«El fracaso de los líderes mundiales para hacer frente a las amenazas para el futuro de la humanidad es lamentable». Así, sin delicadeza ni paños calientes, comenzaba el comunicado anual del Bulletin of the Atomic Scientists en el que nos avisa de cuánto tiempo falta en el Reloj del Apocalipsis para que llegue la medianoche que simboliza el fin del mundo. Dos minutos, aseguran, lo más cerca que hemos estado nunca de causar nuestra propia destrucción.
Este reloj del Apocalipsis nació en 1947, en plena Guerra Fría, como una metáfora visual de lo cerca que estaba el desastre de la Destrucción Mutua Asegurada. Los autores, miembros del Comité de Seguridad del Bulletin, situaron el minutero a 7 minutos de la medianoche.
Aunque la aguja ha avanzado y retrocedido desde entonces, solamente una vez habíamos estado tan cerca del final: fue en 1953, cuando Estados Unidos desarrolló la bomba de hidrógeno, un arma mucho más poderosa que cualquier otra bomba nuclear creada hasta el momento. En octubre de 1952, EEUU ponía a prueba su primer artefacto termonuclear, borrando completamente del mapa un islote del Pacífico en el proceso, y nueve meses después los soviéticos hacían lo mismo con su propia bomba H. «Las manecillas del reloj del Final se han movido de nuevo. Unas oscilaciones más del péndulo y de Chicago a Moscú, las explosiones nucleares traerán la medianoche a Occidente».
Han pasado 65 años y volvemos a estar a esas pocas oscilaciones de cargárnoslo todo. Sin la tensión de la Guerra Fría y de sus superpotencias apuntándose directa y mutuamente a la cabeza con misiles nucleares, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? La respuesta es compleja, y igual que lo es el mundo en comparación con cómo era hace unas cuantas décadas.
La guerra nuclear está a un error de distancia
Por un lado, sigue existiendo una amenaza nuclear latente en la que ya no hay solamente dos jugadores involucrados. Los autores del reloj señalan el progreso nuclear de Corea del Norte en 2017 como un aumento del riesgo para la propia Corea, los países de la región y Estados Unidos.
Por otro, existe un riesgo nuevo añadido: que las armas nucleares terminen utilizándose por accidente o por un fallo de cálculo. La retórica matona, ostentosa y provocadora de ambos bandos hace temer que un mal movimiento termine desencadenando un ataque no planeado por puro accidente.
Claro que no es solo Corea la que nos pone nuclearmente nerviosos: Estados Unidos y Rusia continúan enfrentados, haciendo ejercicios militares en las fronteras de la OTAN, ignorando los tratados nucleares, aumentando sus arsenales y evitando las negociaciones para el control de armas. Por primera vez en muchos años, no hay actualmente en marcha negociaciones para el control de armas nucleares entre Rusia y Estados Unidos.
Las tensiones en el Mar de China entre China y Estados Unidos han aumentado, las relaciones diplomáticas entre ambos países han demostrado ser insuficientes para restablecer una situación segura; Pakistán e India siguen aumentando el tamaño de sus arsenales nucleares, que ahora son más grandes que nunca, y en Oriente Medio, la incertidumbre sobre el avance nuclear de Irán solo suman más oscuridad a un panorama que pinta negro.
Tan negro que cuando la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares obtuvo el Nobel de la Paz 2017, para muchos fue interpretado como un gesto de apoyo y también de frustración por los escasos y lentos progresos realizados hasta ahora por tantos países.
Trump desanda lo andado contra el cambio climático
El segundo argumento de los científicos nucleares para declarar inminente el fin del mundo es un guantazo a mano abierta a la administración de Donald Trump: el cambio climático y una respuesta insuficiente. Esta amenaza global avanza imparable y no parecemos saber o querer hacer algo para detenerla.
«El año pasado, el gobierno de EEUU llevó a cabo políticas poco inteligentes e ineficaces en materia del cambio climático, cumpliendo la promesa de descarrilar las políticas climáticas previas. La administración Trump, que incluye negacionistas climáticos declarados en posiciones de mando, ha anunciado su intención de retirarse del Acuerdo de París. En su prisa por desmantelar políticas energéticas y climáticas racionales, el gobierno ha ignorado análisis económicos bien fundamentados en datos científicos», denuncian los científicos.
Desconfianza en la información, el conocimiento y los datos
El desprecio de la administración Trump por los datos y las evidencias, sumado un clima general de incertidumbre tecnológica, forman el tercer punto del informe, quizá el más importante porque apela al efecto directo sobre todos nosotros del entorno de información/desinformación en el que estamos envueltos: «El Comité de Ciencia y Seguridad está profundamente preocupado por la pérdida de confianza en las instituciones políticas, los medios, la ciencia y los propios datos, una pérdida que la propia tecnología de la información ha alentado».
La democracia, siguen los autores, depende en definitiva de que un electorado bien informado tome decisiones racionales sobre políticas públicas, incluidas aquellas que afectan al armamento y desarme nuclear, el cambio climático y otras amenazas globales.
Pero eso está en peligro, amenazado por intentos de interferir en procesos electorales a través de sofisticadas operaciones de hackeo, dispersión de desinformación a través de las redes, descrédito del conocimiento y los datos empíricos… «Mientras, los líderes de las corporaciones que dominan la información, incluidos los medios de comunicación pero también compañías como Facebook o Google, están siendo demasiado lentos en la adopción de protocolos que prevengan el mal uso de sus servicios y así proteger a los ciudadanos de la desinformación».
«Hacer un mundo más sano, y más cuerdo»
Por todas estas razones, el reloj ha avanzado 30 segundos y si en año 2017 nos encontrábamos a 2 minutos y medio del desastre, ahora son solo 2 minutos. Sin embargo, hay una nota de esperanza en todo esto: ya estuvimos aquí una vez y conseguimos volver atrás.
La humanidad creó los caminos hacia el apocalipsis, así que también puede eliminarlos, nos animan los científicos, que además de leerle la cartilla a los políticos, apelan a nuestra responsabilidad y poder ciudadano para forzar un cambio que ya es urgente.
«El mundo ha visto la amenaza que supone el mal uso de la tecnología de información, y ha sido testigo de lo vulnerable que es la democracia ante la desinformación. Pero hay un lado positivo en el abuso de las redes sociales: los líderes reaccionan cuando los ciudadanos insisten en que lo hagan, así que lo ciudadanos pueden usar ese poder que les da internet para mejorar las perspectivas a largo plazo para sus hijos y nietos. Pueden insistir en los datos y descartar los disparates. Pueden exigir medidas que reduzcan las amenazas para la existencia que son la guerra nuclear y el cambio climático descontrolado. Pueden utilizar esta oportunidad para hacer un mundo más sano, y más cuerdo».
Sobre la autora: Rocío Pérez Benavente (@galatea128) es periodista
Hitos en la red #201 | Enlace Recomendado | Naukas
[…] ahí, sin inmutarte y eso que Es el fin del mundo tal y como lo conocemos. Una gota de Rocío […]