Margarita Salas entrevistada por Jesús Ávila

CIC Network

Cortesía de Luis Malibrán
Cortesía de Luis Malibrán
“Con Severo Ochoa me sentí reconocida como científica”

Esta entrevista apareció originalmente en el número 13 (2013) de la revista CIC Network y la reproducimos en su integridad por su interés.

Margarita Salas, doctora en Ciencias Químicas (Universidad Complutense de Madrid). Es profesora Ad Honorem en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (centro mixto CSIC-Universidad Autónoma de Madrid) y autora de más de 380 trabajos. Entre sus mayores contribuciones científicas destaca la determinación de la direccionalidad de la lectura de la información genética, durante su etapa en el laboratorio de Severo Ochoa, de quien fue discípula, y el descubrimiento y caracterización de la DNA polimerasa del fago Phi29. Ha obtenido múltiples premios, entre otros, el Premio Rey Jaime I de Investigación (1994) y el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal (1999).

La entrevista Jesús Ávila, doctor en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, biólogo, especializado en el estudio de los procesos neurodegenerativos y la enfermedad del Alzheimer. Premio Nacional de Investigación Ramón y Cajal 2004.

El nombre de Margarita Salas brilla con luz propia en el escenario científico español y en el universo de la biología molecular. Autora de más de 380 trabajos, principalmente en el ámbito del virus bacteriano Phi29, y con numerosos reconocimientos por su dilatada trayectoria profesional, Margarita Salas es entrevistada por Jesús Ávila, una de las principales referencias en España en el estudio de procesos neurodegenerativos y alumno de doctorado de la profesora Salas, con quien conversa sobre su dedicación a la ciencia en un contexto social e histórico adverso -la España de la década de los 60 y siendo mujer, lo que representaba un obstáculo mayúsculo en la época-, su vinculación desde la juventud al Prof. Severo Ochoa, su unión profesional y afectiva al Prof. Eladio Viñuela, o su dedi cación durante prácticamente 5 décadas al estudio del fago Phi29. “Como he dicho alguna vez que moriré con la bata puesta, pues creo que moriré con el fago Phi29”, afirma.

Margarita, la carrera científica puede comenzar en la infancia. ¿Cómo influyó la profesión de tus padres en tu carrera científica y en la de tus hermanos?

Mi padre era médico, psiquiatra y neurólogo, y mi madre era maestra. Pero yo creo que más que sus profesiones, lo que me influyó fue que mis padres tenían muy claro que los tres hijos íbamos a hacer una carrera universitaria, tanto las dos chicas, mi hermana y yo, como nuestro hermano. Esto no era demasiado frecuente en la época, porque las mujeres estaban preparadas para el matrimonio y la familia, y no se les suponía que fueran a hacer una carrera universitaria. Mi padre nos decía siempre: “la mejor herencia que os dejaré es una carrera universitaria”. Y efectivamente, esa fue nuestra mejor herencia.

¿Por qué químicas?

Yo hice seis cursos de bachiller, y después, para entrar en la universidad, se hacía un curso preuniversitario. Durante el bachiller se estudiaban tanto ciencias como letras, pero en el curso preuniversitario tenías que elegir entre ciencias y letras. Entonces yo me decidí por las ciencias. Me gustaban más las ciencias. Cuando acabé el curso preuniversitario tuve que decidir qué carrera quería hacer, y no lo tenía claro. Dudaba entre químicas y medicina; quizás la medicina influida porque mi padre era médico, y la carrera del padre siempre influye en los hijos. Como yo tenía dudas, y la licenciatura de medicina no existía en aquella época en la Universidad de Oviedo, que era la ciudad más próxima a Gijón, donde yo vivía, decidí venirme a Madrid a hacer lo que se llamaba un curso selectivo que me daría opción a elegir entre químicas y medicina. En ese curso se estudiaba física, química, matemáticas, biología y geología. Estas cinco asignaturas eran necesarias para estudiar químicas. Pero la geología no se requería para estudiar medicina. A mí la geología no me interesaba demasiado, y la verdad es que la estudié poco. Pensaba: «si suspendo la geología, me voy a medicina, y si apruebo las cinco asignaturas, decidiré». Al final aprobé las cinco y me decidí por químicas. Creo que fue una buena decisión, porque rápidamente me entusiasmó, sobre todo las largas horas que pasábamos en el laboratorio de química orgánica en tercer curso.

No es fácil pasar de ser una licenciada en químicas en los años 60 en España y convertirse en una científica de reconocimiento internacional que ha llegado a ser elegida miembro de la Academia de Ciencias de EE.UU. o, más recientemente, invitada a escribir un artículo en JBC (Journal of Biological Chemistry) sobre tu carrera científica, algo a lo que sólo acceden los científicos consagrados. ¿Cómo ha sucedido esta transformación?

La transformación en cierto modo se la debo a Severo Ochoa, porque como decía antes, estudié químicas; en tercer curso me gustaba mucho la química orgánica, teníamos muchas prácticas de laboratorio, y empezó a gustarme

el laboratorio. Siempre me iba a Gijón a pasar el verano, y se dio la circunstancia de que, en el verano en que acabé el tercer curso de químicas, conocí a Severo Ochoa. Él había estado mucho tiempo sin venir a España, porque no quería venir a una España con Franco. Pero llegó un momento en que empezó a pasar las vacaciones en España, parte de ellas en Luarca, su ciudad natal, y parte en Gijón, que era la ciudad natal de su mujer, Carmen. El verano de 1958 fue a Gijón y llamó a mi padre para verse. Ellos eran primos políticos (una tía de mi padre estaba casada con un tío de Severo Ochoa) y eran compañeros de curso en medicina, habían estudiado los dos en la Residencia de Estudiantes; en fin, aparte de su relación de parentesco, eran amigos y colegas. Mi padre le invitó a comer a casa.

Recuerdo perfectamente, aunque fue hace muchos años, que comimos en el jardín de casa una paella excelente que habíamos encargado. Ochoa nos dijo a mi padre y a mí que al día siguiente iba a dar una conferencia en Oviedo y que por qué no íbamos con él. Y, efectivamente, fuimos al día siguiente con Severo Ochoa a Oviedo, oímos la conferencia, que a mí me fascinó. Tú (se refiere al entrevistador, Jesús Avila) le conocías muy bien, era un magnífico conferenciante. Entonces tuve la ocasión de charlar con él. Yo estaba un poco ‘enchufada’, por la amistad con mi padre, el parentesco, etcétera. Yo no había estudiado todavía bioquímica, que se estudiaba en cuarto curso, y él me prometió que cuando volviese a Nueva York me mandaría un libro de bioquímica, cosa que hizo.

Al año siguiente, yo tenía ya la asignatura de bioquímica, que daba Ángel Martín Municio, y empezó a interesarme. Le comenté a Severo Ochoa que me gustaba la bioquímica y él me dijo: “si te gusta, puedes hacer una tesis doctoral en Madrid con un excelente bioquímico, Alberto Sols, y después te vienes a Nueva York conmigo a hacer una fase postdoctoral”. Y eso fue lo que hice. Es decir, que pasé de la química a la bioquímica y a la biología molecular de la mano de Severo Ochoa.

O sea, ése fue el origen de la transformación.

Ésa fue la transformación.

Mi siguiente pregunta tiene que ver con que, además de saltar de la bioquímica a la biología molecular, también diste otro salto, pasando del metabolismo a interesarte por la virología. Empezaste, ya después de pasar por el laboratorio de don Severo, a dedicar tu vida a Phi 29. ¿Cómo fue este paso hacia la virología, o hacia la virología de los virus bacterianos?

Primero, con Alberto Sols aprendí sobre el metabolismo de los hidratos de carbono, enzimas de la glucolisis… Con Severo Ochoa aprendí la biología molecular, sobre todo la biosíntesis de proteínas. El verano anterior a nuestra vuelta a España, Eladio (Viñuela) y yo fuimos a un curso en Cold Spring Harbor sobre bacteriófagos, y ahí aprendimos a manejar los fagos. Cuando tomamos la decisión de volver a España, lo primero que teníamos que decidir era el tema de trabajo, qué queríamos hacer en España, porque evidentemente no íbamos a seguir haciendo lo que hacíamos con Severo Ochoa, no tenía sentido tratar de competir desde España con lo que se hacía en su laboratorio. Entonces buscamos un sistema simple que fuese abordable. Sabíamos que España iba a ser un desierto científico, lo era, y que iba a ser difícil empezar la investigación en biología molecular en España. Elegimos un virus bacteriano muy pequeñito, el bacteriófago Phi29, con el que yo he seguido trabajando. Precisamente lo elegimos por ser pequeño y asequible a nivel molecular. Pensamos que era un sistema manejable, fácil de empezar en España, y por eso elegimos el estudio de este fago.

¡Qué buen resultado!

Y dio buen resultado, tuvimos suerte, sí.

Has sido, como mujer, pionera en llevar a cabo funciones que hasta entonces estaban reservadas solamente a los hombres. Ello te convirtió en un símbolo nacional, ya que has sido la primera mujer de la Academia de Ciencias, la primera científica en la Real Academia Española, la primera mujer Presidenta del Instituto de España. ¿Cómo se llega a ser una pionera?

No es mérito mío el ser pionera; había tan pocas mujeres cuando yo empecé, que era fácil ser pionera. Me gustaría decir que creo que nunca me han dado, y espero que nunca me hayan dado, ningún premio ni ningún reconocimiento por el hecho de ser mujer. Es verdad que he sido la primera mujer en varias de las cosas que tú has mencionado, pero creo que no me han dado nunca ningún premio ni reconocimiento por el hecho de ser mujer. Y ser pionera era fácil porque éramos muy pocas mujeres.

Entonces, olvidándome de los géneros has sido uno de los científicos más laureados de nuestro país. Sin embargo, tu reconocimiento no te ha llegado tanto de tu patria chica, Asturias, a la que estás muy unida. A una persona de la calle le cuesta creer que ni a Severo Ochoa ni a Margarita Salas se les haya concedido el Premio Príncipe de Asturias. ¿Quieres hacer algún comentario sobre esto?

Severo Ochoa fue Premio Nobel en el año 1959. Quizá cuando vino a España y se crearon los Premios Príncipe de Asturias, debió parecer poco apropiado que a un premio Nobel se le concediese un Príncipe de Asturias. Si bien es verdad que lo hicieron presidente del jurado…

Perdona que te interrumpa, le dieron el Premio Ramón y Cajal.

Sí, eso iba a comentarte, le dieron el primer Premio Santiago Ramón y Cajal a pesar de ser Premio Nobel, efectivamente. También le podían haber dado el Premio Príncipe de Asturias, y no sé si se lo ofrecieron, desconozco los ‘intríngulis’ del premio. Pero, como sabes, sí fue presidente del jurado durante muchos años, y yo creo que durante la época en que Ochoa fue presidente del jurado de los Premios Príncipe de Asturias, si no recuerdo mal, un año se premiaba a un científico español y el siguiente año a uno iberoamericano. Después, la política de la Fundación Príncipe de Asturias cambió y ahora se los dan fundamentalmente a extranjeros, hay otro nivel de premios, y los españoles parece que no llegamos a la altura de los premios.

Y el que no me lo hayan dado a mí, pues depende del jurado: si el jurado decide que se lo den a un extranjero que tenga más méritos que yo, pues… A mí me encantaría que me lo diesen, tengo que reconocerlo.

Sí, porque, insisto, puede ser un poco extraño. Los buenos científicos se caracterizan además porque suelen ser buenos maestros. Nuestros mejores científicos, como Cajal y Ochoa, hicieron buena su escuela. Eladio Viñuela y tú empezasteis la Escuela de Biología Molecular en España. Sin embargo, no es fácil enseñar a personas con una deficiente formación, quizá no por su culpa, porque en algunos momentos el nivel intelectual en el país no es muy alto. ¿Hay que tener mucha paciencia, o afición, para crear una escuela?

Hay dos partes en la creación de una escuela, la de los maestros y la de los discípulos. Por parte de los maestros, evidentemente, hay que tener mucha dedicación y mucho entusiasmo para transmitir las enseñanzas a los discípulos, pero también hay que tener muy buenos discípulos. Y yo tengo que decir que tanto Eladio como yo hemos tenido excelentes discípulos, entre los que te encuentras. Realmente, recuerdas que dábamos la asignatura de genética molecular en la (Universidad) Complutense, y esa fue una cantera de excelentes estudiantes que fichamos para hacer el doctorado, y realmente yo me siento muy orgullosa de todos los estudiantes que he tenido, porque han sido excelentes estudiantes y así no es difícil hacer una escuela. Con buenos estudiantes no es difícil hacer una escuela.

Es siempre difícil, de cualquier manera, yo creo que eso tiene su mérito. Mira la poca cantidad de gente que ha hecho una escuela en España en ciencia, donde también hay muchas veces otro tipo de condicionantes. Es muy difícil, yo creo, pero vosotros lo habéis logrado.

Yo creo que hace falta entusiasmo, dedicación, y como tú dices, afición, paciencia y, como he dicho también, buenos estudiantes.

¿Qué te gustaría transmitir a las generaciones que han pasado por tu grupo, que son ya muchísimas? Y, ligado con esto, ¿hay algunas características comunes o cuáles son las diferencias entre los nuevos y los antiguos alumnos? ¿Va habiendo también un cambio en la población científica española?

Respecto a la primera pregunta, creo que tanto Eladio como yo hemos transmitido el entusiasmo por la investigación, la dedicación a la investigación, el rigor experimental, que a su vez nosotros habíamos recibido de nuestros maestros, porque nosotros tuvimos buenos maestros empezando por Alberto Sols y siguiendo por Severo Ochoa. Es decir, que esto nos lo han transmitido nuestros maestros y nosotros tratamos de transmitirlo a nuestros discípulos. Y yo creo que es evidente que los discípulos han sido dignos sucesores de los maestros.

Respecto a las generaciones, yo creo que las cosas han cambiado. Antes, los estudiantes que venían a hacer el doctorado tenían un entusiasmo y una dedicación muy grandes, no había horas, no había fiestas, no había fines de semana. Y yo creo que ahora los estudiantes tienen menos dedicación, es decir, aparte de la investigación piensan en otras cosas, la vida no es sólo la investigación; yo creo que ha cambiado la mentalidad de la sociedad en general, no sólo de los estudiantes que vienen a hacer el doctorado, sino en general de la sociedad, que aparte del trabajo hay otras cosas que quieren compaginar. Yo creo que nosotros, en nuestra época, en tu época, era una dedicación casi unidimensional, al 100% o al 99,9%.

En tu vida trabajaste con tres excelentes científicos: Severo Ochoa, Alberto Sols y Eladio Viñuela. ¿Fue fácil trabajar con ellos?

Con Alberto Sols es con quien empecé a hacer la tesis doctoral. Con él no fue fácil trabajar, concretamente para mí como mujer. Porque Alberto Sols, digamos, creía muy poco en mí. No sé si en mí en particular o en la mujer en general. Yo creo que, en general, creía que las mujeres no estábamos capacitadas para hacer investigación. Y puedo contar una anécdota: cuando me dieron el Premio Severo Ochoa de Investigación de la Fundación Ferrer, después ya de volver de Estados Unidos, en el ochenta y tantos, tuvimos una comida en la que estaban Alberto Sols, Severo Ochoa, había periodistas, y durante la comida se levantó Sols a hablar y comentó: “cuando Margarita vino al laboratorio para pedirme hacer una tesis doctoral pensé, ‘bah, una chica, le daré algo que no tiene importancia porque si no lo saca adelante no importa’”. Esa era la mentalidad, yo creo, no sólo de Alberto Sols, sino de muchos hombres de la época. Ten en cuenta que yo empecé la tesis doctoral en el año 61, y ésa era la mentalidad respecto a las mujeres, que no valíamos para hacer investigación, que estábamos mejor en casa, cuidando de nuestra familia y haciendo las labores del hogar.

Con Severo Ochoa fue distinto. Yo siempre digo que con Severo Ochoa me sentí persona por primera vez desde el punto de vista científico, independientemente de mi condición de mujer. Me sentí reconocida como científico. Si yo hacía buen trabajo, Severo Ochoa me lo reconocía, y yo me sentí totalmente realizada en su laboratorio. Era muy fácil trabajar con él. Era muy riguroso, no es que fuera fácil desde el punto de vista de que no fuera exigente, era muy riguroso y muy exigente, estaba continuamente siguiendo el trabajo para ver lo que se había hecho, para ver qué controles se hacían…

Todas las mañanas se pasaba por el laboratorio y te preguntaba “¿qué hiciste ayer? ¿Qué vas a hacer hoy?” y, sobre todo, “¿qué controles llevas?” eso era matemático. ¡Y pobre de ti como no llevases bien los controles!

Eso he de decir que lo heredaste muy bien, porque es una de las cosas que nos transmitiste, el ‘confesarnos’ todos los días…

Es que son muy importantes, los controles.

¿Y Eladio?

Bueno, con Eladio, como sabes, en la tesis doctoral no trabajábamos en lo mismo pero colaboramos también en algunos temas; por ejemplo, Eladio descubrió la glucoquinasa de hígado de rata, y fue muy generoso porque quiso que yo me uniese a él para compartir el trabajo. Y publicamos un par de trabajos en el Journal of Biological Chemistry, y en aquella época publicar en esa revista era el no va más. Y después, en Nueva york, Severo Ochoa nos separó; nos dijo “así, por lo menos, aprenderéis inglés”, nos puso en grupos distintos. Y después, a la vuelta a España, volvimos a trabajar los dos con el fago Phi29, porque sabíamos lo difícil que era la vuelta a España: teníamos que conseguir dinero americano, porque en España no había financiación para hacer investigación, es decir, que gracias a una ayuda de la Fundación Jane Coffin pudimos empezar a trabajar con el fago Phi29; si no, no hubiésemos podido empezar a trabajar. Es decir, que los primeros estudiantes de doctorado, como tú, trabajasteis gracias a la ayuda americana de la Jane Coffin. Y, durante unos cuantos años, Eladio y yo trabajamos juntos. Es verdad que nos repartíamos los doctorandos, tú tuviste la suerte o la mala suerte de caer conmigo… Yo siempre digo que estoy muy agradecida a mis estudiantes, en aquella época todos eran chicos, porque nunca pusisteis ninguna pega en trabajar conmigo, es decir, que no me sentí discriminada por vosotros, nunca dijisteis “¿y por qué voy a trabajar yo con Margarita y no con Eladio, que es más listo?”.

No es que fuera… Es decir, porque fuera hombre… Por eso, no dijisteis “prefiero trabajar con el jefe y no con la jefa”, ¿no? Como sabes, todavía en esa época, en España, a la mujer se la discriminaba. Y aún se la sigue discriminando, pero en aquella época más. Entonces, dentro de nuestro laboratorio no teníamos ningún problema, trabajábamos todos más o menos al unísono y, aunque unos doctorandos eran dirigidos más por Eladio y otros más por mi, todos estábamos en todo, había seminarios comunes, etc. Pero de cara al exterior yo era la mujer de Eladio Viñuela, yo no era Margarita Salas todavía.

Como sabes, Eladio era muy generoso, y llegó un momento en que decidió dejar el trabajo con el fago Phi29 y empezar un nuevo tema, el virus de la peste porcina africana, que causaba grandes pérdidas en la cabaña porcina extremeña. Así, poco a poco, me fue dejando a mí el estudio del fago Phi29 para que yo fuese independiente y pudiese demostrar si yo valía o no valía para hacer investigación. Y entonces, poco a poco, me fui convirtiendo en Margarita Salas. Por supuesto, Eladio siguió ayudándome y apoyándome en todo momento. Eladio fue un gran maestro para mi.

Desde un punto de vista técnico, Eladio y tú fuisteis introduciendo las últimas y más modernas tecnologías en España. Por ejemplo, la primera secuenciación de un DNA en España la hicisteis en tu grupo. ¿Seguís desarrollando nuevas tecnologías?

Sí, efectivamente, nosotros fuimos los primeros en secuenciar partes del DNA de Phi29, que fueron fundamentalmente los extremos del DNA y los genes correspondientes a algunas de las proteínas que más nos interesaban como la DNA polimerasa, la proteína terminal, la proteína que activa la transcripción… Es decir, que fuimos seleccionando genes para secuenciar. Esos primeros experimentos de secuenciación en España se hicieron en mi laboratorio. Fue Cristina Escarmís la que los hizo. Y la primera secuenciación de un genoma completo del virus de la peste porcina africana la hizo el grupo de Eladio.

Efectivamente, nosotros siempre hemos ido introduciendo la tecnología disponible en cada momento. Hubo un tiempo, a mediados de los setenta, en que ya parecía que el trabajo con el fago Phi29 tenía poco futuro, porque no disponíamos de herramientas adecuadas para aislar, caracterizar, purificar las proteínas. Las proteínas se producían en cantidades muy pequeñas y era difícil estudiarlas. Y entonces surgió la tecnología del DNA recombinante, y así empezamos a clonar genes, a sobreproducir proteínas, a purificar proteínas… La mutagénesis dirigida, para hacer estudios de estructura-función nos abrió otras puertas. La cristalografía, el obtener la estructura tridimensional de estructuras como la

DNA polimerasa, la proteína terminal… Es decir, que hemos tratado siempre de ir siguiendo las nuevas tecnologías para ampliar el marco de la investigación con el fago Phi29 que, por otra parte, es un fago tan pequeñito que parecía que se iba a acabar enseguida, y sin embargo aún seguimos trabajando con él. Y creo que, como he dicho alguna vez que moriré con la bata puesta, pues yo creo que moriré con el fago Phi29.

En ese aspecto, ¿qué resaltarías de tu actual trabajo? ¿Y cuál es el futuro para el estudio de los bacteriófagos como el Phi29?

Del trabajo actual, desde el punto de vista social, yo resaltaría que de una investigación puramente básica, como ha sido la investigación con el fago Phi29, hemos llegado a aplicaciones biotecnológicas. Creo que esto es importante resaltarlo, porque nadie daba un duro por el Phi29 desde el punto de vista práctico, era investigación puramente básica para conocer los mecanismos de replicación del material genético, de control de la transcripción del material genético, de la morfogénesis, etc. ¡Quién iba a decir que eso ¡iba a dar resultados aplicables desde el punto de vista biotecnológico! Y, sin embargo, los ha dado y yo me siento muy contenta y orgullosa no sólo del trabajo básico que hemos hecho, sino también de la aplicación biotecnológica a la que ha dado lugar este trabajo.

¿Cómo es de extrapolable el trabajo que habéis realizado con un bacteriófago como Phi29 al trabajo que se está realizando en virus animales que pueden tener un interés sanitario, social, etc.?

Uno de los hitos de nuestro trabajo con Phi29 fue el descubrimiento de una proteína unida covalentemente a los extremos del DNA. Y esta proteína resultó ser la que inicia la replicación del DNA, es decir, el primer en la iniciación de la replicación. La DNA polimerasa, que normalmente no inicia la síntesis del DNA, es capaz de iniciarla utilizando la proteína terminal como primer. Nosotros publicamos esto en el año 71 sobre Phi29, y dos años más tarde, en el 73, se publicó la existencia de una proteína terminal en adenovirus. Nuestro trabajo sobre la replicación del DNA de Phi29, que es un mecanismo peculiar, porque inicia con proteína, cosa inédita en ese momento, es extrapolable a virus de interés sanitario o, digamos, también comercial, porque el adenovirus, el poliovirus, el virus de la hepatitis C, el virus de la fiebre aftosa, virus de plantas, muchos de ellos tienen una proteína unida covalentemente a su genoma e inician la replicación por un mecanismo que se puede extrapolar del mecanismo que nosotros descubrimos con el fago Phi29.

Es conocido que un ser humano, aparte de su genoma, porta genes bacterianos, virales, etc., el intestino está lleno de ellos. ¿Crees que el Phi29 podría estar, por ejemplo, en el intestino de algunos seres humanos? Yo creo que en el tuyo y en de tu grupo, seguro (risas). Y, aparte de esto, también se ha sugerido que puede haber algún tipo de transmisiones genéticas horizontales. ¿Cuál es tu opinión sobre estos dos aspectos?

Yo no sé si tengo Phi29 o no, habrá que analizarlo. Pero lo que sí puedo decir es que, y éste es un resultado relativamente reciente, por eso digo que Phi29 abre caminos insospechados, la proteína terminal de Phi29, la que inicia la replicación, tiene una señal de localización nuclear, es decir, que la proteína terminal de Phi29 va al núcleo eucariótico. Hemos publicado este trabajo recientemente en los Proceedings of the National Academy of Sciences y encontramos que no sólo en Phi29, sino en las proteínas terminales de otros fagos, hay señales de localización nuclear. Lo que proponemos es que esto puede tener algo que ver con la transmisión horizontal de genes desde procariotas a eucariotas. Porque también hemos visto que cuando un DNA tiene proteína terminal, los genes que lleva este DNA van al núcleo con más eficiencia, el gene delivery es más eficiente cuando hay proteína terminal en el DNA que cuando no la hay.

Eso también puede pasar en virus tipo adeno, o fiebre aftosa, etc., que tienen señales nucleares, supongo.

Sí, adenonovirus tiene señal de localización nuclear.

El trabajo con Phi29 es un proyecto básico. Y, ya me has comentado que puede tener algún tipo de aplicación, ¿pero el trabajo con Phi29 tiene posibilidad de derivar en patentes y en una realidad tangible?

Pues sí, ha dado para mucho, realmente. Como decía antes, nadie daba un duro por él y, sin embargo, ha habido muchos duros que han venido de la mano de Phi29. En el estudio de Phi29 descubrimos la DNA polimerasa, que es muy peculiar porque no sólo utiliza el grupo hidroxilo de un nucleótido para elongar la cadena de DNA, sino que utiliza el grupo hidroxilo de un residuo de aminoácido, la serina, de la proteína terminal.

Por otra parte, tiene propiedades como su alta procesividad, es decir, cuando empieza la replicación en un extremo del DNA continúa hasta el final, más de 70 kilobases, sin pararse y sin disociarse. Y además, es capaz de abrir las cadenas de DNA y tiene una actividad correctora de pruebas 3’ 5’ exonuclesa, es decir, que tiene unas propiedades que la hacían muy adecuada para su uso en biotecnología, para amplificar DNA.

En el año 89 patentamos la DNA polimerasa de Phi29, y el CSIC concedió a la empresa Amersham Biosciences la licencia de explotación y ésta desarrolló un kit para amplificar DNA circular y después para amplificar DNA genómico lineal. El propietario de esta patente es el CSIC, los inventores somos Luis Blanco, Antonio Bernad, José María Lázaro y yo, y esta patente ha dado al CSIC unos royalties impresionantes. Durante los años en que estuvo activa la patente, es decir, cuando se estuvieron comercializando estos kits, con la patente en vigor, el CSIC nos comentaba que el 50% de los royalties que recibía procedían de la patente de la DNA polimerasa de Phi29. Es decir, que ha dado mucho juego y ahora hemos mejorado la DNA polimerasa de Phi29, porque la patente se ha acabado ya, en 2009, y ahora tenemos una nueva patente porque hemos mejorado la DNA polimerasa de Phi29 con unas nuevas quimeras que se van a comercializar. Hemos patentado otro sistema de amplificación de DNA, utilizando la proteína terminal, y también hemos patentado la señal de localización nuclear de la proteína terminal; o sea que estamos tratando de ir patentando los trabajos de investigación básica que pensamos que pueden dar juego en aplicaciones biotecnológicas.

Siempre has comentado, cada vez que se te hace una entrevista, que morirás con la bata puesta, como hemos comentado antes. Pero tal y como están las cosas en España actualmente, nos pueden acelerar la muerte científica no solamente a ti sino a todos, si siguen recortando las ayudas a la investigación. ¿Puede ser pasajera esta situación? ¿Hay alguna idea de cómo evitarla y de que todos podamos seguir trabajando correctamente? ¿Cómo podemos sobrevivir?

Esperemos que la situación de crisis en la que estamos envueltos, y que está afectando dramáticamente a la investigación, sea pasajera. Pero de cualquier forma, yo creo que habría que volver a poner mucho énfasis en la famosa sugerencia del Pacto de Estado por la Ciencia. Como recordarás, hace como diez años una serie de investigadores propusimos un Pacto de Estado por la Ciencia. Yo creo que los investigadores tendríamos que involucrarnos más en presionar a los políticos y, en general, a la sociedad, para que la ciencia no decayese. Los recortes que está habiendo ahora son dramáticos, pero sobre todo son dramáticos para el futuro de la investigación en España. Yo creo que se va a perder al menos una generación, y esperemos que no sean más. Creo que los investigadores tenemos que presionar como sea, no sé cómo, pero como sea, para que no sólo no haya recortes en la ciencia sino que haya un aumento de presupuestos. En España estamos en el 1,31% del PIB, cuando la media de la UE de los 27 es del 2%. La previsión de la UE es que para el 2020 será el 3%, y la de España es el 2%. Pero era el 2% para 2010, y estamos en el 1,31%.

Sí, y seguimos bajando.

Por eso… Ya me daría yo por contenta si para 2020 estuviéramos en el 2%, al que, como dije, teníamos que haber llegado en 2010.

¿Cómo de unidimensional debe ser un científico? Leyendo a los maestros como Cajal u Ochoa se concluye que, además de grandes científicos, eran personas de una gran cultura: hablaban varios idiomas, les gustaba la música clásica, leían la buena literatura… ¿Crees que un científico debe ser, además, una persona culta? ¿Es importante el dicho americano ‘curiosity, reading, research’?

Es ideal que el científico no sea sólo científico, que sea también una persona culta, y es verdad que a Severo Ochoa le encantaba la música clásica, el arte… Es decir, que aparte de ser un apasionado de la investigación, también era un apasionado de la música y del arte. Si un científico, además de ser buen científico, es culto y le gusta el arte, pues eso que se lleva por delante.

A ti, ¿qué tipo de música te gusta?, ¿qué te apasiona?

A mí me apasiona la música clásica y dentro de ella, Bach. Bach me apasiona. Las suites de violonchelo de Bach me hacen llorar, es algo que me llega al alma. Y efectivamente, un buen científico debe tener curiosidad para empezar a investigar, para explorar, tiene que leer, evidentemente, porque la lectura nos enseña mucho, y tiene, finalmente, que experimentar y que investigar. O sea, que las tres máximas, ‘curiosity, reading and research’, creo que son esenciales para un científico. Pero, además, si es culto, pues mejor que mejor.

Complementando todo lo anterior, creo que una de tus virtudes es cuidar la escritura, tanto en español como en inglés, las letras son importantes para un científico. En inglés, especialmente para los artículos científicos. ¿Cómo de importante puede ser para un científico no angloparlante poder hablar inglés en reuniones científicas, pudiendo incluso llegar a ser irónico, o pudiendo llegar a escribir como los mejor educados scholars? ¿Es posible llegar a estos límites? Y si no llegas a este dominio del inglés, ¿cómo te afecta esto a la hora de ser un buen científico?

Para ser un buen científico tienes que saber inglés, evidentemente, eso es condición sine qua non. Lo otro a lo que te refieres, manejar el inglés siendo irónico y demás, sería lo ideal, porque desde luego los que hemos aprendido el inglés no de muchachos, sino de machuchos, lo hemos aprendido pero no lo dominamos; es decir, no podemos ser irónicos con el inglés ni podemos ganar un debate en inglés. Hay que tener, evidentemente, un mínimo de conocimiento del inglés, saber escribir, saber expresarte, poder dar una conferencia… Pero los que no hemos estudiado inglés de pequeños tenemos un handicap. Y en eso sí tengo que decir que la gente joven va mucho mejor preparada que nosotros, que los que aprendimos inglés de mayores. El problema del inglés yo lo he sufrido. Cuando Eladio y yo llegamos a Estados Unidos nos manejábamos malamente en inglés, lo aprendimos en los tres años de estancia en Nueva York, pero nunca lo aprendes como si lo hubieses aprendido de pequeño. Para mí era una obsesión el que mi hija aprendiese inglés desde pequeña.

Que, por cierto, lo habla muy bien…

Estuvo cuatro años en Estados Unidos haciendo el high school, y después un año en la universidad, y da gusto, porque lo habla mucho mejor que nosotros, evidentemente.

¿Qué aspectos futuros de la biología molecular te llaman más la atención?

A mí me llama mucho la atención precisamente lo que tú haces, las neurociencias. Yo creo que conocer la clave de cómo se produce un pensamiento, una palabra, un sentimiento, para mí eso, si se llega a entender, creo que sería fantástico. Creo que va a ser difícil, tú lo sabrás mejor, pero antes de conocer la clave genética también nos parecía que era un misterio, y después resultó que era relativamente simple. Yo creo que desvelar la clave del cerebro va a ser algo más difícil y más complejo.

Yo en eso estoy totalmente de acuerdo…

Claro, y tú estás en el buen camino…

Para terminar, seguro que serás recordada pero, ¿por qué hecho te gustaría que te recordasen?

Yo creo que por mi trabajo a lo largo de toda una vida con el bacteriófago Phi29. Como ya has citado, recientemente he escrito un artículo en el Journal of Biological Chemistry, llamado Reflections, en el que cuento mi vida científica, pero sobre todo mi vida con el bacteriófago Phi29, porque lo titulo My Life with Bacteriophage φ29, y me gustaría que me recordasen por el trabajo que he hecho con Phi29.

Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por CIC Network

Esta anotación participa en la XXX Edición del Carnaval de Biología que acoge Activa tu neurona y en la XXXIV del Carnaval de Química que alberga moles de química.

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