciencia en el nombre de una ciencia “mejor”. Y, sin embargo, el espectro de la anticiencia ha perseguido a la ciencia desde sus orígenes hasta el siglo XXI.

Es evidente, por trivial, que ninguna sociedad puede oponerse a la ciencia entendida en el sentido más genérico, a saber, un conocimiento sistematizado derivado de la observación, el estudio y la experimentación, y sobrevivir lo suficiente para argumentar por qué se opone. No, nadie se opone a esta definición genérica de ciencia.

Lo que ha encontrado una resistencia apasionada a lo largo de los siglos son esas tendencia de la empresa científica de buscar la autonomía de la naturaleza de lo sobrenatural y la independencia de la razón humana de los dictados de las costumbres y el “sentido común” de la época. No la ciencia per se, sino el intento de la ciencia de diferenciarse de la teología, la filosofía y “lo correcto” en el sentido antropológicamente cultural es lo que ha suscitado la furia contra la ciencia tras cada episodio de desarrollo y crecimiento de ésta.

Los sentimientos y movimientos anticiencia en el mundo contemporáneo son, parafraseando a Karl Popper, “ondas de choque” generadas por el nacimiento de la sociedad abierta parida por la Revolución Científica, la Ilustración y el capitalismo. Porque, por mucho que difieran en sus formas, modos de producción y costumbres locales, las sociedades tradicionales y premodernas en cualquier lugar fueron, y son, sociedades cerradas. Las sociedades cerradas no distinguen el nomos del cosmos o, dicho de otra manera, lo convencional, las leyes de la sociedad, de las leyes divinas de la naturaleza. Esto es, en las sociedades cerradas las normas sociales se entienden y viven como el reflejo del orden divino de la naturaleza, creado y sostenido por un dios legislador o, en las versiones menos antropocéntricas, por un espíritu inmaterial que todo lo permea.

Los distintos intentos para acomodar la visión newtoniana del mundo con la cosmovisión teísta tradicional de la naturaleza y del propio dios durante la Revolución Científica desembocaron en que durante la Ilustración se demandase a la teología que se justificase a sí misma usando los métodos de la ciencia. Gradualmente la ligazón, hasta ese momento indisoluble e indiscutible, entre dios, naturaleza y humanidad comenzó a desmaterializarse: los dioses no desaparecieron, pero se les negó la autoridad para explicar el mundo natural; en tanto en cuanto la moral tradicional invocaba un orden divino de la naturaleza como fuente de la moralidad y la ética, los conceptos de bien y mal comenzaron ser cuestionados y a cambiar.

Todos los movimientos anticiencia y anti-Ilustración, ya sean de los que miran al pasado hacia la comunidad perdida del pueblo antropológico (el Volk en la raíz de folklore), ya los que se centran en utopías futuras, muestran una fuerte tendencia a restaurar la unidad perdida entre humanidad, naturaleza y divinidad. Ven el desencantamiento de la naturaleza como una manifestación del orgullo prepotente de la humanidad frente a lo trascendente, y las afirmaciones de ausencia de valores predeterminados y universalidad como el orgullo prepotente de la ciencia moderna frente a siglos de sabiduría de distintas tradiciones, grandes y pequeñas, de todo el mundo.

De esta manera las llamadas a re-encantar la naturaleza y la recontextualización de la ciencia aparecen repetidamente en los movimientos de “ciencia teísta” (creacionismo, diseño inteligente, islámico, védico, etc.), en las “ciencias alternativas” (tecnofeminista, proletaria o “etnociencias” no occidentales) y en las distintas pseudociencias.

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Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance

9 comentarios

  • Avatar de Ricard

    ¿Existe algun argumento logico (evidentemente) que demuestre de forma incuestionable que el diseño inteligente implica la presencia de una divinidad o. . . con que lo diga Karl Popper ya es suficiente?

  • Avatar de ricard

    Pues poco cientifico es ese argumento. Si algo nos ha enseñado la historia de la ciencia es que las leyes universales denotan un grado de inteligencia, aunque definamos a esta como eficiencia o incluso maxima simplicidad o belleza.

    Y todo ello sin necesidad de apelar en ningun momento a la existencia necesaria de un creador o, lo que es lo mismo, un motivo o un sentido a la evolucion.

    Un diseño inteligente no implica necesariamente la presencia de un diseñador o creador…. Esto no es cierto. La prueba la tienes en la mecanica cuantica que nos dice claramente que el observador afecta al experimento, que es lo mismo que decir que infinitos universos se estan creando a cada instante de espacio y tiempo.

    La divinidad es algo que atenta contra nuestro criterio de logica, pero eso no implica que tambien ella pueda seguir un patron de comportamiento. La prueba mas evidente es que el universo ha funcionado y continuara funcionando perfectamente a pesar de nuestros criterios.

    De hecho la existencia necesaria de una teoria unificada ya implica por si misma la existencia de un diseño inteligente, aunque la finalidad o no del mismo fuera algo que trascendiera nuestras mentes.

    La ciencia no se equivoca y esto es correcto, pero quizas si sus presunciones, que no son mas que opiniones, al querer ser juez y parte respecto a lo que es o no cierto.

  • Avatar de .Masgüel.

    «el espectro de la anticiencia ha perseguido a la ciencia desde sus orígenes hasta el siglo XXI»

    Para delimitar cronológicamente el origen de la ciencia, convendría establecer el criterio que la distingue de esa otra ciencia que propone tu «definición genérica».

    «Lo que ha encontrado una resistencia apasionada a lo largo de los siglos son esas tendencia de la empresa científica de buscar la autonomía de la naturaleza de lo sobrenatural»

    De nuevo, convendría segmentar el «largo de los siglos», para comprender los lazos históricos, los puntos de ruptura y la herencia del monoteísmo en la ciencia.

    «y la independencia de la razón humana de los dictados de las costumbres y el “sentido común” de la época.»

    La razón humana no es una facultad común, clara y distinta sino, en cada cultura, el conjunto de reglas y jugadas permitidas a la hora de aceptar una proposición como coherente o justificada. Esa Razón independizable es un mito de la ilustración. Dificulta entender la ciencia como fenómeno cultural.

    «Las sociedades cerradas no distinguen el nomos del cosmos o, dicho de otra manera, lo convencional, las leyes de la sociedad, de las leyes divinas de la naturaleza.»

    Los extremos se tocan. También es un error del cientificismo. La ciencia, y el cosmos que dibuja, es nomos.

    «en las versiones menos antropocéntricas, por un espíritu inmaterial que todo lo permea.»

    En las religiones politeístas, a menudo, eso que todo lo permea, precisamente porque no es personal, tampoco es espíritu, sino ley o principio al que los propios dioses están sometidos. Precisamente porque no es personal, no se ocupa de los problemas de los hombre y no le dedican rezos ni templos. Si vaciamos el panteón politeísta, ese principio de legislación natural no se diferencia demasiado de la pretendida fundamentación de las disciplinas científicas en las leyes de la física.

    «Los distintos intentos para acomodar la visión newtoniana del mundo con la cosmovisión teísta tradicional de la naturaleza y del propio dios durante la Revolución Científica»

    La visión newtoniana del mundo era teísta de cabo a rabo. Y la visión laplaciana del mundo, hoy andamiaje del ateísmo más simplón, también. Garantiza el orden mecánico del cosmos cambiando el mandato divino por leyes matemáticas, y la posibilidad de un conocimiento absoluto poniendo un demonio hipotético en el lugar del ojo de Dios.

    «Gradualmente la ligazón, hasta ese momento indisoluble e indiscutible, entre dios, naturaleza y humanidad comenzó a desmaterializarse: los dioses no desaparecieron, pero se les negó la autoridad para explicar el mundo natural»

    Y como el proceso es gradual, todavía hay quien exige a la ciencia el tipo de conocimiento absoluto que supuestamente proporcionaban los textos revelados.

    «en tanto en cuanto la moral tradicional invocaba un orden divino de la naturaleza como fuente de la moralidad y la ética, los conceptos de bien y mal comenzaron ser cuestionados y a cambiar.»

    Pero eso no fue obra de la ilustración, que pretendía una fundamentación iusnaturalista. Ha sido tarea de algunos de los críticos más feroces de la ilustración.

    «Todos los movimientos anticiencia y anti-Ilustración, ya sean de los que miran al pasado hacia la comunidad perdida del pueblo antropológico»

    Cabe admitir que el comunitarismo es filosóficamente más coherente que el liberalismo y, a pesar de ello, no aceptar sus propuestas políticas, especialmente las del comunitarismo tradicionalista.

    «muestran una fuerte tendencia a restaurar la unidad perdida entre humanidad, naturaleza y divinidad.»

    Paradógicamente, el comunitarismo filosófico de las últimas décadas es ateo. Entiende las religiones como conjuntos de creencias y prácticas que permiten la cohesión social.

    «Ven el desencantamiento de la naturaleza como una manifestación del orgullo prepotente de la humanidad frente a lo trascendente»

    Cuando lo divertido es reencantar la naturaleza desde su inmanencia.

    «y las afirmaciones de ausencia de valores predeterminados»

    ¿Ausencia de valores predeterminados en la ciencia?.

    «y universalidad, como el orgullo prepotente de la ciencia moderna frente a siglos de sabiduría de distintas tradiciones, grandes y pequeñas, de todo el mundo.»

    Es que la sabiduría siempre es sabiduría para algo. Todo conocimiento lo es para un propósito. Y lo que caracteriza a la ciencia como fenómeno cultural es, sobre todo, la especificidad de sus propósitos.

    «De esta manera las llamadas a re-encantar la naturaleza y la recontextualización de la ciencia aparecen repetidamente en los movimientos de “ciencia teísta” (creacionismo, diseño inteligente, islámico, védico, etc.), en las “ciencias alternativas” (tecnofeminista, proletaria o “etnociencias” no occidentales) y en las distintas pseudociencias.»

    Mientras sea repetidamente y no siempre, dejas hueco para los que entendemos que la tarea de reencantar la naturaleza no depende de seres sobrenaturales, sino de la manera en que interpretamos nuestra experiencia.

  • Avatar de .Masgüel.

    En el siglo XVIII, negar que la ciencia era el estudio del plan divino era una herejía anticientífica. En el siglo XX, durante un par de décadas, negar que las teorías pudieran verificarse era una herejía anticientífica. Antesdeayer, negar que la ciencia era una dinámica de falsación de teorías era una herejía anticientífica. A estas alturas, en este blog, tú mismo niegas que la ciencia se caracterice por obedecer un método, otro autor defiende que la ciencia es un conjunto de relatos, no de verdades, algunos carraspean incómodos, mientras la guardia pretoriana del cientificismo hace sonar los escudos por vuestra herejía anticientífica. Pero si alguien se atreve a dudar que la ciencia sea inseparable del realismo metafísico y epistemológico, todavía le llueven piedras por su herejía anticientífica.

    Por abundar en la metáfora diplomática, sería un buen cierre a esta serie que inauguras la mención a los avances que, desde la propia ciencia, nos acercan al armisticio. «La nueva alianza»: https://www.youtube.com/watch?v=tuqrvPQ7nAk

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