Comienza un nuevo curso académico y, por lo tanto, vuelven los artículos de #kimikArte. Quienes hayáis seguido con mayor o menor asiduidad las anteriores entregas ya sabéis que en este espacio se suelen recoger casos en los que la ciencia se pone al servicio del arte para intentar desvelar sus secretos. Pues bien, esta vez le daremos una vuelta de tuerca a ese concepto y será el arte quien se ponga al servicio de la ciencia para fomentar su faceta más divulgativa. Todo ello de la mano de seis ilustres científicos y científicas de España.
Durante este verano descubrí en la imprescindible web Mujeres con ciencia un reportaje en el que María Blasco explicaba su investigación científica apoyándose en una obra del Museo del Prado. Este vídeo en realidad no era novedoso ya que había sido realizado hacía ya un par de años para una serie de reportajes que emitió el programa “La Aventura del Saber” de TVE 2. De hecho, actualmente ya está en marcha la segunda serie de reportajes con motivo del año de la luz celebrado en 2015. En cualquier caso, y pese a que haya pasado ya algún tiempo de su emisión, me ha parecido oportuno recuperar los vídeos de la primera serie y dedicarles unas cuantas líneas para hacer llegar esta sencilla a la par que fantástica manera de divulgar ciencia a quienes como yo la habían pasado por alto.
Los diferentes reportajes están producidos por la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) y son fruto de una colaboración con el Museo del Prado donde se rodaron todos los programas. Como explicó José Ignacio Fernández Vera al presentar la idea, «la razón que motiva estos reportajes es la necesidad de unir una parte de la expresión humana que busca la comunicación y la expresividad, que es el arte, con otra que realmente ha venido siendo más oculta, que es, la ciencia, que al final es descubrir cosas que la humanidad no conoce, para poderlas utilizar y, por tanto, comunicar». Así que, veamos cuales han sido las obras escogidas por cada científico o científica para explicar su investigación.
Avelino Corma: El alquimista, de David Teniers el Joven
Sin intención de priorizar dentro de esta pléyade de investigadores comenzaremos con el químico Avelino Corma, ya que su elección, El alquimista, bien podría ser la imagen de cabecera de este espacio. El profesor Corma ve en esta obra de David Teniers la magia y los misterios de la alquimia como precursora de la química moderna. No hay duda de que esta temática despertaba la fascinación del pintor, ya que es muy recurrente en sus obras. En la del Prado el artista realza la erudición de la figura central con la luminosidad de las llamas y dignifica la alquimia colocando burgueses en el cuadro (en lugar de campesinos). De un modo similar el científico defiende la importancia de esta protociencia, a la que le debemos los primeros estudios sobre la manipulación de la materia y la aparición de los laboratorios, pese a que, como el mismo dice, la alquimia acabase rodeada de una áurea mágica que no seguía lo que hoy conocemos como método científico. En cualquier caso, este óleo sobre tabla sirve para que el investigador destace el papel fundamental de la química en el desarrollo científico y tecnológico (fármacos, alimentación, materiales, sistemas de comunicación, etc.) y presente la vida como un grupo de reacciones químicas bien coordinadas. Precisamente, Avelino Corma trabaja en mejorar la eficiencia y la selectividad de las reacciones químicas desarrollando para ello catalizadores sólidos. Moléculas que, sintetizadas en el laboratorio, puedan algún día dirigir y acelerar la reacciones de un modo tan específico como las enzimas que gobiernan las reacciones químicas de los organismos vivos. Esa es precisamente la piedra filosofal que él persigue y, por lo visto, por el buen camino. Su labor más destacada es la síntesis de catalizadores para el refinado de petróleo, que le valió el Príncipe de Asturias. Un galardón que, junto a más de un millar de publicaciones, alrededor de cien patentes y el nombramiento de Doctor Honoris Causa por un sinfín de universidades, le convierte en uno de los científicos más prestigiosos de la actualidad.
Maria Blasco: Las Edades y la Muerte, de Hans Baldung “Grien”
Una obra realmente angustiosa la que eligió María Blasco. Eso sí, difícilmente se podrá encontrar una pintura más adecuada para reflejar el envejecimiento celular del que habla. Parece como si Grien hubiese pintado Las Edades y la Muerte a la espera de que esta bióloga molecular posase sus ojos sobre ella. La directora del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas), a quien por cierto habréis podido escuchar en Naukas 2016, no contenta con explicar su investigación científica, hace una acertadísima interpretación de la obra del artista alemán. Este óleo hace pareja con La Armonía, pintura mucho más alegre, que sirve como contrapunto para que reflexionemos sobra la fugacidad de la vida (Vanitas vanitatum omnia vanitas). El ciclo de la vida está claramente representado por el bebé (¿se atreve a desafiar a la muerte rompiendo su lanza?), la joven mujer y la anciana. Ésta intenta inútilmente aferrarse a la juventud, que la rechaza, y no puede evitar que la macabra muerte la arrastre mientras sujeta un reloj de arena, señal del paso del tiempo. Todo este monocromático cuadro resulta indescriptiblemente tétrico (mención especial para la lechuza), incluyendo el fondo infernal, y, de acuerdo con moral cristiana de la época, la única esperanza de alcanzar la vida eterna proviene del Cristo que planea en el cielo. Afortunadamente, 500 años después conocemos mucho más sobre la muerte y el proceso de envejecimiento gracias en gran medida a investigadoras como María Blasco y su pionera investigación sobre el rol de los telómeros y la telomerasa en el envejecimiento celular y la aparición de enfermedades. Sus descubrimientos han servido además para comprender la propagación del cáncer, abriendo nuevas puertas en las terapias contra esta enfermedad, sin duda una de los rostros más reconocibles de la muerte a estas alturas del siglo XXI.
Mariano Barbacid: El cirujano (o La extracción de la piedra de la locura), de Jan Sanders van Hemessen
Mariano Barbacid está entre los escasísimos científicos españoles reconocibles para el gran público. Bioquímico con doctorado en Química, ha dedicado (y dedica) su carrera profesional al estudio del cáncer desde los años 70, cuando el conocimiento sobre esta enfermedad estaba en paños menores. De hecho sus investigaciones llevaron a la identificación de la primera mutación asociada con la aparición de tumores. De vuelta a España, a finales de los 90, fue el predecesor de nuestra anterior protagonista en la dirección del CNIO. Con toda una vida dedicada a la biomedicina la temática de su obra del Prado no podía ser otra y su obra elegida fue El cirujano de Jan Sanders van Hemessen. Este cuadro también es conocido como La extracción de la piedra de la locura, un nombre mucho más descriptivo. Tal y como explica Barbacid, esta pintura dista mucho de ser una verdadera intervención médica y no es otra cosa que una sátira de la charlatanería de la época. Una vez superada la Edad Media ciertas personas iban adquiriendo una mentalidad más moderna y dejando atrás erróneas creencias, entre ellas que la locura era causada por la aparición de piedras en la cabeza. Hemessen, como ya había hecho El Bosco, ridiculiza en éste soberbio óleo al supuesto cirujano y de paso a las desfasadas creencias de la época. Barbacid subraya que escenas como ésta son hoy en día impensables gracias al esfuerzo realizado a lo largo de los siglos para superar tantas y tantas enfermedades, esfuerzo en el que la investigación médica juega un papel fundamental. <<Lo que hoy se hace en un hospital no será lo mismo que se haga dentro de 50 o de 100 años. Eso sí, siempre que se siga investigando>> Así, aprovecha para lamentarse de la escasa inversión en investigación que hay hoy en día, inversión sin la que el progreso y el avance en tratamientos y prevención son imposibles. Qué mejor lugar que la grandiosa pinacoteca madrileña para recriminar que España, otrora grande en las artes y siempre secundaria en la ciencia, está dejando morir a esta última.
Celia Sánchez Ramos: Chicos en la playa, de Joaquín Sorolla
El trabajo de la doctora Celia Sánchez Ramos tiene un objetivo claro: encontrar soluciones para proteger la salud visual. Su investigación se centra en estudiar el impacto de la luz en nuestra visión y principalmente en encontrar medios para prevenir patologías oftálmicas y procesos de degeneración macular. Con ese fin en su grupo se han desarrollado gafas y lentes de protección que han derivado en varias patentes y que incluso le valieron el galardón de la ONU a la mejor inventora internacional en 2009. Una persona tan relacionada con la óptica solo podía escoger un cuadro de “El pintor de la luz”: Joaquín Sorolla (sí, no es el único al que llaman así, pero barramos para Valencia). Entre sus obras el Prado cuenta con la maravillosa Chicos en playa, obra de madurez del artista y una auténtica demostración de su maestría. Como nos explica Sánchez Ramos, el pintor consigue captar el efecto de luz en las sombras de los niños y en sus reflejos que convierten la arena en una especie de espejo. Mediante largas pinceladas muestra el movimiento del agua e incluso podemos apreciar los huecos que forma la resaca bajo las piernas de los niños. La manera de Sorolla de jugar con la intensidad del color y las pinceladas de blanco para reflejar los efectos de los rayos de sol sobre la piel de los muchachos es simplemente espectacular. Gracias a esta escena la científica puede reflexionar sobre lo que se conocía entonces sobre los efectos dañinos de la luz solar. ¿Os imagináis a esos niños hoy en día sin protección solar? Pues, del mismo modo que la radiación es nociva para nuestra piel lo es también para nuestros ojos y por eso es necesario que grupos como el de la doctora Sánchez Ramos trabajen en el desarrollo de métodos para protegernos de esa radiación.
Luis Serrano: Eugenia Martínez Vallejo (vestida y desnuda), de Juan Carreño de Miranda
Luis Serrano es el director del CRG (Centro de Regulación Genética) de Barcelona, donde se sigue investigando el funcionamiento del genoma humano para comprender el desarrollo de diferentes enfermedades, en un intento de aumentar nuestra calidad de vida. Para introducir su línea de investigación, este doctor en biología celular emplea dos cuadros del mismo autor (Juan Carreño de Miranda) que tienen como protagonista a Eugenia Martínez Vallejo: La monstrua desnuda y La monstrua vestida. Estas dos pinturas (que quizás os hayan recordado a las que pintó Goya el siguiente siglo pese a que las formas de las modelos son sensiblemente diferentes) son un ejemplo de diagnóstico médico basado en obras de arte. La protagonista sufre el síndrome de Prader-Willi que, como Serrano explica, es debido a mutaciones que afectan a siete genes del cromosoma 15 y provocan problemas hormonales y trastornos de comportamiento. Eugenia pesaba más de 60 kilos con tan sólo seis años por lo que fue llevada a la corte de Carlos II, donde por aquel entonces gustaban de tener personas con anomalías a modo atracción. Fue entonces cuando Carreño de Miranda, como pintor del rey, tuvo la oportunidad de retratarla. Como por aquel entonces su obesidad se asociaba a la gula, en un cuadro aparece sujetando manzanas (que más bien serían símbolo de dieta saludable hoy en día) y en el otro como una especie de Baco femenino. Aprovecha Luis Serrano para destacar cómo ha avanzado el conocimiento sobre el origen de las enfermedades gracias a la secuenciación genética y nos habla de las posibilidades que ofrece la terapia genética, tanto de las que hoy en día son una realidad como de las que tienen un prometedor futuro.
Juan Luis Arsuaga: El Diadúmeno (copia romana de la obra de Policleto)
Juan Luis Arsuaga es quizás el rostro más conocido entre los científicos que conocen este selecto grupo. Por una parte, porque los desubrimientos realizados bajo su codirección en Atapuerca tuvieron repercusión a nivel mundial y, por otra, porque sus libros de divulgación como La Especie Elegida han sido muy bien acogidos por el público. Este catedrático en paleontología se desmarca del resto de compañeros y, dado su campo de investigación, recurre a una obra escultórica. Tratándose del cuerpo humano qué mejor que una obra que obedece (o que establece) los estándares de belleza griegos: El Diadúmeno de Policleto. No se trata del original en bronce (que se perdió) sino de una copia en mármol de época romana. Pese a ser una copia de excelente factura hay que resaltar que, por culpa de una restauración del siglo XVII, el brazo derecho aleja a la estructura de su forma original. Si os fijáis en la Figura 6, ese brazo debería estar ayudando a colocar la cinta sobre la frente de la apolínea cabeza, y es que, diadúmeneo significa: el que se ciñe (una cinta). En cualquier caso, esta obra de proporciones matemáticas resulta más que acertada para contextualizar el área de trabajo de Arsuaga. En una mini-lección de anatomía el paleontólogo recorre todo el cuerpo humano desde los pies a la cabeza explicando los rasgos que nos distinguen de nuestros antecesores y el proceso evolutivo experimentado a lo largo de los siglos. Precisamente esta información sobre la evolución humana es conocida en gran medida gracias a las labores realizadas en ese patrimonio de la humanidad que se esconde en la Sierra de Atapuerca.
Y hasta aquí llegó la primera serie de esta original manera de aproximar la ciencia a la sociedad a través del arte. Espero que esta modesta recopilación de información haya servido para dar a conocer un poquito más a estas seis grandes mentes que, junto con sus grupos de investigación, trabajan por el progreso científico. Pero, sobre todo, espero que haya servido para demostrar una vez más que ciencia y arte no tienen por qué estar reñidos y pueden avanzar en la misma dirección enriqueciéndose mutuamente.
Algún día volveremos con la segunda serie dedicada al año de la luz (esta vez sin dejar que pasen dos años) pero, no me gustaría acabar, sin antes lanzar una pregunta a los investigadores e investigadoras que hayan leído estas líneas, ¿qué obra escogeríais para explicar vuestro trabajo?
Sobre el autor: Oskar González es profesor en la facultad de Ciencia y Tecnología y en la facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU.
María Blasco, experta en envejecimiento – Envejecer activos
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