La Geología por la que pasean las ánimas

Fronteras

En estas fechas, aparte del maratón de películas de terror de la noche de Halloween, me encanta rememorar una fantástica historia convertida en auténtica leyenda por la pluma de Gustavo Adolfo Bécquer, y en una preciosa canción por el grupo español de folk metal Saurom, «El Monte de las Ánimas».

Esta historia nos relata que, en esa zona, siglos atrás tuvo lugar una cruenta batalla entre caballeros templarios y nobles castellanos, cuyas almas no encontraron descanso, por lo que sus espíritus vagan errantes en la Noche de Todos los Santos (que, según la versión de Bécquer, no es la noche del 31 de octubre, sino la que va del 1 al 2 de noviembre) para llevarse consigo a toda aquella persona que ose pasar por allí en ese oscuro momento. Cosa que descubre Beatriz de manera atroz al perder a Alonso tras hacerle regresar al monte por la noche. Pero, ¿sobre qué materiales geológicos caminan esos fantasmas?

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Detalle de las rocas que forman el Monte de las Ánimas (Soria). Imagen de Google Street View a la altura de la antigua Área de Descanso de la N-234 (Soria Sur) a las afueras de la ciudad, tomada de Google Maps.

Si abandonamos las leyendas y nos vamos a la realidad, el monte de las Ánimas es una pequeña elevación del terreno situada a las afueras de la ciudad de Soria. Geológicamente hablando, esta zona forma parte de la denominada Cuenca de Almazán, que representa el límite oriental de la Cuenca del Duero, que abarca gran parte de la actual comunidad autónoma de Castilla y León. Y que también tiene una apasionante historia geológica.

Todo comenzó hace unos 80 millones de años, cuando la placa Ibérica chocó contra la placa Europea. Este proceso tectónico fue muy intenso en esta zona desde hace algo más de 60 millones de años hasta hace unos 40 millones de años, provocando la formación de tres grandes cadenas montañosas: el Sistema Ibérico al este, el Sistema Central al sur y la Cordillera Cantábrica al norte. El alzamiento de estas montañas dejó una zona deprimida en el centro, como si fuese una especie de cubeta, que es lo que en Geología denominamos cuenca sedimentaria.

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Mapa geológico simplificado de la Cuenca del Duero, donde se remarca la localización de la Cuenca de Almazán (CA). Imagen modificada de Sastre Merlín, A., Montamarta Prieto, G., de Miguel Vela, F., Vicente Lapuente, R., Alejandre Alcalde, V. y Acosta Molinero, J.A. (2025) Deza: un balcón sobre la cuenca de Almazán. Guía del Geolodía 25 Soria, 8 pp.

La principal característica de estas cuencas sedimentarias continentales rodeadas por elevaciones montañosas es que actúan como si fuesen unas bañeras, recibiendo el agua y los materiales (barro, arena y fragmentos de rocas) transportados por los ríos y arroyos que bajan por sus laderas. Y la Cuenca de Almazán no se quedó atrás, acumulando estos aportes montañosos durante más de 20 millones de años.

Esto provocó la formación de diferentes medios ambientes según nos alejamos de las montañas, debido a la energía que tenía el agua para poder arrastrar los materiales geológicos. Aquí es donde entran la física de fluidos y, sobre todo, la gravedad. Cuando un arroyo o riachuelo caía por la ladera de la montaña tenía una gran energía, lo que le permitía arrastrar grandes fragmentos de rocas, granos de arena de diferente tamaño y mucho barro. Pero, al llegar al pie de la ladera, cuando la pendiente disminuye, ya no tenía tanta energía, por lo que depositaba los materiales más grandes y pesados en el margen de su cauce, arrastrando sólo los sedimentos más finos hasta, finalmente, únicamente poder circular el agua casi limpia. De esta forma, junto a las laderas de las montañas se acumulaban rocas y arena de grano grueso mezcladas con barro, en unas estructuras llamadas abanicos aluviales, porque nos recuerdan a un abanico abierto si las miramos desde arriba. A su lado se formarían unas llanuras aluviales con arena más fina y arcilla y, al final, nos encontraríamos con lagos carbonatados poco profundos que, en muchas ocasiones, serían temporales.

Con el tiempo, estos sedimentos se convirtieron en diferentes tipos de rocas que, desde el pie de las laderas hasta las zonas centrales de la cuenca, serían: conglomerados y areniscas de grano grueso en los antiguos abanicos aluviales; areniscas de grano medio-fino y lutitas en las llanuras aluviales; y margas y calizas en los lagos carbonatados.

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A) Zonación ambiental de una cuenca sedimentaria continental desde la cordillera hasta la zona central de la misma; y B) detalle de los ambientes sedimentarios formados en la Cuenca de Almazán. Imágenes modificadas de Huerta, P. (2006) El Paleógeno de la cuenca de Almazán. Tesis Doctoral. Universidad de Salamanca. Memoria (339 pp.), Anexo 1 y Anexo 2.

Pero la historia no terminó aquí. En los últimos millones de años, el Duero fue capaz de abrirse camino hasta su desembocadura en el océano Atlántico. Siguiendo con el símil, fue como si le quitásemos el tapón a las bañeras que eran la Cuenca del Duero y su pequeño apéndice, la Cuenca de Almazán. Así, los lagos efímeros se desecaron y los arroyos y riachuelos que surgían de las montañas se convirtieron en afluentes del propio Duero, transformándose en los principales agentes de la última fase de esta historia: la erosión. Esta agua que antes depositaba sedimentos, desde entonces está robando lo que una vez poseyó, arrasando con las rocas formadas en esta zona. Pero no a todas les afecta por igual: las más resistentes, como los conglomerados, las areniscas de grano más grueso y las calizas, resisten mejor la erosión; mientras que las rocas más débiles, como las lutitas o las margas, son arrastradas sin compasión.

Entonces, ¿qué ha pasado con el Monte de las Ánimas? Pues se trata de antiguos abanicos aluviales que transportaban agua, cantos, arena y barro procedentes de las montañas situadas justo al norte de Soria. Hoy en día, esas rocas soportan el embate del agua de lluvia resistiéndose a la erosión con mayor ahínco que los materiales que tiene a su lado, por lo que permanece en pie como una pequeña elevación que vigila la ciudad.

Así que, volviendo a la pregunta del inicio, los templarios y caballeros castellanos que visiten nuestro mundo en la noche de difuntos, caminarán sobre conglomerados, areniscas y arcillas de hace unos 20 millones de años. Pero si queréis ir a comprobarlo, os recomiendo que esperéis a que sea de día, por si acaso. Y recordad ataos bien al hombro la banda de color azul, no vaya a ser que la perdáis durante vuestro paseo…

Agradecimientos:

Quiero dar las gracias a mi colega Jone Mendicoa por darme la idea para este artículo después de una interesante conversación sobre literatura y música camino a un concierto.

Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la EHU

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