Colecciones, museos y nuevo futuro

Ciencia infusa

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Francesc Uribe, entonces director del Museu de Zoologia de Barcelona, escribió hace unos años que un museo “ofrece una ambientación rebosante de rastros y pistas indicativas de la pasión humana por conocer y entender la naturaleza”. Y así es, pues el museo es el resultado final de esa “pasión” de nuestra especie por explorar nuestro mundo y, en último término, por coleccionar y clasificar lo que allí encontramos. Es la unión organizada y eficaz lo que da lugar al museo, tras haber sido, en el transcurso de la historia, gabinete de historia natural de reyes y potentados o donación a la sociedad de filántropos con muchos fondos. Era la “big science” del momento, un proyecto a largo plazo y en todas las tierras conocidas, eran la “gran ciencia” varios siglos antes del proyecto genoma humano y planes parecidos. Incluso sus presupuestos llegan a algunos habituales de la mega-ciencia actual y, en su tiempo, fueron equivalentes a los actuales telescopios o a los aceleradores de partículas.

En la actualidad, la transición de la sociedad de la revolución industrial a la sociedad globalizada de la comunicación y el conocimiento exige a los museos la adaptación a nuevos objetivos y valores. Ya no puede ser solo un santuario del pasado, una colección de colecciones, ahora debe ampliar sus fines y encontrar tiempo y recursos para crear conocimiento.

Por todo ello, la historia y el presente de los museos no está libre de polémicas. Hay quien afirma que la recolección de especímenes durante siglos para museos y colecciones ha podido contribuir a la extinción de algunas especies. En respuesta, hace unos meses, 122 científicos de 67 instituciones de todo el mundo negaron esta sugerencia y, añadían, que los muestreos se hacen con todas las precauciones y que, resuelto este debate, se debe seguir conociendo nuestro mundo a través del trabajo de los recolectores. No hay que olvidar que, según los cálculos más recientes, todavía nos falta descubrir el 86% de las especies que viven en nuestro planeta.

Este grupo reconoce que, actualmente, la identificación y taxonomía no son, a menudo, el objetivo principal de los investigadores de los museos, aunque es innegable que los estudios morfológicos y evolutivos, básicos en estos centros, necesitan de ejemplares completos. También es cierto que son los especímenes recogidos con método y bien catalogados y conservados los que, con el tiempo, sirven para estudios innovadores que, por cierto, no están, ni es posible que lo estén, en la mente de los científicos de los museos cuando hoy en día hacen sus campañas de recogida de muestras pues es frecuente que los ejemplares, más adelante, se utilicen como nunca imaginó el recolector. En fin, que las recogidas no se hacen siguiendo objetivos secundarios que ya llegarán en el futuro.

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La continuidad en las funciones del museo en cuanto a recogidas y a seguir con ellas como función principal del museo es una opinión a debatir pero Ricardo Moratelli, de la Fundación Oswaldo Cruz de Rio de Janeiro, afirma que catalogar la vida del planeta es la principal tarea de los biólogos y, en concreto, de los taxónomos. Los especímenes recolectados son el registro fundamental de la existencia de las especies, y el mejor lugar para guardarlas son las colecciones de los museos. Son, además, el depósito de tipos, es decir, de aquellos ejemplares que sirvieron para describir por primera vez una especie y que, en la colección donde se encuentren, serán siempre el modelo a comparar.

Como ejemplo nos sirven, en relación con la conservación de las especies, los inventarios de biodiversidad o la identificación y distribución de endemismos, que son informaciones básicas que se pueden obtener de las colecciones. Este conocimiento, rico en datos espaciales y temporales, es fundamental para diseñar áreas de conservación y para estudios de impacto ambiental de las actividades de nuestra especie.

Con este objetivo se inició el trabajo que han publicado Mireia Casas y su grupo, de la Estación Biológica de Doñana, respecto a la distribución del lince ibérico. Han buscado ejemplares disecados en pequeños museos (ayuntamientos, museos,…) y en colecciones privadas de España y Portugal. Sobre todo buscan ejemplares que permitan realizar análisis de ADN en el futuro. Encuentran 466 ejemplares en colecciones de todo el mundo y procedentes de Andalucía, Extremadura, Castilla La Mancha, y el centro y sur de Portugal. Quizá con un reparto más al norte y el este de lo esperado según el área de distribución conocida para el lince ibérico.

Pero, como decía antes, con el tiempo y los nuevos conceptos y métodos de investigación en biología, las colecciones de los museos se utilizan con nuevos enfoques. Así, Robert Bradley y sus colegas, del Museo de la Texas Tech University de Lubbock, en los primeros párrafos de su trabajo sobre las colecciones de fauna y flora enumeran las disciplinas en que son útiles. Desde luego y en primer lugar, la sistemática, pero añaden genómica, historia natural, ecología, distribución de enfermedades y plagas, ecotoxicología, distribución de especies, cambios en el tiempo, biodiversidad, extinciones locales y globales, especies invasoras, cambio climático y degradación ambiental.

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Después de repasar esta lista de disciplinas es difícil concebir que alguien desprecie el valor de las colecciones de historia natural para la ciencia y la sociedad y su influencia respecto a la educación, la investigación y la preparación de las próximas generaciones de científicos. Y esto lo escribo en los días en que me entero de la desaparición de animales y vegetales de los programas de las asignaturas del Bachiller y de la publicación de cartas de grupos de científicos, como los del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, en protesta por este hecho. Aquí queda como testimonio.

Varios ejemplos de lo que en los últimos tiempos se hace con las colecciones se pueden tomar de los estudios del Museo de Zoología de Vertebrados de Berkeley, en California. Son los estudios de ahora que, los que recogieron los ejemplares en su tiempo, ni siquiera podían imaginar. Utilizaron los muestreos de aves y mamíferos en los 80 lugares de más altura de California y sus cambios en los 100 años para detectar cómo influye el cambio climático y el calentamiento global en la distribución de especies. O el estudio de Bradley y su grupo con ADN extraído de los ejemplares del roedor Neotoma para detectar la presencia y distribución en Texas del Trypanosoma cruzi, parásito causante del mal de Chagas. O los estudios sobre el hantavirus llamado SNV (sorprendentemente es el Sin Nombre Virus en el original en inglés), causa de una dolencia pulmonar grave, y su presencia en colecciones de roedores desde los muestreos de los años setenta. O los contaminantes en las plumas y los cáscaras de los huevos de aves que llevaron, hace medio siglo, a detectar el DDT y fueron la causa de la prohibición de su fabricación y uso.

Como argumento respecto a los comentarios sobre lo costoso que es el mantenimiento de un museo, Bradley calcula los gastos que supone el suyo, el Museo de la Texas Tech University. Recolectar un ejemplar para el museo cuesta entre 41 y 74 dólares, según sea local, regional o internacional. La llegada al museo y su catalogación y archivo están por los 17.50 dólares y el mantenimiento anual es de 0.25 dólares. Bradley añade que, a menudo y con estos costes en mente, hay muchos planificadores y políticos que se preguntan por qué se sigue muestreando si parece, a vista de no experto, que ya tienen bastantes ejemplares y, vamos, para qué más. A pesar de que, como decía antes, todavía desconocemos el 86% de las especies que nos acompañan en nuestro planeta, los presupuestos disminuyen, los fondos y el interés por los museos y sus colecciones han caído en las últimas décadas. Incluso hay menos jóvenes dispuestos a prepararse para hacer biología de campo y de museo.

Para terminar, pienso que poco de lo que ahora investigamos con tanta pasión en interés será útil dentro de 50 o de 100 años pero, con toda probabilidad, las colecciones de los museos que se conserven y se hayan cuidado con eficacia y gusto serán un tesoro de datos para la ciencia de entonces. Tal como ahora vemos en las colecciones el espacio en el lugar de recogida, el tiempo en la fecha del muestreo y la biodiversidad en el ejemplar y en su taxonomía, en el futuro verán nuestro presente, en cuanto al espacio, el tiempo y la biodiversidad, a través de las colecciones de fauna y flora de los museos. En estos días, si no abandonamos la tarea, en los museos estamos construyendo la ciencia del futuro, incluso la ciencia que ni siquiera imaginamos.

Referencias:

Bradley, R.D., L.C. Bradley, H.J. Garner & R.J. Baker. 2014. Assessing the value of natural history collections and addressing issues regardding long-term growth and care. BioScience 64: 1150-1158.

Casas-Marcé, M-. E. Revilla, M. Fernandes, A. Rodríguez, M. Delibes & J.A. Godoy. 2012. The value of hidden scientific resources: Preserved animal specimens from private collections and small museums. BioScience 62: 1077-1082.

Moratelli, R. 2014. Wildlife biologists are on the right track: A mammalogist’s view of specimen collection. Zoologia 31: 413-417.

Museu de Zoología. 1994. Guía. Ayuntamiento de Barcelona. 95 pp.

Rocha, L.A. et al. 2014. Specimen collection: An essential tool. Science 344: 814-815.

Rocque, D.A. & K. Winker. 2005. Use of bird collections in contaminant and stable-isotope studies. The Auk 122: 990-994.

Winker, K. 2005. Bird collections: Development and use of a scientific resource. The Auk 122: 966-971.

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

1 comentario

  • Avatar de Manuel López Rosas

    Queda claro que en una perspectiva de largo aliento, no es el costo o el beneficio monetario inmediato lo que importa, y que mantener vivo -vigente, activo, actualizado-, al museo es una de las posibilidades de recuperar perspectivas que imaginamos e incluso además otras que ni verbalizamos ni formulamos por ahora.

    También podemos plantearnos el desafío de reactivar la inserción e innovación de los museos en la vida cotidiana de los pueblos… o no. 🙂

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