Cómo leer un artículo científico

Metaciencia

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«No, no, ¡si haces el artículo demasiado fácil de leer todo el mundo sabrá como obtuviste los resultados!» | Fuente: PhD Comics / Jorge Cham

Lo que sigue es una versión de un fragmento de la columna publicada ayer en Science por Adam Ruben. Hemos pensado que quizás sea de interés para ustedes. La columna completa puede leerse aquí.

Si te encuentras al comienzo de tu carrera científica, puede que estés luchando con el mismo problema. Por eso, podría serte de alguna ayuda que te familiarices con las diez fases de “Lectura de un artículo científico”:

  1. Optimismo. “Esto no puede ser muy difícil”, te dices a ti mismo con una sonrisa en los labios, de la misma manera que te dirías “No causa ningún daño tomar ocho tazas de café al día” o “Hay trabajos fijos de sobra”. Al fin y al cabo, llevas leyendo palabras desde hace décadas y en eso consiste un artículo científico, en palabras ¿no?
  2. Miedo. Esta es la fase en la que te das cuenta “Uf… no creo que todas esas sean palabras.” Así que vas un poco más despacio. Sondeas las sílabas, analizas la jerga, te fijas en los acrónimos, y revisas tu trabajo varias veces. Enhorabuena: has leído el título.
  3. Arrepentimiento. Te empiezas a percatar de que deberías haber previsto mucho más tiempo para esto. ¿Por qué? Sí ¿Por qué pensaste que podrías leer todo el artículo en un único trayecto de autobús? Si al menos tuvieses más tiempo, si al menos tuvieses uno de esos timbres de los puestos de trabajo de los años sesenta y pudieras presionar el botón y decir: “Phoebe, cancela mi Enero”. Si al menos hubiese una versión breve del mismo artículo, algo de unas 250 palabras o menos impresas en negrita al comienzo del artículo…
  4. Toma de atajos. ¿Por qué? ¿Qué es esto? Un Abstract. Benditos sean los editores de las revistas científicas que saben que ningún artículo es comprensible, así que le piden a los autores que les proporcionen “la versión breve, verdaderamente breve”. De acuerdo. Hagámoslo.
  5. Desconcierto. Pero, ¿qué diablos? Se suponía que el Abstract debía explicar algo, ¿no? ¿Por qué tienen las frases 40 palabras en promedio? ¿Por qué hay tantos acrónimos? ¿Por qué han utilizado los autores cinco veces la palabra “caracterizar”?
  6. Distracción. ¿Y si hubiese algo como un smartphone para patos? ¿Cómo funcionaría? ¿Para qué lo utilizarían? ¿Y cuál era aquella letra de Paul Simon, la de “You can call me Al” que lleva todo el día rondándote en la cabeza? ¿Cómo cambiaría tu vida si tuvieras un aparato para hacer pan? Deberías comprar levadura. ¿Será cara la levadura? Podrías hacer el pan cada pocos días, pero se pondría duro. No es lo mismo que el que compras en la tienda; no lo es. ¡Vale, de acuerdo! “No quiero terminar como una caricatura en el cementerio de caricaturas.” ¿Vive todavía Paul Simon? Deberías comprobarlo en la Wikipedia. A veces lo confundes con Paul McCartney o Paul Shaffer. Qué pena lo de David Bowie. ¿Se puede poner café en un humidificador?
  7. Toma de consciencia de que han pasado 15 minutos y no has pasado a la siguiente frase.
  8. Determinación. Perfecto. Ahora sí lo voy a leer. De verdad que sí. Claro que sí. Lo que hay que hacer es leer palabras. Simplemente dirige tus pupilas en la tinta seca en la página y….
  9. Furia. ¿PERO QUÉ CEREBRO HUMANO PUEDE REDACTAR FRASES COMO ESTAS?
  10. Valoración muy seria de la posibilidad de emprender una carrera en humanidades. Porque los artículos académicos escritos por personas que no son de ciencias son fáciles de entender. ¿No? ¿Noooo….?

Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

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