El caso de la paloma desaparecida

Ciencia infusa

En unas décadas solo los robles más viejos las recordarán y, algún tiempo después, solo las colinas las habrán conocido.” Aldo Leopold, 1947.

Martha, la última de su especie
Martha, la última de su especie

Se llamaba Martha y, que sepamos, fue la última de su especie. Murió el 1 de septiembre de 1914, hace 101 años, en el Jardín Zoológico de Cincinnati. Tenía 29 años y nunca puso un huevo fértil. Era la última paloma viajera o paloma salvaje, de nombre científico Ectopistes migratorius. Descrita en 1766 por Linneo como Columba migratoria, con “habitat in America septentrionale, copiosissima”. Entonces era “copiosissima” y en 1914 murió la última. Resistió siglo y medio a multitud de presiones que suponían una novedad en su historia evolutiva.

Era el ave más numerosa de Norteamérica, quizá fuera la especie de ave con más individuos de todo el planeta y suponían entre el 25% y el 40% de todas las aves del subcontinente. Muy social y gregaria, formaba enormes colonias con miles de individuos que cubrían varios kilómetros cuadrados. En cada árbol construía decenas de nidos. Allí donde criaban o, simplemente, reposaban, las heces alcanzaban en pocas horas el medio metro de profundidad. Y era habitual que los árboles se derrumbaran por el peso. Cuando una bandada pasaba por encima de una aldea, los vecinos se refugiaban bajo techo y, horas después, cuando se iban las palomas, el sol volvía a brillar sobre calles y tejados cubiertos de caca de paloma. La colonia de cría más grande que se ha descrito, en 1871 y en Wisconsin, tenía 136 millones de aves anidando y ocupaba unos 2200 kilómetros cuadrados de superficie (el tamaño de Bizkaia).

Se movía en grandes bandadas por todo el Medio Oeste, desde los Grandes Lagos y más al norte hasta Texas y el norte de México, al oeste de las Rocosas. Solo para buscar comida, las bandadas se podían desplazar hasta 150 kilómetros en un día. Una de esas bandadas, descrita en Ontario en 1866, tenía 1.5 kilómetros de anchura y 500 kilómetros de longitud y, para el observador, tardó 14 horas en pasar. Llevaba más de 3.500.000.000 de individuos, quizá gran parte de la población de palomas viajeras de la época. Quedaban 48 años para la muerte de Martha y la desaparición de la especie.

Fueron una importante fuente de alimentación para los nativos de Norteamérica. Las cazaban como juveniles y no perturbaban a los adultos para que siguieran criando en el mismo nido y árbol.

Cazando palomas viajeras en 1875
Cazando palomas viajeras en 1875

Durante el siglo XIX se cazaban por miles y era un alimento barato para pobres y esclavos. Los libros de cocina más populares siempre llevaban alguna receta para asar y guisar palomas viajeras. Además, había tantas que eran fáciles de cazar. Una especie que se desplaza en grupos con tantos individuos atrae, por supuesto, a todo un ejército de depredadores: visones, comadrejas, garduñas, mapaches, búhos, halcones, águilas, zorros, lobos, linces, osos y leones de la montaña, y, por supuesto, a la especie humana. Las palomas eran cazadas, cocinadas, recogida su grasa y almacenada como manteca, guardadas para el invierno en sal o en vinagre, las pechugas se ahumaban y sus plumas eran para colchones (hay documentación de una familia de Nueva York que, en 1822, cazó 4000 palomas en un día solo por sus plumas). La caza se hacía con palos desalojando a las crías de los nidos, a tiros, con redes que capturaban hasta 3500 ejemplares de una sola vez, a pedradas e incluso tirándoles patatas. Algunos cortaban los árboles donde anidaban, o los ahumaban con azufre o los prendían fuego y la misma hoguera servía para cocinar los pichones.

Red para la caza de palomas viajeras, 1829
Red para la caza de palomas viajeras, 1829

A principios del XIX aparecieron los cazadores profesionales que enviaban rápidamente sus capturas a los mercados de las cada vez más grandes ciudades de la costa este. Allí se vendían como alimento, por su grasa, como cebo para las trampas de los cazadores de pieles, como comida para los cerdos e, incluso, en algún caso para rellenar baches en los caminos. La caza era un deporte popular y barato. Por ejemplo, en Petoskey, Michigan, en 1878, se cazaron unas 50000 palomas al día durante 5 meses, un total de 7.500.000 de individuos, más o menos. En el último tercio del siglo XIX se cazaban tantas palomas que su precio cayó y no cubría ni el costo de los barriles para transportarlas a los mercados de las ciudades.

Hayedo en Wisconsin, hábitat de la paloma viajera
Hayedo en Wisconsin, hábitat de la paloma viajera

Además, su hábitat boscoso estaba desapareciendo. Los árboles eran derribados para ampliar los terrenos de siembra para los agricultores. Y por esos años otro factor ayudó a la extinción de las palomas. Fue el desarrollo del transporte por ferrocarril desde 1870. Permitió el traslado con rapidez de las palomas capturadas hasta los mercados de las grandes ciudades de la Costa este. Se organizó la caza con métodos muy ensayados, y la aparición de entre 600 y 3000 cazadores profesionales, según cálculos de la época, aumentó la eficacia del proceso de caza y captura.

Por esta caza implacable y por otras causas, la población disminuyó lentamente entre 1800 y 1870 pero, a partir de estas fechas y hasta 1890, cuando ya había nacido Martha, la población colapsó y desapareció la especie. Se dictaron reglamentos para preservar la especie pero eran miles los emigrantes hambrientos que llegaban a los puertos del Atlántico y qué mejor para alimentarlos que un alimento sabroso, energético y muy barato. Proteger a la paloma viajera era una tarea imposible. Hacia 1890 ya no había individuos suficientes para conseguir un proceso reproductor eficaz. No es necesario matar o esperar a que muera el último ejemplar para considerar que una especie se ha extinguido, basta con que a la población que quede le sea difícil reproducirse para que no sea viable.

Hay muchas discusiones sobre cuál fue el último ejemplar salvaje que se cazó, pero parece que el título se lo lleva el que murió en Sargents, Ohio, el 22 o el 24 de marzo de 1990, por el disparo de Press Clay Southworth. El arma fue una pistola del tipo BB, de aire comprimido, que dispara perdigones.

Pero volvamos a Martha y a su historia de punto y final. Terminando el siglo XIX, el último grupo de palomas viajeras fue entregado al profesor Charles Whitman, de la Universidad de Chicago. Todas descendían de la misma pareja por lo que la variabilidad genética era mínima. Whitman envió en 1902 un grupo, en el que estaba Martha, al Zoo de Cincinnati. Mientras, en Chicago y en 1903, el resto de las palomas no se reproducían, y un par de años más tarde, en 1906, solo quedaban cinco. Todas fueron muriendo y el 1 de septiembre de 1914 moría Martha en Cincinnati. Había nacido en 1885 en Chicago, en el grupo de palomas de Whitman. Al morir tenía, por tanto, 29 años y, como dije al principio, nunca puso un huevo fértil.

Su cadáver fue de inmediato congelado en un bloque de hielo de 140 kilos de peso y enviado a la Smithsonian Institution de Washington para su estudio. Llegó el 4 de septiembre y el cuerpo fue fotografiado, se guardaron las plumas y la piel, y se hizo la disección del cadáver. Sus órganos internos se depositaron en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. En estas fechas y hasta septiembre de 2015, su cuerpo disecado forma parte de una exposición sobre aves extinguidas en América del Norte que se llama “Una vez eran billones”.

Macho y hembra de la paloma viajera por Louis Agassiz
Macho y hembra de la paloma viajera por Louis Agassiz

En fin, que Martha murió y la paloma viajera, la especie, desapareció, según los expertos, por varias causas interrelacionadas. La caza excesiva, el desarrollo del ferrocarril, el hambre y la pobreza en nuestra especie, la desaparición de los árboles para alimentación y cría y su sustitución por desnudos campos agrícolas. Todo ello provocó que la especie se extinguiera en pocos años y, como final triste y famoso, Martha, la última paloma viajera, murió.

Referencias:

Blockstein, D.E. & H.B. Tordoff. 1985. Gone forever. A contemporary look at the extinction of the Passenger Pigeon. American Birds 39: 845-851.

Cassista, S. 2009. A discussion of theories relating to population dynamicsa of passenger pigeon populations: Abundance and extinctions. Undergraduate Journal of Anthropology 1: 141-149.

Hung, C.-M. y 6 colaboradores. 2014. Drastic population fluctuations explain the rapid extinction of the passenger pigeon. Proceedings of the National Academy of Sciences USA doi: 10.1073/pnas.1401526111

Shufeldt, R.W. 1915. Anatomical and other notes on the passenger pigeon (Ectopistes migratorius) lately living in the Cincinnati Zoological Gardens. Auk 32: 29-41.

Yeoman, B. 2014. Why the passenger pigeon went extinct. Audubon Magazine May-June.

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

2 comentarios

  • Avatar de Manuel López Rosas

    Impresionante artículo, hay muchos vasos comunicantes con la existencia humana y el crecimiento explosivo reciente. Hay muchos otros aspectos también qué considerar.

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