La mentira, la publicidad engañosa, los bulos, el engaño y la desinformación se han convertido en parte de nuestra vida diaria. Los humanos somos capaces de engañar porque tenemos capacidades cognitivas muy superiores a las de cualquier otro animal. Es cierto que en la naturaleza encontramos muchos ejemplos de información falsa. El cuco se aprovecha de otros pájaros que terminan alimentando a su cría en perjuicio de su propia prole. El mimetismo batesiano consiste en la imitación de una especie peligrosa o desagradable para eludir a los depredadores. Más sofisticados son los drongos, unas aves africanas que imitan sonidos de alarma propios de otras especies, aves o suricatas, para ahuyentarlas y quedarse con su comida.
Todos estos ejemplos ilustran estrategias de engaño fijas, inscritas en el repertorio del comportamiento de cada especie. Sin embargo, existe otro tipo de engaño más “humano”, flexible y adaptable a las circunstancias. Este engaño, denominado “táctico”, implica la utilización de un comportamiento “honesto” en un contexto diferente para burlar a otros individuos. El engaño táctico requiere evaluar tanto la perspectiva propia como la del observador. Debe también implicar memoria a corto y largo plazo, así como aprendizaje y evaluación del contexto. Evidentemente, esto solo es posible si se cuenta con habilidades cognitivas superiores.
El engaño táctico se ha observado en nuestros parientes más cercanos, los primates. Los geladas (cercopitecos africanos) suprimen los sonidos propios de la cópula para evitar ser oídos por el macho dominante si este no puede ver a la pareja, pero sí es capaz de oírla. Otro cercopiteco emite un falso sonido de alerta ante un depredador para detener la agresión de un congénere. Los ejemplos son más numerosos entre los grandes simios, especialmente en los chimpancés. Aquí encontrarán algunos de ellos.
Más allá de los mamíferos, el engaño táctico se ha observado en los córvidos. Los cuervos tienen por costumbre esconder alimento. Cuando son observados por otros cuervos simulan moverlos de sitio, pero esto lo hacen solo si han sido previamente robados. Esto implica situarse en una perspectiva diferente de la propia, además de una buena capacidad de aprendizaje.
Tratamos aquí este tema a causa de una reciente revisión publicada por investigadores de la universidad de Cambridge sobre la capacidad de engaño táctico en los cefalópodos. Son bien conocidas las habilidades cognitivas de estos animales, que cuentan con cerebros comparables en tamaño relativo y complejidad a los de vertebrados. Según algunas hipótesis, el desarrollo de estas capacidades se debió a la reducción de la concha típica de los moluscos, que por un lado les permitió una eficaz actividad depredadora, pero por otro los convirtió en potenciales presas.

La revisión describe numerosos ejemplos. Quizá el más sorprendente es el de las sepias macho que son capaces de desplegar dos patrones de color diferentes en los dos lados del cuerpo (Figura 1). El lado orientado hacia la hembra despliega el patrón típico del cortejo masculino, mientras que si hay un macho al otro lado, la sepia muestra un falso patrón femenino para evitar que el rival se entrometa en el cortejo.
En otros casos se ha observado cómo una joven sepia macho adopta patrones de coloración femeninos para aproximarse a hembras protegidas por un macho más grande. En cuanto este macho dominante se distrae, la sepia “travestida” se revela como macho e intenta el apareamiento, en ocasiones con éxito. Las sepias también pueden formar un patrón que simula la presencia de dos ojos en la parte posterior del cuerpo para engañar a un depredador. Curiosamente, esto lo hacen cuando el depredador utiliza su vista para detectar las presas, pero no cuando la detección es sobre todo química o eléctrica, como es el caso de los cangrejos o tiburones. Es decir, su estrategia de engaño es contextual y depende del reconocimiento de su amenaza.
Otros casos mencionados en la revisión se refieren al calamar enano (Idiosepius paradoxus). Esta especie utiliza, como otros calamares, nubes de tinta para escapar de una amenaza, pero también las usa para la captura de presas. Como se puede ver en el siguiente vídeo, la tinta puede servir para crear una pantalla delante de la víctima, y atacar a través de ella, o bien para distraer su atención mientras el ataque se produce desde otra dirección.
El calamar enano (Idiosepius paradoxus) utiliza tinta para confundir a una presa durante el ataque. De Sato et al. (2016) doi: 10.1007/s00227-016-2833-y.
La revisión del grupo de Cambridge concluye con una serie de interesantes preguntas. ¿Realmente los cefalópodos están practicando un engaño táctico genuino, es decir, estrategias flexibles que dependen de la identidad y comportamiento del observador? ¿Hasta qué punto es de aplicación en estos animales el concepto de “teoría de la mente”, es decir, la capacidad de atribuir estados mentales (intenciones, deseos, conocimiento) a uno mismo y a otros individuos? Si esta capacidad es exclusivamente humana o si se extiende a otros animales (primates, córvidos) es un tema muy debatido en la actualidad.
Referencias
Drerup, C., Garcia-Pelegrin, E., Wilkins, C., et al. (2025). Tactical deception in cephalopods: a new framework for understanding cognition. Trends Ecol. Evol.. https://doi.org/10.1016/j.tree.2025.04.016.
Sobre el autor: Ramón Muñoz-Chápuli Oriol es Catedrático de Biología Animal (jubilado) de la Universidad de Málaga.