Hay peces que pueden sentir los campos eléctricos, como los tiburones y las rayas. Estos peces producen una sustancia gelatinosa que acaba de descubrirse que posee la mayor conductividad de protones de todos los materiales biológicos conocidos. Pero esto, en vez de aclarar el funcionamiento de detección de campos eléctricos, solo contribuye a aumentar aún más el misterio de cómo lo consiguen estos peces.
Los tiburones pueden detectar a sus presas percibiendo campos eléctricos muy débiles gracias a estructuras especializadas debajo de su piel conocidas como ampollas de Lorenzini, quien las describiese en el siglo XVII. Cada ampolla es una acumulación de células electrosensibles conectadas mediante canales a poros abiertos en la piel que pueden apreciarse a simple vista. Los canales están llenos de una sustancia gelatinosa espesa y transparente. La función de esta “gelatina de Lorenzini” es todavía un misterio. Se supone que contribuye de alguna manera a la capacidad de los tiburones para detectar campos, aunque no se tiene claro cómo.
Un equipo encabezado por Erik Josberger, de la Universidad de Washington en Seattle (EE.UU.), ha analizado esta gelatina de forma pormenorizada buscando respuestas. Encontraron que, sorprendentemente su conductividad eléctrica general es muy baja, es casi un aislante.
Recordemos que la conductividad tal y como la entendemos habitualmente es la capacidad de que los electrones (cargados negativamente) puedan atravesar la sustancia sin problemas. Por eso es realmente llamativo que otro tipo de conductividad, la protónica (núcleos de hidrógeno, cargas positivas), sea la más alta que se haya medido en cualquier sustancia de origen biológico.
Los investigadores creen que esta alta conductividad protónica podría deberse a que la gelatina de Lorenzini tiene un alto contenido en sulfato de queratina, sustancia que contiene grupos ácidos que podrían actuar como donantes de protones.
Nada de esto explica cómo esta gelatina ayuda a los peces a percibir los campos eléctricos, y los intentos de descubrirlo continuarán, no solo por comprender mejor la fisiología de estos animales, también porque podríamos encontrar aplicaciones biomédicas muy interesantes.
Referencia:
E. E. Josberger et al (2016) Proton conductivity in ampullae of Lorenzini jelly Science Advances doi: 10.1126/sciadv.1600112
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Este texto es una colaboración del Cuaderno de Cultura Científica con Next
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