A la Ciencia
¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?
¿Cómo debería él amarte? O ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?
¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?
¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?
Edgar Allan Poe, 1829.
En “La verdad sobre el caso Valdemar”, Poe nos ofrece una narración fría y minuciosa de un experimento de mesmerismo en que se hipnotiza a un enfermo terminal con tuberculosis y se detiene su muerte. La descripción de los pulmones del enfermo trata de demostrar los conocimientos de patología que Poe no tenía y que, seguramente, no le interesaban demasiado. El texto dice así, en traducción de Julio Cortázar:
“desde hacía dieciocho meses, el pulmón izquierdo se hallaba en un estado semióseo o cartilaginoso, y, como es natural, no funcionaba en absoluto. En su porción superior el pulmón derecho aparecía parcialmente osificado, mientras la inferior era tan sólo una masa de tubérculos purulentos que se confundían unos con otros. Existían varias dilatadas perforaciones y en un punto se había producido una adherencia permanente a las costillas…”
Y sigue la descripción del señor Valdemar, amigo del protagonista que nos cuenta la historia y que pretende hipnotizarle. Reconoce que nunca lo ha hecho con alguien a punto de morir.
Poe consiguió que el relato fuera considerado como una crónica periodística y su reseña incluso apareció en algún medio que lo aceptó como verosímil. Quizá, como afirma Joan Ferrús, de la Universitat Autónoma de Barcelona, lo que pretende Poe, por lo menos en este relato, es evidente: exagerar la situación de forma que consigue desacreditar el frío discurso de la ciencia con una historia que la supera. Es más, la primera parte del relato es científica en forma y contenido, con una descripción del experimento y observaciones certeras y detalladas. Sustituye la magia, el misticismo o la religión, que autores anteriores utilizaban para dar verosimilitud a sus personajes y tramas, por la ciencia. Pero, en la segunda parte del relato, con Valdemar detenido entre la vida y la muerte, y el final, con la rápida putrefacción del enfermo, escapa a la ciencia y se acerca al terror que tanto gusta al autor. Es la angustia que crea Poe:
“Perdí por completo la serenidad y, durante un momento, me quedé sin saber qué hacer. Por fin, intenté calmar otra vez al paciente, pero al fracasar, debido a la total suspensión de la voluntad, cambié el procedimiento y luché con todas mis fuerzas para despertarlo. Pronto me di cuenta de que lo lograría, o, por lo menos, así me lo imaginé; y estoy seguro de que todos los asistentes se hallaban preparados para ver despertar al paciente.
Pero lo que realmente ocurrió fue algo para lo cual ningún ser humano podía estar preparado.”
En otro relato, titulado Mellonta taula, claramente antecesor de muchos temas de la ciencia ficción del siglo XX, la trama está fechada en el año 2848, y la narradora protagonista se burla de la ciencia de Aristóteles, Euclides, Kant o Bacon, ataca el método científico y las técnicas de análisis por inducción y deducción. Dice, por ejemplo, que
“en todas las edades, los mayores obstáculos al progreso en las artes han sido creados por los así llamados hombres de ciencia.”
Para Poe, el método científico es “una noción tan absurda debió retrasar el progreso de todo conocimiento verdadero, que avanza casi invariablemente por saltos intuitivos.” Algo muy parecido declara el famoso personaje de Poe, el chevalier C. Auguste Dupin, en “El misterio de Marie Rogêt”,
“La historia del conocimiento humano ha mostrado ininterrumpidamente que la mayoría de los descubrimientos más valiosos los debemos a acaecimientos colaterales, incidentales o accidentales; se ha hecho necesario, pues, con vistas la progreso, conceder el más amplio espacio a aquellas invenciones que nacen por casualidad y completamente al margen de las esperanzas ordinarias. Ya no es filosófico fundarse en lo que ha sido para alcanzar una visión de lo que será. El accidente se admite como una porción de la subestructura. Hacemos de la posibilidad una cuestión de cálculo absoluto. Sometemos lo inesperado y lo inimaginado a las fórmulas matemáticas de las escuelas.”
Lo más importante, para el escritor, en la ciencia es la imaginación y, además, lo ideal es unir pensamiento e imaginación. Como ven, Poe fue un ilustre precursor del concepto de serendipia en la ciencia actual.
Edgar Allan Poe vivió en un siglo, el XIX, en el que todo progreso, bienestar y felicidad se basaba en la ciencia y en la tecnología. Solo hay que recordar a autores como Julio Verne y repasar alguna de sus obras, quizá «La isla misteriosa», novela en que la sabiduría y los conocimientos del ingeniero Ciro Smith salvan a los náufragos y los aúpan a un progreso inconcebible.
La sociedad del tiempo de Poe estaba ganada por una especie de fetichismo tecnológico (¿no les suena como algo muy de ahora?) y, en último término, científico. Y es curioso que el mismo Poe pensara, y quizá deseara, en algún momento de su vida de escritor que sería más recordado por sus ideas científicas, tal como aparecen en su extraordinario texto de astronomía titulado “Eureka”, que por sus relatos de ficción.
Pero, en muchos escritos de Poe la ciencia se utiliza para burlarse de la credulidad y fe de los lectores en ella o, también, para atacar el afán de explicar y justificar todo que caracteriza a muchos científicos, tal como ocurría en “La verdad sobre el caso Valdemar”.
En el relato titulado “El coloquio de Monos y Una”, Poe dedica un párrafo a los errores de la humanidad
“Como el hombre no podía dejar de reconocer la majestad de la Naturaleza, incurría en pueriles entusiasmos por su creciente dominio sobre los elementos de aquella. Mientras se pavoneaba como un dios en su propia fantasía, lo dominaba una imbecilidad infantil.”
Esto es la ciencia para Poe, “una imbecilidad infantil”.
Como escribió un experto en la obra de Poe, “fue el más calculador de los autores por lo que nunca debería confundírsele con los narradores perturbados, e incluso psicóticos, de sus relatos”. Para ello utilizaba la ciencia como hace en la historia de Valdemar con el mesmerismo. También recurre a la frenología para certificar la autenticidad científica del carácter de sus personajes y para confirmar su creencia personal de que el alma y el cuerpo forman una unión indisoluble.
En la tesis doctoral de María Isabel Jiménez, de la Universidad de Castilla-La Mancha en Ciudad Real, en su índice aparecen como temas recurrentes de ciencia en los escritos de Edgar Allan Poe la frenología, el mesmerismo, los viajes, la transformación de la materia y el paso de lo corpóreo a lo espiritual, los autómatas y la destrucción del universo. En este texto me centraré en los temas más cercanos a mis intereses como son la frenología, el mesmerismo y, también, en su libro sobre moluscos. Una ordenación de temas similar aparece en otra tesis, la de Carroll Laverty, de la Universidad de Duke, defendida en 1951. Es evidente que los expertos en la ciencia de Poe detectan parecidos temas científicos en su obra.
Edgar Allan Poe nació en Boston en 1809 y murió en Baltimore en 1849. Fue, como describe Wikipedia, escritor, poeta, crítico literario y periodista. Y murió joven, a los 40 años, y de causa sin determinar aunque hipótesis hay muchas: alcohol, congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis y algunas más. Su muerte, como su vida, también fue agitada y confusa.
Escribió cuentos, una novela, y poemas, y le hicieron conocido e influyente para muchos escritores de su época y posteriores. Algunos de sus textos se pueden clasificar en el género que ahora llamamos ciencia ficción. Se basaban en avances de la ciencia de su tiempo aunque, como hemos visto de sus cuentos, no sentía el optimismo típico de su siglo. Como formación científica y técnica tuvo un año de estancia en la Universidad de Virginia y recibió cursis en la Academia Militar de West Point.
En la historia de Valdemar, Poe utiliza el mesmerismo. Era, en su momento, una teoría que afirmaba que los seres vivos poseían una fuerza magnética, algún tipo de éter, que se podía liberar con varias técnicas y, entre ellas, la más utilizada y conocida era la hipnosis. Una vez liberado el magnetismo, servía para curar enfermedades. Como escribe Poe en el relato “Revelación mesmérica” : “Aunque la teoría del mesmerismo esté aún envuelta en dudas, sus sobrecogedoras realidades son ya casi universalmente admitidas”. Hoy el mesmerismo es considerado una pseudociencia.
El mesmerismo lo promovió el médico alemán Franz Mesmer, en el siglo XVIII, primero en Viena y, después, en París donde fue muy popular y solicitado por los enfermos. Ya en ese mismo siglo, el XVIII, y, más tarde, en el XIX, varias comisiones de académicos determinaron que no existía el fluido magnético y que las curaciones, si se producían, era por sugestión, lo que hoy llamamos efecto placebo. A pesar de estas conclusiones de los expertos oficiales, el mesmerismo fue muy popular en la primera mitad del siglo XIX y, por tanto, interesó a Edgar Allan Poe.
Como escribe Erik Grayson, Poe ridiculizaba la frenología pero, también, creía en ella y, en algunos escritos, comenta sus lecturas frenológicas y menciona que su propia cabeza ha sido examinada por varios expertos frenólogos. Así se describe a sí mismo:
“mi frente es extremadamente ancha, y se observan con prominencia los órganos del Idealismo, la Causalidad, la Forma, la Constructividad y la Comparación. Con órganos menores de la Eventualidad y la Individualidad.”
Fue una disciplina propuesta por el médico alemán Franz Joseph Gall a principios del siglo XIX. Hoy, como el mesmerismo, carece de toda validez y se clasifica como pseudociencia. Aquí debemos recordar a nuestro Sacamantecas, Juan Díaz de Garayo, y los frenólogos que estudiaron su cráneo ya en la segunda mitad del siglo XIX.
Su objetivo es la determinación del carácter según la forma del cráneo, la cabeza y el rostro. Cada cualidad de la persona se ubica en una zona concreta del cerebro y lo modifica, aumentando o disminuyendo su tamaño según la fuerza y uso de esa cualidad y, a su vez, los cambios de tamaño del cerebro provocan variaciones en el cráneo, con bultos y concavidades detectables al tacto. Palpando el cráneo se estudiaban sus formas y se podía determinar el carácter de la persona.
Sin embargo, los frenólogos nunca se pusieron de acuerdo ni pudieron demostrar qué zona del cerebro concreta albergaba y remodelaba el cráneo por cada cualidad del carácter. Cuando un frenólogo planteaba una hipótesis sobre estas localizaciones, no había otro que pudiera, o quizá quisiera, confirmarlo. Es en el relato “El demonio de la perversidad” donde Poe escribe lo que piensa de la frenología:
“En la consideración de sus facultades e impulsos de los prima mobilia del alma humana los frenólogos han olvidado una tendencia que, aunque evidentemente existe como un sentimiento radical, primitivo, irreductible, los moralistas que los precedieron también habían posado por alto.”
Poe afirma que ese sentimiento olvidado es la perversidad, que tanto le gustaban como tema de sus relatos, y que los frenólogos no habían sabido localizar en el cráneo. Poe cree en la frenología pero, como para toda ciencia humana, siente que es demasiado optimista en sus conclusiones y, por tanto, la deja de lado. Pero, sobre todo, estos párrafos frenológicos ayudan a Poe a confirmar con la ciencia la maldad de su protagonista. Da por hecho que sus lectores conocen y aceptan a la frenología como ciencia y saben los conceptos en que se basa.
Casi su única relación con la biología (aparte de “El Cuervo”) fue la publicación del “The Conchologist’s First Book, or A System of Testaceous Malacology”, con la primera edición en 1839. Fue la única obra de Poe reeditada, en 1840 y en 1845, en vida del autor.
El libro está firmado por Poe aunque nunca declaró, excepto en el prólogo del libro, que fuera su autor. Se basaba en el “Manual of Conchology”, de Thomas Wyatt, un reputado experto en moluscos de la época. Poe, y seguramente Wyatt, buscaban conseguir una versión reducida y más barata que interesara a los alumnos y a los principiantes en el estudio de los moluscos.
Como destaca Stephen Jay Gould, la mayor aportación al estudio de los moluscos en este libro es la unión de la Conchología con la Malacología, incluso desde el propio título. Hasta entonces no era habitual en estas guías pasar más allá de la descripción de la concha, más fácil de recolectar, estudiar y conservar en las colecciones. Pero Poe, en el Prefacio, reivindica el interés por las partes blandas de los moluscos y las añade a la descripción de las conchas, que ha tomado del libro de Wyatt. Parece que fue el mismo Poe el que tradujo del francés los estudios de las partes blandas según los estudios de Cuvier. Escribe Poe que “las relaciones del animal y la concha, con su misma dependencia… es radicalmente importante considerar ambas”.
Esta es parte de la ciencia de Edgar Allan Poe que si, por una parte parece que la despreciaba y solo la utilizaba para dar verosimilitud a sus relatos, por otra desconcierta por sus conocimientos científicos y por su admiración de los logros de la ciencia. Y, además, no olviden repasar “Eureka” para comprender la Astronomía que amaba Poe.
Referencias:
Ballesteros Roselló, F.J. & E. Llacer Llorca. 2015. Poe: A scientist at heart. The history of science fiction. Métode Science Studies Journal 5: 97-101.
Bonet Salfont, J.M. 2016. Science in Verne and Poe. The Pym case. Métode Science Studies Journal 6: 6-12.
Ferrús Vicente, J. 2009. El discurso científico en la obra de Edgar Allan Poe. Revista electrónica de teoría de la literatura y literatura comparada 1: 28-41.
Gould, S.J. 1997. El mayor de los éxitos de Poe. En “Un dinosaurio en el pajar”, p. 185-198. Crítica. Barcelona.
Grayson, E.W. 2005. Weird science, weirder unity: phrenology and physiognomy in Edgar Allan Poe. Mode 1: 56-77.
Jiménez González, M:I. 2013. Fantasía y realidad en la literatura de ciencia ficción de Edgar Allan Poe. Tesis Doctoral. Universidad de Castilla-La Mancha. Ciudad Real. 475 pp.
Laverty, C. 1951. Science and pseudo-science in the writings of Edgar Allan Poe. Tesis Doctoral. Duke University. Durham, NC.
Pizarro Obaid, F. 2011. Transformaciones y nuevas figuras de lo nervioso en la construcción de los relatos de Edgar Allan Poe. Acta Literaria 43: 79-93.
Scholes, R. & E.S. Rabkin. 1982. La ciencia ficción. Historia, ciencia, perspectiva. Taurus Ed. Madrid. 283 pp.
Urdiales Shaw, M. 2015. Disturbed minds in the nineteenth century. The tales of Edgar Allan Poe and Guy de Maupassant. Métode Science Studies Journal 5: 124-129.
Wikipedia. 2016. Edgar Allan Poe. 11 diciembre.
Yanes, J. 2010. Edgar Allan Poe, periodista científico. publico.es. 12 diciembre.
Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
Dariana C.R.
Hola soy una alumna de la EPO.88 Matutino del grupo 1°I. Este Blog se me izo interesante en el aspecto en como era su manera de pensar y ver las cosas Edgar Allan Poe hacia la ciencia, también me llamo la atención en una pequeña narración que izo sobre el experimento de mesmerismo en como se realiza.
Bueno ese seria mi comentario sobre este Blog .
Eduardo Angulo
Me encanta que te haya interesado, es una razón para escribir sobre estos temas.
Jean Sol Partre
Muy interesante, enhorabuena.
Aquí os dejo un enlace en el que también comentamos algunos aspectos científicos de los cuentos de Poe : http://literaturaconciencia.blogspot.com.es/search?q=poe
Saludos
Eduardo Angulo
Un blog muy interesante, gracias y lo recomiendo
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