No es extraño que la ciencia ficción haya recogido en sus creaciones la posibilidad de manipular la memoria de la gente. En Desafío total (Total recall, 1990), por ejemplo, implantaban recuerdos concretos en la mente de una persona. Y más recientemente, en Origen (Inception, 2010), se ha especulado con la posibilidad de obtener información de otras personas compartiendo sueños con ellas. Eso es ciencia ficción pero ¿sería posible hacer realidad esas especulaciones?
Karim Benchenane y colaboradores, de la École Supérieure de Physique et de Chimie Industrielles de París, han publicado los resultados de una investigación en la que han alterado la memoria de ratones de laboratorio. Cuando duermen, los ratones recapitulan (“rebobinan”) las actividades del día. Reproducen a velocidad alta los patrones de actividad cerebral que han experimentado cuando, por ejemplo, exploraban una zona nueva durante la vigilia, horas antes. Al parecer se trata de un fenómeno ligado al aprendizaje, pues las personas que no duermen, o duermen poco o mal no aprenden igual de bien que los que duermen sin problemas durante la noche; y los ratones a los que se les impide “rebobinar” las actividades del día tampoco recuerdan bien lo que aprendieron.
Lo que ha hecho el equipo de Benchenane es valerse de ese proceso para crear nuevos recuerdos en ratones dormidos. En una zona del encéfalo llamada hipocampo hay unas neuronas, llamadas células de lugar, cuya actividad –tasa de disparo, en jerga neurofisiológica- depende del sitio concreto en que se encuentra el animal. Lo interesante es que cada célula tiene su lugar, esto es, sólo dispara cuando el ratón se encuentra en ese lugar y no en otro. Los investigadores lograron identificar una célula en cada ratón que sólo disparaba al pasar por determinado lugar y después, durante el sueño, monitorizaban la actividad de esa neurona mediante un microelectrodo. Por otra parte, cada vez que la neurona en cuestión se activaba y utilizando un segundo microelectrodo, estimulaban los centros de recompensa del cerebro, que son los circuitos neuronales que sirven para reforzar comportamientos, ya que son los que producen placer. De ese modo, los investigadores consiguieron implantar en el cerebro de los ratones un recuerdo de “placer” asociado a su presencia en el sitio concreto cuya célula de lugar disparaba cuando el ratón pasaba por allí. De hecho, los ratones buscaban ese lugar y no otro al día siguiente, pues lo asociaban con la sensación placentera que les había sido implantada.
Karim Benchenane piensa que mediante métodos no invasivos, siempre que tengan la precisión necesaria, podrán conseguirse resultados similares, y que la técnica podrá ser usada para alterar recuerdos problemáticos de seres humanos. La idea que manejan es la de asociar buenas sensaciones a malos recuerdos. Podría utilizarse, por ejemplo, para tratar casos de estrés postraumático, fobias o, en general, recuerdos asociados a malas experiencias del pasado.
No parece sencillo que se pueda llegar a situaciones como las que sirven de base a las especulaciones del cine de ciencia ficción. A nadie se le escapa que esas posibilidades abrirían una preocupante puerta al control de la memoria de la gente con fines perversos. Dudo, no obstante, que haya motivo real de preocupación. Por un lado, en sus versiones más elaboradas el control mental de ese tipo no parece una posibilidad a corto o medio plazo. Y por el otro, el futuro nunca fue como lo imaginó la ciencia ficción. Quizás es que las fuerzas del mal carecen de tanto poder como el que el arte les atribuye o que tienen otras preocupaciones que desconocemos. Aunque también podría ser que esas fuerzas ni siquiera existan.
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