Hace más de diez siglos hubo un abad en el monasterio de Leire, llamado Virila, que reflexionaba sobre la eternidad sin llegar a entenderla. Un día, mientras paseaba por los alrededores del monasterio, escuchó el canto de un ruiseñor y se quedó embelesado un momento escuchando. Cuando regresó al monasterio, habían transcurrido trescientos años. La leyenda nos cuenta que así fue como comprendió Virila que la eternidad en el cielo podía durar un instante, ya que trescientos años se le habían pasado en un momento, mientras escuchaba el hermoso canto de aquel ruiseñor.
Ultimamente he comenzado a pensar que quizá lo que hipnotizó al abad fué otra cosa. Quizá Virila quedó embelesado al reconocer en el canto de aquel pájaro algo que nuestra mente humana adora: la estructura del lenguaje.
En las últimas décadas hemos aprendido que el canto de estos pájaros tiene una estructura que se parece al lenguaje humano, tanto en su forma, como en su sustrato neurobiológico. Cuanto más avanzamos, más sorprendentes son los parecidos que encontramos.
El canto de los pájaros siempre ha encandilado a los humanos, tanto que el canario o el jilguero se crían y se cruzan en cautividad desde hace mucho tiempo, para conseguir cada vez mejores cantores. Una de las aves cantoras más populares del mundo es el manón, también llamado gorrión capuchino del Japón o isabelita del Japón (Lonchura striata). Esta especie es el producto del cruce de especies de su género (Lonchura), y se cría solamente en cautividad. Es la especie cuyo canto mejor se ha estudiado, y casi todo de lo que os cuento aquí se ha hecho investigando a esta especie en particular.
Los pájaros cantores, loros y colibríes comparten con nosotros los humanos la capacidad de aprender sonidos vocales. Darwin ya observó, con su habitual agudeza, que encontraba grandes similitudes entre el modo en que los niños aprenden a hablar y los pájaros a cantar[i]. Para que los pájaros cantores aprendan a cantar, necesitan oír a un adulto de su especie antes de alcanzar la madurez, y a partir de ahí crean su propio canto mediante un proceso sensorio-motor por el cual acoplan su propio output vocal al que han escuchado y guardado en su memoria. El aprendizaje del canto en pájaros se considera en la actualidad el equivalente biológico más cercano a la adquisición del lenguaje en humanos. Los pájaros guardan en su memoria una representación estructural (llamado patrón) del canto, del mismo modo que nosotros guardamos en nuestro cerebro una representación estructural (llamada gramática) de nuestra lengua, y tienen un período en el que practican el canto, que se asemeja a las repeticiones de sílabas que hacen los bebés humanos entre los seis meses y el año de edad, al que se denomina “balbuceo”[ii],[iii].
Cuando los pájaros crecen escuchando igual cantidad de cantos de miembros de su especie y de otras especies, su canto adulto suele seguir el patrón del canto de su especie, aunque sean físicamente capaces de seguir el patrón de la otra especie. Es decir, que los pájaros tienen una preferencia por aprender el canto de su especie y rechazan los de otras, lo cual a su vez hace pensar que nacen con un patrón de canto básico propio de su especie, del mismo modo que los humanos nacemos con algunas claves básicas de lo que puede ser una gramática de nuestra especie, lo que los lingüístas llaman facultad del lenguaje o gramática universal.
Tales son los paralelismos entre el canto de los pájaros y el lenguaje de los humanos, que los lingüistas han comenzado a estudiarlo, en busca de un modelo animal que nos ayude a comprender la neurobiología de esta capacidad cognitiva tan central a nuestra especie. Así, por ejemplo, Moira Yip, experta en fonología, se aventuró en busca de la fonología en otras especies, comparando la fonología humana y aviar[iv], y el lingüista del MIT Robert Berwick, acompañado por los investigadores de la neurobiología del canto Johan Blohius, Gabriel Beckers, y Kazuo Okanoya, hablan de una “lingüística del canto”, en marzo de este año, en un artículo en la revista Trends in Cognitive Sciences, que titulan “Del canto al lenguaje: la lingüística del canto de los pájaros”[v].
El canto de los pájaros se compone de unidades discretas que se combinan en estructuras jerárquicas, igual que el lenguaje humano (ningún otro sistema de comunicación animal que conozcamos tiene estas propiedades). O sea, el canto de los pájaros tiene una estructura llamativamente similar a la del lenguaje que usamos los humanos: los pájaros combinan notas en sílabas, las sílabas se organizan en unidades denominadas temas, y los temas se organizan en cantos, de modo que los cantos constituyen cadenas de unidades discretas organizadas secuencialmente en un determinado orden temporal. Los humanos en vez de notas combinamos unidades de sonido (o visuales, en el caso de las lenguas de signos, pero de esto hablaremos otro día) que llamamos fonemas, que son también unidades discretas, que combinamos en sílabas, que a su vez combinamos en palabras, que combinamos en frases (o sintagmas, para usar el término científico).
Por cierto, fíjate en mi útima oración, porque contiene una estructura recursiva:
combinamos unidades de sonido
que llamamos fonemas
que son unidades discretas
que combinamos en sílabas
que…
¿Lo ves? Cada frase o sintagma contiene dentro otro, que a su vez contiene otro, como si fueran matriuskas rusas, esas muñequitas que están metidas una dentro de otra. La recursividad es una característica fundamental del lenguaje humano, que nos permite usarlo ilimitadamente, en lo que Chomsky denomina una “infinitud discreta”.
Pues bien, hoy se discute e investiga intensamente si el canto de los pájaros tiene también esta propiedad[vi], que hasta ahora, en lo que sabemos, solo se encuentra en las mentes humanas. Tan importante es la recursividad en nuestra cognición, que Michael Corballis ha publicado este año un libro (que por cierto os recomiendo), titulado The Recursive Mind [vii] “la mente recursiva”, donde sostiene que es la recursividad lo que nos hace ser quienes somos, y que no solo nuestro lenguaje, sino todo nuestro pensamiento, es recursivo.
Lo último que hemos leído sobre la gramática de los pájaros ha salido en la revista Nature Neuroscience, en junio de este año, y revela que los pájaros procesan la sintaxis de su canto, como hacemos los humanos con la del lenguaje, y distinguen los cantos “gramaticales” de los “no gramaticales”, del mismo modo que tú y yo sabemos que en castellano algo como volverán las oscuras golondrinas es gramatical, pero oscuras las volverán golondrinas no lo es. Esto muestra que los pájaros, como nosotros, tienen una gramática en su cabeza, y quién sabe, quizá descubramos un día que lo que verdaderamente nos fascina de su canto es que reconocemos en él la estructura de nuestro habla, como de hecho pienso que sucede.
[i] Darwin, C. (1882) The Descent of Man and Selection in Relation to Sex, Murray.
[ii] Bolhuis .& Gahr M. (2006)Neural mechanisms of birdsong memory Nature Reviews NeuroscienceVolume 7, 347-357
[iii] Aronov, D. Andalman A.S. & Fee, M.S. (2008)A Specialized Forebrain Circuit for Vocal Babbling in the Juvenile Songbird Science 320, 630
[iv] Yip, M. (2006) The search for phonology in other species. Trends in Cognitive Sciences 10, 442–446
[v] Berwick, R., Okanoya, K., Beckers G. & Bolhuis J. (2011) Songs to syntax: the linguistics of birdsong, Trends in Cognitive Sciences Vol. 15, No. 3, pp. 113-121.
[vi] Gentner T. , Fenn K., Margoliash, D. & Nusbaum H.C. (2006) Recursive syntactic pattern learning by songbirds Nature Vol 440|, 1204-1207
[vii] Corballis, M. (2011) The recursive Mind: The Origins of Human Language, Thought and Civilization, Princeton: Princeton University Press
ES.E
¡Gracias Itziar!
He disfrutado leyendo este texto, que me inspira un comentario y una pregunta.
(i) Recursividad y jerarquía son dos de las principales marcas de todo sistema complejo.
(ii) Una pregunta que nunca contestaremos: si las aves son las descendientes de los dinosaurios, me pregunto si al igual que algunas han desarrollado este lenguaje canor, en los dinosaurios también hubo alguna especie que desarrolló algún tipo de lenguaje.
Itziar Laka
Hola Enrique! muchas gracias por tu comentario. Respecto a tu primera observación, sí, el lenguaje humano es en efecto un ejemplo prototípico de sistema complejo, y la ciencia de la complejidad intenta hoy en día aportar algo a la lingüística, como hace con otros sitemas complejos (imagino que ya conoces Mitchell M. 2009 Complexity: A Guided Tour, lo recomiendo para neonatos iletrados en complejidad curiosos como yo). Respecto a los dinosaurios, sería fascinante encontrar evidencia en un sentido o en otro, y si hay aves canoras no veo en principio pobstáculo para que hubiera podido haber dinosaurios cantores (buen tema para una secuela de Jurassic Park!!). Eso sí, veo difícil que encontremos evidencia relevante.
Cirilo García Román
Hola Itziar, me ha gustado tu post. Permíteme que haga una reflexión o comentario. En efecto, el lenguaje es música y ritmo. Lo interesante es que esas entidades que denominamos «fonemas», «morfemas», «sílabas», «índices», «sintagmas»… (las palabras, a menos que se trate de «palabras fonológicas», casi mejor que las dejemos de lado, que son más superficiales e idiosincráticas), son entidades abstractas o constructos mentales (y uno añadiría que también lo son sociales, en la medida en que también son fruto de un acuerdo o convención en un determinado grupo social). Trataré de ilustrarlo con un ejemplo o experimento: el del «tic, tac» de un reloj de esos que casi ya no quedan ni en las alcobas de nuestros abuelos. A poco que uno lo intente cuando lo escucha en silencio, le podrá parecer a uno que escucha un ritmo binario o bimembre con el tiempo fuerte en el «tic»: TIC, tac / TIC, tac / TIC, tac… Y con un poco más de esfuerzo puede pasar a escuchar una secuencia con ternaria o trimembre: «TIC, tac, tac / TIC, tac, tac… Dejo la de cuatro para los más osados. ¿Qué es, entonces, el ritmo y la recursividad, si resulta que entre el tic y el tac transcurre el mismo «tiempo», cualquier cosa que sea el tiempo? La palabra «aritmética» se encuentra curiosamente emparentada etimológicamente con la palabra «ritmo». Y en latín «numerus» significa a la vez «ritmo», «versificación» y «número». No conozco lenguaje —perdón, metalenguaje— más abstracto que el de los números. Con las matemáticas tratamos de atrapar y describir lo que denominamos «realidad». Y la gramática es otro metalenguaje.
No puedo evitar tampoco pensar cuánto tiempo transcurrido hasta ver (o volver a ver) algo tan obvio: cuánta tinta malgastada desde el invento del alfabeto, que es la primera reflexión lingüística del ser humano. Pues ¿qué es una letra sino una representación o intento de representación de un «fonema»? Y ¿por qué ha de ser nuestra especie la única dotada con la facultad del lenguaje?
Gracias por compartir tus saberes e inquietudes y un saludo.
Metodio.