El doctor Sergi Santos, radicado en el Reino Unido, ha anunciado la creación de una empresa para comercializar una muñeca del tamaño y apariencia de una mujer. Afirma, además, que la ha dotado de inteligencia. De inteligencia artificial, se entiende. La muñeca, en realidad, sería un modelo que se fabrica en China, a base de elastómero termoplástico, para uso sexual. Un elastómero termoplástico es un material polimérico con dos características interesantes: es elástico y es moldeable por efecto térmico. Según su creador la muñeca tiene tres modos de funcionamiento: familiar, romántico y sexual, y al parecer, gracias al módulo de inteligencia, responde de forma diferente dependiendo del trato que se le dispense.
Una empresa de California, Abyss Creations, ha anunciado que a finales de 2017 pondrá en el mercado un muñeco robótico sexual basado en un modelo que ya comercializa: su love doll de silicona, denominado RealDoll. La mayoría de los muñecos están caracterizados como mujeres y su aspecto puede adaptarse a la demanda del consumidor al precio de 7000 $.
La novedad que quiere incorporar Abyss Creations a los muñecos consiste, también, en dotarlos de inteligencia artificial para que puedan interactuar con el propietario. De hecho, el primer paso en su desarrollo será el lanzamiento este mismo mes de abril de una aplicación para dispositivos móviles que permitirá a sus usuarios crear un personaje de “mujer digital”. A tal efecto, deberán asignar a un conjunto de rasgos de personalidad los valores numéricos que consideren adecuados dentro de una escala predeterminada. La empresa se propone implantar la personalidad así creada en una cabeza robótica. La cabeza habría de ser capaz de elaborar expresiones faciales que reflejen sus rasgos de personalidad y comunicarse con su dueño mediante una interface de voz. Para ello dispondrá de software de aprendizaje automático, de reconocimiento de voz y de conversión de texto a voz. A largo plazo pretende fabricar robots con plenas capacidades motrices pero dado que, por el momento, eso no es posible, prefiere concentrarse en simular una interacción entre seres humanos. Por esa razón se han centrado en la cabeza y sus funciones.
Este proyecto ha provocado objeciones. Están, por un lado, las de orden ético. Kathleen Richardson, fundadora de Campaign Against Sex Robots, sostiene que el uso de muñecos refleja actitudes misóginas que convierten a las mujeres en objetos, y refuerza la idea de que la función principal de las mujeres es la de proporcionar placer a los hombres.
Por otro lado, hay quienes opinan que dado que no se dispone de la tecnología necesaria para construir verdaderos robots humanoides, el dispendio que supondría adquirir uno de los remedos que se pretenden fabricar carece de sentido. De hecho, el dispositivo de silicona no habría de ser considerado en rigor un robot, ya que carecerá, por el momento, de “agencia”, esto es, de capacidad para actuar de manera autónoma en función del contexto. Se trataría de un mero juguete sexual, dado que está pensado para ser utilizado. Entienden, por ello, que sería más lógico tratar de desarrollar nuevos juguetes sexuales, capaces de ofrecer experiencias eróticas diferentes a las conocidas haciendo uso de las posibilidades que brinda la tecnología actual.
Es difícil aventurar qué nos deparará el futuro, pero si estamos dando por hecho que la robótica alcanzará a prácticamente todas las esferas de nuestras vidas –incluidas, por ejemplo, la de la atención a personas dependientes y enfermas- no hay ninguna razón para pensar que el sexo quedará al margen de esta tendencia. Sospecho que, como en tantas otras vertientes de la vida, será el mercado el que tenga la última palabra.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
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