El lado oscuro de las hormigas: esclavistas, okupas e inductoras al matricidio

Vida fascinante

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Polyergus lucidus. Foto: Gary D. Alpert, Harvard University – © Museum of Comparative Zoology, The President and Fellows of Harvard College / AntWiki

Entre los himenópteros sociales (hormigas, abejas y avispas) ser reina no es una tarea fácil. Hay que aparearse con uno o varios machos, fundar una colonia, recluirse en ella y pasar todo el tiempo poniendo miles de huevos que serán atendidos por un creciente número de obreras. A cambio, las obreras cubrirán las necesidades de la reina, pero no parece una forma de vida muy atractiva.

Tal vez por este motivo es muy frecuente entre los himenópteros sociales y, en particular, entre las hormigas, buscar alternativas para que sean otros quienes se ocupen total o parcialmente de los descendientes de una reina. Estas estrategias se conocen como “parasitismo social”, y pueden ser más o menos extremadas. Aquí pueden descargar una excelente revisión de este tema.

Un caso frecuente de parasitismo social es el de la dulosis o esclavización de hormigas de una especie por otra diferente. Este comportamiento es practicado por más de cien especies pertenecientes a cuarenta linajes diferentes, lo que quiere decir que ha evolucionado múltiples veces de forma independiente. Las obreras de la especie esclavista organizan expediciones, asaltan otros hormigueros, y roban las pupas, trasladándolas al propio nido (Figura 1). Allí las cuidan hasta que se hacen obreras. Las secuestradas adoptan el comportamiento de sus captoras, colaboran en el mantenimiento de la colonia, en la búsqueda de alimento y, en ocasiones, en saqueos de otros hormigueros, incluso de los de su propia especie. Un ejemplo que tenemos en nuestra península es Polyergus rufescens, que esclaviza a hormigas del género Formica.

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Figura 1. A la izquierda, obreras de Polyergus lucidus regresando de una expedición de robo de pupas de la especie Formica incerta. En el saqueo participan ejemplares de Formica asimilados a la colonia de Polyergus (flecha). Foto: James C. Trager CC BY-SA 3.0. A la derecha, reina de Polyergus lucidus con obreras de Formica archboldi. Foto: Adrian A. Smith / Entomological Society of America CC BY 2.5.

Todavía más radical es lo que hacen algunas reinas, como las de la especie americana Polyergus breviceps. Es otra especie esclavista pero, ocasionalmente, las reinas se unen a la expedición en búsqueda de hormigueros ajenos. Cuando encuentran uno, evitan el ataque de las obreras liberando una feromona. Después buscan a la reina local, la matan, y se frotan contra ella para adquirir su “firma” química, básicamente unos hidrocarburos que recubren el caparazón de quitina (mimetismo químico). A partir de ese momento, las obreras se pondrán al servicio de la nueva reina, la alimentarán, y criarán su prole.

Menos truculentas son las reinas que podríamos llamar okupas[1], pertenecientes a géneros muy diversos (p.e. Tetramorium inquilinum) y que, en muchos casos, no producen obreras. Las reinas, de muy pequeño tamaño (2-3 mm), emiten señales que les permiten ser aceptadas en un hormiguero ajeno. Allí se encaraman sobre otras hormigas, particularmente sobre las reinas locales, y son alimentadas por las obreras con la dieta real. Sus huevos, de los que salen machos y las futuras reinas, son también cuidados por las obreras locales.

El caso que nos ocupa hoy es, probablemente, el más espectacular de todos. Se describe en un artículo recientemente publicado en la revista Current Biology por investigadores japoneses. Enfrentarse a la reina de un hormiguero ajeno implica riesgos, por la respuesta defensiva de las obreras y de la reina misma, que luchará a muerte contra la agresora. Para evitar estos riesgos, dos especies de hormigas asiáticas, Lasius orientalis y Lasius umbratus, han desarrollado una estrategia insólita para apoderarse de las colonias de dos especies cercanas, L. flavus y L. japonicus, respectivamente. En lugar de matar a la reina de estas especies, las rocían repetidamente con una sustancia procedente de su abdomen. El resultado es que las obreras consideran a su reina y madre como una invasora extraña, y la atacan sin piedad hasta matarla (Figura 2). Podemos ver todo el proceso en este vídeo incluido en el artículo de Current Biology (no recomendado para personas sensibles).

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Figura 2. A: Hormiga reina de Lasius orientalis (negra) acercándose a la reina de L. flavus (rojiza). B-D: La reina de L. flavus es atacada repetidamente por sus propias obreras tras ser rociada con fluido abdominal por la reina invasora, y termina siendo partida en dos (D). E-F: El mismo comportamiento es registrado en L. umbratus y L. japonicus. De Shimada et al. (2025), cita completa en referencias. Licencia CC-BY 4.0.

Los investigadores no han podido determinar la naturaleza de la sustancia que provoca el “golpe de estado”, aunque señalan como probable al ácido fórmico. En cualquier caso, la hormiga que ha inducido el matricidio es reconocida por la colonia como su reina, y será atendida en sus necesidades alimenticias y reproductivas.

El matricidio es muy excepcional en la naturaleza, aunque ha sido descrito en colonias de abejorros, algunas avispas, e incluso en las colmenas de abejas, cuando declina la capacidad reproductiva de la reina. La necesidad de reemplazar a la reina, y los intereses de las obreras en poner sus propios huevos (de los que solo saldrán machos), están detrás de estos comportamientos. Un “matricidio altruista” es practicado por algunos insectos (el dermáptero Anechura harmandi) y arácnidos. En situaciones de escasez de alimentos las madres se dejan devorar por sus crías. Pero el caso del género Lasius es el primero en el que un matricidio es inducido por otra especie, y por ello ha despertado un gran interés en el estudio de la evolución del comportamiento social de los animales.

Mientras terminaba la redacción de este texto se ha publicado un artículo en Nature Communications sobre otra especie del género Lasius, en concreto L. neglectus. Se describe como “altruista” el hecho de que las pupas de esta especie, cuando son infectadas por un patógeno, emiten señales que provocan su destrucción y eliminación por parte de las obreras que las cuidan, previniendo la extensión de la enfermedad. Esto me sugiere un comentario final: no tiene sentido aplicar valoraciones humanas hacia estos comportamientos. En la naturaleza no existe la crueldad, la perversidad, la generosidad o el sacrificio altruista. No hay un auténtico “lado oscuro” más allá del ser humano. Los comportamientos han sido modelados por procesos evolutivos que seleccionan las mejores estrategias para la supervivencia de la especie. Solo a nosotros nos toca distinguir la moralidad de nuestros comportamientos, y valorar si algunos de ellos no estarán reduciendo nuestras posibilidades de supervivencia como especie.

Referencias

Shimada, T., Tanaka, Y., Takasuka, K. (2025) Socially parasitic ant queens chemically induce queen-matricide in host workers. Curr Biol. 35(22):R1079-R1080. doi: 10.1016/j.cub.2025.09.037.

Sobre el autor: Ramón Muñoz-Chápuli Oriol es Catedrático de Biología Animal (jubilado) de la Universidad de Málaga.

Nota:

[1] En la literatura científica se las conoce como inquilinas, pero dado que no hacen contribución alguna al hormiguero ajeno, tal vez el término de “okupas”, ya aceptado por la RAE, se ajuste más a la realidad.

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