Agua en las profundidades de Marte: la historia que nos cuentan los terremotos

Planeta B

Tengo la sensación de que repito mucho este leitmotiv en la sección de Planeta B, pero creo que hay cosas que es importante remarcar por si alguien no ha leído los anteriores artículos que escribimos sobre este tema: la búsqueda de agua en Marte ha sido el tema central en el diseño de las distintas misiones espaciales desde hace décadas.

No solo del agua existente hoy día en sus diferentes estados, sino también la búsqueda de señales que apuntaran a un pasado donde el agua pudiese haber sido abundante en la superficie del planeta y, por tanto, un mundo mucho más habitable. Y ojo, no estamos faltos de pruebas, especialmente de la presencia de agua líquida en el pasado: Hemos observado la existencia de redes fluviales y extensos deltas, contemplado evidencias de paleotsunamis y detectado la existencia de minerales hidratados, entre muchos otros detalles. Por lo tanto, la evidencia de que hubo agua líquida en Marte es más que abrumadora, pero, ¿qué pasa hoy en día con el agua de Marte? ¿Desapareció prácticamente toda o está repartida en los distintos reservorios del planeta?

Imagen en perspectiva de la cuenca de Hellas, en Marte. Esta depresión es uno de los cráteres de impacto más profundos de todo el Sistema Solar. Debido a este hecho, en las zonas más profundas la presencia de surgencias de agua líquida -efímeras, eso si- y cargadas en sales sería posible gracias a la mayor presión atmosférica, bajo determinadas condiciones de temperatura. Imagen cortesía de ESA/DLR/FU Berlin.

Pero encontrar agua en estado líquido ha sido algo mucho más complicado. Su superficie es un desierto frío, con una presión muy baja para mantener al agua líquida discurriendo libremente durante largos periodos de tiempo. Ello a pesar de que, en algunos lugares más deprimidos, lo podría hacer de manera efímera, especialmente si esta agua contiene suficientes sales que tengan efecto anticongelante. Así que el único lugar de Marte donde quizás podrían existir masas de agua líquida estable sería en el subsuelo, si bien también se ha discutido la posible existencia de lagos subglaciales bajo el polo sur marciano, en la interfaz entre el hielo y la corteza del planeta.

En noviembre de 2018 aterrizó en Marte la misión InSight, una sonda cargada de una serie de instrumentos que nos están permitiendo conocer mejor el interior del planeta, a pesar de que dejó de funcionar a finales de 2022. Su instrumento estrella era SEIS, un sismómetro tremendamente sensible diseñado para detectar el máximo número de terremotos marcianos y cuyos datos siguen exprimiendo e interpretándose a día de hoy.

Durante su misión detectó más de 2000 eventos sísmicos, desde terremotos a impactos de distintos cuerpos contra la superficie de Marte. El análisis de la propagación de las ondas sísmicas por el interior del planeta nos ha ayudado a conocer mejor como es su estructura interna, tal y como hacemos en la Tierra.

Uno de los detalles que han llamado la atención a los científicos es lo que conocemos como discontinuidades sísmicas, lugares del interior de los planetas donde la velocidad de las ondas sísmicas cambia bruscamente. En Marte se han detectado dos de estas a unos 10 y 20 kilómetros de profundidad, y que se habían interpretado anteriormente como cambios en el tipo de roca o en su porosidad.

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El sismómetro de la misión InSight -o SEIS, por su siglas en inglés- situado ya sobre la superficie marciana con su aislamiento contra el viento y los cambios de temperatura. Imagen cortesía de NASA/JPL-Caltech.

Pero un nuevo artículo publicado por Katayama et al. (2024) en la revista Geology proponen una interpretación un tanto diferente y no exenta de polémica. ¿Y si la discontinuidad que se observa a 10 kilómetros es fruto de la transición entre una capa en la que sus fracturas están secas y otra capa en la que las fracturas están rellenas de agua líquida?

Este pequeño matiz puede parecer sutil, pero tiene un gran impacto en la propagación de las ondas sísmicas a través de las rocas. Las ondas sísmicas viajan a velocidades distintas dependiendo de como son los materiales que atraviesan y el estado en el que estos se encuentren. Las rocas con fracturas secas -o rellenas de aire, en este caso- hacen que las ondas sísmicas se ralenticen. Por otro lado las rocas que tienen sus fracturas llenas de agua harían que la velocidad de las ondas sísmicas aumentase, ya que transmiten estas de una manera mucho más eficiente. A partir de estos dos fenómenos se podrían originar las discontinuidades que han observado los científicos.

¿Cómo han llegado a esta conclusión? Pues han realizado distintos experimentos de laboratorio, usando un tipo de roca similar al que se encuentra en la corteza marciana: la dolerita o diabasa. La trataron con calor para generar sistemas de fracturas artificiales y midieron la velocidad de propagación de las ondas sísmicas bajo diferentes condiciones: secas, saturadas en agua o congeladas.

En el primer caso, las fracturas estarían llenas de aire. En el segundo, las fracturas estarían completamente llenas de agua, aunque en este caso sería más bien una salmuera, ya que sospechamos de la existencia de sales en las aguas subterráneas marcianas. Y por último, congeladas significa que las rocas se someten a bajas temperaturas para lograr que las fracturas estén rellenas de hielo.

Los experimentos sobre las muestras “secas” mostraban, tal y como se esperaba, unas velocidades de propagación de las ondas sísmicas más lentas y en las muestras saturadas en agua las ondas sísmicas alcanzaban velocidades mayores. En las rocas con el agua congelada en sus fracturas la velocidad de las ondas sísmicas era muy similar a la de las rocas sin fracturar.

Posteriormente trabajaron en un modelo experimental para crear un perfil de velocidad de las ondas sísmicas en la corteza marciana. Y como resultado observaron que el modelo que mejor se ajustaba a los datos observados por la InSight era en el que existía una transición entre las rocas cuyas fracturas estaban secas y las empapadas por el agua.

Este estudio tiene una serie de consecuencias muy interesantes. La primera es que, si se están en lo cierto, hay una evidencia importante de agua líquida en la corteza marciana a partir de los 10 kilómetros de profundidad. Aunque hay estudios -como por ejemplo el de Jakosky et. al. (2025), pero en este caso basado principalmente en modelos físicos frente a los experimentales de Katayama et al. (2024)- también sugieren la posible existencia de agua en el subsuelo, aquí los datos experimentales sirven como una prueba importante.

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Un conglomerado asoma en el lugar de aterrizaje del Curiosity. Es una de las múltiples pruebas recogidas por las misiones espaciales de que el agua fluyó en algún momento por su superficie. Cortesía de NASA/JPL-Caltech/MSSS.

En segundo lugar, si efectivamente existe agua líquida, estaríamos ante un ambiente potencialmente habitable, protegido de la intensa radiación por las rocas que lo separan de la superficie. En nuestro planeta conocemos microorganismos que son capaces de vivir incluso en ausencia total de la luz a grandes profundidades. Estaríamos en un entorno no solo de gran interés astrobiológico, sino uno al que también habría que proteger de la contaminación, algo que tendrán que reflejar bien los protocolos de protección planetaria.

Otra derivada importante del estudio es que nos puede ayudar a comprender mejor donde se fue toda el agua de Marte cuando empezó a transformarse de un planeta con un ciclo del agua en su superficie al planeta seco que es hoy día. Es cierto que se sospechaba que parte de esa agua pudo haber migrado hacia el interior de la corteza, pero hasta ahora carecíamos de cualquier prueba por las dificultades obvias que supone observar esta posible reserva.

Y, por último, esta agua podría ser un importante recurso para las futuras misiones tripuladas, tanto para su consumo como para fabricar el combustible para los cohetes que tengan que despegar desde Marte. Es cierto que si el agua existe por debajo de los 10 kilómetros de profundidad supone un importante reto logístico, pero podría ser un agua más accesible que la que se pueda encontrar en los polos, especialmente si las misiones tripuladas se centran en el ecuador para maximizar la energía solar.

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Las rayas de color más oscuro que se ven en esta imagen podrían estar provocados por efímeros flujos de agua que caen ladera abajo a partir de capas de roca porosas, empapadas en agua o hielo. Imagen cortesía de NASA/JPL-Caltech/Univ. of Arizona.

No obstante, todavía faltan muchos datos por obtener para poder confirmar la existencia de agua en la corteza. De hecho, la discusión científica está servida, ya que en las últimas semanas ha aparecido una carta en PNAS escrita por Jakosky (2025) que, si bien no niega la posibilidad de que esta interpretación sea la correcta, sí que afirma que no es la única interpretación posible de los datos tomados por la InSight, y que los cambios en la velocidad de las ondas sísmicas podrían darse sin necesidad de que las rocas estén saturadas en agua.

Por cierto, un apunte final. En la tercera temporada de la serie “For all mankind” se tratan algunos de los aspectos éticos y humanos de encontrar agua líquida en Marte. Muy recomendable para hacer una reflexión de lo que verdaderamente puede significar este descubrimiento.

Referencias:

Jakosky, B. M. (2025). Results from the inSight Mars mission do not require a water-saturated mid crust. Proceedings of the National Academy of Sciences doi: 10.1073/pnas.2418978122

Katayama, I., & Akamatsu, Y. (2024). Seismic discontinuity in the Martian crust possibly caused by water-filled cracks. Geology doi: 10.1130/g52369.1

Wright, V., Morzfeld, M., & Manga, M. (2024). Liquid water in the Martian mid-crust. Proceedings of the National Academy of Sciences doi: 10.1073/pnas.2409983121

Sobre el autor: Nahúm Méndez Chazarra es geólogo planetario y divulgador científico.

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