Michael Frazer
 
Acontecimientos políticos recientes han puesto al mundo del revés. El Reino Unido votando a favor del Brexit y los Estados Unidos eligiendo a Donald Trump como presidente eran cosas impensables hace 18 meses. De hecho, son tan extraordinarias que algunos se han preguntado si no podrían ser un indicio de que estamos realmente viviendo en algún tipo de simulación por ordenador o experimento alienígena.
Estos acontecimientos inesperados podrían ser experimentos para ver como nuestros sistemas políticos se las arreglan bajo presión. O podrían ser bromas crueles a nuestra costa realizadas por los guardianes alienígenas del zoo. O puede que sean solo pequeños problemas técnicos en el sistema que se suponía que no tenían que pasar. Quizás la reciente confusión en los Oscars o la improbable victoria del Leicester City en la Premier League inglesa o la de los New England Patriots en la Superbowl sean fallos similares.
El problema de usar estos complicados acontecimientos políticos como prueba de que nuestro mundo es una simulación es lo poco ética que sería una situación así. Si hubiese realmente un poder robot o alienígena que fuese lo suficientemente inteligente para controlar nuestras vidas de esta manera, existe una alta probabilidad de que hubiesen desarrollado el sentido moral de no hacerlo.
Los filósofos han estado discutiendo la posibilidad de que el mundo sea solo una ilusión durante cientos de años. Volvió recientemente a la atención pública cuando el fundador de SpaceX y Tesla Elon Musk sugirió que probablemente estemos viviendo en una simulación por ordenador, una versión para la vida real de The Matrix.
Haciéndose eco del filósofo Nick Bostrom, Musk argumentaba que la potencia computacional está aumentando tan rápidamente que nuestros descendientes encontrarían fácil llevar a cabo tantas simulaciones del universo como quisieran. Esto llevaría a un número ilimitado de universos simulados, pero solo seguiría habiendo un solo universo real. Las probabilidades de que el nuestro fuese el real serían infinitesimales.
Bostrom llega a la conclusión de que una de estas tres cosas tiene que ser ciertas. O bien la humanidad se extingue antes de que desarrolle una tecnología que haga posibles las simulaciones. O las civilizaciones avanzadas escogen libremente no llevar a cabo esas simulaciones. O estamos probablemente viviendo en una simulación. Bostrom y Musk apuestan por esta última opción.
La cuestión a la que nos enfrentamos es si acontecimientos inesperados como Trump o el Brexit hacen más o menos posible que estemos viviendo en una simulación. ¿Son el tipo de cosa que esperaríamos ver en un universo simulado?
Los politólogos habitualmente no pueden realizar experimentos en el mundo real para comprobar sus teorías como hacen otros científicos. Pero, ¿qué pasaría si pudiesen llevar a cabo una gigantesca simulación por ordenador para conseguir sus datos’ Brexit y Trump podrían ser experimentos deliberados diseñados para ver lo que ocurre cuando características claves de nuestro mundo se ponen bajo presión. ¿Puede la constitución de Estados Unidos protegerse a sí misma, incluso cuando los funcionarios son malévolos o incompetentes? ¿Puede el Reino Unido prosperar fuera de la Unión Europea? ¿Puede la democracia sobrevivir sin la protección de la OTAN?
Pero los experimentos en política global en el mundo real no solo serían prohibitivamente difíciles y caros. También serían inmorales. Está mal hacer sufrir a los sujetos de una investigación sin su consentimiento informado. El conocimiento puede ser valioso, pero no lo suficientemente valioso como para justificar la crueldad en su búsqueda.
Cada vez más venimos a darnos cuenta de que estas limitaciones éticas aplican no solo a los otros humanos, sino a todos los seres capaces de sufrir, incluyendo tanto a animales como a las inteligencias artificiales conscientes. Bostrom ha argumentado que en tanto una consciencia es capaz de experiencia subjetiva, el dolor o el miedo son experimentados de la misma manera, independientemente de si se manifiesta en neuronas o circuitos.
Puede que aún no tengamos una inteligencia artificial consciente, pero la Unión Europea ya está redactando borradores de propuestas para la protección de las “personas electrónicas”. E, igual que estaría mal para nosotros llevar a cabo experimentos crueles con una inteligencia artifical consciente, también estaría mal para nuestros amos digitales el realizarlos con nosotros. Esta es una buena razón para pensar que las civilizaciones avanzadas elegirían no simular nuestro mundo, incluso si tuvieran la capacidad técnica de hacerlo, porque hacerlo sería moralmente malo.
Monstruosidad moral
Bostrom argumenta que no está claro que crear un universo como el nuestro estaría mal, a pesar del sufrimiento que existe. También señala que nuestros posibles amos digitales, como los dioses de las religiones tradicionales, podrían recompensarnos con un gozoso más allá (simulado). Esta es una respuesta teológica tradicional a lo que se conoce como el problema del mal. Pero aún permanece la pregunta de si es ético hacernos sufrir primero y dar una compensación después.
Este argumento tampoco salva la sugerencia de que los acontecimientos recientes hacen más probable una simulación, más bien al contrario. Cuanto peor se vuelve el mundo, menos probable es que sea moralmente aceptable haberlo creado.
Por supuesto, incluso si simular nuestro mundo está mal, nuestros amos digitales lo podrían hacer de todos modos. No todas las civilizaciones avanzadas técnicamente son morales. Los nazis eran conocidos por su capacidad técnica. No es disparatado pensar que una victoria alemana en la Segunda Guerra Mundial, si bien una monstruosidad moral, no habría sido un desastre para la ciencia.
Pero hay una razón por la que el mundo descrito por Philip K. Dick en The Man in the High Castle [El hombre en el castillo], que recoge una situación así, está amenazado por una destrucción nuclear inminente. Sin la ética para limitar su uso, la ciencia y la tecnología son peligros graves para la supervivencia humana.
Lo que hace mucho más probable que una simulación del universo no sea creada nunca. O bien nuestros descendientes serán lo suficientemente éticos para no destruirse unos a otros y por tanto suficientemente éticos como para no simular un sufrimiento como el nuestro, o la humanidad se extinguirá antes de que sea capaz.
Tal y como dijo W. H. Auden, “debemos amarnos unos a otros o morir”. Y nunca pondríamos a criaturas a las que amamos en un mundo simulado lleno de malaria, hambrunas, guerras civiles…y Donald Trump.
Sobre el autor: Michael Frazer es profesor de teoría social y política en la Universidad de East Anglia
Texto traducido y adaptado por César Tomé López a partir del original publicado por The Conversation el 10 de marzo de 2017 bajo una licencia Creative Commons (CC BY-ND 4.0)
Antonio García
¡Excelente articulo! Muchas gracias por compartirlo.
Hitos en la red #161 – Naukas
[…] aguanta malamente un análisis filosófico serio. Por ejemplo, un contraargumento desde la ética: ¿Demuestran el Brexit y Trump que vivimos en una simulación por ordenador? (Por cierto, para los interesados en el asunto, la colección de enlaces de este texto es muy […]
the3rdman
El señor Frazer nos ha colgado un articulo burdo y ligero en el que se limita a arrimar el ascua a su sardina quedandose en el análisis de puntos de vista meramente amarillistas, para venir a soltar lo de la indemostrabilidad de vivir en una simulación;
una simulación puede abarcar mucho mas que una portada del times:
se pueden haber simulado constantes, leyes fundamentales, grados de recursividad, objetos fundamentales, en un entorno en el que simular una molecula de sacarosa, una proteina, o incluso un ser unicelular funcional no tenga la mas mínima conotación moral hasta llegar a hitler o trump.
En fin, un articulo lleno de simplezas.
Shadow
Claramente, vivimos en una realidad simulada por ordenador, con un posible -pero NO seguro- ‘más allá’ también simulado, lo cual explicaría muchas religiones!