La peculiar y, a veces, difícil relación de pareja que los científicos tienen con el resto de la población está llena de reproches mutuos.
-¡Es que no te interesa lo que hago!, gritan los científicos.
-¡Es que eres un arrogante!, contesta el público.
-No tienes cultura científica-, susurra el científico.
-No estás abierto a nuevas ideas, sólo te interesa lo tuyo, tu ciencia.
-No tienes pensamiento crítico. No dices más que tonterías.
-No te importan mis preocupaciones y eres desdeñoso.
¿Qué hay de cierto en esas percepciones que la sociedad tiene sobre los científicos?
Fallacy Man es el pseudónimo del autor del blog The Logic of Science. El pasado mes de agosto, en uno de sus posts, repasaba todas esas acusaciones con la intención de desmentirlas. El artículo completo es bastante interesante y para mí, en algún momento, hasta gracioso, porque consigue parecer justo lo que está tratando de desmentir.
Repasemos las acusaciones y la defensa de Fallacy Man.
¿Son los científicos arrogantes?
La arrogancia es la cualidad de ser arrogante que a su vez se define como ser altanero y soberbio. En inglés se define como «having or showing the insulting attitude of people who believe that they are better, smarter, or more important than other people”. [tener o mostrar la actitud insultante de aquellos que creen ser mejores, más inteligentes o más importantes que otros].
Sostiene Fallacy Man que la arrogancia no es un defecto de los científicos, que lo que ocurre es que están más preparados, han estudiado más y, por tanto, consideran que saben más que aquel que no ha estudiado ciencia o un determinado tema.
Para mí, es obvio que Fallacy Man interpreta la arrogancia como le apetece. Es evidente que un físico, un químico, un biólogo o un geólogo van a saber más de cualquiera de esas disciplinas que yo, pero si me quejo de su arrogancia, no estoy refiriéndome a sus conocimientos sino a la manera en la que me trata precisamente por saber más que yo (sobre un determinado tema).
¿Estoy diciendo que los científicos son arrogantes? Creo que muchas veces no son conscientes de que lo es su manera de explicar las cosas o dirigirse a un público que no sabe lo mismo que ellos y que es consciente de ese desequilibrio.
–Sé que sabes más que yo pero no hace falta que me hables como si yo fuera estúpida.
–Tienes razón, lo siento.
Fallacy Man es, de hecho, extremadamente arrogante en todo el desarrollo de este punto con ejemplos como «al fontanero no le dices que sabes más que él ni pretendes pilotar un avión por lo que has leído en internet, así que porqué crees que sabes más de ciencia que yo», que es un argumento tirando a estúpido, porque cuando se acusa al científico de arrogancia no se le acusa por lo que sabe sino por cómo lo expresa. Si el fontanero viene y me dice «a ver, que no te enteras, el desagüe va por aquí y no voy ni a explicártelo porque no merece la pena», también le acusaría de arrogancia.
Utiliza también el argumento de «los científicos estudiamos muchísimo, empleamos muchos años y nuestros estudios son durísimos» y por tanto somos más listos.
En resumen, no hay arrogancia en que un experto cualificado piense que sobre su área de experiencia sabe más que quien no tiene formación en ese área, ni hay arrogancia en pensar que miles de estudios cuidadosos producen resultados fiables.
Efectivamente no hay nada arrogante en esto, lo que es arrogante es la manera de expresar ese conocimiento.
¿Son los científicos cerrados de mente?
En este punto coincido con el autor. No.
Los científicos están abiertos a nuevas ideas porque de hecho es esa búsqueda de nuevas ideas, enfoques, hipótesis y conceptos lo que ha hecho avanzar la ciencia y el conocimiento en general. Los científicos no se cierran a nuevas ideas pero eso no quiere decir que cualquier idea sea susceptible de ser valorada. Si lo que se propone es una estupidez sin el menor valor científico, sin posibilidad de ser contrastada, y está basado únicamente en elucubraciones o falsedades, la ciencia lo rechaza. Y hace bien.
Sostiene Fallacy Man, y a mi juicio tiene toda la razón, que contra los defensores de la pseudociencia o los antivacunas no hay que desperdiciar ni medio segundo en desmontar sus ideas y argumentos. Pero ¿qué pasa cuando lo que le propones a un científico no es algo referente a su especialidad académica sino a la manera en la que tiene de divulgarla? ¿Siguen siendo abiertos de mente? ¿Están dispuestos a aceptar la opinión de un tercero que les argumenta que su manera de escribir un post, dar una charla o hacer un podcast podría mejorarse?
Pues regular. Muchos científicos, no todos y cada vez menos, pero muchos, cuando se enfrentan a críticas sobre su manera de divulgar recurren a sus conocimientos científicos.
–Creo que tu post/programa de televisión/charla/artículo es mejorable y falla en esto, esto y esto.
–Yo sé más de ciencia que tú.
–Lo sé, pero no estoy hablando de lo que cuentas sino de cómo lo cuentas.
Haber estudiado muchos años, tener una carrera universitaria, un doctorado y una experiencia laboral dilatada no es algo que otorgue a los científicos (ni a nadie) sabiduría absoluta en todos los campos. Tener un conocimiento amplio y profundo sobre ciencia no significa saber de todo y es aquí donde los científicos a veces pecan de cerrazón. Si un profesional de otra disciplina realiza una crítica, es posible que tenga razón. Y quizás convendría valorar esa opinión profesional aunque no venga avalada por un centenar de estudios científicos sino por una dilatada trayectoria profesional en un campo desconocido para el científico.
La última acusación que Fallacy Man trata de desmontar es la de supuesta poca relación o implicación que los científicos tienen con la sociedad en general.
Sostiene el autor que eso no es verdad y que para prueba su blog. Estoy de acuerdo, hace unos años es posible que la conexión entre ciencia y sociedad fuera mínima por no decir inexistente, pero ahora mismo muchos científicos están haciendo un esfuerzo enorme por acercase a la sociedad, divulgando, sacando tiempo de donde no tienen y trabajando duramente para crear, mantener y fortalecer ese vínculo.
Este esfuerzo hay que agradecérselo y mucho, pero Fallacy Man se despeña después (una vez más) por el precipicio de la arrogancia científica argumentando que los científicos son gente muy ocupada, que trabajan muchísimas horas y que, además, sufren constantes ataques en la red por culpa de gente que les insulta.
Este argumento es justamente el que hace que la ciencia proyecte una imagen de arrogancia y desprecio hacia el resto de las actividades profesionales. ¿Los abogados no son gente ocupada? ¿Los economistas? ¿Los fotógrafos? ¿Los editores? Los blogueros sobre moda, alimentación, libros, escritura, cine, televisión o cualquier otro tema, ¿no sufren ataques y comentarios ofensivos?
Los científicos no son ni mejores ni peores que el resto de los profesionales y hay el mismo número de arrogantes, maleducados y desdeñosos entre sus filas que en cualquier otro campo profesional. Eso no quiere decir que, de vez en cuando, no convenga realizar un mínimo de autocrítica y pensar ¿Está siendo mi tono adecuado? ¿Es acertada la opinión de este profesional de los medios? ¿Es mi forma de expresarme la mejor manera de que la gente se acerque a lo que quiero contarles y necesitan saber?
PS: Por supuesto, y voy a dejarlo por escrito para que no haya duda, no estoy defendiendo ni sugiriendo ni de lejos que haya que ser considerado con opiniones claramente anticientíficas como las de los antivacunas, los absurdos defensores de las pseudociencias o los negacionistas del cambio climático.
Sobre la autora: Ana Ribera (Molinos) es historiadora y cuenta con más de 15 años de experiencia en el mundo de la televisión. Es autora del blog Cosas que (me) pasan y responsable de comunicación de Pint of Science España.
Emilio Molina
Me gusta el artículo en general, permíteme aportarle unas humildes pinceladas.
No soy científico, pero soy consciente de la tremenda importancia de su labor. Haciendo un símil un poco absurdo, para mí es como estar disfrutando de una fiesta en casa de otro, donde hay una pizza gigante en el comedor, de la que me he puesto las botas y no dudo en acercarle un trozo a quien veo que podría querer un poco o le vendría bien. La pizza está increíble, pero el tono en el que haces la propuesta, como bien dices, cambia mucho la situación. No es lo mismo un «ten un trozo de comida, miserable, aunque no la mereces» que un «hey, aquí nos han dejado esta maravilla y me encantaría compartir un poco contigo, ¿te apetece?».
Lo que pasa es que también entiendo lo que pasa cuando el otro coge el pedazo de pizza que le das y lo tira al suelo y lo pisotea, mientras dice «esta pizza lleva veneno, que me lo ha dicho aquél» y señala a un tipo subido en una silla cuñadeando sobre el mal trabajo de los pizzeros, lo idiota que es la gente que le hace caso y la ventaja de, no sé, chupar conchas marinas. Diré mejor estrellas marinas por si hay lectores argentinos. Y entiendo que los que han preparado la pizza contacten con la gente de la fiesta que suele llevar los chismorreos y les expliquen que de veneno nada, que la pizza está estupenda y lo que pasa es que el cuñado aquel se ha pasado con el alcohol, al igual que su madre mientras le llevaba en su vientre. Y con algunas drogas duras, también. Y el de los chismorreos juega al teléfono loco y cuenta la historia como le parece, dando a entender que es posible que aunque la pizza esté bien, hay gente con diarrea que dice que es por la pizza. Y entonces entiendo que los pizzeros manden un poco a la mierda al del chismorreo, al cuñado y a la santa madre del tipo que le quiera hacer caso, porque bastante tienen con preocuparse de preparar una pizza para millones, como para estar defendiéndose de acusaciones (mientras ven que al cuñado, encima, nadie le tose, pese a que es el primero que está llamando idiotas a todos).
Yo, como invitado de la fiesta, lo último que le diría al científico es «eh, tienes que mejorar tu tolerancia a las críticas e intentar explicarte mejor». Más bien le diría «yo también siento vergüenza ajena». Que quizá también sea arrogante, porque puede hacer parecer que me sienta superior, pero la situación, me sienta como me sienta, no deja de ser completamente injusta. Y si encima luego se me acerca alguien y me dice «y tú que quieres que coma pizza en vez de chupar estrellas de mar qué eres, ¿de la inquisición? ¿Te paga mucho la industria de la harina?». Y lo que querrías no es explicarle que la cosa no va así. Lo que querrías es echarles de la fiesta a patadas y que, si van a quejarse, al menos no usen los recursos que los que esos estupendos pizzeros han preparado para los demás (incluyendo cualquier dispositivo tecnológico). Pero también sé que eso no va a pasar, así que cabe comerse la frustración y, en pro de que no se monte un altercado que rompa demasiados muebles, tratas de mantener la calma y explicarle que las cosas quizá no sean como el cuñado le ha contado que son. Y que muchas, muchas gracias a los pizzeros, por seguir cocinando incluso para un público tan desagradecido en tantas ocasiones, que no sólo no sabe apreciar su trabajo, sino que lo desprecia alegremente.
Y ya me he quedado a gusto 😀
Ana Ribera
Gracias Emilio por el comentario… aunque me he perdido un poco entre pizza y conchas marinas 🙂
A ver, la base de este post está en un artículo escrito por un científico que intenta desmontar esas imágenes o percepciones que el público tiene de la ciencia. ¿Son reales esas percepciones? ¿No lo son? ¿Están en la ciencia misma o en determinadas actitudes de contados científicos? Por supuesto que la ciencia es importante y fundamental y le debemos mucho y hay que agradecérselo y hay que agradecer la labor de divulgación y el esfuerzo que muchos científicos hacen, por supuesto que sí, soy la primera en decirlo y en hacerlo. Y creo dejar claro en el post que estoy totalmente de acuerdo con ignorar completamente las opiniones estúpidas y no perder tiempo con ellas…
Muchas de las conclusiones del articulo de Falacy Man las comparto pero me hace gracia que la que más abiertamente quiere desmontar… es aquella en la que cae más porque su artículo es decididamente arrogante y cae en todo aquello que dice que es falso.
Emilio Molina
Entiendo la base del artículo. Mi visión del asunto, habida cuenta de los Sagan y los DeGrasse y las Diana Cowern y los José Manuel López Nicolás y las Clara Grima y los Francis R. Villatoro y los Manuel Toharia y las Laura Morrón del mundo, por poner sólo unos poquísimos ejemplos de buen hacer, es que la ciencia (entendida como el escrutinio de la realidad intentando minimizar los sesgos humanos) no sólo no es arrogante, sino que es todo lo contrario, humildad en tanto que reconoce que no sabe, y que, lo que sabe, seguramente es afinable, curiosidad en tanto que quiere saber lo que no sabe.
Contrapongámoslo un segundo con los gurús que, iluminados ellos, se creen con la verdad última, con la cura para todo, con las respuestas a todas las cuestiones (y si no funcionan, el que fallas eres siempre tú), con la respuesta más común en ciencia: «no lo sabemos… todavía».
Los humanos somos los arrogantes, y algunos harán arrogante la exposición de la ciencia. Por eso digo que centrarse en esa acusación en el campo de la ciencia es la misma que se podría hacer con la arrogancia política, la arrogancia periodística, la arrogancia del peluquero, la arrogancia del tarotista, la arrogancia del profesor, la arrogancia de absolutamente cualquier área en la que puedas encontrar humanos arrogantes en ellas. Es como quejarse de que el agua moja.
Ana Ribera
Emilio, repito que el post viene porque un científico consideró el tema lo suficientemente importante para dedicarle un post en su blog. Yo conozco también a muchos científicos, la mayoría de hecho, que son estupendos y nada arrogantes pero no se trata de lo que tú y yo conocemos, sino de la percepción que se tiene hacia fuera… y esa percepción existe. Y sí, ya he dicho que hay el mismo número de arrogantes entre los fontaneros, periodistas o peluqueros… pero son los científicos los que se sienten heridos por esa percepción y de ahí viene este post. De analizar si hay algo de real en eso.
Gracias otra vez.
Guillermo Ramos Pérez
Estoy 100% de acuerdo con éste artículo porque me parece muy razonable y lógico, así que lo de arrogantes va a depender del cristal con que lo miren, pues sepan que los años de paciencia tecnológica son muchísimos, y vaya que se encamina el fin de la especie humana o la creación de su eternidad .
Fco. Javier Martínez Guardiola
También habría que preguntarse porqué los que defienden chupar estrellas tienen tanto éxito.
Interesante post.
Ana Ribera
Hola Javier,
Tienen tanto éxito porque se venden bien. Obviamente, además, dan respuestas fáciles y supuestas soluciones a casi cualquier problema pero su atractivo principal es que se venden, algo que a la ciencia le cuesta muchísimo porque lo ve como una especie de traición a los altos ideales o algo así.
Las pseudociencias se venden, parecen inofensivos, cercanos, accesibles…. y la ciencia no.
¿Son arrogantes los científicos? …
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Hitos en la red #133 | Para Entretener
[…] Ana Ribera se pregunta ¿Son arrogantes los científicos? […]
Carlos OC
Excelente artículo. Estoy de acuerdo.
La arrogancia tiene que ver más con las formas y con despreciar al que sabe menos. Con el que sabe menos en tu campo (que el arrogante considera más importante que otros), porque en muchos otros aspectos la misma persona a la que haces de menos te puede dar una cuantas lecciones, por ejemplo en inteligencia emocional, en la calidad de sus relaciones afectivas, tenacidad y resilencia ante las adversidades…
¿No es gente muy ocupada cualquier madre soltera? ¿Los transportistas que trabajan de sol a sol? ¿Los autónomos que no tienen un minuto de descanso? ¿Los del bar que echan más horas que el tato? Aunque bien es cierto que ellos no se exponen públicamente a los trolls de internet, aguantan lo suyo todos los días. Arrogancia sería creerse superior al resto (especialmente a la gente más llana sin estudios) por el hecho de tener conocimientos.
Arrogancia en grado máximo es esa gente que termina una carrera sin haber aprendido a razonar y ser críticos y se creen mejores que el resto.
Un saludo.
Martín Calderón
Ana: me gustó mucho tu artículo, coincido con vos con el tema de que la arrogancia se percibe mucho más en la forma en que se dirige un científico al público no-científico antes que por el contenido de lo que dice. Esto es lo que los lingüistas indican como metafunción interpersonal.
Es posible, y aquí estoy especulando desde mis escasos conocimientos de sociología de la ciencia, que en la tarea cotidiana de los científicos ante sus pares, cuando presentan ideas y opiniones basadas en argumentos todos aceptan un mismo criterio de autoridad, un paradigma en el sentido amplio. Enseguida hacen una referencia concreta al origen y la forma de obtener la información con que respaldan sus afirmaciones. Y ojo que en ciertos momentos de la historia de las ciencias se registraron debates acalorados, con expresiones ciertamente muy arrogantes entre grupos opuestos.
Pero cuando el científico habla frente a otro, fuera de su cultura de rutinas y prácticas compartidas, se frustra y no puede explicarse con la misma soltura por la cantidad de cosas que él (o ella) toma como supuestos para articular sus argumentaciones (normalmente cada afirmación requiere de muchísima información aceptada como válida antes de empezar). El resultado es que sus estrategias de comunicación se tornan hacia una demarcación del principio de Autoridad y con ello transgreden las normas habituales de comunicación en la sociedad no científica.
Uno puede ver cómo esto se repite muchas veces, incluso cuando se ponen a dialogar dos científicos de áreas muy distintas como sucede entre aquellos provenientes de las ciencias naturales con los de las ciencias sociales, tarea que incluso ha dificultado el trabajo interdisciplinario en todo el mundo.
En Argentina tenemos un caso excepcional de un reconocido “divulgador científico”, que ha ganado varios premios y posee numerosos puestos laborales en esta área, que diseñó un programa televisivo de “divulgación” (palabra que ya contiene una semilla etimológica de esta arrogancia). En dicho programa él se presenta como conductor y pide que lo llamen como “el Doctor”, mientras que un segundo personaje que vendría a ser una persona con conocimientos técnicos es llamado como “el hombre de más acá” y un tercer personaje “inculto”, que suele ser ridiculizado y objeto de bromas constantes, es llamado “el hombre de más allá”.
Siempre me llamó la atención cómo tremenda violencia simbólica no fue percibida por nadie en la producción de ese programa, resultando tan contraproducente a los mismos objetivos mismos de difusión del conocimiento científico.