El ciclo de vida de los seres humanos tiene algunos rasgos que nos diferencian claramente de nuestros parientes los grandes simios: maduramos más tarde, crecemos más lentamente, somos más fecundos y vivimos bastantes más años. En las mujeres, además, la mayor longevidad supone la superación, con la menopausia, del periodo de fertilidad.
De acuerdo con la “hipótesis de la abuela” la gran explosión demográfica y el éxito de nuestra especie en la colonización de muy diversos hábitats en la Tierra no hubiera sido posible sin la contribución de las personas adultas que sobrepasan con creces el periodo fértil. Según esta hipótesis, la longevidad fue necesaria para la acumulación intergeneracional y la transferencia de la información sin la cual los seres humanos no hubiesen dispuesto del volumen de conocimiento ecológico necesario para sobrevivir en casi todo tipo de entornos y tampoco hubiera sido posible mantener las complejas estructuras sociales que hacen única a nuestra especie.
La antropóloga Rachel Caspari, de la Universidad de Michigan en Ann Arbor y su colega Sang-Hee Lee de la Universidad de California en Riverside, se propusieron analizar en qué medida se había modificado la longevidad a lo largo de la historia evolutiva reciente de nuestra especie. Para ello estudiaron 768 cráneos de individuos adultos de distintas especies correspondientes a los anteriores 3 millones de años de historia del linaje humano. En el estudio determinaron si los cráneos correspondían a adultos jóvenes o a adultos viejos, estableciendo para distintos momentos o especies, la proporción entre unos y otros. Y se comprobó que, efectivamente, a lo largo del tiempo se ha producido un aumento importante en la longevidad, pero sobre todo, que ese aumento ha sido espectacular en el caso de Homo sapiens, nuestra especie.
Considerados en conjunto, tan solo un 10% de los cráneos de los australopitecinos estudiados correspondían a adultos viejos; el porcentaje subía a un 20% en los primeros representantes del género Homo, y a un 33% en los Neandertales. Pero el gran salto se produce con Homo sapiens: en el Paleolítico Superior temprano, un 68% de los individuos analizados eran adultos viejos.
Según Rachel Caspari y Sang-Hee Lee, “lo que nos hace modernos es la contribución de los individuos más viejos”. Es una bonita paradoja.
Fuente:
Rachel Caspari y Sang-Hee Lee (2004): Older age becomes common late in human evolution. Proceedings of the National Academy of Sciences 101: 10895-10900; DOI: 10.1073/pnas. 0402857101
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU