Las rocas también tienen pasaporte

Fronteras

Recientemente se ha publicado un artículo en la revista Nature en el que se propone un nuevo lugar de origen para una roca que forma parte del yacimiento megalítico Stonehenge llamada “el Altar”, situándolo a más de 750 kilómetros del mismo. Este descubrimiento ha abierto una acalorada discusión arqueológica sobre el posible proceso del transporte de este bloque rocoso de más de seis toneladas de peso hace miles de años. Pero lo que ha pasado más desapercibida es la importancia de la Geología en este estudio, ya que sin ella habría sido imposible llevarlo a cabo.

Yacimiento megalítico de Stonehenge, situado en el Condado de Wiltshire, Inglaterra. Foto: Diego Delso / Wikimedia Commons

El yacimiento megalítico de Stonehenge se localiza en el sur de Inglaterra y tanto su origen, construcción y función en el mundo prehistórico han sido objeto de debate desde hace siglos, llegando incluso a formar parte de la leyenda artúrica británica, atribuyéndole cualidades mágicas asociadas al famoso druida Merlín. Pero, dejando de lado la mitología, gran parte de los estudios arqueológicos realizados hasta la actualidad se han basado en determinar el origen de las rocas que conforman las estructuras aquí preservadas. Para ello, los equipos de investigación se han centrado en analizar las características litológicas de las mismas, es decir, en su origen (metamórfico, ígneo o sedimentario) y su composición mineral, buscando los materiales más similares presentes en áreas cercanas y que pudieron constituir las antiguas canteras de extracción del material pétreo. De esta manera, y hasta la publicación de este nuevo artículo, las rocas de Stonehenge se dividían en dos tipos: 1- las autóctonas, consistentes en unas rocas sedimentarias llamadas areniscas procedentes de Marlborough, una zona situada a unos 25 kilómetros al norte del yacimiento; y 2- las alóctonas, o “de fuera”, conformadas por una mezcla de rocas ígneas (doleritas y riolitas) y areniscas provenientes, a priori, de Mynydd Preseli, un sistema montañoso que aflora al sur de Gales, aproximadamente a 250 kilómetros de Stonehenge.

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Vista en planta del yacimiento de Stonehenge con identificación de los tipos de rocas empleado en su construcción, señalando la roca denominada “el Altar”. Imagen modificada de Clarke et al. (2024).

El método clásico de atribuir el origen de una roca ornamental a partir únicamente de la observación de su composición, aspecto general y contenido fósil, entre otras características litológicas, tiene un problema importante: rocas que se han formado en el mismo ambiente, durante la misma edad y bajo las mismas condiciones geológicas en áreas muy distantes son, prácticamente, idénticas en su aspecto general. Es necesario un análisis geológico muy detallado, basado en estudios microscópicos y geoquímicos, para encontrar las características que hacen única a cada roca y, así, poder determinar, con total precisión, su origen geográfico.

Este ha sido el error cometido, durante décadas, en Stonehenge. Al intentar explicar las técnicas extractivas y, sobre todo, las de transporte de estos bloques rocosos decenas o cientos de kilómetros por el sur de Inglaterra en una época en la que todavía se discute si se había descubierto o no la rueda en Mesopotamia, la lógica nos impulsa a pesar que, por fuerza, usaron las rocas que tenían más cerca. Pero, si algo nos han enseñado las pirámides de Egipto, es que no debemos minusvalorar los conocimientos en ingeniería civil de las civilizaciones pretéritas. Y Stonehenge no es una excepción.

Centrándonos en este artículo, un equipo conformado por investigadores británicos y australianos se fijó en que una roca arenisca conocida como “el Altar”, situada en la parte central del complejo megalítico y cuya procedencia se presuponía en el sur de Gales, presentaba algunas características litológicas externas un poco diferentes del resto que la rodeaban, así que quisieron confirmar su área fuente. Para ello, decidieron datar con precisión la roca, es decir, calcular su edad.

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Aspecto al Microscopio Electrónico de Barrido de varios cristales de zircón. La barra de escala representa 0,1 mm. Imagen modificada de Dröllner, M., Barham, M., Kirkland, C.L. y Ware, B. (2021) Every zircon deserves a date: selection bias in detrital geochronology Geological Magazine 158(6), 1135-1142.

Es aquí donde entran en juego los protagonistas de esta historia, tres minerales llamados zircón, apatito y rutilo. Estos minerales son prácticamente indestructibles, ya que, una vez que se forman, dan igual los procesos geológicos que les afecten que ellos van a permanecer inalterables, quedando como pequeñas cápsulas del tiempo dentro de las rocas. Además, en su estructura química incluyen isótopos radiactivos que, con el paso del tiempo, se van a transformar en otros isótopos diferentes. En concreto, Uranio (U), que se transforma en Plomo (Pb), y Lutecio (Lu), que se convierte en Hafnio (Hf). Como podemos medir el contenido en U-Pb y Lu-Hf presente en estos minerales y sabemos cuánto tiempo es necesario que transcurra para que se produzca esta transformación isotópica, es posible darle una edad absoluta a cada uno de estos minerales.

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Lugares de origen de las rocas empleadas en el yacimiento megalítico de Stonehenge. En naranja se delimitan las áreas en las que afloran antiguas rocas areniscas en Gran Bretaña. La línea roja marca la separación entre las rocas con zircones formados hace más de 1000 millones de años (parte norte), de aquellas con minerales más modernos (parte sur). Imagen modificada de Nature, basada en el trabajo de Clarke et al. (2024).

Cuando el equipo de investigación dató los cristales de zircón, apatito y rutilo presentes en el bloque de arenisca conocido como “el Altar”, descubrió que la mayoría tenían una edad comprendida entre los 1000 y los 2000 millones de años. Al comparar estos resultados con otros trabajos previos realizados en las areniscas de zonas cercanas al yacimiento de Stonehenge, encontraron que sus minerales se formaron hace entre 500 y 700 millones de años. Es decir, que cuentan una historia geológica diferente, por lo que la roca con la que se construyó “el Altar” no puede proceder de las canteras galesas. Pero sí existen unas areniscas que incluyen en su composición cristales de zircón, rutilo y apatito con una edad superior a 1000 millones de años en Gran Bretaña. Estas rocas se sitúan al norte de Escocia, a casi 800 kilómetros de distancia de Stonehenge. Habían encontrado la zona originaria de la que se extrajo la extraña roca que adorna la parte central del yacimiento megalítico, la otra punta de la gran isla.

La principal enseñanza que nos deja este artículo es que las rocas tienen un pasaporte isotópico que marca su lugar de origen y que saber interpretarlo puede ayudarnos a cambiar nuestra percepción de las habilidades de las civilizaciones que nos precedieron, cambiando la historia tal y como la conocemos. Y aunque eso sea papel de la Arqueología, la Geología también tiene mucho que decir.

Referencia:

Clarke, A.J.I., Kirkland, C.L., Bevins, R.E. Pearce, N.J.G., Glorie, S. y Ixer, R.A. (2024) A Scottish provenance for the Altar Stone of Stonehenge Nature doi: 10.1038/s41586-024-07652-1

Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU

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