La subida de la temperatura del agua, el aumento de la radiación solar, la disminución de nutrientes y los grandes temporales, son las principales causas de que en los últimos años se esté produciendo en la costa vasca un considerable descenso en las poblaciones del alga roja Gelidium corneum. Según los datos recogidos por el Grupo de Investigación Bentos Marino de la UPV/EHU, dirigido por José María Gorostiaga, del Departamento de Biología Vegetal y Ecología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU, la presencia de esta alga en numerosas localidades del litoral vasco se ha reducido a la mitad y en los casos más extremos ha pasado de un 80% a un 5%.
Para ilustrar los cambios que se están produciendo en la vegetación marina de la costa vasca en las dos últimas décadas, este grupo de investigación ha elaborado un vídeo en el que se muestra de forma esclarecedora la vulnerabilidad del ecosistema costero ante las recientes alteraciones climáticas.
«Se están dando cambios dramáticos en nuestro paisaje submarino; donde antes había extensas praderas de algas, ahora hay amplios espacios de apariencia desértica. Estamos sufriendo una importante pérdida de productividad que, además de afectar a la biodiversidad marina, tiene consecuencias negativas en el ámbito visual, paisajístico e, incluso, cultural», asegura Gorostiaga.
Alteraciones climáticas
De tamaño grande, color rojizo y que crece en las zonas más batidas por las olas, el alga Gelidium corneumjuega un papel esencial en el funcionamiento del ecosistema costero. Actúa como refugio, lugar para la puesta de huevos y hogar de muchos animales y algas. La Gelidium necesita unas condiciones muy particulares para su supervivencia. Sin embargo, según ha constatado el Grupo de Investigación de la UPV/EHU, en las últimas décadas las condiciones climáticas han variado notablemente. El agua ha sufrido un calentamiento en las tres últimas décadas con un incremento promedio en agosto de 1ºC, pasando de 22ºC a 23ºC. Además, se han dado veranos especialmente cálidos con registros de temperatura del agua no alcanzados con anterioridad (un máximo de 26,2ºC en agosto de 2003). La radiación solar ha aumentado, incrementando los niveles de estrés de las algas que adoptan colores amarillos e incluso blancos en vez de su color rojo oscuro natural, y el nivel de nutrientes de las aguas ha disminuido, debido a los cambios en el afloramiento y a la escasez de aguas procedentes de los ríos. A estas alteraciones hay que añadirles otros factores como el aumento potencial del herbivorismo, tanto de especies locales como de otras de aparición reciente y el incremento de la frecuencia y la intensidad de las tormentas, que tienen un mayor efecto de ‘siega’ ante el actual debilitamiento de estas algas. Todo ello está haciendo que las rojas praderas de Gelidium que había hace dos décadas hayan desaparecido en muchas zonas de la costa vasca y, donde aún permanecen, se encuentran deterioradas y con síntomas de estrés.
El lugar donde antes había este tipo de algas está siendo ocupado parcialmente por especies del género Corallina, más pequeñas y duras, de naturaleza calcárea y color rosado. Son especies típicas de ambientes bien iluminados y adaptadas a vivir en aguas más cálidas que la Gelidium. El cambio de las condiciones ambientales y la sustitución de las algas dominantes de la vegetación están propiciando la aparición de nuevas especies. La investigación revela que en 1991 la biodiversidad de la costa vasca contaba con un total de 90 especies inventariadas y, en 2013, ese número aumentó considerablemente, hasta llegar a las 116 especies.
«Que haya más especies no tiene por qué ser positivo. Lo que es positivo en un ecosistema es que se mantengan las funciones y los procesos ecológicos. Es decir, que se mantengan la productividad y la biodiversidad, pero no sólo en términos de número de especies, sino también en términos de diversidad genética, funcional… Y, de hecho, las nuevas especies que han entrado a nuestro litoral aportan poca biomasa ya que son pequeñas y de morfología muy simple. Además, son efímeras y tampoco ofrecen la estructura espacial necesaria para dar refugio a numerosas especies de peces e invertebrados», señala Isabel Díez, miembro del Grupo de Investigación.
Mantener la riqueza del ecosistema
Este retroceso de la biomasa del alga Gelidium en la costa vasca no se puede parar, aunque sí aminorar, tomando las medidas necesarias parar frenar el cambio climático. De todas formas, en opinión de José María Gorostiaga, «el daño ya está hecho, porque las últimas estimaciones aseguran que la inercia del cambio climático es imparable, ya que suponiendo que se reduzcan las emisiones como medida correctora, se espera, como mal menor, que a finales de este siglo la temperatura del aire haya aumentado en 2º ó 2,5º C. Y si no se toman medidas suficientes, el aumento sería de unos 4,5ºC».
Llegados a este punto, los investigadores aseguran que lo importante ahora es mantener las funciones del ecosistema y la diversidad biológica de la costa vasca en su sentido global, independientemente de las especies que permanezcan o que desaparezcan. Para ello, es imprescindible continuar con las investigaciones para conocer los procesos de pérdida y de sustitución de unas especies por otras y cuantificar las pérdidas que eso conlleva en términos de los bienes y servicios ecosistémicos que las macroalgas proporcionan a la sociedad, así como la evaluación de medidas de mitigación y restauración.
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por UPV/EHU Komunikazioa
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