Viene de La ruta postmodernista
La caridad epistemológica se ha convertido en un axioma entre los críticos multiculturalistas y postmodernos de la ciencia. Cada intento de evaluar las concepciones premodernas de la naturaleza (aquellas en las que no se distingue entre fenómenos naturales y los designios de los dioses, espíritus u otras fuerzas extrasensoriales no comprobables experimentalmente) en función del conocimiento científico es tachada inmediatamente como basada en una actitud colonialista si no imperialista.
Así, los que proponen “ciencias alternativas” basadas en el feminismo o el indigenismo (poscolonialismo) van un paso más allá e invierten el sentido de la crítica: examinan los métodos y contenidos de la ciencia moderna desde la atalaya del conocimiento local de las mujeres y las culturas no occidentales, muchas de las cuales aún no han superado el proceso de desencantamiento y secularización. Una expresión de esta inversión son los movimientos ecofeministas, que invocan de forma rutinaria a “la diosa” como un símbolo del poder de las mujeres y de la sostenibilidad ecológica. Ni que decir tiene que estos entusiastas de una visión pervertida del feminismo no comprenden adecuadamente el papel que las diosas y la idea de lo sagrado de la naturaleza han jugado (y aún juegan) a la hora de perpetuar la opresión de las mujeres.
Pero la actitud postmoderna no se queda en manifestaciones, festivales y conferencias, además de la toma de algunas facultades de filosofía occidentales. Las consecuencias de este pensamiento anticientífico tiene una honda repercusión geopolítica a través de las ciencia religiosas.
Lejos de ser una actividad confinada a laboratorios, observatorios y pizarras, la ciencia tiene una influencia enorme en el poder, en la economía y en las creencias. El problema con los movimientos anticiencia postmodernos es que, si bien no han impedido que los países en vías de desarrollo, especialmente los postcoloniales (Pakistán o India por poner dos casos paradigmáticos), adquieran la tecnología más moderna para aumentar su poder y mejorar su economía, han tenido éxito a la hora de impedir que la ciencia penetre, y altere, sus sistemas de creencias tradicionales. Así, vemos una proliferación de estados en los que las tecnologías están a la última, incluyendo en algunos casos armas nucleares (piénsese además de en las mencionadas Pakistán e India, en Arabia Saudí y los estados del golfo en general o en Irán), mientras viven simultáneamente una revitalización de antiguos dogmas religiosos y valores tradicionales que contraponen a las ideas “occidentales” de secularización e individualismo.
A título de ejemplo, aquí se analiza pormenorizadamente la situación de la ciencia en la India, impregnada de supersticiones. Existe una práctica muy extendida: los filósofos hindúes interpretan consistentemente de forma selectiva los desarrollos en teoría cuántica y ecología como confirmaciones de que la teosofía vedántica, basada en los Upanishads y el Bhagavad-gita, no solo es compatible con la ciencia moderna sino que va por delante de ella. Este mismo planteamiento, esta lectura selectiva de los hallazgos de la ciencia, en última instancia, es lo que encontramos en creacionistas y defensores del diseño inteligente en Occidente. Por su parte, los regímenes absolutistas musulmanes, mayormente los sunníes (Pakistán y Arabia Saudí son especialmente activos), promocionan toda clase de milagros y supersticiones como parte de la “ciencia islámica”.
Sean cuales sean las diferencias doctrinales, todas las ciencias religiosas se justifican a sí mismas como reparadoras del desgarro en el “dosel sagrado” que en las sociedades cerradas ha provocado la ciencia moderna y como proporcionadoras de una ciencia holística, puramente racional, igual a , si no superior, a la ciencia reduccionista occidental. Los nuevos movimientos político-religiosos están poniendo en ejecución el programa postmoderno.
Pero digámoslo claramente: la racionalidad instrumental de la tecnología moderna que potencian estos estados, compatible con las ciencias religiosas que rechazan los principios ilustrados de razón y secularización, están en la base de la “modernidad reaccionaria” que ya conocimos con los nazis. Solo una defensa a ultranza de las actitudes científicas, de los principios ilustrados y de las sociedades abiertas puede ser un antídoto contra los peligros que acechan a la humanidad en su conjunto.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
.Masgüel.
Eso que llamas ciencias religiosas son indigestiones sincréticas poco sorprendentes en culturas que han asimilado la tecnociencia occidental sin los siglos de masticación de la modernidad en Europa. En cualquier caso, la coherencia entre los modelos teóricos y la cosmovisión de los científicos es lo de menos. Por sus frutos los conoceréis.
«Solo una defensa a ultranza de las actitudes científicas, de los principios ilustrados y de las sociedades abiertas puede ser un antídoto contra los peligros que acechan a la humanidad en su conjunto.»
Los principios ilustrados pueden ser eliminados de ese trípode sin que se caiga el sombrajo. En esta serie de entradas, si no pretendías una caricatura de la postmodernidad, dejas sin respuesta el núcleo duro de su crítica, no a la actividad científica sino, precisamente, a su fundamentación en principios ilustrados. Aprovecho para añadir que, si la herencia de Nietzsche y Heidegger en la postmodernidad francesa no se entiende, no hay más acudir a la tradición pragmatista norteamericana, a la que no se puede reprochar su claridad expositiva, y llega a conclusiones paralelas.
Para escapar de la simpleza que supone convertir buena parte de la filosofía del siglo XX en un insulto, y acercarse a la relación entre ciencia y postmodernidad desde posturas más serias, recomiendo (otra vez) esta charla de Quintín Racionero en la fundación Juan March:
http://revistas.ucm.es/index.php/RESF/article/download/RESF9999120113A/10437
Aquí el audio resumido: http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?p1=2811&l=1 (min 64 a 104).
Lo que niega la critica postmoderna, entre otras cosas, es que el valor epistemológico de la ciencia pueda disociarse de los criterios valorativos y de los propósitos que rigen contextos culturales concretos. Y el relativismo no significa, como quiere el tópico, que “todo vale”. Eso es anarquismo epistemológico. Significa que cada regla de juego y criterio depende de a qué se esté jugando. No quiere decir que se pueda hacer ciencia con las reglas de la petanca. Además, los compromisos ontológicos de los científicos no serán tan relevantes cuando quien, en su «defensa a ultranza de los principios ilustrados», cree en la Razón como facultad universal, clara y distinta y en el conocimiento científico como espejo de la realidad desnuda, puede hacer tan buena o mala ciencia como quien, ya postilustrado, pragmático, postmoderno, piensa en la razón como coherencia interna del discurso y en las teorías científicas como ficciones operativas.
Conviene calmar la irritación en la pupila cuando se despotrica contra la postmodernidad, no vaya a ser que un día, dándole vueltas al asunto, te despiertes postmoderno, sin por ello haber dejado de amar la aventura intelectual y creativa que supone nuestra cultura tecnocientífica.
samuel
Honda
De nada 🙂
César Tomé
Corregido. Muchas gracias.
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Robert
Pero aun en el bloque occidental la gente tiene las ideas más raras. Dudo que haya una sola sociedad que se haya librado del «misticismo». Como ejemplo, la homeopatía, la acupuntura, la magnetoterapia y la iridiología.
Lo cual al final, solo demuestra que el pensamiento irracional está fuertemente arraigado.
¿Por otro lado, es netamente mejor el pensamiento racional? Personas racionales, construyeron y tiraron dos bombas atómicas para destruir dos ciudades llenas de civiles. Personas racionales, han hecho las mayores atrocidades. Un componente más le falta a nuestra sociedad, aparte del pensamiento racional.
Y a veces hay lugares donde la ciencia, se queda corta. Como simple ejemplo, el origen de la vida, el cual no tiene una respuesta científica probada. Yo prefiero que las personas, especulen sobre temas que se pueden considerar aún incógnitas, mientras que no crean en supercherías que está probado que son falsas.
Y sostengo, una persona ignorante es peligrosa, pero una persona totalmente ilustrada, también lo es. La clave no es solo el conocimiento, sino algo un poco superior a eso. Una respuesta que la ciencia, que solo se basa en la lógica, no puede dar.
Juan Antonio
Tienes toda la razón compañero. Para mi la ciencia moderna está cegada por su propia iluminación; anda coja sin una filosofía «verdadera» que rellene un poco la oscuridad de los origenes y dibuje un futuro a la existencia del todo. Creo que con el simple hecho de reconocer que existe un Dios, que está en el centro de todas las cosas y que es familiar nuestro ( EL PADRE) ganarían a prácticamente todo el mundo a su causa, que es la de todos, el conocimiento…
La necesidad espiritual de la gente es suficiente para probar esto. por lo mismo que no tenemos que negar nada que esté probado por la ciencia, no podemos afirmar nada que no sabemos ni podemos probar.
Marcelo
Cuando presenten las pruebas materiales, objetivas, reproducibles y examinables por escépticos de que tal dios existe, sin duda aceptarán tus premisas. Mientras tanto, a reconocer que no tienen motivos valederos para creer en él y que argumentos como el tuyo son burda evangelización.
Carlos
Pues yo creo que no tienes razón: «filosofear» sobre algo a lo que la ciencia aún no tiene respuesta no es muy diferente a cualquier superchería no demostrada científicamente, porque no se está buscando la verdad sino simplemente la necesidad humana de completar los huecos de ignorancia que hay y siempre existirán, solo para sentirse más cómodo y menos ignorantes/insignificantes.
El componente que comentas que le falta a nuestra sociedad, es simplemente humildad, aceptar nuestra insignificancia y que nunca llegaremos a comprenderlo todo. Solo deberíamos interiorizar el conocimiento comprobado como real (el que se ha comprobado usando el método científico), y si para algo no hay explicación aún, deberíamos aprender a estar cómodos con esa situación y dejarnos de divagar absurdamente, porque buscar una explicación a lo que no comprendemos sin la necesidad de corroborar si nuestras divagaciones son reales o no, no es más que crear una nueva superchería.
En cuanto a lo que comentas de que «Personas racionales, han hecho las mayores atrocidades.», te equivocas por completo. Las mayores atrocidades de la humanidad se han hecho en nombre de alguna creencia religiosa o política, por avaricia y por la sensación de superioridad de unas sociedades sobre otras. Los científicos no tiraron las bombas, fueron decisiones políticas/militares, seguro que a ellos les hubiera encantado que todo quedara en ensayos y pruebas nucleares sin victimas.
Camilo
Estimado César, muchas gracias por esta serie de artículos sobre la anticiencia, que parece va ganando terreno últimamente.
Me ha gustado en especial la siguiente frase del primer artículo de la serie: “ el intento de la ciencia de diferenciarse de la teología, la filosofía y “lo correcto” en el sentido antropológicamente cultural es lo que ha suscitado la furia contra la ciencia tras cada episodio de desarrollo y crecimiento de ésta.”
Leyendo algunos de los sañudos comentarios a tu serie de artículos de lo que parecen teólogos, filósofos y buenistas varios se constata que la furia sigue desatada.
Soy lector asiduo de una revista de divulgación, Investigación y Ciencia, y lamentablemente constato que cada vez son más los artículos culturales, que no antropológicos en el sentido científico de un Marvin Harris, filosóficos y demás verborrea que poco tiene de ciencia o de haberse investigado y por tanto no haciendo justicia al nombre de la revista mencionada. El signo de los tiempos de la postverdad.
Por último, mi ruego para que resistáis la tentación de caer en el postmodernismo de las políticas identitarias y de pensar que hay una ciencia local, regional o de Autonomía que hay que salvaguardar a toda costa. La segmentación, que se identifica como el mal de las redes sociales y que produce la radicalización que vivimos, no solo se produce en el mundo virtual si no que constantemente se nos intenta encasillar para así manipularnos más fácilmente y de ahí, a mi entender, una de las causas principales de la postmodernidad que nos acecha e invade.
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