Cuenta Plinio el Viejo en uno de los tomos de su gran obra Historia Natural una anécdota muy curiosa entre la reina de Egipto, Cleopatra, y el general romano más famoso del momento, Marco Antonio. Resulta que Cleopatra quería impresionar a Marco Antonio para que se convirtiera en su aliado militar y político y, ya de paso, en su amante particular. Para ello se le ocurrió hacer una apuesta con el general romano, asegurándole que le invitaría al banquete más suntuoso y caro al que habría asistido en su vida. Cuando llegó la celebración del ansiado festejo, las cosas no estaban saliendo como Cleopatra esperaba, ya que el romano no parecía en absoluto impresionado con lo que le estaban ofreciendo. Incluso, con cierto sarcasmo, Marco Antonio le dejó caer a la reina egipcia que se estaba aburriendo. Cleopatra reaccionó rápido y con la chulería que parece que la caracterizaba. Pidió a uno de sus esclavos que le llevase una copa de vinagre de vino, se quitó una de las enormes perlas que decoraban sus pendientes, la dejó caer en la copa, esperó unos segundos a que se disolviese y se la bebió. Eso sí impresionó a Marco Antonio, que ya no se separó de la reina egipcia hasta el momento de su muerte.
La historia es muy bonita, pero veamos qué dice la ciencia sobre esta anécdota. Por un lado, tenemos una perla. Las perlas son unas estructuras compuestas por carbonato cálcico (CaCO3) cristalizado en forma de un mineral llamado aragonito, y por una proteína orgánica denominada conquiolina. Estas estructuras son segregadas por algunos moluscos bivalvos, como las ostras, para proteger su cuerpo blando cuando entra alguna partícula externa, a la que van envolviendo de manera progresiva en carbonato hasta asegurarse de que dicha partícula ya no representa ningún peligro para su integridad. Por otro lado, tenemos vinagre de vino. El vinagre es básicamente ácido acético (CH3COOH) diluido, un ácido considerado débil. En definitiva, tenemos una base (la perla) y un ácido (el vinagre) que vamos a mezclar.
Si recordamos un poco las clases de química del instituto, en esa reacción se produce una sal en estado sólido, dióxido de carbono en forma gaseosa y agua líquida. Es decir, que la perla de Cleopatra acabaría reaccionando con el vinagre generando una sustancia sólida carbonatada mezclada con agua en una copa burbujeante, que sería lo que se habría bebido la reina egipcia. Pero hay algo que no hemos tenido en cuenta, ¿esta reacción habría sucedido en unos segundos? Pues aquí es donde entra la leyenda. El hecho de que el acético sea un ácido débil determina el tiempo de la reacción. Para poder disolver el carbonato cálcico de la perla habrían pasado varios días y, además, habrían tenido que ir añadiendo más vinagre cada cierto tiempo.
Vamos, que parece inviable que Marco Antonio se quedase sentado esperando a que terminase la reacción durante unos cuantos días, así que esta historia bien podría ser un simple mito. Eso, o Cleopatra se tragó una enorme perla utilizando vinagre de vino para acompañarla, después de engañar al romano tras generar un poquito de espuma en una copa, que tampoco lo descarto.
Hasta aquí he hablado de historia, leyendas y química. Pero ahora le toca el turno a la geología. Y es que los geólogos empleamos diferentes ácidos para que reaccionen con sustancias minerales de manera controlada y facilitarnos el trabajo en numerosas ocasiones. Un ejemplo es su utilización como mecanismos de extracción química de fósiles en el ámbito de la paleontología. Y el ácido acético diluido es uno de los más empleados para disolver las rocas y los sedimentos carbonatados cuando realizamos estudios de restos fósiles de vertebrados.
Los restos óseos tienen una composición fosfática que resiste mucho mejor el ataque del ácido acético que los materiales conformados por carbonato cálcico. La metodología de trabajo es simple, se sumerge la muestra de matriz carbonata que incluye los fósiles fosfáticos en ácido acético diluido y se deja actuar durante varias horas, incluso días. A continuación, se lava abundantemente con agua corriente, hasta eliminar la mayor parte del compuesto carbonatado resultante de la reacción química, y se deja secar al aire. Este proceso se puede repetir sucesivas veces hasta que nos quedemos únicamente con los restos óseos que nos interesan analizar.
Y aunque este proceso es lento y laborioso, por suerte los geólogos tenemos más paciencia que Marco Antonio (y sabemos un poco más de química que él).
Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU
Predicador Malvado
Otra leyenda transmitida por los historiadores romanos (ahora mismo no recuerdo cuál) muy relacionada (químicamente) con esta, es que Aníbal disolvió con vinagre caliente roca caliza para poder atravesar un pasaje en su famosa ruta con elefantes desde la Península Ibérica hacia Roma.