Si alguna vez habéis golpeado una roca con un martillo geológico, habréis comprobado que no siempre se produce el mismo ruido. Obviamente, ese sonido depende, directamente, de la composición de esa roca. Os podéis encontrar con algo parecido a un «chof» apagado y sordo si machacáis una arcilla, pero también seréis capaces de desvelar un agudo sonido metálico al hacer chocar vuestro acero inoxidable con un sulfuro de hierro que os transportará a las melodías que se desprenden en una forja. Esto que a veces nos sirve en el campo a las personas que nos dedicamos a la Geología para hacernos una primera idea, muy burda y grosera, de los materiales que nos encontramos en nuestra investigación, se ha trasladado incluso al mundo de la música. Y no me estoy refiriendo a emplear diferentes aleaciones metálicas para construir instrumentos musicales, sino a utilizar directamente rocas para jugar con los sonidos que producen y generar así melodías muy particulares.
Un ejemplo muy directo y, probablemente, el más conocido entre la gente del norte de la Península Ibérica, lo encontramos en un grupo de música folk del País Vasco llamado Oreka TX. Este grupo se caracteriza por emplear instrumentos musicales tradicionales de la cultura vasca, en especial la txalaparta. Para que os hagáis una idea, una txalaparta es una especie de xilófono de grandes dimensiones que se toca por, al menos, dos personas puestas en pié y que dejan caer dos grandes palos de manera vertical sobre las tablas de madera que conforman el instrumento. Pues hace unos años este grupo decidió innovar un poco y crearon la primera txalaparta de piedra, en concreto, formada a partir de láminas de una roca metamórfica denominada pizarra. La pizarra procede de la transformación de una roca sedimentaria siliciclástica como la arenisca (formada principalmente por granos de cuarzo o SiO2) debido a la presión y la temperatura sufridas por su enterramiento durante millones de años. Y tiene una característica que la hace muy especial y útil para el ser humano denominada pizarrosidad: aparece formando planos muy finos a través de los cuales es muy fácil separar lajas o láminas de la roca, por lo que se ha empleado durante siglos como cubiertas de paredes y tejados en nuestros edificios. Pero esta debilidad a lo largo de las superficies planares se convierte en una enorme resistencia ante la presión en dirección perpendicular a las mismas. Vamos, que si golpeamos una pizarra de manera vertical en la superficie formada a 90 grados de sus planos de debilidad, nos va a costar mucho fracturarla. Pues Oreka TX aprovechan esta propiedad de la roca, creando láminas de pizarra de diferentes grosores y longitudes a las que golpean con fuerza en la vertical, arrancando curiosas melodías de las rocas. El sonido que desprende esta txalaparta, comparado con los que se obtienen de una tradicional de madera, es mucho más agudo, vibrante y profundo, transportándonos, si me permitís que me ponga un poco poética, a los ruidos que nos regala el agua goteando lentamente en la profundidad de una cueva.
Os he puesto de ejemplo un instrumento de percusión, el tipo de instrumentos en los que podemos pensar si hablamos de usar rocas para hacer música. Pero, ¿os imagináis que pueda existir un instrumento de viento o, mejor dicho y para ser más correcta, un instrumento de aire insuflado mediante un teclado construido en piedra? Pues para conocerlo debemos viajar al levante español, en concreto, a la localidad alicantina de Novelda. Allí, a los pies de su muralla medieval, se encuentra el Santuario de Santa María Magdalena, una iglesia de estilo modernista que recuerda mucho a la Sagrada Familia de Barcelona. En su interior se encuentra un inacabado órgano cuyos tubos están tallados en piedra. En concreto, se ha empleado una roca extraída de los alrededores y que recibe el nombre comercial de «mármol Rojo Alicante».
Se trata de una roca sedimentaria carbonatada, es decir, una caliza, formada en un ambiente marino poco profundo, de aguas transparentes, cálidas y bien oxigenadas del Jurásico, que suele presentar un abundante contenido fósil, entre el que destacan unos cefalópodos de concha enrollada llamados ammonites, muy similares a los actuales nautilus, y unos de concha recta, antecesores de los recientes calamares, denominados belemnites. La denominación de «rojo» procede de la presencia de hierro en el sedimento carbonatado original, cuya oxidación ha proporcionado a la roca unos tonos anaranjados cuyo brillo destaca una vez pulidas las losas. Como os comento, el órgano está sin terminar, pero tienen expuestos en el Santuario los tubos ya fabricados, dentro de los que insuflan aire para que las personas visitantes podamos apreciar su sonido. Y, de nuevo, me resulta muy difícil describirlo, porque su tonalidad es completamente diferente al sonido producido por cualquier órgano común construido con tubos de metal. Si le sumamos la reverberación y el eco generados por el edificio, en el que también han empleado diversas rocas ornamentales típicamente explotadas en los alrededores, como el propio «mármol Rojo Alicante», el efecto que produce este particular instrumento de piedra te transporta a los sonidos primordiales generados por la naturaleza.
La existencia de estos instrumentos de piedra nos hace viajar, de nuevo, a nuestros orígenes. Cuando quienes nos precedieron golpeaban dos rocas entre sí para generar fuego o construir herramientas, descubrieron que también podían crear sonidos armoniosos y con diferentes timbres y tonos dependiendo de su composición. Al menos, yo imagino el origen de la música de esta manera. Un arte que luego se ha ido perfeccionando con el tiempo hasta convertirse en algo indispensable para nuestra vida actual. Y el motivo por el que yo viaje una semana todos los años a la provincia de Alicante durante el mes de agosto, lo que me ha permitido conocer y disfrutar de su órgano de piedra, uniendo así dos de mis pasiones. Sin duda, como siempre digo, la Geología está en todas partes, hasta en los instrumentos musicales.
Agradecimientos:
Quiero dar las gracias a Francisco «Patxy» García Garmilla, Catedrático jubilado de Petrología Sedimentaria de la Universidad del País Vasco, magnífico profesor y mejor persona, por dar a conocer la existencia del órgano de piedra de Novelda durante una conferencia magistral que impartió con motivo de una Sesión Científica de la Sociedad Geológica de España celebrada en Leioa. Y a mi mejor amiga, Jone Mendicoa, por acompañarme a visitar el Santuario de Santa María Magdalena de Novelda durante nuestras vacaciones para disfrutar de los sonidos de la piedra, junto a muchos otros sonidos de metal, y darme la idea de escribir este artículo.
Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU