No duermas, hay leones

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Valoramos mucho el sueño continuo y prolongado. Los especialistas recomiendan dormir unas ocho horas o, si se trata de infantes, más incluso. Sin embargo, muchas personas son insomnes; tienen problemas para conciliar el sueño, despiertan en más de una ocasión durante la noche o lo hacen demasiado pronto. El insomnio tiene efectos adversos sobre diferentes facetas de la vida cotidiana: genera problemas de atención, provoca falta de concentración y somnolencia, aumenta la probabilidad de sufrir accidentes, y puede desencadenar la aparición de trastornos mentales, entre otros. Por esa razón los problemas de sueño han recibido atención científica y médica, y se ha desarrollado toda una batería de fármacos para tratarlos. El insomnio ha llegado a ser considerado un problema de salud pública por parte de algunos especialistas. Y sin embargo, no en todas partes se toman el sueño de la misma forma.

“No duermas, hay serpientes” es el título de un libro del lingüista Daniel Everett en el que cuenta sus experiencias y lo que ha aprendido tras varias décadas conviviendo con pirahas, un grupo humano que vive en una de las zonas más recónditas de la Amazonia brasileña. El título es el saludo con el que los pirahas se desean las buenas noches y hace mención a uno de los aspectos más llamativos de la vida en la selva: en todo momento había personas despiertas en el poblado. Fuese cual fuese la hora del día o de la noche, se oían conversaciones aquí o allá. Los piraha alternaban periodos de sueño y de vigilia durante la noche, y justificaban ese comportamiento por la necesidad de estar alerta ante el riesgo, muy real, de ser atacados por animales peligrosos, como anfibios y reptiles venenosos o, también, grandes depredadores, como panteras o anacondas.

Hace cincuenta años, el psicólogo Frederick Snyder propuso que los animales que viven en grupos se mantienen vigilantes durante la noche debido a que no todos los miembros del grupo duermen con el mismo horario. En términos más técnicos se diría que unos y otros miembros del grupo tienen diferentes cronotipos. Y lo cierto es que los horarios de sueño tienden a cambiar con el paso del tiempo. Los jóvenes suelen permanecer despiertos hasta tarde, mientras que los más mayores tienden a despertar muy pronto.

David Samson y colaboradores se propusieron contrastar la hipótesis de Snyder y estudiaron para ello un grupo de cazadores-recolectores Hadza, del norte de Tanzania. Cada grupo está formado por unos treinta adultos, y cada unidad familiar pasa la noche en una choza. Convencieron a 33 adultos pertenecientes a dos poblados próximos para que se pusieran sensores de movimiento de forma permanente. Y comprobaron que durante prácticamente todo el tiempo –el 99,8% del tiempo de sueño muestreado- al menos un individuo se encontraba despierto o durmiendo de forma ligera, y que una media de ocho adultos se encontraban despiertos en cualquier momento de la noche. Eso era debido, casi en su totalidad, a la estructura de edad de los grupos y al hecho de que el cronotipo varía con la edad.

Los autores del trabajo sostienen que la existencia, ligada a las diferencias de edad, de diferentes cronotipos en un mismo grupo humano favorece un comportamiento nocturno “de tipo centinela” (así se denomina) y ha podido cumplir un papel importante en las sociedades de cazadores-recolectores de zonas con peligrosos depredadores. Sugieren, por ello, que la tendencia a trasnochar de los jóvenes y los despertares tempranos de los mayores han podido proteger a nuestros antepasados de perecer en las fauces de algún gran felino africano durante parte importante de nuestro pasado.

Fuente: Samson et al (2017) Chronotype variation drives night-time sentinel-like behaviour in hunter-gatherers Proceedings of the Royal Society B

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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU


Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario Deia el 30 de julio de 2017.

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