¿Es mejor tener hijos o no tenerlos? ¿Proporcionan los hijos satisfacciones o desvelos? ¿Quiénes viven mejor, quienes tienen hijos o quienes no los tienen? Esto es objeto de discusión, no solo en la calle, en la familia o la cuadrilla. También se han hecho esta pregunta en el mundo académico.
En un estudio realizado en los Estados Unidos llegaron a la conclusión de que la satisfacción con la vida es ligeramente más alta para quienes tienen hijos que para quienes no los tienen, aunque las diferencias son muy pequeñas. Esa mayor satisfacción se manifiesta en más alegría, sonrisas y disfrute (pero menos tristeza), aunque quienes tienen hijos también experimentan más enfado, preocupación y estrés (pero menos dolor físico).
Ahora bien, se da la circunstancia de que las personas que tienen hijos suelen tener también otras características que proporcionan bienestar. Lo normal es que tengan ingresos más altos, estén casadas, sean más religiosas, estén más sanas y mejor educadas. Y es sabido que esas características influyen de forma favorable en la valoración de la vida. Por lo tanto, podría ocurrir que la razón por la que las personas con hijos valoren algo mejor sus vidas que las que no los tienen no tenga mucho que ver, en el fondo, con los hijos, sino con esos otros factores. Además, podría ser que fuera de los Estados Unidos las cosas fuesen diferentes.
Por esa razón, en un estudio paralelo analizaron datos procedentes de 161 países. De este segundo estudio concluyeron que, en general, los hombres con hijos experimentan emociones más intensas, tanto positivas como negativas. No así las mujeres. De hecho, en dos terceras partes de los países las madres no experimentan emociones positivas de forma más intensa que las que no lo son. Hombres y mujeres viven la experiencia de la paternidad o maternidad de forma diferente, y mejor en el caso de los hombres.
También concluyeron que en las áreas donde las mujeres tienen más hijos, quienes los tienen (padres y madres) tienden a valorar peor sus vidas que quienes no los tienen. Lo contrario ocurre en los países con baja fecundidad; en éstos, las personas que tienen hijos tienden a valorar mejor sus vidas. Esa tendencia es, además, estadísticamente muy significativa. O sea, cuanto mayor es la tasa de fecundidad de un país, más probable es que la gente que tiene hijos esté menos satisfecha con su vida.
En resumen, la valoración de la vida y su relación con la paternidad o maternidad depende mucho de las circunstancias. En los países que no han iniciado aún la transición demográfica, tener hijos hace que la vida resulte menos gratificante o más penosa, y las cosas son aún peores para las mujeres. En estos países la paternidad y, sobre todo, la maternidad no suelen ser opciones voluntarias. Sin embargo, una vez se ha producido la transición demográfica, los hijos suelen ser el resultado de una elección y quizás no quepa esperar que tenerlos o no tenerlos vaya a afectar en un sentido u otro a la valoración de la vida. Al fin y al cabo, si se trata del resultado de una elección libre, quien desea tener hijos ya se ha hecho su composición de lugar y aunque no es posible anticipar cómo saldrá la experiencia, al menos ha hecho lo que creía le iba a proporcionar una vida mejor. Y lo mismo cabe decir para quien ha decidido no tenerlos. Así pues, seguramente no tiene demasiado sentido preguntarse acerca de si la vida es mejor o peor por el hecho de tener o no tener hijos.
Fuente: Angus Deaton y Arthur A. Stone (2014): “Evaluative and hedonic wellbeing among those with and without children at home” PNAS 111 (4): 1328–1333
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario Deia el 23 de septiembre de 2018.
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