Antes nacían más en primavera y verano, ya no

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Foto: Valeria Zoncoll / Unsplash

Antes de 1960 la frecuencia de nacimientos en España variaba de forma clara a lo largo del año, con dos máximos, uno muy marcado en abril y el otro, mucho más atenuado, en septiembre. Los niños y niñas nacidas en abril habían sido concebidas en junio o julio del año anterior, mientras que los y las que vieron la luz en septiembre, lo habían sido en el diciembre anterior. A partir de 1960, sin embargo, ese ritmo estacional empezó a desvanecerse. Y durante el periodo comprendido entre 1990 y 2000, ya no hubo ritmo estacional alguno en el número de nacimientos. Estos son los resultados principales de un estudio que analizó la estacionalidad de los nacimientos en España desde 1941 hasta 2000. En total, fueron 33421731 nacimientos durante 60 años.

Ese ritmo era similar al que se había observado antes en otros países europeos, y también en Canadá y Australia, aunque en los Estados Unidos solo se producía un máximo claro de nacimientos en el mes de septiembre. También se había observado en otros estudios que la estacionalidad se había atenuado con el paso de los años, con una disminución de la frecuencia de nacimientos en primavera y un aumento en otoño, aunque en ningún otro país se había documentado su desaparición, como ocurrió aquí.

En 1940 España era un país eminentemente rural. La fecundidad no estaba controlada como lo estuvo unas décadas después. A partir de 1960, sin embargo, hubo un desarrollo industrial acelerado, acompañado por un flujo de población masivo hacia las ciudades. En las últimas décadas del siglo XX se generalizó el uso de anticonceptivos eficaces, por lo que las mujeres pudieron decidir el número de hijos e hijas que tendrían y, hasta cierto punto también, el periodo de la concepción.

La disminución de la estacionalidad en las concepciones se empezó a producir con el éxodo hacia las ciudades, aunque su desaparición total seguramente tuvo su causa en el uso de anticonceptivos. Investigaciones anteriores en otros países europeos habían llegado a la conclusión de que ciertos factores ambientales eran los principales responsables de los ciclos de fecundidad antes del desarrollo industrial. Y de entre esos factores, parece que el fotoperiodo (horas diarias de luz) era clave. Así cabe interpretar el máximo primaveral de concepciones. El descenso estival, muy marcado en España en las décadas de los cuarenta y cincuenta, probablemente obedecía al aumento de la temperatura. De hecho, la probabilidad de concepción parece ser inferior a la media por debajo de 5 ºC y por encima de 21 ºC. Y el progresivo descenso en el máximo primaveral a partir de la década de los sesenta era seguramente consecuencia del control creciente de las condiciones ambientales, ligado a la mejora de la situación económica.

Es normal que la actividad reproductora de los animales tenga ciclos estacionales, porque la probabilidad de sacar adelante a la progenie depende, sobre todo, del alimento disponible. El fotoperiodo actúa así como señal ambiental, de manera que, como se ha visto en el caso español y otros países occidentales, el máximo de fecundaciones ocurre cuando los días son largos. Ese ritmo conduce a un mayor número de nacimientos entre marzo y octubre, que es la mitad del año en la que es previsible que haya más alimento disponible para las madres lactantes. Por eso, cuando el régimen de luz se uniformiza por efecto de la iluminación artificial, ese factor deja de ejercer su efecto, de la misma forma que la disponibilidad de alimento deja de variar con el curso estacional. Son las consecuencias del desarrollo.

Fuente: Cancho-Candela, R., Andrés-de Llano, J. M., Ardura-Fernández, J.: Decline and loss of birth seasonality in Spain: analysis of 33 421 731 births over 60 years. J Epidemiol Community Health. 2007 Aug; 61(8): 713–718. doi: 10.1136/jech.2006.050211


Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

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