Fueron las ambiciones de astrónomos y navegantes, y más tarde de los físicos, las que impulsaron muchos de los desarrollos más importantes en la historia de la relojería mecánica, eléctrica y electrónica. Estos desarrollos han producido algunos de los efectos más notorios y, a la vez, menos reconocidos que la ciencia haya producido en la vida social. Antes de la aparición de los relojes fiables, y aparte de su uso puntual en algunas actividades concretas como los rezos monacales, no existía prácticamente demanda de instrumentos para medir el tiempo que regulasen aspectos de la vida social o laboral. Los relojes crearon las posibilidades de regulación, y su implementación transformaron profundamente la vida social de prácticamente todo el mundo.
Los primeros relojes mecánicos de los que se tienen registros detallados, comenzando en el siglo XIV, tienen su origen en un entorno astronómico y pueden considerarse más como astrolabios o equatoria con un mecanismo que como aparatos para medir el tiempo propiamente. Ejemplos típicos son el horologium astronomicum de Richard de Wallingford, abad de Saint Albans (Inglaterra), de principios del siglo XIV, o el astrarium del astrónomo Giovanni Dondi, descrito en detalle en el Tractatus astrarii, y que el duque de Milan mandó instalar en su castillo de Pavía (Italia) en 1381. La esfera de algo más de tres metros de diámetro del reloj de Richard tenía el aspecto de un astrolabio, mientras que el astrarium tenía esferas distintas para cada planeta, haciéndose eco del tratamiento que de los mismos hacía Ptolomeo en el Almagesto. Ambos fueron considerados maravillas mecánicas. El astrónomo Johannes Regiomontanus hablaba en su crónica de su visita al astrarium en 1463 de cómo prelados y príncipes venían a verlo como si estuviesen presenciando un milagro.
También existían conexiones entre la astronomía y los relojes a un nivel más modesto: los fabricantes de astrolabios como Jean Fusoris, a comienzos del siglo XV en Francia, o Georg Hartmann en la Alemania del XVI también fabricaban relojes, y relojeros famosos como Joost Bürgi en Praga o Girolamo della Volpaia en Florencia construían instrumentos astronómicos (en el caso de Bürgi para Johannes Kepler). El primer director del Observatorio de Greenwich, John Flamsteed, a finales del siglo XVII pidió al relojero más famoso de la época, Thomas Tompion la fabricación de grandes instrumentos astronómicos, mientras que George Graham, asociado en ocasiones con Tompion, diseñó y construyó a comienzos del XVIII una serie de instrumentos que se convirtieron en el equipamiento estándar de los observatorios de Europa. Fue tal la consideración social y profesional que alcanzaron que ambos relojeros están enterrados en la Abadía de Westminster.
La representación más famosa de un reloj en conexión con la primera astronomía moderna es una ilustración de Astronimiae instauratae mechanica (1598) de Tycho Brahe en la que se describe el cuadrante mural de Uraniborg. En ella se ve a Brahe y a tres existentes: uno toma la observación, otro toma el tiempo en dos relojes y un tercero anota el resultado. Tycho comenta en el texto que la acompaña que los relojes pocas veces pueden dar el tiempo con una precisión de segundos.
La necesidad de aumentar la precisión de los relojes se hace perentoria para los astrónomos. Con un instrumento fijado en el meridiano, la mejor orientación para la medición en declinación (la distancia angular de un objeto al ecuador celeste), la medición del tiempo entre la aparición de las estrellas sobre el meridiano sería una medida de la otra coordenada posicional, la ascensión recta (la distancia angular a lo largo del ecuador). Por lo tanto, añadiendo simplemente un reloj fiable lo suficientemente preciso, un solo instrumento podría cubrir todas las necesidades de la astronomía observacional. Este objetivo se convertiría en uno de los principales estímulos en el desarrollo de los relojes.
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En la serie Apparatus buscamos el origen y la evolución de instrumentos y técnicas que han marcado hitos en la historia de la ciencia.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Relojes y cronómetros (I): la conexión astronómica
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Marisol
Excelente! lectura ligera pero con datos muy interesantes, me gustaría que pudieran agregar referencias para que aquellos interesados en los temas podamos seguir buscando o incluso citarlos
Manuel López Rosas
Cierto, me resulta muy sugestiva la frase «…El astrónomo Johannes Regiomontanus hablaba en su crónica de su visita al astrarium en 1463 de cómo prelados y príncipes venían a verlo como si estuviesen presenciando un milagro.»
Tener al alcance de nuestra vista una noción concreta: La carátula circular como representación del universo y la distribución de marcas que puntuaban la interpretación del transcurso del tiempo.
Y con esto usos sociales no menos imaginativos, para medir otros aspectos vitales y de las relaciones interpersonales. Buen artículo, me congratulo de la lectura y me uno a la solicitud de que lo continúen. Gracias anticipadas. 😀
Albert
Me sorprende que no se encuentre mención sobre los relojes de péndulo basados en los principios del científico Galileo Galilei que en 1656 aplicaría Christiaan Huygens para crearlos, los cuales hasta inicios de siglo XX eran considerados los artefactos más precisos para medir el tiempo.
César Tomé
Esta es la primera parte de una miniserie y, como indica el títular, habla de la conexión astronómica en el origen de la demanda de métodos precisos para la medición del tiempo. Habrá tiempo para tratar más aspectos.