Todos estamos más o menos familiarizados con la tabla periódica de los elementos, una representación gráfica de todos los elementos que componen toda la materia a nuestro alrededor, e incluso a nosotros mismos. Publicada por el ruso Dimitri Mendeleyev en 1869, desde entonces se han ido añadiendo nuevos elementos según se iban descubriendo. En total, hoy contiene 118 elementos, los últimos añadidos en 2015.
44 de ellos están al borde de la desaparición. No de la tabla, sino del mundo. Los elementos, igual que los seres vivos, se extinguen, y un buen puñado de elementos están cerca de hacerlos o se verán en esa situación en el próximo siglo. Están todos recogidos en esta versión de la tabla periódica que marca en amarillo, naranja y rojo los elementos amenazados según su lo crítico de esa amenaza. Entre ellos, algunos que echaremos de menos si efectivamente terminan desapareciendo.
El motivo por el que han recibido esta clasificación es diferente en cada uno de ellos, pero tienen que ver con la escasez de la oferta respecto a la demanda, prácticas de reciclaje inexistentes o ineficientes, la dificultad para extraerlos o directamente su escasez en la corteza terrestre.
¿Con qué haremos nuestros móviles cuando no haya indio?
Muchos de ellos están en riesgo por la multiplicación descontrolada de pantallas y dispositivos táctiles, que necesitan para funcionar decenas de estos elementos. Es el caso del indio, un elemento esencial de la capa transparente que se encarga de transportar la electricidad en esas pantallas.
El problema es que el indio no se encuentra en concentraciones suficientemente abundantes como para que sea rentable extraerlo, así que la mayoría del que se utiliza actualmente proviene de minas de zinc, ya que es un subproducto de su extracción. Además, la cantidad de indio que hay en estos dispositivos de hecho es minúscula, así que el trabajo necesario que haría falta para recuperar el indio de pantallas y dispositivos desechados no resulta rentable tampoco.
Los generadores de energías renovables también son enormes consumidores de algunos elementos, y las baterías de los coches eléctricos no se quedan atrás. El litio, de lo que están hechas muchas baterías se encuentra en este grupo.
El helio: el curioso caso del segundo elemento más abundante del universo
Es curioso el caso del helio. Este gas está entre los más abundantes del universo y por tanto resulta irónico clasificarlo como un elemento seriamente amenazado durante los próximos 100 años. El problema es que es un gas tan ligero que se escapa de la atmósfera terrestre sin dificultad, lo que quiere decir que a cantidad de helio presente en la Tierra no hace más que disminuir.
Y eso es una faena porque el helio tiene mucha utilidad para nosotros: desde llenar divertidos globos en fiestas y desfiles hasta enfriar imanes en dispositivos como los escáneres de imagen médica o los aceleradores de partículas. Para evitar su extinción, habría, por un lado, que tratar de reciclar el helio que se utiliza para estos fines y así darle un nuevo uso, y por otro desarrollar procesos que capturen el helio que se produce en las extracciones de gas natural y evitar que este preciado recurso se escape.
Pero ¿por qué iba a hacerlo nadie? Actualmente el helio es un elemento demasiado barato: cuesta muy poco comprarlo, y por tanto no hay nadie interesado en reciclarlo o encontrar nuevas formas de producirlo.
Los tres problemas que esto supone
Esta tabla periódica de elementos en peligro de extinción forma parte de un informa publicado por la American Chemical Society en el que se ponían frente a frente dos riesgos o amenazas ya conocidas.
Por un lado están las agresiones medioambientales causadas por la minería y los procesos de extracciones de algunos metales y minerales, que además de ser en sí mismas dañinas, dependen de combustibles fósiles que producen grandes cantidades de emisiones contaminantes, perjudiciales para el cambio climático y directamente para la salud humana.
La otra es la necesidad de mantener a las industrias provistas de los materiales que necesitan, algunos de ellos metales y tierras raras como el galio, que solo se generan como subproductos de fundiciones y otros procesos industriales.
Pero hay un tercer riesgo: la concentración de muchos de estos elementos que escasean o que se prevé que escaseen en un futuro próximo en determinadas zonas, como China o África, lo que puede dar pie a nuevas tensiones y equilibrios geopolíticos en las próximas décadas.
Por eso, no nos quedemos solo en las ballenas, los pandas y otros animales adorables (y aprovecho este cierre para reivindicar también la protección de los animales feos, de los que ya hablaremos otro día) y protejamos también a los elementos amenazados. ¡Salvemos al helio!
Referencia:
T.E. Graedel et al (2015) Criticality of metals and metalloids PNAS doi:
Sobre la autora: Rocío Pérez Benavente (@galatea128) es periodista
Masgüel
«Para evitar su extinción, habría, por un lado, que tratar de reciclar el helio que se utiliza para estos fines y así darle un nuevo uso, y por otro desarrollar procesos que capturen el helio que se produce en las extracciones de gas natural»
Aunque el motivo no es evitar su extinción, parece haber un tercer medio de reducir el derroche de helio. Embotellarlo con un 20% de oxígeno, aunque mi querencia liberal repugne la medida.
http://assisted-dying.org/blog/2015/04/24/australian-warning-on-diluted-helium-tanks/
Por otro lado, el respiratorio, quizá interese al profesor Pérez.