Después de unos cuantos años relacionándome a diario con investigadores y pendiente de sus movimientos científicos y de su trabajo, he percibido que en cada vez más me encuentro con mujeres al frente de laboratorios, departamentos, tesis doctorales… A pesar de que los datos apuntan a que todavía les cuesta decantarse por los números, poco a poco se hacen un hueco y lo consiguen de manera notable.
El año pasado, entre los ganadores del premio Nobel de Medicina, se encontraba May Britt Moser quien nació en 1963 en Fosnavåg, Noruega, estudió psicología en la Universidad de Oslo y se doctoró en neurofisiología en 1995. Fue alumna de postdoctorado en la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) y científica invitada en el University College de Londres, antes de trasladarse en 1996 a la Universidad noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim. En 2000 fue nombrada catedrática de neurociencia y actualmente es directora del Centro de Computación neuronal en Trondheim.
También a finales del año pasado, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) nombró a Gladis Aparicio ‘La mejor inventora del mundo’. Es miembro del Grupo de Transiciones de fase en sistemas no metálicos de la Universidad del Valle (Colombia), docente de la Universidad Autónoma de Occidente (UAO) y Directora del grupo de Investigación en Nuevos Sólidos con Aplicación Industrial GINSAI de la UAO. Su mérito está en haber detectado que el hilo de la araña Nephila clavipes (reconocida por tejer una tela de color dorado) cuenta con excelentes propiedades mecánicas, ya que es mucho más resistente que el acero y más flexible que el nailon, lo cual mejora sus propiedades mecánicas y favorece mucho su conducción, gracias a lo que se podría alcanzar el mejor funcionamiento de aparatos y la mayor duración de las baterías, además de reducir su acción contaminante.
Por supuesto, si en España pensamos en el nombre de una científica de relevancia, no serán pocos lo que traigan a su mente a María Blasco. Al frente del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) desde 2011, es un referente en el campo de la oncología y entre sus méritos se encuentra el Premio Jaime I de Investigación Básica que también posee otra de las grandes de nuestro país: Margarita Salas. Ella fue discípula de Severo Ochoa y ha sido y es una destacada impulsora de la investigación en el campo de la bioquímica y la biología molecular.
Mencionar a otras como Marie Curie, Hypatia de Alejandría o Ada Lovelace, parece caer en los tópicos. Aunque existen muchos nombres femeninos asociados a la ciencia que quizá no sean tan conocidos a pesar de que sus hallazgos o inventos hacen nuestra vida un poco mejor.
Mary Anderson, nacida en Alabama y destacada por su capacidad creativa, inventó el limpiaparabrisas cuando durante un viaje en tranvía observó como el conductor debía bajar constantemente a limpiar la nieve y el hielo que caía en los cristales. Tras varias ideas inútiles, se le ocurrió un brazo giratorio con una lámina de caucho que el conductor podía accionar a través de una palanca. El limpiaparabrisas windsheld se convirtió en el equipo estándar de todos los coches de 1916.
Y no fue esa la única mejora que una mujer hizo a este invento masculino que es el coche: Margaret Wilcox patentó en 1893 el primer sistema de calefacción para automóviles. Su diseño consistía en una simple abertura que comunicaba directamente la zona del motor con el habitáculo destinado a los pasajeros aunque fue necesario realizar algunas mejoras ya que con su sistema era imposible controlar el aumento dela temperatura en el interior.
En lo que a términos de salud se refiere, le debemos mucho a Florence Parpart. Es la responsable de que podamos conservar la comida de manera refrigerada en casa. En 1914 inventó el primer frigorífico moderno de la historia. Además, no fue su único invento sino que en 1900 ya había registrado una patente por una máquina para limpiar las calles, que vendió a múltiples ciudades de Estados Unidos.
Otra que nos ha ahorrado mucho tiempo y mejorado las condiciones higiénicas de grandes y pequeños fue Marion Donovan, responsable de la aparición de los pañales desechables. Dicen que cansada de lavar los de tela que existían en la década de 1940, se puso manos a la obra y patentó una cubierta de nylon impermeable. No obstante, pasaron diez años hasta que empezaron a comercializarse. ¿Sabéis quién fue el responsable de eso? Procter and Gamble.
Otros inventos como la jeringuilla, el lavavajillas, el Tipp-Ex, las balsas salvavidas, la escalera de incendios, la nistatina, las bengalas de señales, el juego del monopoly o el periscopio son obra de féminas. Y aunque la primera en patentar un invento en Estados Unidos bajo su nombre (antes debían hacerlo a cargo de un familiar varón) fue Mary Dixon con un proceso para tejer paja con seda, lo que la convirtió en pionera en la industria de sombreros, para conocer el nombre de la primera mujer inventora hay que trasladarse hasta los primeros siglos después de Cristo.
La datación exacta se desconoce pero se cifra entre los siglos I y III d.C. el momento en que vivió María la Judía, también conocida como la Hebrea o la Profetisa, a quien se apunta como la fundadora de la alquimia y precedente de la ciencia práctica.
A ella se le atribuye la invención del ‘baño maría’ aunque el original poco se parece al que usamos en casa para esterilizar los botes de conserva. Era realmente un baño de arena y cenizas que calentaba otro recipiente con agua que a su vez calentaba al siguiente. El baño de arena tenía como objeto conservar mejor el calor que debía transmitir, ya que su temperatura podía ser superior a la del agua que hervía. Posteriormente a este aparato se le quita la arena quedándose sólo con el recipiente con agua, la cual deberá hervir y sus vapores serán capaces de calentar el otro recipiente que está dentro. También ella se dice que fue la inventora del Kerotakis, un aparato de reflujo empleado para calentar sustancias y recoger sus vapores. El predecesor del Extractor Soxhlet.
Dado que gran parte de su obra se perdió, es complicado demostrar la veracidad de su trabajo e influencia, de hecho, algunos señalan su nombre como un pseudónimo empleado por varios hombres de la época, ¿no será que cuesta creer que una mujer de aquel tiempo pudiese pensar por sí misma?
Sobre la autora: Maria José Moreno (@mariajo_moreno) es periodista
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Sin prisa pero sin pausa: mujeres en el mundo científico – CEDROS DEL LÍBANO
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