¿Te has preguntado alguna vez por qué las drogas causan tanto efecto al principio y sin embargo con el tiempo van dejando de hacer efecto? La heroína y la cocaína, sí, pero también el alcohol, la marihuana, la nicotina, la cafeína, incluso muchos medicamentos, producen un efecto de tolerancia que hace que cada vez necesitemos tomar una dosis mayor para que nos hagan efecto. ¿Recuerdas el mareo con la primera cerveza que tomaste, o el primer vino? ¿Qué ocurre para que luego con el tiempo te haga tan poco efecto y necesites aumentar la dosis? Sí, vale, nos acostumbramos, de acuerdo, eso es el efecto de tolerancia a las drogas, pero… ¿en qué consiste exactamente?
Se trata de un efecto aprendido. El cuerpo “aprende” a reaccionar cada vez menos al consumo de la droga. No es una reacción innata del organismo a la droga, es una reacción aprendida, lo que significa que depende de las leyes del aprendizaje. Esta cuestión es importante y puede ser también a menudo causa de efectos de dependencia y de sobredosis. Es también lo que hace que algunos medicamentos dejen de causar efecto. Y si es un efecto aprendido y depende de las leyes del aprendizaje debería ser también modificable, según estas mismas leyes. El principal responsable de estos hallazgos es Shepard Siegel, Catedrático de Psicología en MacMaster University, en Canadá. Puedes encontrar abajo varios de sus trabajos, pero intentaré resumir aquí las ideas centrales.
La historia del perro de Pavlov y la magdalena de Proust es un buen punto de partida. A primera vista parece que no tiene mucho que ver con esto, pero como posiblemente ya sabes, el perro de Pavlov es capaz de aprender a asociar el sonido de una campanilla (en el experimento original, un diapasón), con comida. Esto significa que cuando ya ha aprendido llega un momento en que nada más escuchar el sonido es capaz de PREDECIR que le van a dar comida. Por tanto, lo que hace el perro (de manera inconsciente), es preparar rápidamente su organismo para recibir la comida y poder asimilarla correctamente. ¿Cómo? Salivando. La salivación es necesaria para digerir la comida, y lo bonito del experimento de Pavlov es que el perro saliva ya antes de recibir la comida, se anticipa mentalmente a su ambiente para adaptarse mejor a él.
La mera expectativa o predicción o sospecha de que va a recibir comida, que el perro basa en lo que ha aprendido hasta ese momento, hace que ponga en marcha todo el proceso fisiológico que normalmente pondría en marcha al recibir la comida, es decir, pone en marcha el proceso digestivo, comenzando con la salivación. Como puedes ver, la mente y todo lo que aprendemos, tiene un enorme poder sobre el organismo, no son dos cosas independientes como tanta gente cree; la mente y el cuerpo son inseparables.
A estas secreciones que dependen de la representación mental de un estímulo que no está físicamente presente las llamó Pavlov (1927) “secreciones psíquicas”. También las llamó “respuestas condicionales” porque solo se dan ante estímulos que han sido condicionados, es decir, aprendidos (como el sonido del diapasón, que nunca provoca salivación a no ser que haya sido asociado con comida en ese animal concreto). Hoy en día suelen llamarse respuestas condicionadas y estímulos condicionados todos aquellos que dependen de este tipo de aprendizaje en que se han asociado un estímulo que inicialmente era neutro (p. ej., un sonido) con otro que era incondicionado (p. ej., comida). Llega un momento en que la presentación del primer estímulo es capaz de activar la representación mental del segundo estímulo, con toda la carga fisiológica (incluso emocional, si procede) del segundo estímulo. Exactamente lo mismo ocurría con el protagonista de la novela de Proust y su magdalena condicionada, que al volver a tomarla años después, conseguía evocar en su mente sensaciones ya olvidadas de la infancia y la inmensa felicidad de los veranos en el pueblo.
Pero volvamos ya al tema de las drogas. De la misma manera, idéntica, si a un animal o persona lo que le damos en vez de comida es una droga al toque de campana, ¿qué aprenderá? Aprenderá también a predecir la droga. Aprenderá que ante tal situación y ante tales y cuales estímulos su organismo va a recibir una droga. Estos estímulos, que pueden ser la discoteca o el parque donde normalmente se consume la droga, el grupo de amigos, la hora o el día de la semana que corresponda, o, por supuesto, las jeringuillas, o el realizar determinados gestos o acciones para consumir la droga habitual, incluso el propio médico o el contexto hospitalario (que también hay situaciones en que es el médico quien necesita administrar la droga), acabarán convirtiéndose en estímulos condicionados, es decir, acabarán teniendo esa capacidad de evocar la expectativa de la droga y generar en consecuencia la respuesta anticipatoria que el organismo necesita para poder procesar la droga.
¿Cuál será, entonces, la respuesta anticipatoria que prepara al organismo para recibir la droga en presencia de ese estímulo condicionado? Dependerá de cuál sea la droga que el organismo ha aprendido a predecir con ese estímulo. Y dependerá también de cuál sea la reacción que produce de manera innata esa droga en el organismo. Lo fundamental es que al presentarse el estímulo condicionado, el individuo tenderá a producir las sustancias necesarias para contrarrestar la inminente introducción de la droga en el organismo y generará de esta forma las respuestas compensatorias oportunas para poder neutralizar sus efectos (siempre de manera inconsciente, por supuesto, condicionada). De esta forma se consigue que el cuerpo mantenga el estado de equilibrio homeostático en el que todos los factores (por ejemplo, temperatura, nivel de azúcar, ritmo cardiaco…) se mantienen dentro de unos límites que son los adecuados para la supervivencia.
El cuerpo tiende a compensar el efecto de las sustancias que consumimos y a mantener el equilibrio homeostático desde la primera vez que las tomamos. Esa primera reacción es incondicionada, innata. Pero no existiría la tolerancia ni la dependencia si no fuéramos condicionándonos y aprendiendo a predecir la droga, produciendo poco a poco por tanto la respuesta compensatoria desde antes de recibir la droga. Lo bonito es que el aprendizaje hará que podamos anticiparnos a la droga, generando las reacciones compensatorias ya antes de consumir la droga. Es decir, la persona o animal aprende a predecir cuándo ese equilibrio va a ser alterado por la introducción de una droga en el organismo y lo que le permite este tipo de aprendizaje es poder anticiparse a ello, estar prevenido, y poder compensarlo. De ese modo conseguimos que nos afecte cada vez menos, aunque este proceso solo nos protege a corto plazo. A largo plazo, cada vez necesitaremos más droga para que nos haga efecto. Incluso para estar “normales”.
Por tanto, y resumiendo la idea central, las personas, los perros y gatos, las ratas de laboratorio, aprenderán que cuando suene la campana (o cuando se presente el estímulo condicionado, sea cual sea) recibirán la droga. ¿Y cómo se prepararán para asimilarla mejor? En este caso no segregarán saliva, como hacía el perro de Pavlov, sino que segregarán aquella sustancia que mejor prepare al organismo para poder asimilar esa droga que están anticipando recibir. Conviene mencionar, además, que este proceso de anticipación cognitiva no funciona solo con lo que normalmente conocemos como drogas, sino que, en general, funciona con cualquier sustancia. Por ejemplo con la cafeína, incluso el azúcar. Si consumimos habitualmente un refresco azucarado de una marca y aspecto concreto, ¿qué hará nuestro organismo ante la mera visión de la lata de refresco cuando ésta esté ya bien condicionada? Liberar insulina, claro. Y si la sustancia que vamos a tomar produjera, por ejemplo, taquicardia, como puede ser el caso de la cafeína en los consumidores no habituales de café, ¿cuál será la mejor manera en que un animal o humano condicionado pueda preparar su organismo una vez que ha aprendido a predecir la cafeína (u otras sustancias) a partir de un aroma y sabor y color, incluso horario, determinados?
Efectivamente, producir somnolencia ante la expectativa de recibir cafeína (debido a que hemos aprendido a asociar la cafeína con determinada hora, sabor, aroma, etc.) es la mejor manera que tiene el organismo de prepararse para contrarrestar el efecto de la taza de café que vamos a tomarnos en breve. Por eso si ya hemos aprendido a asociar la cafeína con determinados estímulos, tales como un contexto u horario concreto, sentiremos sueño en presencia de esos estímulos y necesitaremos nuestro cafetito para compensar. Por eso hablamos de tolerancia primero y dependencia después.
Tolerancia porque según te vas condicionando también vas tolerando mejor los efectos de la cafeína. Dependencia, porque llega un momento en que para estar despierto necesitas del café de las 11:00. Tu cuerpo (¿o es tu mente? –recuerda, son lo mismo) produce ya demasiada somnolencia ante los estímulos que le anuncian que es la hora del café. Ahora ya dependes del café para poder mantener el nivel adecuado de alerta. Y si seguimos llevando el ejemplo un poco más allá, ¿qué pasará si un día tomas un descafeinado cuando eres ya un consumidor habitual, y estás ya condicionado? Piensa un poco antes de seguir leyendo.
¡Exacto! El aroma y la visión de la (falsa) taza de café harán que tu cuerpo se prepare para recibir la cafeína. Pero le das gato por liebre. Resultado: más sueño.
Y lo mismo para las demás sustancias. ¿Qué pasará si de pronto tomas un día tu refresco habitual pero sin azúcar, y tanto el aspecto de la lata como el color y el sabor son similares al del refresco azucarado al que estás acostumbrado? Ummm, malo, malo.
Imagina ahora a un consumidor habitual de drogas, ya condicionado. ¿Qué ocurrirá si un día se inyecta la droga, esos niveles elevados a los que está ya habituado, pero lo hace fuera de su ambiente habitual, lejos de los lugares habituales, lejos de los amigos habituales, en un contexto desconocido en el que no hay estímulos condicionados que generen la reacción compensatoria y preparen al organismo para recibir la droga?
Te lo puedes imaginar, ¿verdad?
Lo que va a ocurrir es que esa dosis tan fuerte a la que esta persona está ya acostumbrada y le hace habitualmente tan poco efecto le va a hacer un efecto tremendo en esta situación extraña en la que no hay estímulos condicionados que anticipen la droga y contrarresten (inconscientemente) la reacción. Es el efecto de sobredosis. Si no hay estímulos condicionados que preparen el organismo para recibir la droga, ¡no debemos darle la dosis habitual!
A menudo se ha observado que los casos de sobredosis no son en realidad casos de dosis mayores de las habituales en ese individuo. Y tampoco son, a menudo, casos de dosis adulteradas. En muchas ocasiones son únicamente casos en que el organismo se enfrenta a la dosis habitual de la droga pero sin haberse expuesto antes a los estímulos condicionados que habrían ayudado a su organismo a predecir la droga.
No te drogues. Pero si vas a hacerlo, hazlo siempre en el contexto habitual.
Este post ha sido realizado por Helena Matute (@HelenaMatute) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
Para saber más:
Pavlov, I. (1927). Los reflejos condicionados. Traducción de Editorial Morata, Madrid, 1997.
Siegel, S., Baptista, M., Kim, J., McDonald, R. & Weise-Kelly, L. (2000). Pavlovian psychopharmacology: The associative basis of tolerance. Experimental & Clinical Psychopharmacology, 8, 276-293.
Siegel, S., Hinson, R. E., Krank, M. D., McCully, J. (1982). Heroin «overdose» death: contribution of drug-associated environmental cues. Science, Vol. 216 no. 4544 pp. 436-437. doi: 10.1126/science.7200260
Siegel, S. (2005). Drug tolerante, drug addiction and drug anticipation. Current Directions in Psychological Science, 14, 296-300. doi: 10.1111/j.0963-7214.2005.00384.x
Agradezco a Oihan Iturbide su lectura crítica y sus valiosos comentarios a una versión anterior de este artículo. Los errores que puedan quedar son por supuesto míos – HM.
Manolito
Buen artículo, pero sobra la conclusión final: «no te drogues. Pero si vas a hacerlo, hazlo siempre en el contexto habitual.»
Entiendo que este blog es un blog científico para adultos, así que la moralina final de «no hagas esto» no tiene cabida. Y lo de consumir siempre en el contexto habitual…pues no tiene por qué ser así. Lo que hay que hacer es educar en el consumo responsable, y eso significa aprender a drogarse: calibrar tu dosis óptima, teniendo en cuenta el «set y setting»; esto es, tu estado mental previo al consumo y el entorno o el contexto en el que consumes.
erich
lo que lees es un refrito del verdadero estudio,y lo ultimo mas bien fue un consejo del divulgador, las verdadera esencia del mismo revela que los patrones del ser humano están ligados a su entorno y de la manera con que nos relacionamos con el, que el cuerpo nos prepare para las cosas que nos metemos , drogas, cafeína, etc. es meramente para la supervivencia, es asombroso, estos estudios mas adelante podrían revelar mas acerca de las adicciones y nosotros mismos.
Tay
Interesantísima entrada Helena. Me vienen a la mente unas cuantas preguntas, todas relacionadas con el posible choque de este fenómeno con el efecto placebo.
Entiendo que el placebo no solo abarca las respuestas del cuerpo a inflamaciones y dolor en general, sino también la sugestión. Pongamos el ejemplo del café. Un café descafeinado en un caso como el que describes debería enfrentarse al placebo. En caso de que dé somnolencia, podríamos asumir que el efecto logrado por la compensación del organismo es mayor al medido, pues ha vencer al placebo antes de poder resultar en un efecto medible. ¿Se tiene en cuenta esto?
Sé de estudios en los que ha engañado a gente, emborrachándolos sin alcohol. Gente que incluso se ha tambaleado después de beber lo que creían que les iba a emborrachar. Igual sería aplicable al uso de medicamentos. ¿Sabes si la toma de medicamentos (ej. paracetamol) se ve afectada por este efecto? Estaría contrarrestando al placebo en los estudios de (valga la redundancia) placebo, y el placebo estaría afectando a los resultados de este efecto.
Gracias y
saludos!
Las drogas, el café, y el perro de Pavlov
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Cecilia Tavera
Uff q conclusion q mensaje! …Y la UPV, nada más y nada menos!
Las drogas, el café, y el perro de Pavlo…
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Las drogas, el café, y el perro de Pavlov | Helena Matute
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El Capellán de la Virgen y el perro de Pavlov – Jot Down Cultural Magazine
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