Analizando los resultados de la prueba SAT que se realiza en los Estados Unidos para acceder a los estudios universitarios, S. García (Michigan, EEUU) y A. Tor (Haifa, Israel) han observado que dichos resultados son peores cuanto mayor es el número de personas que realizan la prueba en una misma dependencia. También han observado el mismo fenómeno al analizar los resultados de una prueba analítica muy sencilla, denominada “Cognitive Reflection Test”.
Ese fenómeno podría tener más de una explicación. Podría deberse a que en los sitios con mucha gente hay más ruido y, en general, más distracción, o ser consecuencia del modo en que quienes se examinan reaccionan a la percepción del número de posibles competidores.
Tras esos primeros resultados, hicieron estudios adicionales. Pidieron a un conjunto de estudiantes universitarios que realizaran una prueba sencilla lo más rápido que pudiesen, sin preocuparse demasiado por la corrección de las respuestas y ofrecieron una recompensa económica al 20% que lo hiciesen en menos tiempo. A la mitad de los que iban a hacer la prueba les dijeron que competían contra otros diez y a la otra mitad, que lo hacían contra otros cien. Pues bien, la mitad que pensaban que competían contra diez respondieron al test en 29 s y la otra mitad en algo más de 33 s, una diferencia de más de un 10%. Nótese que el resultado difirió entre los dos grupos por el simple hecho de variar el número de competidores, aunque el porcentaje premiado fuese el mismo en ambos casos, el 20%, como se ha dicho.
En una siguiente prueba pidieron a unos estudiantes que imaginasen que participaban en una carrera de 5 km; unos creían que corrían en un grupo formado por 50 corredores y los otros que el grupo era de 500, y en ambos casos se les dijo que el 10% que obtuviese mejores posiciones se llevaría un premio de 1.000 dólares. Y lo que se les preguntaba era por el esfuerzo que estaban dispuestos a hacer en cada caso. El esfuerzo se expresaba en términos relativos, con un mínimo de 1 (correr algo más rápido que lo normal) y un máximo de 7 (la carrera más rápida de su vida). Resultó que los que creían correr contra 50 estaban dispuestos a realizar un esfuerzo mayor (5’4 en la escala de 1 a 7) que los que creían correr contra 500 (4’9 en esa misma escala).
Los autores del trabajo denominaron efecto “n” (n de número) a la influencia que ejerce la percepción del número de competidores sobre el esfuerzo que se está dispuesto a hacer para obtener unos resultados en un entorno competitivo. Las implicaciones prácticas de estos resultados, de confirmarse, son evidentes, aunque no lo es tanto su significado. Es comprensible que se gradúe el esfuerzo en función de lo fácil o difícil que se perciba obtener recompensa cuando el número de recompensados es fijo, pero carece de sentido que esa misma graduación se haga cuando es un porcentaje el que recibe premio. Aunque en realidad podría ocurrir que, dado el proverbial anumerismo de la mayoría de los miembros de nuestra especie, los sujetos encuestados respondiesen sin una noción clara de esa diferencia y pensando que la existencia de muchos competidores disminuye de suyo las posibilidades de obtener recompensa. De ser así, cabe pensar que la evolución nos ha dotado de una curiosa herramienta mental para economizar esfuerzos, sobre todo cuando pensamos que esos esfuerzos pueden ser baldíos. Pero la confusión número-porcentaje, a la que tan dada es nuestra especie, engaña una vez más.
Fuente: Stephen M. García & Avishalom Tor (2009): The N-Effect-More Competitors, Less Competition. Psychological Science 20 (7): 871-877.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
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