Un volcán escondido… a la vista de todos

Planeta B

En los últimos cuatro años, el rover Perseverance ha estado investigando la inmensa cuenca formada por el cráter Jezero buscando signos de la existencia de vida en el pasado remoto del planeta Marte, cuando este lugar era muy diferente y albergaba un profundo lago al que llegaban las aguas desde distintos ríos y en el que incluso existía un delta cuya forma todavía se intuye desde el espacio. Pero al comenzar su andadura, el rover descubrió que todas las rocas del fondo no eran sedimentarias -como uno podría esperar del fondo de un lago- sino que también había rocas ígneas, formadas a partir de un magma que se enfría.

Esta primera sorpresa ayudó a los científicos a confirmar la hipótesis de que el cráter Jezero no solo había sido transformado por la actividad del agua, sino que también existían otros procesos activos. Y es que, si el fondo del cráter estaba cubierto por materiales volcánicos, ¿de dónde procedían? Porque tampoco es que hubiese ningún volcán cercano… al menos en apariencia.

Pero en un nuevo estudio publicado por Cuevas-Quiñones et al. (2025) en Communications Earth & Enviroment parece haber encontrado un volcán que habría permanecido escondido a la vista de todos, aunque suene contradictorio. Este, en realidad, estaría en una montaña que aparece en el borde sureste del cráter Jezero y que oficialmente se denomina Jezero Mons.

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En el centro de la imagen podemos ver el cráter que se encuentra sobre la cima de Jezero Mons, con una forma ovalada y una abertura. En la esquina inferior izquierda podemos observar también una parte del perfil del cráter Jezero, notable especialmente por su superficie más llana y suave que el terreno que le rodea. Imagen cortesía de NASA/JPL/ASU.

Desde el sitio de aterrizaje del Perseverance, Jezero Mons domina una buena parte del horizonte sureste gracias a sus dos kilómetros de altura. Durante años, los mapas creados a partir de los datos orbitales tomados por las distintas sondas clasificaban esta inmensa mole como parte de lo que llamamos basamento, la corteza antigua y completamente cubierta de cráteres que forma el borde del cráter y sobre el que este fue excavado.

Pero la forma y el tamaño de este “monte” ya había levantado anteriormente la suspicacia de algunos científicos, pero se necesitaban más datos para confirmar que podríamos estar ante algo más que un simple relieve. Para ello, en esta investigación se han ayudado de los datos tomados por misiones anteriores para poder comprender mejor a este sospechoso. Pero, ¿qué pistas han encontrado en estos datos? Os las desgrano una a una.

El primer aspecto en el que se fijaron es la morfometría -término bajo el que se esconde el estudio de la forma de la montaña. Jezero Mons es una estructura prácticamente cónica con unos 21 kilómetros de diámetro y con un cráter desfigurado -poco circular en este caso, y con una abertura- en su cima. No solo se quedaron aquí, sino que aprovecharon para medir las pendientes de las laderas, la proporción entre su anchura y la altura y el tamaño del cráter de su cima con relación a la base para poder comparar edificios volcánicos en la Tierra y en Marte.

Los resultados fueron apabullantes. Jezero Mons se ajustaba a la perfección al perfil de otros volcanes compuestos -o estratovolcanes- marcianos como Zephyria Tholus y Apollinarus Tholus y también es muy parecido al del monte Sidley, un gran pico volcánico -bueno, de hecho el volcán más alto- de nuestra Antártida terrestre.

Pero en lo que desde luego no se parece en nada es a los volcanes en escudo, con sus bases muy anchas y sus suaves laderas -como Mauna Loa, en Hawái- y que dominan el espectro volcánico de Marte, ni tampoco se parece a un cráter en pedestal -esos cráteres “formados” sobre una meseta elevada-. Así que parece que su forma dice a gritos la palabra estratovolcán, esos que en nuestro planeta pueden dar lugar a violentas erupciones volcánicas.

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En esta imagen podemos ver perfectamente el perfil de Jezero Mons visto desde la posición del Perseverance en los primeros 100 días de su misión. Es llamativo como ocupa la mayor parte del horizonte, ya que no solo es una forma prominente, sino que se encuentra elevado por estar situado sobre las tierras altas de Marte, mientras que el Perseverance está en el interior de un cráter excavado sobre estas. Imagen cortesía de NASA/JPL/NASA/ASU/MSSS.

La segunda pista en la que se han fijado los científicos es en sus propiedades “térmicas”. Y me explico: Usando los datos del instrumento THEMIS de la sonda Mars Odyssey han medido lo que conocemos como inercia térmica, la capacidad de los materiales para retener el calor. El basamento rocoso de Marte, sólido y denso, se calienta de día y sigue caliente durante la noche marciana, dando valores de inercia térmica altos. En contraste, los materiales sueltos y de grano fino como pueden ser la arena o la ceniza volcánica no son buenos conductores, de tal forma que se calientan y enfrían muy rápidamente, lo que da como resultado valores bajos de inercia térmica.

La superficie de Jezero Mons tiene una inercia térmica baja muy característica. Esto sugiere que no está formada por coladas de lava sólidas y endurecidas, sino que está cubierta por una potente capa de materiales finos y poco consolidados, un detalle que es una señal perfecta de depósitos de ceniza formados a partir de erupciones explosivas.

La tercera y última pista sobre la que se apoya este descubrimiento es la mineralogía. Gracias al instrumento CRISM de la Mars Reconaissance Orbiter, se pueden distinguir minerales por como reflejan la luz -al fin y al cabo es un espectrómetro- permitiendo a los científicos crear un mapa de la composición química de la montaña. Y han descubierto que sus laderas son ricas en piroxenos, un mineral que es uno de los más habituales en las rocas volcánicas de tonos oscuros que cubren la superficie de Marte.

Y, además, se han encontrado también minerales de alteración alrededor del cráter de la cima. Los investigadores han hallado arcillas e incluso un área con sílice opalino (sílice hidratada). Estos minerales no serían productos volcánicos primarios, sino que se forman cuando los gases volcánicos, el agua y la roca caliente interactúan entre sí.

De hecho, su presencia sugiere la existencia en el pasado de actividad hidrotermal, con quizás aguas termales y fumarolas sobre la cima. Estos ambientes están considerados hoy día como objetivos primordiales en la búsqueda de vida, ya que nos aportan unos ingredientes importantes para el desarrollo de esta: agua, energía, y nutrientes.

Si ya de por sí estas tres pistas parecen apuntar claramente al origen volcánico de Jezero Mons, todavía queda quizás una de las evidencias más fuertes: una relación física entre el fondo del cráter y el volcán. Las imágenes de alta resolución muestran varios depósitos amplios con formas lobuladas que parecen fluir desde el flanco noroeste de la montaña y desparramarse sobre la llanura que forma el fondo del cráter.

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Detalle del cráter de la cima de Jezero Mons. Si nos fijamos, el número de cráteres de impacto que hay sobre este es excepcionalmente bajo si lo comparamos con los terrenos circundantes, lo que quiere decir que probablemente su formación es más reciente o que al menos su superficie ha sido renovada por otros procesos… como puede ser el vulcanismo. Imagen cortesía de NASA/JPL/Universidad de Arizona.

Estos depósitos se superponen sobre el terreno fracturado y antiguo del fondo del cráter y tienen un aspecto de debris flows, o flujos de derrubios en castellano. Bajo este nombre se esconden procesos en los que masas de tierra empapadas en agua y fragmentos de roca fluyen ladera abajo, pero también podrían ser la señal de flujos piroclásticos -corrientes de gas y materiales volcánicos a altas temperaturas- que descienden por las laderas de los volcanes durante una erupción explosiva.

Esta conexión física da un sentido a cómo podrían haber llegado los materiales volcánicos al centro del cráter Jezero. Y es que este volcán no sería simplemente una montaña lejana, sino que era un proceso activo capaz de depositar grandes cantidades de ceniza y otros materiales a la cuenca del lago que albergó antaño el cráter.

Identificar Jezero Mons como un volcán no solo nos ayuda a resolver un enigma geológico, sino que aporta una visión totalmente diferente a como era el ambiente en este lugar. No era solo un lago tranquilo, era un paisaje cambiante en el que la actividad volcánica podría enriquecer el agua con minerales y calor, haciéndolo más adecuado para el desarrollo de la vida.

Pero hay todavía una ramificación más para este estudio y que entronca con la misión del Perseverance: El rover está recogiendo muestras que en algún momento vendrán a nuestro planeta -aún no sabemos cuándo-, pero si algunas de estas están directamente relacionadas con Jezero Mons, su valor científico se dispara: Son muestras de un volcán marciano concreto.

Y es que ese detalle nos permitiría datar con precisión cuál es su edad gracias a las técnicas de datación radiométrica, pero, además, también contemporizar mejor los materiales que vemos en el fondo del cráter Jezero y a calibrar nuestras escalas de edad de la superficie de Marte que actualmente dependen de contar cráteres, ya que no hemos podido traer muestras todavía a la Tierra.

¿Qué más sorpresas nos deparará la misión del Perseverance? La verdad es que no lo sabemos, pero, por si acaso, mantengamos los ojos bien abiertos… Marte siempre está dispuesto a sorprendernos incluso a plena luz del día.

Bibliografía:

Cuevas-Quiñones, S. C., Wray, J. J., Rivera-Hernández, F., & Adler, J. B. (2025). Evidence for a composite volcano on the rim of Jezero crater on Mars. Communications Earth & Environment, 6(1), 340. doi: 10.1038/s43247-025-02329-7

Sobre el autor: Nahúm Méndez Chazarra es geólogo planetario y divulgador científico.

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