Las subastas de objetos que han pertenecido a un personaje famoso revelan un aspecto interesante del comportamiento humano. En un estudio se analizaron cuatro subastas, una de objetos pertenecientes a J F Kennedy (JFK) y su esposa, Jacqueline (JO) (1297 objetos), otra de objetos pertenecientes a Marilyn Monroe (MM) (288 objetos), y una tercera de objetos pertenecientes a Bernard Madoff (BM) –el financiero norteamericano encarcelado tras estafar a miles de personas de todo el mundo con sus operaciones de especulación piramidal– y Ruth, su esposa (RM) (489 objetos). Vamos con los resultados del estudio.
De entrada y como parece lógico, el precio inicial del objeto condiciona el precio final. Por otro lado, los objetos de personajes bien valorados (JFK, JO y MM) alcanzan un mayor valor en la subasta; este es el efecto del factor «valencia». Esos dos resultados no tienen demasiado misterio. Tiene más interés el efecto del «grado de contacto físico» del personaje con el objeto (tal y como lo perciben tres personas desconocedoras del estudio). Ese factor influye de forma positiva en el precio final de los objetos de JFK y JO, y de MM; de forma negativa, aunque marginal, en el de los objetos de BM, y ningún efecto en el de los objetos de RM. Pero hay una interacción entre los factores considerados que tiene especial interés: resulta que el grado de contacto físico con un objeto hace que su valor aumente solo si la valencia es positiva, o sea, si los personajes están bien considerados por los compradores. Si, como ocurre con B. Madoff, el personaje está mal considerado, cuanto más contacto físico se percibe que tuvo con sus objetos, menor valor alcanzan estos en la subasta. Por último, los coleccionistas valoran en mayor medida los objetos que recuerdan a sus antiguos propietarios de forma explícita.
Una vez realizado el estudio anterior, sus autores fueron un poco más allá. A 435 personas seleccionadas al azar les preguntaron cuánto estarían dispuestas a pagar por una prenda de ropa perteneciente a un personaje que admirasen y por la misma prenda de una persona a la que detestasen. Dividieron luego a esas personas en tres grupos y preguntaron a los mismos sujetos cuánto pagarían por esos mismos objetos tras manipularlos de tres formas diferentes. Las manipulaciones consistieron en esterilizar la prenda, en decirles que ya no podrían venderla, y en decirles que el jersey había sido llevado directamente de su almacén a la casa de subastas. Esta tercera condición era una especie de control y estaba pensada para sugerir la idea de que otras personas habían estado en contacto con la prenda.
En el caso de personalidades admiradas, la esterilización de la prenda reducía la cantidad de dinero que se hubiera pagado por ella. Sin embargo, en el caso de los personajes detestados, ocurría lo contrario: pagarían más por la prenda tras esterilizarla. La condición consistente en no poder venderla redujo ligeramente su valor en ambos casos, y la tercera manipulación no ejerció ningún efecto en el caso del personaje admirado, pero sí aumento el valor de la prenda en el otro caso, el del personaje detestado.
A la vista de esos resultados, parece que el interés de la gente por tener recuerdos de personajes célebres refleja, en realidad, una creencia en el contagio. Eso es, al menos, lo que sugiere el hecho de cuanto más contacto físico con un objeto se le supone al personaje, más valor gana ese objeto por comparación al de partida en la subasta, y esa conclusión se refuerza al comprobar que una hipotética esterilización del objeto hace que pierda valor. Es importante, además, que la asociación positiva entre el grado de contacto con el objeto y su valor solo se produzca en el caso de personajes admirados.
A la gente le gusta adquirir objetos de personajes famosos. Las casas de subastas ponen a la venta antiguas pertenencias de cantantes, líderes políticos, actores o actrices, u otros. Y se llegan a pagar grandes cantidades por esos objetos, bastante más de lo que costarían si en vez de haber pertenecido a un personaje famoso, se hubiesen adquirido directamente en una tienda. Además, el valor de los objetos varía, como hemos visto aquí, dependiendo del grado de contacto físico que quien lo compra piensa que tuvo el personaje en cuestión con el objeto. Para valorar este resultado en sus justos términos, pensemos que el contacto físico importa porque se le atribuye un efecto de contagio, y el contagio es una forma de pensamiento mágico en virtud del cual, la gente cree que ciertas cualidades inmateriales o la esencia de una persona pueden ser transferidas a un objeto mediante contacto físico.
Fuente: George E. Newman y Paul Bloom (2014): “Physical contact influences how much people pay at celebrity auctions” PNAS 111 (10): 3705–3708.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU