“La entrevista” es una obra de teatro que se estrenó en San Sebastián el viernes 4 de octubre de 2013, en el marco del festival científico Passion for knowledge | Quantum13, que organizó el Donostia International Physics Center (DIPC). Sus autores son la escritora Luisa Etxenike y el físico Gustavo Ariel Schwartz, y su génesis y creación se enmarcan en el programa Mestizajes que viene desarrollando desde hace años Gustavo en el seno del DIPC. Ese programa quiere ser un espacio para el encuentro y la interacción entre personas de diversas procedencias disciplinares –ciencias, artes, letras- y se propone propiciar una mezcla –mestizaje- entre esas diferentes formas de producir conocimiento. Aquella obra cuyas representaciones se sucedieron por diferentes puntos de la geografía vasca ha tenido, por fin, acomodo en forma de libro de la mano de la editorial El Gallo de Oro, que lo ha publicado en edición bilingüe español/inglés.
“La entrevista” trata de asuntos que suelen ser motivo de reflexión de los científicos, aunque rara vez llegan al gran público. Trata, por ejemplo, de la curiosidad, de la necesidad de romper moldes, de la pasión por el conocimiento que mueve a quienes se dedican a las ciencias, y también de la búsqueda de la excelencia. Esas ganas de saber, esa voluntad de ir más lejos, más allá de lo que habían ido otros antes, esa actitud de explorar en la frontera y de liderar esa exploración, aparecen de forma implícita, aunque muy evidente, en el diálogo –la entrevista a que hace referencia el título- que mantienen los dos protagonistas. Son estos un físico senior a quien van a dar un importante premio y quien había sido su discípulo en el pasado. La relación entre ambos se había interrumpido unos años antes por causas que tienen mucho que ver con algunas de las cuestiones que salen a relucir a lo largo de la conversación y que son las que constituyen el meollo de la obra.
Los temas de más enjundia son los que tienen implicaciones éticas y, principalmente, en dos esferas. Por un lado están las cuestiones relativas a eso que llamamos responsabilidad social de la ciencia: asuntos tales como la justificación moral del uso de grandes recursos económicos para desentrañar la naturaleza de las cosas, la de si no deberían tener prioridad absoluta aquellas actuaciones orientadas a resolver los problemas inmediatos y acuciantes de las personas, o si es lícito investigar en líneas cuyos resultados, aunque pueden ser beneficiosos a ciertos efectos, pueden acabar siendo también fuente de dolor y causar grandes daños.
Y en ese plano ético se aborda también el tema de las relaciones entre el líder y el joven que trabaja con él. Es este un asunto propio de la sociología de la ciencia, porque se refiere a la forma en que se produce el conocimiento científico desde la perspectiva de las relaciones que se establecen entre las personas que lo producen. Las relaciones jerárquicas suelen ser fuente de conflicto en todos los órdenes de la vida y el mundo de las ciencias no es una excepción. Se suscitan recelos, desconfianza e, incluso, se pueden llegar al enfrentamiento por causas tales como la paternidad de las ideas, la (falta de) libertad de acción de las personas subordinadas, o las rivalidades entre ellas. Todos esos elementos, de una forma o de otra, afloran en la entrevista.
De lo señalado hasta aquí se extrae una conclusión que, aun siendo evidente, no suele expresarse de forma explícita: que el curso de la ciencia puede verse muy afectado por factores de naturaleza emocional. Y el caso es que no deja de resultar paradójico que una actividad cuyos procedimientos descansan en una supuesta racionalidad, se pueda ver tan condicionada por elementos de carácter tan irracional como son las emociones que entran en juego en las relaciones interpersonales. Esta conclusión tiene, además, largo alcance pues la “contaminación” de la práctica científica por elementos emocionales es lo que, en gran parte, justifica que también en las ciencias quepa considerar la existencia de eso a lo que llamamos “valores”, esos atributos que no sabemos muy bien en qué consisten pero cuya importancia casi nadie pone en duda.
“La entrevista” no sólo constituye un ejercicio de mestizaje por el hecho de tratar en modo literario temas propios del mundo de las ciencias. También lo es por la utilización de expresiones de origen científico con objetivos estrictamente estilísticos. Es una forma de mestizaje más sutil que la basada en los contenidos –hasta el punto de que en la representación pasan casi desapercibidos- pero que resulta muy eficaz. En la obra se recurre -en palabras de los autores- a “formulaciones traducidas a estilo”, “axiomas encarnados en emociones”, “átomos de materia convertidos en metáfora de los sentimientos”. En esa línea, algunas expresiones llaman especialmente la atención. Valga de ejemplo esta cuasi-paradoja: “… pero ¿no consiste en eso la física? ¿en acercarse a lo real a través de lo que parece imposible?”
Gracias a todo esto, al tratamiento en forma de diálogo entre los dos personajes de los temas que se abordan y al notable ejercicio literario (de hibridación científico-literaria, cabría decir), la obra resulta muy eficaz a la hora de transmitir a los lectores –a los espectadores en la representación- las ideas, los dilemas, las virtudes y hasta la misma naturaleza del quehacer científico. Más eficaz que cuando esas mismas ideas, dilemas, virtudes y naturaleza se transmiten en forma de ensayo. Es este, a mi juicio, el gran logro de “La entrevista”, el haber sido capaz de trasladar al lector ese universo de nociones y emociones que caracteriza nuestro quehacer.
Ficha
Autores: Luisa Etxenike y Gustavo Ariel Schwartz
Título: La entrevista / The interview
Editorial: El Gallo de Oro
Edición bilingüe, español/inglés, con prólogos a cargo de Pedro Miguel Etxenike y Roald Hoffmann.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU