Premios Nobel y transferencia tecnológica

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Juan Ignacio Pérez

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Francis Villatoro, en una de sus últimas anotaciones en el blog (Qué es lo que queremos: Premios Nobel o transferencia tecnológica), propone un debate sobre política científica en los términos que expresa el título. Ilustra los términos del debate con unas consideraciones acerca de cómo se trabajaba en los NIH norteamericanos entre 1964 y 1972, en la que algunos consideran la edad dorada de la investigación básica en ciencias biosanitarias en aquel país. En una apresurada respuesta le indiqué en un comentario que me parecía que el problema no estaba bien planteado, por haber sido formulado en términos dicotómicos, y me comprometí a desarrollar mi crítica de manera más extensa aquí, en el Cuaderno.

Para empezar diré que, dada la gran contingencia que caracteriza a la actividad investigadora, descartar una determinada forma o línea de investigación y apostar por otras puede ser una decisión errónea. Es lo que tiene la serendipia; nunca se sabe qué nos deparará el futuro. Lo contrario es lo que le ocurrió a Nixon: tratando de emular a Kennedy con el viaje a la luna, destinó millones de dólares para acabar con el cáncer en una década; no lo consiguió. El Japón, cuando tuvo recursos en las décadas de los 70 y 80, los destinó a investigación aplicada, relegando, en términos relativos, la investigación básica; Manuel Castells[1] sostiene, al respecto, lo siguiente: “la debilidad de la ciencia japonesa limitó su capacidad para mejorar la tecnología existente, para hacerla mejor y más barata, una vez que las empresas alcanzaron la vanguardia de la innovación tecnológica. El éxito de las compañías electrónicas estadounidenses, que invirtieron la ventaja en los años noventa, así como el progreso limitado de las empresas japonesas en biotecnología y programación, obedecen a su retraso en la ciencia básica y la formación de investigadores”.

Por otra parte, cada vez me resulta más difícil establecer una distinción objetiva entre investigación básica e investigación aplicada. En teoría, pueden distinguirse unas y otras actividades en virtud del objetivo que se persigue con ellas. En cierto modo es la que establece el propio Francis cuando diferencia la obtención de distinciones académicas (premios Nobel) y la transferencia o registro de patentes. Sin embargo, encuentro una dificultad seria para mantener esa distinción cuando compruebo que un número importante de los premios Nobel se otorgan a investigadores cuyo trabajo conduce de forma muy directa a desarrollar aplicaciones sanitarias o industriales. No hace falta remontarse a la predicción de la existencia del positrón y su posterior descubrimiento como antecedente de la tomografía por emisión de positrones. Un repaso a los premios Nobel concedidos en los tres últimos años en Fisiología, Física y Química, ilustra bien a las claras que la investigación excelente tiene aplicaciones relativamente rápidas. A continuación indico las contribuciones por las que se otorgaron esos premios. Fisiología: fertilización in vitro (2010), inmunidad (2011), reprogramación de células maduras (2012); Física: grafeno (2010), expansión acelerada del universo (2011), manipulación de sistemas cuánticos individuales (2012); Química: reacciones de acoplamiento (2010), cuasicristales (2011), receptores acoplados a proteina G (2012). Salvo el de física de 2011, creo que el resto de premios fue concedido por investigaciones que, en diferente medida y diferentes plazos de tiempo (pero en ningún caso largos), van a tener o tienen ya aplicaciones sanitarias o industriales. Todos esos premios tienen en común que han sido concedidos por aportaciones muy importantes, que han modificado de forma significativa el modo en que entendíamos la naturaleza, y que son modelos de trabajo científico bien hecho. En ningún caso ha sido relevante si el tema era más o menos básico o aplicado.

Pero dicho lo anterior, sí es cierto que hay una investigación cuyo fin exclusivo es que reporte resultados convertibles en un plazo de tiempo breve en nuevos productos o nuevos servicios. Al respecto hay que señalar que lo más normal es que esa forma de investigación la protagonicen las empresas potencialmente interesadas en explotar esos resultados[2]. Y eso lo pueden hacer por ellas mismas o contratando el trabajo a un centro académico o de investigación. Ahora bien, incluso en ese caso, quienes han de desarrollar esa investigación deben ser investigadores; han tenido que formarse como investigadores. Pues bien, los buenos investigadores se forman en buenos equipos, con buenos directores y haciendo buena investigación, por su rigor y relevancia. Normalmente, ese aprendizaje se hace en un centro académico o de investigación básica. En esos casos, además, lo de menos es el tema en que se doctoró el joven investigador; la formación que ha adquirido en ese periodo debe capacitarle para afrontar y desarrollar con éxito otros proyectos en campos afines. Y esto implica que si se quiere disponer de personas con la debida formación para realizar buena investigación “industrial” o “aplicada”, hay que contar con un sistema de investigación de calidad, que será el que proporcione a esas personas la formación que precisan. Por eso, la idea de tener que optar puede acabar siendo una idea muy peligrosa, porque no hay sistema de (buena) investigación, -incluida la modalidad aplicada-, que funcione sin una buena cantera, y la cantera no suele formarse en actividades de transferencia.

Una de las razones, si no la más importante, por la que en España no se transfiere apenas conocimiento a los sectores productivos y a la sociedad en general es que los sistemas de incentivos son rabiosamente contrarios a tal cosa. En los países donde se produce transferencia con facilidad, la normativa no solo lo permite, sino que lo incentiva. Y eso genera, además, una cultura favorable a ello, lo que configura un círculo virtuoso. A modo de ejemplo diré que en la normativa universitaria española hay notables obstáculos para, por ejemplo, que un profesor cree una empresa sobre la base de una idea suya. Y también está mal visto y penalizado que un profesor universitario pretenda ganar dinero mediante actividades que se derivan de su quehacer universitario. Ganar dinero o, mejor dicho, que otros ganen dinero, está mal visto en la universidad (y creo que en el conjunto de la sociedad) y las leyes reflejan eso; por esa razón, los órganos de gobierno de las universidades se suelen mostrar hostiles a que su personal académico se enriquezca. El argumento que se utiliza es que esas actividades quitarían tiempo a la dedicación principal; pero la verdadera razón es la otra.

Luego está la cuestión de la diversidad. En su artículo, Francis se refiere a que España debiera tomar una opción, o hacer buena investigación básica o transferir. Yo creo que incluso si las alternativas fueran esas, no creo que deban aplicarse a todo el sistema universitario en su conjunto, o a todo su sistema de ciencia y tecnología. Otro de los vicio hispánicos es el de la uniformidad. A las universidades, en general, les da miedo diferenciarse, y las autoridades no han sabido, o no han querido, impulsar la diferenciación. Pero debiera ser posible que cada universidad hiciese sus opciones, y entre los asuntos por los que optar está, sin duda, el perfil más o menos orientado a la transferencia. Pretendemos hacer un poco de todo (en temas y en perfil) y todo acaba siendo mediano, cuando lo que habría que hacer es optar por áreas concretas, por ciertos perfiles, por unas orientaciones, y apostar fuerte. Es arriesgado, sí, pero lo contrario es la medianía generalizada.

Y también está la diversidad de centros. Debe haber diversidad de instituciones, con diferentes perfiles, distintas pero complementarias. Creo que eso en Euskadi lo estamos resolviendo relativamente bien. Aquí tenemos universidades; centros de investigación de alto nivel (BERCs) con más o menos orientación a la industria; CICs, centros que, en diferente grado, compaginan investigación orientada y actividad empresarial; y dos corporaciones tecnológicas (IK4 y Tecnalia), con numerosos centros tecnológicos muy orientados al mundo empresarial. Además, y como es lógico, están los centros hospitalarios donde se hace investigación sanitaria, y las empresas con unidades de I+D. En definitiva, en Euskadi hay todo un ecosistema de investigación científica y desarrollo tecnológico con entidades que ocupan diferentes nichos. No han de hacer todos lo mismo, pero en lo que hacen debieran intentar ser los mejores del mundo. Eso, salvo alguna excepción, todavía no se ha logrado. Demos tiempo al tiempo. 😉

En resumen, defiendo la idea de que no hay que optar entre hacer investigación básica de calidad o hacer transferencia. Hay que hacer buena investigación, relevante, en particular en las universidades. La transferencia podrá producirse, o no, dependiendo de factores diversos, principalmente de orden institucional y de los sistemas de incentivos. Pero la prioridad para los centros académicos ha de ser la formación de buenos investigadores, porque son ellos los que alimentarán el sistema en su conjunto.

Nota: elementos adicionales para el debate, aquí.

[1] Manuel Castells (1998): “La era de la información. Vol III: Fin de milenio” pg.: 275

[2] Lo normal en los paises que van bien es que la industria aporte, al menos, el 50% de los fondos que se invierten en I+D y que ejecute, al menos, el 60%. España está por debajo de esos porcentajes.

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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez, responsable de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

10 comentarios

  • Avatar de emulenews

    Solo hay una cosa que no has mencionado en tu respuesta y que era el punto de partida de mi entrada: los criterios «científicos» de excelencia utilizados en los rankings internacionales de universidades (como el número de laureados con el Nobel). ¿Quiere el Gobierno posicionar mejor nuestras universidades en dichos rankings? Si lo quiere, tiene que desarrollar una política activa para lograrlo.

    En mi entrada, yo sugería que el gobierno debería apostar por dirigir más recursos (sobre todo humanos) hacia la investigación básica (como bien dices, «los buenos investigadores se forman en buenos equipos, con buenos directores y haciendo buena investigación»); en mi entorno, la mayoría de los recursos humanos se dirigen la investigación aplicada (la fomentada por los Programas Marco y por nuestros Gobiernos). Grupos de investigación básica como el mío, tenemos que «vender» nuestro trabajo como si fuera «aplicable» (cuando las aplicaciones pueden tardar décadas, como mínimo). En mi opinión el sesgo hacia lo aplicado en la financiación contradice el deseo de posicionar mejor en los rankings internacionales a nuestras universidades.

    Por lo demás, muy buena entrada (mi opinión es muy similar a la tuya en las cuestiones que has comentado).

  • Avatar de Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea)

    Gracias por tu comentario, Francis. Me ha parecido que en tu texto planteabas la cuestión en términos de opción, por la frase con la que finalizas el primer párrafo: «El Gobierno tiene que decidir qué es lo queremos». A partir de esa frase he construido mi texto. Y en relación con la cuestión de los criterios, yo creo que los criterios no están mal; son indicadores, y seguramente utilizando otros indicadores saldrían resultados parecidos. Al fin y al cabo, los resultados de los rankings más utilizados tienen mucho en común.
    Por supuesto que el gobierno (los gobiernos) tienen una actitud difícil de entender; se quejan de que se transfiere poco, se quejan de que no hay premios Nobel, no se aclaran con los objetivos, y no ponen los medios ni toman las medidas normativas necesarias para una cosa (Nobel), ni para la otra (spin-off). Gracias, de nuevo, por el comentario, y por el artículo original.
    Salud.
    I

  • Avatar de Cesar

    Muy de acuerdo con el mensaje. Sólo quería hacer un comentario marginal al tema central de la entrada y es sobre la frase «Una de las razones, si no la más importante, por la que en España no se transfiere apenas conocimiento a los sectores productivos y a la sociedad en general es que los sistemas de incentivos son rabiosamente contrarios a tal cosa» con la que estoy de acuerdo (desde la perspectiva ciencia > sistemas productivos versus sistemas puramente académicos), pero que palidece ante la terrible realidad de que prácticamente no existe sector productivo al que transferir.

  • Avatar de Antonio Altamira de Asís

    Muy interesante conocer lo que pasa en Euskadi. Pero ¡ojo! para ser los mejores del mundo en algo: suele ser importante el hecho de ser grandes (salvo si optas por la ultraespecialización).
    Por otro lado, a mí me gustaría fijarme en cómo funcionan las cosas en Alemania. ¿Cómo se interrelacionan allí las universidades, las empresas y los institutos de investigación?, ¿desde la cátedra de ZK podrían entrevistar a personalidades de allá (por ejemplo a D. Juan Ignacio Cirac)?.

  • Avatar de Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea)

    Hola Antonio, bienvenido al blog. Tres notas:
    1. Lo de ser los mejores del mundo lo he marcado con el emoticono del guiño; es, pues, una broma (en parte).
    2. Si el campo de especialización es limitado sí se puede estar entre los mejores; y creo que se trata de eso.
    3. Creo que sí, que podríamos acceder a J. I. Cirac a través de amigos comunes (como anécdota, aprovecho para comentar que el pasado año tuve el honor de impartir una conferencia en San Sebastián en la misma sesión que Juan Ignacio), y no es mala idea incluir aquí entrevistas a científicos españoles de alto nivel. Veremos de intentarlo. Gracias por la sugerencia.
    Salud
    I

    • Avatar de Antonio Altamira de Asís

      Gracias. Estaré atento a esta página. Ahora que J. I. C. ha recibido un premio tan prestigioso es un momento óptimo para «agasajarle». Y que el hombre sepa que en España tiene unos cuantos seguidores.

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