El caso del “Solitario” George

Ciencia infusa

Mientras permanecimos en esta región superior no comimos otra cosa que carne de tortuga; el asado con su caparazón, como la carne con cuero de los gauchos, resultaba un bocado sabrosísimo, y las tortugas jóvenes nos servían para hacer una excelente sopa. Sin embargo, debo decir que no me cuento entre los grandes aficionados a este manjar.”

En los bosques hay muchos jabalíes y cabras; pero la alimentación animal está constituida en su mayor parte por carne de tortuga. En consecuencia, su número se ha reducido grandemente en esta isla, pero con todo eso los habitantes cogen en dos días bastantes tortugas para el consumo de toda la semana. Dícese que en otro tiempo había barcos que se llevaban hasta 700, y que algunos años atrás las embarcaciones que acompañaban a una fragata sacaron en un día a la playa 200.”

Charles Darwin (1839) Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo en el navío de Su Majestad “Beagle”. Anotación correspondiente a su estancia en las islas Galápagos en 1835.

Le llamaban George y estaba solo, muy solo. Era el último de su especie, Chelonoidis abingdonii, una de las tortugas gigantes de las islas Galápagos, en el Pacífico, en la línea del ecuador y a unos 1000 kilómetros al oeste de la costa de Sudamérica. Era el último y por eso se le conocía como el “Solitario” George. Entonces era la criatura más rara del mundo, según el criterio de rareza de los zoólogos, ya que era el único ejemplar de su especie. Vivía en la isla Pinta, la de más al norte del archipiélago y una de las de menor tamaño, con unos 60 kilómetros cuadrados de superficie. Y el “Solitario” murió el 24 de junio de 2012, cuando iba al bebedero y, parece ser, de un paro cardíaco. Encontró el cadáver su cuidador, el guarda forestal Fausto Llerena. Como las tortugas de las Galápagos viven entre 80 y 130 años, se supone que George nació entre 1903 y 1919.

Había 14 o 15 especies, según los expertos, de tortugas gigantes en las Galápagos. Sus ancestros llegaron a las islas hace unos 4 millones de años después de recorrer los 1000 kilómetros de océano que hay desde las costas de Sudamérica, subcontinente en el que viven especies de tortugas emparentadas con las de Galápagos. Darwin, en su visita de 1835, nos cuenta como los habitantes de las islas las reconocían y sabían de donde procedía cada tortuga solo con ver el caparazón. De todas estas especies, hay 4 o 5 que han desaparecido, entre ellas nuestra Chelonoidis abingdonii, de la isla Pinta, a la que pertenecía el “Solitario”. Esta especie fue descrita por vez primera por Albert Günther en 1877. Era un zoólogo británico, de origen alemán, que trabajó en el Museo Británico y era un gran experto en peces y reptiles.

Su caparazón parece una silla de montar, con la parte anterior estrecha y levantada, y la posterior ancha y redondeada. Come plantas, incluso las hojas de ramas situadas a media altura con la ayuda de su cuello largo y curvado. Pesaba, en el momento de su captura, 88 kilogramos y medía 102 centímetros de longitud.

El “Solitario” George fue encontrado en la isla Pinta el 1 de noviembre de 1971 por el zoólogo húngaro Jozsef Valvalgyi, especialista en moluscos, que estaba estudiando los caracoles terrestres de los bosques húmedos de la isla. No se habían visto ejemplares de su especie desde 1906 cuando expedicionarios de la Academia de Ciencias de California visitaron la isla y capturaron tres machos. Fueron los últimos ejemplares vistos en 60 años. Recientemente se ha confirmado que son Chelonoidis abingdonii, como el “Solitario”, por el análisis de su ADN.

Al año siguiente, en 1972, George fue trasladado a la Estación Científica Charles Darwin, en la isla Santa Cruz, para intentar su reproducción. Le encerraron con dos hembras de una especie que se consideraba, por lo menos en su morfología, muy relacionada; era la Chelonoidis becki, de la isla Isabela. En 2008 se descubrió que estas hembras habían puesto 16 huevos, pero todos eran infértiles. Un año después, en 2009, se encontraron 5 huevos también infértiles. Incluso hubo una estudiante de investigación suiza, Sveva Grigioni, que intentó extraer una muestra de semen al “Solitario” y fracasó.

Por cierto, en estos años de reclusión con las dos hembras, el “Solitario” George engordó y en la década de los ochenta hubo que ponerlo a dieta. Consistía, por si a alguien le interesa, en 500 gramos de papaya cinco veces a la semana, 100 gramos de comida equilibrada con minerales, vitaminas y demás, una vez por semana, y 50 gramos de grasa tres veces por semana. No tengo datos de si adelgazó o no. Su modo de vida en libertad consistía en dormir 16 horas al día y, cuando despertaba, alimentarse de hierba, hojas y cactus. Las tortugas gigantes son el herbívoro de mayor tamaño de las islas Galápagos.

Después de su muerte, el cuerpo del “Solitario” fue congelado y enviado al Museo Americano de Historia Natural de Nueva York para ser disecado. El taxidermista George Dante comenzó en 2013 el proceso de conservación. Además, se tomaron muestras de la piel y se congelaron en nitrógeno líquido, para generar en el futuro células madre y células reproductoras y, quizá, hasta clonar a George.

George en el American Museum of Natural History (NY)
George en el American Museum of Natural History (NY)

Después de una breve exposición pública en el Museo de Nueva York en 2014, se esperaba que el cuerpo fuera devuelto a las Galápagos, a la Estación Charles Darwin, en la isla Santa Cruz, para quedar allí definitivamente depositado y expuesto al público en un local nuevo llamado Fausto Llerena, en honor del guarda forestal, ya jubilado, que fue su cuidador y encontró su cadáver en 2012. Pero comenzó una disputa con la ministra ecuatoriana encargada del asunto, Lorena Tapia, que reclamó el cuerpo para Quito, la capital del Ecuador, como lugar mejor preparado para mantener al “Solitario”. Que yo sepa, en 2015 seguía en Quito.

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La presión de nuestra especie sobre las islas es enorme. En 1959 tenían 2000 habitantes, en 1972 eran 3500, casi el doble, y en 2012 eran 26000, 25000 de ellos en la isla Santa Cruz. Además, cada año visitan el archipiélago unos 200000 turistas. Esta presión humana era menor cuando vivía en la isla Pinta la especie a la que pertenecía el “Solitario”, pero fueron los balleneros y pescadores los que dejaron cabras y cerdos para tener carne fresca cuando parasen en la isla. Estas especies introducidas destruyeron la vegetación y el hábitat de las tortugas, además de alimentarse de sus huevos y crías. Para la isla Pinta lo que se conoce de estas introducciones de especies invasoras data de 1959, cuando unos pescadores dejaron tres cabras durante su campaña anual de pesca. En 1970 ya había 40000 cabras. Ese mismo año, el Gobierno de Ecuador declaró a las tortugas de las Galápagos como especies protegidas. Se hizo un esfuerzo para eliminar las cabras de la isla, recuperar la vegetación original y permitir una búsqueda exhaustiva de algún otro ejemplar de la especie. Para 2003 se había conseguido erradicar a las cabras.

También es cierto que la conservación de las especies de tortugas de cada isla plantea problemas diferentes. Por ejemplo, por la presencia de diferentes especies invasoras. Así, hay ratas en la isla Pinzón, cerdos y cabras en la isla Santiago, cabras en la isla Pinta desde hace unos 20 años, cabras en la isla Española desde hace 100 años, o perros salvajes en casi todas las islas,…

Más adelante, en 2013, investigadores de la Universidad de Yale identificaron en el volcán Wolf, al norte de la isla Isabela, 17 descendientes híbridos de Chelonoidis abingdonii entre una población analizada de 1667 tortugas. Encontraron 3 machos, 9 hembras y 5 crías con parte del ADN de Chelonoidis abingdonii.

También se ha encontrado una relación genética muy estrecha con la especie de la isla Española, Chelonoidis hoodensis, a 300 kilómetros al sur de la isla Pinta, en el otro extremo del archipiélago. Según el análisis genético, las tortugas viajaron de la Española a la Pinta hace unos 300000 años. Como ensayo de reintroducción de la especie en la isla Pinta, se han soltado 39 ejemplares estériles, descendientes de la especie de la Española, que son vigilados por satélite por medio de GPS.

Según los autores, quizá fueron balleneros, pescadores o piratas, los que llevaron tortugas vivas de una isla a otra. Estos barcos capturaban tortugas para tener carne durante sus viajes por el Pacífico. Se estima que entre 100000 y 200000 tortugas fueron utilizadas como carne fresca por los viajeros que atracaban en las islas. Cuando llegaron los europeos, en 1535, se calcula que había entre 100000 y 250000 tortugas y, en el siglo XX, en la década de los setenta, quedaban entre 8000 y 14000 ejemplares. Estas cifras fueron el mínimo y, después, con la protección gubernamental e internacional y los estudios en la Estación Científica, comenzó a recuperarse la población de tortugas.

Al tener estas tortugas un metabolismo muy lento y grandes reservas de grasa, resistían hasta un año y más sin comer ni beber durante los viajes de pescadores y balleneros. Y, a veces, ocurría que el barco volvía a las Galápagos y, antes de capturar nuevas tortugas, liberaba las que llevaba y todavía vivían. Así, hay zonas con especies de tortugas fuera de lugar y mezcladas. En nuestro caso, el viaje de los ejemplares era desde la isla Española a la Pinta y, desde esta, a Isabela, quizá con todo el Pacífico por medio.

Esta es la historia del “Solitario” George, el último de su especie. No lo olvidemos, aunque seguro que hay más especies en su situación, otras especies que desaparecerán por lo que hace nuestra especie con el ambiente. Por lo menos con George se intenta revertir la situación, recuperar su hábitat y, quizá, hasta la especie, todo ello en un futuro de la ciencia que todavía no ha llegado.

Ningún animal puede procurar un alimento más sano, sabroso y tierno… Quien haya probado la tortuga de las Galápagos no apreciará ya tanto cualquier otro alimento animal. Estos animales son tan grasientos que no hay necesidad de manteca o de tocino para asarlos, y esta grasa no es tan indigesta como la de la mayor parte de los restantes animales. Cuando se funde, forma un aceite superior en gusto al aceite de oliva. La carne de estos animales es muy digestiva, por lo que se puede comer más cantidad que de otros alimentos sin sentirse por ello incómodo en absoluto.”

Capitán David Porter, de la Marina de los Estados Unidos, comandante de la fragata “Essex”, en las islas Galápagos en 1813.

Referencias:

Caccone, A. et al. 1999. Origin and evolutionary relationships of giant Galápagos tortoises. Proceedings of the National Academy of Sciences USA 96: 13223-13228.

Edwards, D.L. et al. 2013. The genetic legacy of Lonesome George survives: Giant tortoises with Pinta Island ancestry identified in Galápagos. Biological Conservation 157: 225-228.

Eibl-Eibesfeldt, I. 1975. Las islas Galápagos. Un arca de Noé en el Pacífico. Alianza Ed. Madrid. 253 pp.

Froyd, C.A. et al. 2014. The ecological consequences of megafaunal loss: giant tortoises and wetland biodiversity. Ecology Letters 17: 144-154.

Jones, J. 2013. Lonesome George: The legacy. Testudo 7: 69-78.

Nicholls, H. 2012. The legacy of Lonesome George. Nature 487: 279-280.

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

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